Un cadáver en la habitación

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El señor Fitzgerald llegó a su suite, la más lujosa del hotel. Se aflojó la corbata y sacó la llave que le permitiría abrir la puerta. La metió en la cerradura y la giró en el sentido de las agujas del reloj. Mientras lo hacía, pensó que iba a llamar a su mujer y su hija para preguntarles qué tal les había ido el día. Sonrió ante la perspectiva de hablar un poco con ellas y entró en la habitación. En cuanto se encendieron las luces se dio cuenta de que algo iba muy mal: en el centro de la estancia yacía el cuerpo de un señor tendido boca abajo.

No era la primera vez que Fitzgerald veía un cadáver y no se alteró demasiado aunque nunca antes le habían dejado uno en su habitación de hotel. Con calma, se dirigió al teléfono que estaba en la mesilla al lado de su cama y buscó el número de la recepción en el papel de al lado del aparato. En cuanto lo localizó, marcó el número y en cuanto le cogieron la llamada habló:

- ¿Recepción del hotel Four Reasons?

- Sí, dígame - respondió la voz grave y bien modulada, que te hacía pensar que hablabas con un profesional, del recepcionista.

- Soy Fitzgerald, de la Suite Imperial. Me temo que he encontrado algo en mi habitación que yo no había dejado ahí.

- Lamento mucho oír eso. Ahora mismo envío a alguien para que le atienda. Debe ser un error de los encargados de la limpieza - se disculpó el empleado.

- Por su bien espero que no sea eso. Lo que ha aparecido en mi habitación es un cadáver.

El recepcionista emitió un sonido ahogado pero en seguida se recuperó de la sorpresa.

- Es una vergüenza que haya tenido que ver eso en un hotel como el nuestro pero da la casualidad que en estos momentos se hospeda con nosotros el reputado detective Edgar Allan Poe, que colabora habitualmente con el cuerpo de policía de nuestro país. Le avisaré de inmediato.

- Está bien - expresó su conformidad Fitzgerald. La reputación de Poe le precedía y no se le ocurría nadie mejor para solucionar la incidencia.

Fitzgerald colgó el teléfono, dando por finalizada la llamada, y se dispuso a esperar la llegada del detective cuando por la puerta que había dejado abierta sin dase cuenta se asomó un chico asiático que según él no debía pasar los 16 años que llevaba el pelo muy revuelto y cortado de manera irregular.

- ¡Hala, Yosano, un cadáver! - exclamó emocionado.

- No, Ranpo - intentó frenarle una voz femenina -. Entrar en la habitación de alguien sin permiso es ilegal. Además, estamos de vacaciones. Las vacaciones son para descansar, no para verse envuelto en asesinatos.

- Venga, que es lo más emocionante que nos ha pasado desde que casi nos detienen en Aduanas porque se me había olvidado declarar los dulces que llevaba.

Ranpo entró en la habitación ante el asombro de Fitzgerald y se puso a mirar a todos lados. Yosano suspiró y también entró.

- Siento mucho molestarle en un momento así - se disculpó con Fitzgerald -. Cuando algo le llama la atención no se le puede hacer cambiar de idea.

- ¿Qué es, un niño de cinco años? - preguntó él.

- Para tu información, tengo 19 - aclaró Ranpo.

- ¿Cómo vas a tener 19? - Fitzgerald parecía incrédulo -. Bueno, da igual. El caso es que va a venir un detective en seguida y seguro que no se quiere encontrar a gente que no pinta nada aquí estorbando.

- Yo soy médico - dijo Yosano -. Siempre puedo ser útil en una escena del crimen. Por ejemplo, puedo informar de que este hombre lleva menos de tres horas muerto, ya que aún no presenta rigor mortis.

Un mundo de monstruos (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora