El corazón no atiende razones

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Más que correr, Dazai voló para llegar a la sede de la Port Mafia. Aún así, cuando llegó el momento de entrar en el edificio, se aguantó las ganas de tomar aliento desesperadamente y pasó pisando firme y con la cabeza bien alta, mostrando una confianza de la que carecía en ese momento. No podía permitirse mostrar ninguna señal de debilidad.

Se montó en el ascensor para ir hasta el último piso: debía hablar con Mori urgentemente. A esas horas Odasaku ya debía haber llegado al escondite de Mimic y estaría en mitad de una carnicería. Tenía que sacarlo de ahí lo antes posible.

- Tengo que hablar con el jefe. Moveos - les dijo en el tono más frío posible a los guardaespaldas que protegían la puerta. Pese a que le doblaban el tamaño, ambos hombres se estremecieron con solo verle. Normal, tenía mala fama.

Los dos dieron un paso a un lado y le permitieron pasar. Dazai entró en la oficina como si fuera el dueño del lugar. Caminó hasta situarse en frente del escritorio situado en mitad de la estancia, justo delante del hombre sentado detrás de la mesa. Mori Ōgai, el jefe de la Port Mafia, le recibió con una sonrisa cordial.

- ¡Dazai-kun! ¡Qué alegría! ¡Hacía mucho tiempo que no venías por aquí voluntariamente! ¿Quieres una taza de té? Me acaban de llegar unas hojas extremadamente caras del norte de Europa. Al verterlo sobre un bollo al vapor hace un exquisito...

- Jefe. - interrumpió Dazai -. Sabes por qué estoy aquí, ¿cierto?

- Por supuesto, Dazai-kun. Es urgente, ¿no? - respondió Mori hablando lentamente tras una pausa un tanto prolongada.

- Lo es.

- Muy bien. Independientemente de cuál sea tu deseo, tendrás mi aprobación - Mori sonrió con confianza al pronunciar estas palabras -. Confío en cualquier plan que el genio Dazai tenga. Siempre has contribuido gratamente al bienestar de la organización y espero que hoy continúes con tu espléndida labor.

A Dazai esa respuesta lo tomó por sorpresa y guardó silencio. ¿Qué pretendía Mori? Hasta él sentía que hablar con él era como caminar por una fina superficie helada. Un paso en falso y terminaría cayendo a unas gélidas aguas de las que nadie le salvaría.

- Solicito permiso para formar un pequeño grupo de usuarios de habilidad de nivel ejecutivo para atacar la sede de Mimic y rescatar a Odasaku - dijo Dazai tras meditar unos instantes.

- Perfecto - asintió Mori -. Revelar tus verdaderas intenciones puede ser en ocasiones una excelente herramienta de negociación. Está bien, tienes mi permiso - Dazai parpadeó sorprendido. No estaba acostumbrado a conseguir las cosas tan fácilmente -. Sin embargo - prosiguió el jefe -, quisiera saber el porqué de esa petición.

Dazai miró al jefe procurando no romper el contacto visual ni por un momento. Los ojos entrecerrados de Ōgai emitían un brillo astuto, como si pudieran ver su corazón. Eso era lo que veían enemigos y aliados de Dazai cuando se atrevían a asomarse a sus ojos.

-Odasaku está solo actualmente enfrentando a los enemigos en su sede - explicó Dazai sin dejar traslucir sus emociones -. Envié un equipo de respuesta de emergencia al área, pero no es suficiente. A este paso, vamos
a perder un valioso usuario de habilidad.

- Pero es un miembro de bajo rango - Ōgai movió su cabeza hacia un lado, como con curiosidad -. Claro que es un querido aliado nuestro, ¿pero vale la pena enviar hombres de nivel
ejecutivo a la línea del frente para salvarlo?

- Sí - Dazai no titubeó ni un segundo -. Por supuesto.

Los dos hombres se miraron. Vieron las cartas del otro, previeron sus siguientes jugadas y analizaron su estado de ánimo. Se conocían a la perfección, al fin y al cabo.

Un mundo de monstruos (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora