El jefe ha muerto. Larga vida al jefe.

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La luz de la luna se filtraba en la habitación a través de las ventanas iluminando una cama con dosel pegada a la pared de la habitación, un objeto que parecía fuera de lugar en una clínica como esa. Pero, al fin y al cabo, esa habitación estaba destinada al tratamiento del jefe de la Port Mafia y contaba con toda clase de comodidades.

En la cama había un hombre mayor y extremadamente delgado, tanto que en vez de una persona parecía una calavera. Sus ojos estaban desorbitados y miraba al techo con una expresión desquiciada.

- Matadlos a todos - ordenó con un tono que indicaba que no estaba en su sano juicio -. A las demás organizaciones, a los traidores, a los que se pongan en nuestro camino. ¡A todos!

- Pero señor - el doctor Mori dio un paso adelante, saliendo de las sombras a las que la luna no alcanzaba a iluminar e interponiéndose en el haz de luz de la luna -, eso no sería racional.

- ¡Da igual! ¡Quiero que mueran todos!

Mori adoptó una expresión seria.

- Lo que usted diga - con un rápido movimiento sacó un bisturí del bolsillo de la bata y realizó una incisión en el cuello de su paciente, salpicando su cara y la pared con un reguero de gotas de color carmesí -, jefe.

De espaldas a la ventana, con la luna detrás de él había un chico observando la escena. No era muy mayor y tenía la mitad del rostro cubierto por unas vendas. Miraba muy serio pero en absoluto asombrado ni aterrorizado, como si ya hubiese visto muchas más veces la muerte de cerca y ya no le importase nada.

- La enfermedad del jefe se complicó y hubo que asegurarle una vía para respirar. Intenté salvarle la vida pero lo había nada que pudiera hacer. Su última voluntad fue que yo fuese su sucesor y tú has sido testigo de todo - dijo Mori girándose lentamente hacia el chico - ¿verdad, Dazai-kun?

- Así que me salvaste para esto - contestó Dazai -. Sí, todo pasó exactamente como has dicho - añadió con una mirada lúgubre, con lo que Mori quedó satisfecho.

El doctor sacó el teléfono y marcó un número.

- ¿Hay noticias del jefe? - preguntó una voz que sonaba ligeramente ansiosa.

- Sí - respondió Mori con un fingido tono compungido que hizo que Dazai enarcase su única ceja visible -. Ha muerto. No pude hacer nada para salvarle. Tal vez si hubiera venido antes a la clínica...

- No... No es posible...- la voz al otro lado del teléfono sonaba apesadumbrada -. ¿Cómo pasó?

- Su enfermedad avanzó considerablemente, sus síntomas se agravaron resultando en complicaciones como que se le cerró la vía respiratoria imposibilitándole inhalar y hubo que realizarle una traqueotomía de urgencia pero en mitad de la intervención sufrió un fallo cardíaco. Intenté reanimarlo mediante el uso del desfibrilador externo sin obtener ningún resultado y acabó falleciendo - relató Mori complicando innecesariamente la explicación para confundir a su interlocutor con los términos médicos y que no preguntase nada más.

- Uf... Demasiada información - le pareció escuchar al doctor que decía la voz -. ¿Hay alguna persona que pueda confirmar tu versión de los hechos?

- Casualmente un paciente que fue ingresado aquí tras un intento de suicidio estaba presente y estará encantado de corroborar mi explicación.

- Fantástico. Hay algunas personas que podrían interpretar su muerte como una negligencia y buscar venganza, cosa que desde luego no me gustaría en absoluto - Mori comprendió rápidamente que la intención del otro era amenazarle y sonrió. Aún faltaba la última sorpresa.

- Dudo que esas personas pudieran hacer nada contra mí. Las últimas palabras del jefe fueron: "si algo me pasara tú tienes que ponerte al mando de la Port Mafia" - se oyó una exclamación de sorpresa al otro lado y Mori esbozó un siniestro gesto de satisfacción. Justo la reacción que esperaba -. Por lo tanto, y para respetar su última voluntad, creo que el actual jefe soy yo.

- ¡Pero eso es imposible! - protestó el otro -. ¡Un simple doctor que ni siquiera es miembro no puede ser el jefe!

- ¿Vas a desobedecer las órdenes de mi predecesor? - el tono del médico era tranquilo pero con un matiz amenazador que helaba la sangre en las venas.

- ¡Mucha gente no aceptará esto!

- Ya me encargaré de que lo acepten - y tras eso Mori colgó el teléfono.

- ¿Me puedo ir ya? - preguntó Dazai.

- No te quieras marchar tan deprisa, Dazai-kun. Hay mucha gente que quiere hablar contigo.

En ese momento la puerta se abrió de golpe.

- ¡Ya tengo lo que me pediste! - exclamó Ranpo, que llevaba una carpeta en las manos.

- Muy bien, Ranpo pero... ¿Sabes que se puede llamar a la puerta?

- ¿Ah, sí?

- Estaba hablando con Dazai y... ¿por qué no tienes los ojos abiertos?

- Ese chico ahora no debería hablar con nadie que no fuera un terapeuta - le reprochó al doctor -. Y es que no quiero ver el cadáver del antiguo jefe.

- No sería la primera vez que vieras un cadáver. Y tampoco es que te impresionases tanto en tu primera vez.

- Ya, pero es que si lo mirase vería la chapuza de supuesta traqueotomía que has hecho y pasaría a ser un testigo del asesinato. Y no necesito ver para saber que habrás manchado la pared de sangre. ¿Era necesario? No queda bien. Ahora habrá que pintar de nuevo.

- Ranpo, ya basta. He tenido un día muy duro y acabo de perder un paciente. Estoy agotado.

- Vale, ya me voy - Ranpo torció el gesto y se dio la vuelta para salir -. Ahora que lo pienso, no sé qué debería decir en este caso: ¿mi más sentido pésame o enhorabuena?

- Ranpo...

- ¡Adiós! - y Ranpo desapareció.

- ¿Qué te ha traído ese chico? - preguntó Dazai aunque su tono no expresaba nada de curiosidad.

- Ese chico, como le has llamado, es Ranpo Edogawa, la persona más inteligente e insufrible a la que he conocido. Te lo digo porque seguramente pasaréis mucho tiempo juntos - dijo Mori -. Y respecto a esto, bueno, me da igual que tú lo sepas. Es una lista de las personas de la Port Mafia que me apoyaran y de aquellas que se opondrán a mí.

Mori abrió la carpeta por un un folio aleatorio y se fijó en un nombre que estaba rodeado con un rotulador rojo, para que resaltase: Kōyō Ozaki. Al lado del nombre había una pequeña anotación que decía lo siguiente: será de tus mayores apoyos. Que hable con ella Yosano. Le sonaba el nombre de Kōyō, según recordaba, era la chica que intentó abandonar la Mafia con un tipo al que luego ejecutaron de una forma particularmente dolorosa. Tenía entendido que desde entonces le había guardado rencor al ahora difunto jefe y que llevaba tiempo esperando un cambio en el liderazgo de la organización, así que entendía por qué ella le recibiría con los brazos abiertos. Lo que escapaba a su comprensión era por qué de entre todas las personas tenía que ser Yosano quien hablase con ella. Yosano, quien aborrecía a Mori por encima de todas las cosas. El nuevo jefe se encogió de hombros y cerró la carpeta. El puesto de jefe ya lo tenía. Ahora solo quedaba mantenerlo y convencer a todo el mundo de que la muerte del anterior no había sido fruto de una conspiración. El nuevo jefe miró a Dazai, que estaba en silencio con un gesto inexpresivo. El éxito o fracaso de su plan dependía de ese misterioso joven que no parecía muy mentalmente estable. ¿Habría hecho bien en elegirlo? Bueno, seguramente no supondría un problema. ¿Qué era lo peor que podía hacer un niño?

Un mundo de monstruos (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora