Todo tiene un precio

314 49 22
                                    

Ranpo estaba tirado en el sofá de su apartamento mirando el techo. Sus deberes como ejecutivo le exigían que fuera a ayudar en una emergencia como la que acababa de darse y estaba seguro de que necesitarían a alguien con conocimientos de medicina para que ayudase a Yosano y a los otros médicos pero no se sentía capaz de moverse.

Mori tampoco le había enviado un mensaje así que suponía que aún no se había despertado. Mejor, así no habría repercusiones.

Le extrañaba un poco que Dazai no se hubiera presentado a matarlo por lo de Odasaku pero seguro que no tardaría. Había decidido no huir, era lo mínimo que podía hacer para compensarle la pérdida de su amigo.

Al principio no había podido ni mirar a Odasaku, tal era su estado de shock. Se había tapado la cara con ambas manos mientras todo su cuerpo temblaba y estuvo un rato a punto de echarse a llorar.

- ¿Cómo... cómo se lo voy a decir a Dazai? - había sollozado.

Era la segunda vez que un error suyo le costaba la vida a alguien solo que está vez no veía cómo iba a poder solucionarlo.

Tuvo que ser otra persona quien detuviera temporalmente su descenso hacia los abismos de la desesperación y la culpa con un ligero toque en su hombro.

- Esto... ¿Ranpo-san? - El chico pelirrojo que estaba ahí en contra de su voluntad le había sacudido ligeramente para sacarle de su estado de ensimismamiento. - Deberíamos irnos de aquí cuanto antes. A lo mejor hay una bomba o algo.

Él se había incorporado aún tembloroso porque era consciente de que el chico tenía razón. No había tiempo para dejarse arrastrar por la culpa, debía analizar la situación y actuar en consecuencia.

- ¿Cómo te llamas? - le preguntó.

- Tanizaki. Junichirō Tanizaki.

- Pues gracias, Tanizaki-kun. ¿Te interesaría trabajar en la Port Mafia?

El chico se había quedado con la boca abierta y si Ranpo no hubiera estado tan deprimido se hubiera echado a reír.

- No tienes que responderme ahora mismo - le había tranquilizado mientras se levantaba, cogía la pistola con la que había disparado a Q y se la guardaba. Le habría gustado tirarla por la ventana y ver como se rompía en mil pedazos pero eso significaría que ese arma ya le había vuelto estúpido del todo. Era importante deshacerse de todas las pruebas que pudieran incriminarlo.

Se había acercado a Q y le había cerrado los ojos, ya desprovistos de todo brillo demente pero que seguían clavados en él. Probablemente esos ojos le perseguirían mucho tiempo.

Luego, había reunido fuerzas y se había aproximado a Odasaku. Definitivamente estaba muerto. No tenía pulso y su piel había adoptado el color de la cera. No se apreciaban heridas pero el hecho era que su cabeza yacía sobre un charco de sangre - que tenía un olor un poco extraño pero Ranpo lo había atribuido al ambiente - encima de la mesa. Eso tenía que haber sido producto de una habilidad. Una habilidad cuya víctima debió haber sido él mismo.

Odasaku había visto el peligro con su poder y le había salvado la vida. A qué precio. Ahora cinco niños volvían a estar huérfanos y Dazai no volvería a dirigirle la palabra, así que había decidido tomar la decisión más inteligente que se le había ocurrido en ese momento.

- Aquí tienes una tarjeta con mi número y aquí un poco de dinero para que vuelvas a tu casa - le había dicho a Tanizaki -. Cuando tengas tu respuesta, llámame.

Y acto seguido había salido por la puerta, se subió al coche que había conducido Oda hasta allí y se había dirigido hacia su apartamento para deprimirse tranquilamente - no sin antes haber enviado un mensaje a Yosano informándole de lo que había pasado para que alguien pasase a recoger los cuerpos - y así estaba.

Un mundo de monstruos (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora