Dazai estaría orgulloso

281 46 25
                                    

Mientras Ranpo y Chuuya se enteraban de los planes del Gobierno para los padres del primero, los señores Edogawa se fueron de compras.

Para ser dos personas que estaban a punto de morir, se tomaron el día con mucha calma. El padre de Ranpo no paraba de revisar el móvil pero por lo demás parecían una pareja normal disfrutando de un día de ocio en la ciudad. Primero entraron a una pastelería a comprar los dulces que le habían prometido a su hijo. Luego, el señor Edogawa recibió un mensaje, perdió algo de color en el rostro, se lo enseñó a su esposa y fueron a comprar papel de carta. La mujer escribió unas líneas. Por último, fueron a un establecimiento del Servicio Postal a enviar la carta y un paquete. El paquete con los pasteles.

Los mafiosos llegaron a tiempo para verlos.

- ¿Por qué envían una caja de dulces? No tiene sentido, ellos piensan que van a volver a verte - dijo Chuuya.

Ranpo frunció el ceño.

- Creo que subestimas a mis padres. Me parece que se han dado cuenta de que van a morir y quieren cumplir su promesa. Aunque no recibí ningún paquete tras su muerte - recordó -. El Gobierno debió haberlo interceptado.

- Pero si saben que van a morir, también sabrán que hay grandes probabilidades de que el envío no llegue a su destino - objetó el pelirrojo -. No tiene sentido.

- Tú lo has dicho. Grandes probabilidades. No ninguna probabilidad de que llegue. Debieron intentarlo por el 1%. Supongo que pensaron que eso era mejor que nada.

El chico se veía bastante cansado, como si estuviera viendo una película de la que ya se supiera el final, cosa bastante similar a lo que estaba pasando.

- ¿Y por qué no huyeron? - Chuuya parecía casi más alterado que Ranpo -. Si lo sabían deberían haber probado algo. Huir, esconderse... ¡Lo que fuera con tal de sobrevivir! ¡Tenían un hijo, por el amor de Dios!

- Creo que ese era el problema - comentó lúgubremente Ranpo pero no añadió nada más. Si decía en voz alta sus suposiciones, igual se hacían realidad.

Finalmente, sus padres se subieron al coche para irse. Ranpo y Chuuya volvieron a montar en el auto «prestado» del vecino, conscientes de que tendrían que abandonarlo en algún momento para que el asesino enviado por el Gobierno no viera un coche que se conducía solo.

Si bien al entrar en la ciudad habían tenido suerte y por un milagro nadie se había fijado en que no había conductor ni en que las puertas del vehículo se habían abierto solas, esta vez no pasó lo mismo.

- ¡Mira, mamá, un coche mágico! - exclamó emocionado un niño.

- Sí, cariño, muy bonito - contestó su madre sin prestarle atención en un tono de voz hastiado.

- ¡Funciona solo!

- No seas pesado, cariño, ya habíamos hablado de lo malo que es mentir.

- Pero es verdad...

Dejaron atrás al niño y Ranpo no pudo evitar sentirse mal por él pese a saber que solo era el personaje de una novela de cierto detective estadounidense porque tenía el presentimiento de que le iban a castigar.

Llevaban ya una hora y pico conduciendo cuando se empezó a oír el estridente ruido de una moto y Ranpo le hizo a Chuuya un gesto para que parase.

- ¿Un asesino no iría en una moto silenciosa? - preguntó Chuuya sin detenerse.

- No me refiero a eso - negó Ranpo con un tono de voz lleno de miedo que convenció a su compañero de obedecer y el ejecutivo señaló con el dedo hacia delante, a un lado de la carretera. Chuuya abrió mucho los ojos al ver una cosa plateada que se movía tan rápido que le costó identificarla.

Un mundo de monstruos (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora