No estaba muerto, estaba de parranda

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Los dedos largos y finos de Ranpo estaban cubiertos por un líquido pegajoso y rojo brillante que iba perdiendo tibieza por momentos.

Se tomó un momento para contemplar sus manos manchadas con la sangre de Mori Ōgai y luego sacudió la cabeza. No podía perder el tiempo, el personal de la Mafia estaba a punto de llegar y tenía que parecer que intentaba salvar al jefe desesperadamente.

Estaba inclinado sobre el cadáver del doctor, sus manos sobre el cuello del muerto presionando la herida que él mismo le había infligido cuando llegó un grupo de soldados de la organización encabezado por una Kōyō de expresión devastada.

Representó la farsa durante unos segundos más y con el rostro demudado con una falsa expresión de dolor, se levantó y sacudió levemente la cabeza en señal de negación.
Todos bajaron la cabeza.

- El jefe ha muerto - anunció con un ligero temblor en su voz -. Un miembro de Mimic se infiltró y puso una bomba en el despacho. Intenté salvarle la vida pero un cristal - en ese momento abrió el puño mostrando un trozo de vidrio ensangrentado y extraordinariamente afilado - le había perforado la yugular. No... No pude hacer nada.

Con un ligero tartamudeo concluyó su discurso. La entonación había sido perfecta. Había realizado una actuación impecable que ninguno de los hombres allí presentes cuestionó.
Los escenarios habían perdido a un gran actor cuando Ranpo Edogawa decidió entrar al mundo del crimen.

La tristeza era palpable en el ambiente. No por la pérdida de la persona, sino por el deceso del líder. Mori Ōgai había sido muchas cosas, pero un excelente jefe también. Él había sido quien había cogido una organización en ruinas y la había elevado al estatus que tenía en ese momento.

Probablemente la única que le apreciaba como persona era Kōyō y tuvo que hacer un esfuerzo para mantener las lágrimas a raya. Mori no solo había recuperado la gloria de la Port Mafia sino que la había transformado de un infierno a algo que merecía la pena proteger. Pero no era el momento de mostrar su pena. Ella más que nadie no podía permitirse mostrar debilidad en ese instante.

Guardó silencio con todos durante un minuto y después se arrodilló. Aunque los ojos le brillaban, bañados en plata.

-  Salve, Ranpo Edogawa, nuevo jefe de la Port Mafia de acuerdo a la voluntad de Mori Ōgai - anunció con voz suave pero firme.

Los demás miembros de la organización la imitaron sin protestar.

Las cejas de Ranpo se elevaron por encima de su posición normal. No había pensado en la posibilidad de que eso pasase. ¿Él? ¿Sucesor de Mori? ¿En qué momento?

- Hay que retirar el cadáver para que lo preparen adecuadamente para el funeral - dijo Kōyō -. Y deberéis abandonar la sala, el nuevo jefe y yo tenemos que hablar.

Como si ella fuera la jefa, todo el mundo se apresuró a obedecer y al cabo de unos instantes estuvieron a solas en el destruido despacho.

A la velocidad del rayo, Kōyō apoyó el filo cuchillo que llevaba siempre dentro de su sombrilla sobre la garganta de Ranpo, quien seguía demasiado perplejo como para reaccionar.

- Sé que lo mataste - le susurró en el oído.

- Sé que lo sabes - le contestó él con cuidado para que la hoja no cortase su piel.

***


Chuuya se estaba peleando con el corcho de una botella de Petrus. Normalmente quitar el tapón del vino se le hacía tan natural como respirar pero ahora, con las manos temblorosas, se le hacía difícil manejar el sacacorchos.

Un mundo de monstruos (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora