A quien madruga Dios no le ayuda.

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Era una bonita mañana y el ascensor de la oficina estaba casi vacío. Aunque fue diseñado para más de 12 personas en ese momento solo había dos chicos, lo cual era perfectamente normal pues eran las siete de la mañana y de costumbre la gente llegaba a las ocho.

- ¿A tí también te ha llamado el jefe? - preguntó Dazai con voz somnolienta, como si se hubiera despertado hace poco. También llevaba el pelo bastante revuelto y las vendas que cubrían parte de su rostro estaban algo descolocadas.

- Por desgracia - respondió Ranpo -. Qué pesado. Que me deje en paz de una vez, a estas alturas ya debería saber que yo no madrugo. Espero que al menos nos invite a desayunar...

- ¿Sabes para qué nos necesita?

- Tengo alguna idea pero el hambre no me deja pensar. Qué asco de vida. Al menos ya es viernes.

- Ranpo, en la Port Mafia no se descansa los fines de semana - le recordó Dazai.

- Maldita sea, tienes razón. Bueno, como soy un ejecutivo después de esto me tomaré un descanso. Dejaré instrucciones para los próximos quince días y le pediré a algún subordinado que me reserve una habitación de un hotel cerca de la playa en el que no se admitan personas que se llamen Mori Ōgai - planeó Ranpo.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron: habían llegado a la última planta. Los dos salieron y continuaron charlando por el pasillo.

- No me puedo creer que seas la persona más inteligente de la Port Mafia y ni puedas reservar un hotel por tu cuenta - le atacó Dazai.

- No me puedo creer que seas la segunda persona más inteligente de la Port Mafia y no sepas que basta con cargar una pistola, pegar el cañón a la sien y apretar el gatillo para irse la Otro Barrio - contraatacó Ranpo.

- ¡Eh, eso no es justo! - protestó el chico de las vendas.

- ¿Cuántas veces lo has intentado desde ayer? ¿Tres? - se fijó más atentamente -. No, cuatro - Dazai abrió la boca para replicar pero Ranpo continuó antes de que pudiera decir nada -. Porque lo de dormir una hora yo lo considero suicidio.

- ¡Es que no funciona nada! - se quejó Dazai.

"Porque tú no quieres que funcione" pensó Ranpo.

Hablando llegaron a la gran puerta del final del pasillo que estaba custodiada por dos guardaespaldas quienes al verles se apresuraron a quitarse de en medio. Nadie en la organización quería problemas con esos dos. Entraron y Mori les saludó alegremente.

- ¿Cómo están mis chicos favoritos?

- Venga ya, ahora no finjas que tienes sentimientos por alguien que no sea Elise - dijo Dazai poniendo el ojo visible en blanco.

- Por favor, ahórrate la vergüenza de hacer eso y ahórranosla a nosotros de verlo - le pidió Ranpo.

- De verdad cómo sois - suspiró Mori -. Bueno, en primer lugar me disculpo por haceros madrugar y en segundo quería mandaros un pequeño encargo sin importancia...

- Pues si es sin importancia pídeselo al conserje y nosotros nos largamos - le interrumpió Ranpo.

- O a Chuuya, que para traer unas zapatillas hasta un perro vale - sugirió Dazai.

- ¿Podéis hacer el favor de escucharme de una vez? - suplicó Mori -. ¿Quién me mandaría a mí adoptar adolescentes?

- No nos adoptaste, nos secuestraste y nos utilizaste - puntualizó Ranpo.

- Bah, tecnicismos - le restó importancia el jefe -. Y no, no le puedo pedir ayuda para esto al conserje. Y Chuuya tampoco es el indicado. Además, Dazai-kun, no es tu perro, es tu compañero.

Un mundo de monstruos (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora