Por quien doblan las campanas

252 37 45
                                    

Odasaku había dejado de matar por una razón: quería ser escritor.

Hubo una vez, hace tanto que en ese momento parecía una eternidad, un libro. Una obra increíble, cada palabra le había atrapado como nada lo había conseguido antes. El libro tenía una segunda parte. Era aún mejor que la primera y cuando se enteró de que había una tercera, quiso conseguirla.

Un hombre le dijo que no valía la pena. Que era nefasta. Él no le escuchó y, al ver que estaba decidido, el hombre le consiguió la tercera parte del libro. Era lo mejor que había leído nunca.

Cada palabra acarició su corazón como nada lo había hecho antes. Era magnífico. Pero, justo al final, cuando uno de los personajes, un asesino que había dejado de matar, iba a explicar qué le había llevado a actuar así, las páginas que quedaban estaban arrancadas.

Jamás supo cómo terminaba la historia.

- Entonces escribe el final tú mismo - le dijo el hombre.

Oda decidió hacerlo. Se convertiría en el asesino que había dejado de matar y concluiría la historia.

Gide había sido un héroe. Durante la guerra, le habían ordenado tomar una fortaleza de 600 soldados solo con 40 hombres. Y lo había conseguido.

Pero todo había sido una trampa. La contienda ya había finalizado y su acción fue considerada como un crimen de guerra. Fue perseguido.

Despojados de su honor, algunos de sus hombres se suicidaron. Otros, él incluidos, consideraron que esa forma de morir no era digna de un soldado y se convirtieron en fantasmas que vagaban deseando morir en combate.
No había encontrado a nadie que pudiera matarlo. Hasta ese momento.

- ¿Por qué buscas morir?

- ¿Por qué dejaste de matar?

Las preguntas de ambos hombres obtuvieron respuesta en el momento en el que la última bala salió de su pistola.

- Estuviste perfecto hasta el final, Sakunosuke. Volveré a ver a mis hombres. Saluda a los niños - dijo Gide antes de desplomarse porque el proyectil se hundiera en su abdomen.

Oda tenía un último arrepentimiento. No le había dicho adiós a su amigo. Él siempre había estado ahí para él, pero a pesar de eso estaba solo. Perdido como un niño en la oscuridad. Aislado de los demás. Demasiado inteligente para su propio bien, sin nadie que pudiera entenderlo del todo. Ahora lamentaba no haber invadido su soledad, pero ya era tarde.

La gente vive para salvarse a sí misma. Es algo que ellos notan antes de morir.

El protagonista del libro le decía eso al asesino. Ahora lo recordaba. En ese momento recordó también el nombre del autor de la novela: Natsume Sōseki. El mismo nombre de la persona a la que había conocido en la cafetería.

Odasaku caía al suelo. Mientras su cuerpo tocaba la lisa superficie, oyó pasos y un grito desesperado que pronunciaba su nombre.

- ¡Odasaku!

***

- ¿Cómo que a proponerme la jubilación? - preguntó Mori enarcando una ceja.

- Es que si un disfraz de abuela ha bastado para burlar tu vigilancia, igual ya estás mayor para el cargo - respondió Ranpo en tono relajado mientras dejaba su bolso encima de la mesa del jefe y empezaba a sacar un sinfín de productos para dejar de parecer una señora mayor. Mori le observaba algo atónito mientras se preguntaba cómo podían caber tantas cosas en un bolso de tamaño mediano -. ¿Qué creías? ¿Que había venido a matarte? - Ranpo se rio entre dientes -. Como puedes ver, no le dije nada a Dazai de tu plan. Soy leal a la organización, no a una persona, y comprendo que lo que solo hiciste lo mejor para la Port Mafia. Aunque he de decir que es de ser muy mala persona lo de hacer que exploten a unos niños para conseguirlo.

Un mundo de monstruos (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora