¿Quién tuvo la brillante idea de juntar a dos adolescentes que se odian?

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- Bienvenido a la Port Mafia, Nakahara Chuuya - saludó Mori al chico pelirrojo inmovilizado por unos extraños cubos rojos surgidos fruto de una habilidad que tenía sentado enfrente.

Estaban en una habitación escasamente iluminada, el despacho del jefe de la Port Mafia, en el último piso de las oficinas que servían de base a la organización criminal. Era uno de los lugares más inaccesibles y seguros del edificio.

- Me siento honrado por haber sido invitado - el sarcasmo se notó a kilómetros en la voz del chico que respondía al nombre de Chuuya. Además de los cubos, sus manos estaban esposadas y unas grandes cadenas para remolcar barcos ataban sus piernas. Rodeando los tobillos había un grueso alambre de ese que se utiliza en construcción y los brazos tenían restricciones de cuero. Todas esas precauciones parecían exageradas para controlar a un adolescente de su tamaño pero Mori sabía que sin los cubos serían insuficientes.

- No entiendo qué hago aquí. Quiero irme a mi casa - protestó el chico que se encontraba detrás de Mori.

- Ranpo, este no es el momento - le regañó Mori.

- ¿Qué pasa, que la Port Mafia solo contrata adolescentes? - preguntó Chuuya.

- Nah, es solo que los adultos no sobreviven - bromeó Ranpo.

- En fin, he escuchado que estuviste presente durante el incidente de ayer. Fuiste muy valiente al enfrentarte a mis subordinados, como se esperaba del líder de las Ovejas.

- Estoy seguro de que me trajiste aquí por eso - sonrió Chuuya -. Todo iba muy bien hasta que llegaron ellos.

En ese momento la puerta se abrió.

- Lamento molestarte - dijo Dazai mientras entraba -. ¡Oye! - exclamó al ver a Chuuya.

- ¡Hola, Dazai-kun, te estaba esperando! - se alegró al verle Mori.

- ¿Ya que ha llegado él me puedo ir yo? - para su disgusto, la propuesta de Ranpo pasó desapercibida.

- ¡Pero si es el mocoso de ayer! - gritó Chuuya -. ¿Cómo te atreves a aparecer por aquí?

- Yo vivo aquí - respondió Dazai -. Y vergüenza debería darte meterte con un pobre convaleciente. Mira cómo me dejaste ayer - Dazai tenía el brazo enyesado y en su cabeza había más vendas que el día anterior -. No pareces nada arrepentido por eso pero tienes aún más energía que el día anterior. ¿Solo crece tu vitalidad? ¿Qué pasa, que lo que comes se va al cerebro que nunca tuviste y no a la altura?

- ¡No hables de mi estatura!

- Perdón, ya sé que está feo hacer comentarios del físico de los demás. ¿Me disculpas, pequeño?

- ¡SERÁ BASTARDO!

- De haberlo sabido me habría traído palomitas - suspiró Ranpo.

- ¡Me alegro tanto de que se hayan vuelto tan buenos amigos en un día! Pero bueno, ya basta. ¿Puedes liberarlo, Rando-kun? - pidió a la quinta persona de la habitación, el usuario de habilidad que mantenía inmovilizado a Chuuya. Tenía el pelo largo y ondulado, la piel muy pálida y unos ojos que reflejaban cansancio. Además, iba demasiado abrigado para la época del año.

- No se lo aconsejo, jefe. El chico puede ser peligroso.

- Déjalo, igual ya toca renovar el despacho - murmuró Ranpo para sí.

- Le mantendremos a ralla con la habilidad de anulación de Dazai - aseguró el jefe -. Tú vete, que pareces más congelado que de costumbre.

- ¿Frío en esta época? - Chuuya parecía asombrado.

Un mundo de monstruos (una historia de Bungō Stray Dogs)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora