Capítulo 36:
Bajé del auto lo más rápido que pude y toqué la puerta con fuerza para que pudieran escucharme. Claramente todos iban a escucharme, pero de todas maneras, la desesperación y la exageración corrían por mis venas. Gina abrió la puerta y podía notar sus ojos algo irritados.
- ¿Cómo está? - Ella hizo un extraño puchero con sus labios tragándose las lágrimas que querían salir por sus ojos.
- Mal. - Abrió sus brazos y me envolvió en un fuerte abrazo que me dejó sin aire. Literalmente. La rodeé con mis brazos y acaricié su espalda intentando tranquilizarla. - ¿Puedo verlo? - Gina se alejó de mí y antes de entrar en la casa, vi a Aaron salir del auto, más irritado y callado de lo normal. Al parecer, esto era serio. Los tres entramos en la casa y subimos las grandes escaleras de madera hasta llegar a la habitación de Alex. Su puerta estaba abierta y podía verlo dormir. Me tapé la boca cuando me di cuenta de su aspecto. Su piel estaba casi gris, sus labios estaban pálidos y tenía ojeras bajo sus ojos. Estaba cubierto de sudor, pero su cuerpo temblaba.
- Voy a buscar su sopa. Tal vez hoy sí quiera comer. - Aaron y yo nos quedamos parados en la puerta, no contestamos. Estaba demasiado sorprendida de ver a Alex así. Él siempre parecía tan feliz y lleno de vida y alegría. Ahora parecía... Consumido. Como si tuviera algún tipo de enfermedad terminal y su tiempo hubiese llegado.
- ¿Qué le pasó? - Salió de mis labios sin que yo quisiera. Todo esto era tan jodidamente raro.
- Lo que nos pasa a todos, Kelsey. - Lo miré juntando mis cejas sin entender. - Sangre.
- ¿Sangre? ¿No se supone que cazan animales? ¿Por qué no le traen un maldito topo y terminan con esto de una vez? - Aaron negó con la cabeza.
¿Es que acaso ahora los topos estaban en peligro de extinción?
- Somos vampiros. Necesitamos de sangre humana para sobrevivir. - Junté mis cejas y antes de que pudiera replicar algo, él habló. - Si no bebemos de ella, morimos. No importa que te alimentes de ciervos o pumas o lo que sea que encuentres allí afuera, siempre vas a necesitar de sangre humana aunque no quieras beber de ella. Es nuestro alimento. Tarde o temprano vamos a necesitarla. Y cuando la necesitas y no bebes de ella, esto sucede. - Miré a Alex sin poder creer lo que Aaron estaba diciendo. - Se rehúsa a beber sangre de un humano. A pesar de que el humano no se haya muerto y Gina haya robado unas cuantas donaciones del hospital. Él no quiere saber nada con ella. Y termina a punto de morirse. Casi siempre.
- ¿Pasa todo el tiempo? - Pregunté. Sinceramente, esto era nuevo para mí.
- Una vez al mes, más o menos. Es como el período. Pero completamente al revés. - Me hubiese reído, pero no estaba para escuchar ningún tipo de chistes, ni siquiera los de Aaron. - Pero va aumentando a medida que cumplimos más y más años. Hasta que llega un momento en que comienzas a depender de ella, y terminas convirtiéndote en un cazador, aunque no lo quieras. Es por eso que Alex no quiere beber de ella. Cree que así el proceso será más lento y nunca llegará a convertirse en lo que siempre debió ser. Pero está equivocado. - Lo miré mientras me apoyaba en el umbral de la puerta.
- ¿Te ha pasado alguna vez? - Aaron apretó la mandíbula y miró al suelo.
- No. - Sentía que esta conversación lo ponía incómodo. - Nunca he dudado de beber sangre humana. Jamás. Aunque no es algo que me enorgullezca, es la verdad. - Asentí con la cabeza intentando demostrarle que no lo juzgaba. Era algo que él necesitaba hacer para vivir. Y aunque la vida en sí era una mierda, todos queremos vivirla.
- Aquí está. - Ambos nos giramos a ver a Gina que llegaba con una humeante sopa en sus manos.
- ¿Puedo dársela? - Gina miró a Aaron y él la miró a ella. - Me gustaría hablar con él... Ya saben, hacerle entender que necesita... Comer... - Aaron asintió y Gina me tendió el plato.
- Voy a limpiar algo... Lo que sea... No puedo quedarme quieta. - Escuché decir a Gina mientras entraba con cuidado dentro de la habitación de Alex, intentando no despertarlo. Lo que claramente no funcionó, porque apenas di cinco pasos, sus ojos estaban abiertos de una manera exagerada y me veían a mí.
- Genial. Lo que me faltaba. - Junté mis cejas sin entender y me quedé en mi lugar. - Chad, no va a funcionar. No funcionó cuando intentaste hacerme ver a Elvis Presley y no va a funcionar con Kelsey. Pero por lo menos esta vez elegiste a alguien vivo, idiota. - No pude evitar sonreír. Muerto, no muerto, vampiro, humano, muriéndose... Él seguía siendo el mismo Alex.
- Soy yo, tonto. No es un truco mental ni nada parecido. - Me senté junto a él en la cama y observé su rostro. Estaba segura que había desconfiado de mis palabras como por diez segundos, y luego su ceño se relajó y supe que me había creído.
- Oh, hola. - Sonreí aún más a pesar de que el tono de su voz era quedo y rasposo, como si le costara hacerlo y eso me ponía jodidamente triste. - Lo siento por eso... ¿Sabías que Chad pensaba que Elvis estaba vivo? Ninguno de los chicos le dijo nada porque fue jodidamente gracioso. - Reí sólo un poco.
- No, no lo sabía. - Apoyé el plato de sopa en mis piernas mientras él tosía.
- ¿Qué estás haciendo aquí? - Me encogí de hombros.
- Desapareciste de nuestro semanal escape de gimnasia. - Él cerró los ojos entendiéndolo todo. - Le pregunté a Aaron en dónde estabas y me lo contó todo. - Él miró a Aaron que seguía en la puerta y yo hice lo mismo.
- ¿Todo? - Él se cruzó de brazos y, sin derretirme por sus enormes brazos, observé cómo se encogía de hombros, sin decir nada. Típico de Aaron. - Genial, alguien más que se preocupa por mí. - Lo golpeé con delicadeza en la pierna.
- Está bien que se preocupen por ti. Eso demuestra que las personas te quieren. Aunque seas un maldito molesto a veces. - Lo vi sonreír y estaba segura de que ese había sido el mejor momento de mi día hasta ahora.
- Como digas. - Golpeé mis dedos en el plato de sopa y miré al techo intentando hacerme la distraída.
- ¿Tienes hambre? Porque podría ir a buscar a McDonald's un... ¡OH MIRA! ¡Tengo sopa! ¿Quieres? - No entendía qué significaba esa mirada. Estaba disimulando muy malditamente bien.
- Eres un asco. - Junté mis cejas, cuando iba a decir algo, él me detuvo hablando. - Ni sueñes que voy a comer eso.
- ¿Por qué no? Es decir, yo odio la sopa, pero es muy rica en vitaminas y proteínas y hará que te recuperes más rápido.
¿Por qué sentía que tenía cara de estúpida?
- De ninguna maldita manera voy a comer eso. Y tú sabes muy bien por qué.
- No, no lo sé...
- Pude oler la sangre desde que entraste en la habitación. Estoy enfermo y débil, pero no soy idiota.
- Estúpidos vampiros. - Prácticamente susurré, había sido un reflejo, y no había querido decirlo en voz alta. Pero obviamente, ambos me escucharon y Alex me golpeó con su pie por debajo de las sábanas, muy fuerte. Casi caí de la cama. - ¡ME GOLPEASTE! - dije histérica.
- ¿Quién yo? No. Soy un vampiro débil, molesto, enfermo y estúpido, ¿recuerdas? No puedo golpearte. - Revoleé los ojos. - Además, Aaron está aquí, y él no vio nada. - Me giré hacia Aaron que estaba sonriendo y mirando al suelo, porque claro, él era un tipo duro, no podían verlo sonreír. Jamás. Salvo yo. Yo tenía la posibilidad y el placer de verlo sonreír siempre, incluso si él no quería. Porque iba a ser la encargada de hacerlo sonreír nada más porque era masoquista, y me dolía cuando él sonreía. Literalmente.
- ¡Aaron! - Dije como una de esas niñas mimadas y ricas que salen en los programas de MTV.
- Lo siento nena, no vi nada. - Sonreí negando con la cabeza.
¿Por qué tenía que querer a este par de estúpidos?
- Dos contra uno. Gana la mayoría.
- Está bien. Ustedes ganan. Ahora tómate la maldita sopa. - Alex golpeó su cabeza contra la almohada.
- No quiero. - Puse la típica cara que ponían las madres negras en los programas de televisión cuando sus hijos no hacían lo que ellas querían. Incluso imité el gesto con mis manos.
- Alexander Lawrence. Tienes que ponerte bien y dejar de preocupar a todo el mundo con lo que te está pasando.
- No quiero. - Entrecerré los ojos.
- Bien, al menos hazlo por mí. - Pasaron unos tres segundos...
- No quiero.
Maldito bastardo. NI SIQUIERA LO PLANEABA HACER POR MÍ, LA REINA DE LO ASOMBROSO.
- ¿Tan sólo una cucharadita?
- No.
Estúpido.
- Bien. - Me levanté de la cama completamente indignada. - Y sólo para que sepas, no volverás a ver esta hermosa cara - señalé mi cara -, a menos que estés bien. Eso quiere decir que no vendré a visitarte más hasta que tomes la puta sopa, ¿ya? - Él iba a decir algo pero caminé rápido hasta la puerta. - Adiós. - La cerré con fuerza y miré a Aaron. - ¿Crees que funcione? - Él sonrió.
- ¡No funcionó! - Escuché a Alex gritar dentro de la habitación. - ¡Ilusa!
- ¡DUÉRMETE!
- ¡Bueno! - Intenté no reír.
Por favor Alex. Ponte bien, ¿si?
- Se te da bien esto de ser enfermera. - Revoleé los ojos.
- ¿Vamos a empezar otra vez? ¿En serio? - Él subió sus cejas sonriendo.
- Simplemente estoy recalcando que pienso llamarte cuando me sienta mal. O simplemente voy a llamarte.
¿Alguien podría explicarme por qué es tan jodidamente perfecto? En serio. Porque no puedo entenderlo. No llega a entrarme en la cabeza toda su perfección.
- Como digas. - Ese silencio incómodo en que no sé si besarlo está bien o si él no me corresponderá, o si Gina nos interrumpirá porque ama interrumpirnos.
- ¡BÉSENSE DE UNA VEZ! - Aaron contuvo la risa como pudo mientras yo me ponía roja y me giraba a la puerta golpeándola.
- ¡DIJE QUE TE DUERMAS!
- Lo siento... - Negué con la cabeza.
- ¿Qué piensas hacer? - Abrí los ojos, sorprendida.
- Bueno, la verdad es que sí iba a besarte pero... - Me interrumpió con una sonrisa.
- Hablaba de qué vas a hacer ahora... Si piensas quedarte. - Creo que mi cerebro funcionaba lento de nuevo, porque definitivamente tardé más de lo normal en responder a una pregunta tan simple.
Yo ya no sé si te gusta avergonzarte y se ha convertido en tu hobby favorito, o simplemente eres idiota Kelsey.
- Oh, claro, sí... Yo... Estaba bromeando, ya sabes. - Aaron asintió mientras ponía una de sus manos en su barbilla y seguía cruzando su pecho con la otra. - Creo que me quedaré.
- ¿No tienes que ir al bar de Bill hoy? - Entrecerré mis ojos.
- No... - Él subió una ceja y me cautivó e irritó al mismo tiempo. - Está bien, sí, tengo que ir. Pero a Bill no le molesta que falte, cualquiera puede tomar mi lugar.
- ¿Cuántas veces has faltado esta semana? - Me crucé de brazos al igual que él.
- ¿Acaso esto es un interrogatorio? - Él hizo un movimiento con su cabeza, ignorando mi comentario.
- ¿Cuántas?
- No me respondas con una pregunta.
- ¿Cuántas, Kelsey? - Suspiré mientras revoleaba los ojos y ponía mis brazos a los costados de mi cuerpo.
- Dos. - Él rió sin creerme y me miró directamente a los ojos. Esa mirada que exigía la verdad. - Está bien, tres. - Él volvió a subir sus cejas y yo suspiré otra vez. - ¡Está bien, cuatro! - Se giró sin contestarme y para cuando me di cuenta ya tenía un par de llaves en sus manos.
- Te llevo. - Dijo como si yo no estuviera teniendo un serio problema de elefantes bailando en mi estómago y él no estuviera ofreciéndose a hacerme de chofer como si fuera mi... No, no iba a decirlo.
Bajé las escaleras rápidamente y me despedí de Gina que estaba limpiando la alfombra con un cepillo de dientes. O al menos eso vi yo. Me invitó a comer cuando yo quisiera y le dije que por supuesto mientras Aaron me empujaba hacia afuera.
- Voy a comenzar a pensar que vienes a mi casa a comer o a hablar con Gina en vez de para verme a mí. - Reí mientras abría la puerta del copiloto por mí.
- Y yo voy a comenzar a pensar que tú estás seguro de que tengo algún tipo de problema en mis manos y no puedo abrir la puerta por mí misma. - Me metí en el auto y cerré la puerta yo misma. Por mis propios medios. Está bien, a las mujeres nos gusta que nos abran la puerta, pero no era estúpida, ¿de acuerdo? Yo también podía hacerlo, y sin su ayuda.
- Se dice ser caballero. - Dijo cuando se subió del lado del piloto. Le sonreí.
- Lo que tú digas. - Él me sonrió de vuelta mientras ponía el auto en marcha.
Viajamos tranquilos. Es decir, no hablamos de nada importante. Algunas bromas, y el hecho de que a Aaron no le gustaban los animales. Le aseguré que podía cambiar eso con toda seguridad y por supuesto, él se rió, haciendo que me derritiera en un mar de Kelsey muerta por su maldita sonrisa perfecta. Antes de que me diera cuenta, él estacionaba el auto a unos cuantos metros del bar de Bill.
- ¿Qué tienen de especial los perros? - Entrecerré mis ojos.
- Son jodidamente incondicionales y pueden sentir lo mismo que su dueño, ¿sabías? Son perfectas máquinas de amor y felicidad cuando te sientes depresivo.
- Creo que prefiero los gatos.
- Nunca has tenido uno. - Él me sonrió.
- Sigo prefiriéndolos. - Negué con la cabeza porque obviamente esto tenía algo que ver con los lobos, pero no iba a discutir con Aaron, sería como hablar con una pared. - Escucha, tengo que ir a hablar con Bill, así que tú sal primero y espero unos cinco minutos y después entro yo, ¿de acuerdo? - Asentí y abrí la puerta mientras él se fijaba, por sus polarizados vidrios, si venía alguien.
- ¿Bill sabe de todo esto? - Me detuve antes de salir. Él me miró.
- No. Sabe que Alex está enfermo y voy a decirle que no está mejor. Ya sabes, son amigos. - Volví a asentir y tomé mi mochila. - Adiós. - Le sonreí y lo saludé con la mano mientras cerraba la puerta. Comencé a caminar hasta el bar.
Pero qué pobre que fue ese saludo Kelsey. Ha sido espantoso. Ni siquiera fuiste capaz de decirle adiós como una chica educada. Diaj, me repugnas niña. Ojalá que te agarre sarna o alguna de esas enfermedades que te tienen en cuarentena para que no puedas acercarte a nadie y aprendas de tus malditos errores.
Tú. Tenías. Que. Besarlo.
Suspiré y paré mi mano en el momento en que iba a abrir la puerta. Está bien, esa voz en mi cabeza tenía razón. Ni siquiera había besado su mejilla. Nada. Y sabía que me iba a arrepentir, pero mis piernas ya estaban caminando de nuevo a su auto y luego, mi mano ya estaba abriendo la puerta y mi trasero se estaba sentando en el asiento del auto.
- ¿Pasó algo? - Estuve tres segundos debatiendo conmigo misma y luego fruncí el ceño.
- Creo que me olvidé de algo... - Él, claramente no entendió y buscó con sus ojos en el asiento trasero buscando lo que yo, supuestamente, había olvidado. Lo miré buscar debajo de su asiento.
- Aquí no hay nad... - No lo dejé terminar la oración, porque en cuanto sus ojos me miraron, estampé mis labios contra los suyos tomando su cara con mis manos. Al parecer, le sorprendió un poco el beso, porque no respondió al principio. Me alejé de él abriendo los ojos y sonreí al verlo con una boca de trompita y sus ojos aún cerrados. - Wow... - Reí mientras seguía con los ojos cerrados.
- Adiós Aaron. - Seguí riendo. Abrí la puerta pero él fue más rápido y tomó mi brazo empujándome otra vez adentro y poniendo su boca sobre la mía. Le correspondí al instante porque, bueno, amaba besar sus labios y no perdería esa oportunidad ni por un segundo. Ni siquiera por una milésima. Se alejó de mí dejándome drogada por el sabor de sus labios, riendo.
- Adiós Kelsey. - Emití un sonido con mi boca que estaba segura que era el producto de la droga que eran sus labios para mí y salí del auto. Volví a caminar hasta la puerta del bar de Bill y esta vez sí la abrí, aunque me debatí conmigo misma de correr y volver a besarlo por, y no estaba segura, última vez.
- ¡Pequeña Kelsey! - Me saludó Bill por detrás de la barra cuando me vio llegar, obviamente no podía despegar la sonrisa de mi cara ni aunque quisiera. - ¿Hace cuánto no te veo? - Sabía que era un reproche, detrás de toda es cara sonriente.
- Lo sé, lo siento. La escuela, la tarea. Todo me está volviendo loca. - Él me guiñó el ojo y no lo entendí.
- Si tú lo dices... - Junté mis cejas mientras reía de una manera macabra y caminé hasta el baño en donde estaban las meseras del turno anterior sacándose su uniforme. Las saludé, aunque no éramos amigas, pero esas viejitas eran jodidamente agradables y llevaban más tiempo trabajando aquí que la edad mía y la de Tris juntas. Me metí en uno de los baños y comencé a cambiarme mientras me debatía si Tris ya habría llegado y yo no la había visto o si simplemente estaría por ahí, dando vueltas de la mano con Jake. Me preguntaba cuando esos dos iban a oficializar todo y ponerse de novios de una vez.
Salí del baño y lo primero que vi, fue a Aaron, hablando con Bill. En el momento en que mis ojos se corrieron hacia él, su rostro se giró, mirándome y sonrió. Y yo sonreí. Porque éramos dos idiotas, y era inevitable que ambos nos miráramos a los ojos sin sonreír. Bill llamó su atención riendo y vi cómo bajaba su mirada e intentaba borrar su sonrisa. Di un pequeño salto intentando no parecer una niña de tres años que consigue lo que quiere y dejé mi mochila colgada junto con las cosas de las demás meseras. Me fui a atender mesas, intentando parecer normal, como si la mirada de Aaron no estuviera taladrando mi nuca o como si eso no tuviera ningún efecto en mí. Tenía un increíble buen humor que no era común en mí, y sabía que era culpa de Aaron que estuviera así, pero, ¿qué podía hacer? Sabía que él pensaba lo mismo cuando yo lo ponía de buen humor, como ahora.
- Tres meriendas número cuatro y dos especiales del día Bill. - Dije cuando me acerqué a la barra. Ignoré la mirada de Aaron, disimulando todo lo que podía.
- Enseguida Kels. - Hizo un extraño juego de cejas mientras nos miraba a ambos de manera cómplice y luego se fue a la cocina, a hacer los pedidos, supuse. Miré para otro lado intentando no sonreír y luego dirigí mis ojos a Aaron.
- Oh lo siento, no te había visto. - Él rió. - ¿Quieres algo con ese vaso de agua?
- De verdad te prefiero con uniforme. - Miré mi cuerpo. Un uniforme amarillo y rojo. Eso, definitivamente, no era lo mío. Y para ser sinceros, me quedaba bastante grande. Sin contar que estaba completamente repleto de manchas que intentaba sacar hace meses, pero parecían querer quedarse allí.
- Lo siento, no tenemos eso. Le puedo ofrecer el especial del día, que siendo honestos, está para chuparse los dedos.
- Quiero un beso, como el de hace un rato. - Ya, no podía no sonreír ante eso.
- Se nos acabaron hace unos segundos. - Me encogí de hombros.
- En serio, en serio, quiero besarte. Muy fuerte. - Corrí mi mirada mientras sentía que me ponía roja.
Era un tremendo idiota.
- Tres meriendas número cuatro y dos especiales del día a la orden. - El chef acababa de superarse. O ya tenía la comida preparada o definitivamente tenía poderes. - Ya vengo, encuentren algo que hacer mientras no estoy. - Volvió a guiñarnos el ojo a ambos. Tomé las bandejas con mi ceño fruncido.
- ¿Le dijiste algo? - Pregunté.
- ¿Algo sobre qué? - Revoleé los ojos.
- Sobre nosotros.
- ¿Así qué hay un nosotros?
- No estoy bromeando. Ya sabes a lo que me refiero.
- No, no lo sé. - Sonrió con soberbia.
- ¿Le dijiste o no?
- Juro que no le dije nada. - Negué con la cabeza.
- Está actuando jodidamente raro.
- Lo sé. - Caminé hasta las mesas y comencé a repartir los pedidos, con sonrisas falsas y los mismos 'que lo disfruten' de siempre. A lo lejos, noté a Tris caminar hacia mí. Me metí en la cocina para hacer los pedidos porque Bill todavía no había vuelto.
- Tres especiales más y alguna idiota pidió una ensalada, Marcus. - El chef rió mientras movía sus manos sobre sus miles de sartenes y les gritaba cosas a los demás cocineros que estaban escondidos por ahí. - Hola Tris. - Le dije cuando la sentí detrás de mí. No sabía por qué, pero emanaba una extraña vibración a enojo que no me gustaba para nada. Apuesto a que tenía los brazos en forma de jarra en su cintura.
- ¿Qué estabas haciendo con Argon Lawrence? - Revoleé los ojos y ayudé a Marcus a preparar uno de los sándwiches que pedía la mesa tres.
- Estaba tomando su pedido. Y no es Argon... - La miré mal. - Su nombre es Aaron. - Ella hizo un gesto con su mano como si no le importara y yo gruñí.
- No. Hablo de qué hacías bajando de su auto. - Marcus me miró como si quisiera gritar: '¡PELEA, PELEA, PELEA!', y yo lo fulminé con la mirada para que cerrara su boca en sus pensamientos mientras intentaba hacer que una de las mejores mentiras viniera a mi mente.
- ¿Quién te dijo eso? - Ella levantó una MALDITA ceja y se cruzó de brazos y sabía que lo hacía a propósito, porque ella sabía cuánto odiaba que la gente hiciera eso.
- Me crucé a Bill recién en la puerta. Me dijo que te vio saliendo del auto de Aaron por la puerta trasera del bar.
Genial Bill, gracias, muchas gracias.
- ¿Algo que decir en tu defensa? - Seguí preparando el especial sin verla a los ojos. Suspiré. Y justo, en ese momento, se me ocurrió algo que jamás se me hubiera ocurrido, ni siquiera sabía cómo había cruzado por mi cabeza.
Le iba a decir la verdad.
- Es cierto. - Tris abrió sus ojos con sorpresa, pestañeó tan sólo tres veces en ese pequeño minuto en el que pensé que no respiraba.
- ¿Es cierto? - Tomé una hoja de lechuga y la puse sobre el queso.
- Es cierto. - Estaba completamente estupefacta. Se había quedado estática en el suelo. Salí de la cocina con la bandeja de mis pedidos llena y comencé a repartirlos por las mesas.
- ¿Eso es todo? ¿Ninguna explicación? ¿No vas a decirme nada más? ¿¡Te volviste loca!? - Los clientes que estaban sentados en esa mesa la miraron mientras gritaba, sonreí con falsedad.
- Disculpen, se cayó de la cuna cuando era chiquita. Que lo disfruten, ¿eh? - Los chicos de la mesa parecían demasiado confundidos. Sonreí una vez más y arrastré a Tris del brazo al baño del bar para que se tranquilizara. Cosa que jamás pasaría, porque estaba segura de que no estaba pestañeando hacía ya demasiado tiempo. - ¿Qué mierda te pasa? - Susurré gritando.
- ¿¡QUÉ MIERDA ME PASA A MÍ!? ¿¡QUÉ MIERDA TE PASA A TI!? - Estaba segura que ella no se estaba dando cuenta de que sus gritos retumbaban en el baño.
- Cálmate Tris. - La tomé de las muñecas y ella se soltó al instante. Comenzó a caminar por todo el baño, moviendo sus brazos de manera exagerada diciendo cosas que no entendía. Probablemente era un nuevo idioma que ni ella sabía que estaba inventando. - Estás exagerando.
- ¿¡Exagerando yo!? ¿¡EXAGERANDO YO?!
- Sí, tú. - Sabía que si hubiera tenido algo cerca de sus manos me lo hubiera revoleado por la cabeza.
- Quiero que me digas cada detalle de lo que está pasando aquí. CADA DETALLE, KELSEY BROOKS. - Apoyé mi cuerpo en uno de los lavamanos y me crucé de brazos. - ¿Estás con Argon Lawrence?
- Aaron. - La corregí de inmediato, fastidiada.
- ¡QUE NO ME CORRIJAS MIERDA! ¿ESTÁS CON ÉL O NO? - Suspiré y miré al piso.
- No.
Ibas a decir la verdad, ¿no es así?
- ¿No? - No respondí. - Ni se te ocurra mentirme Kelsey.
- No Tris, no. No. No estoy con Aaron, ¿feliz?, ¿tranquila? - Me crucé de brazos.
- ¿Y qué hacías bajando de su auto? - Entrecerró los ojos.
- Alex Lawrence, ¿lo recuerdas? - Ella asintió. - Está muy enfermo. Gravemente enfermo. Fui a visitarlo a su casa y su hermano se ofreció a llevarme...
- ¿¡Fuiste a la casa de los Lawrence!? - La fulminé con la mirada.
- Sí Tris, fui a la casa de los Lawrence. Te estoy diciendo que el chico podría morir, pero a ti solamente te importa en dónde mierda estuve. ¿En serio eres así Tris? Porque últimamente estoy sintiendo como si no te conociera... La Tris Steven que yo conozco se preocuparía por una persona que no está bien. Sea quien sea. - Sentí cómo todas sus defensas bajaron y simplemente me miró. Como siempre. Como la primera vez que nos vimos en el orfanato, con sus ojos celestes brillando y su cara sucia, asustada e inocente. Era la primera vez desde que estábamos en Oak Minds que reconocía a la persona que tenía frente a mí, que se hacía llamar mi mejor amiga. E incluso mi hermana. - A veces siento como si no te conociera más, Tris... - Junté mis cejas en un acto reflejo de saber que mis palabras eran sentidas realmente. Ella hizo un gesto con su boca que estaba segura que significaba que estaba conteniendo las lágrimas que querían salir de sus ojos.
- Lo siento. - Dijo sin mirarme a los ojos. Me crucé de brazos mientras nos quedábamos en silencio por un rato que pareció más largo de lo que en verdad era. - ¿Cómo está él? - Sonreí.
Ésta era MI Tris.
- Mal. Pero estoy segura que se va a recuperar pronto. O al menos eso espero. - Tris sorbió sus mocos en un acto que me dio completo asco, aunque yo también lo hacía a veces. - Ven aquí. - Ella emitió algo así como un sollozo y se acercó para abrazarme con fuerza.
- Lo siento tanto Kelsey. - Palmeé su espalda con delicadeza y correspondí en el abrazo.
- Sí, sí, como sea. - Ella se separó de mí y golpeó mi hombro. Limpió una pequeña lágrima que estaba en sus pestañas, se arregló el cabello y su uniforme que ya llevaba puesto y me miró.
- Ya, hora de trabajar. - Y salió del baño.
Vaya, cuánto le duraba el sentimentalismo.
Salí del baño mientras tomaba la libreta que tenía mis pedidos de uno de los bolsillos de mi delantal. Por alguna razón, no sé si fue el destino, Dios, mis ojos con problemas oculares, magia o simplemente que mi vida seguía siendo una mierda, levanté la vista hacia la puerta principal del bar y observé a Aaron, que me estaba mirando sobre su hombro, completamente serio. Iba a caminar hacia él, pero miró al frente y subió la capucha de su campera y salió por la puerta sin darme la oportunidad de preguntarle qué estaba pasando. Aunque probablemente sabía qué estaba pasando. Porque tenía una ligera sospecha de que su súper oído había escuchado mi discusión con Tris. Pero lo más importante, Aaron había escuchado el momento en que le mentía a Tris diciéndole que yo no estaba con él. Y estaba segura que eso no era para nada bonito de escuchar. Y entendía, como los mil carajos que él no lo hubiese tomado para nada bien. Eso, probablemente, era lo que más me dolía. Entender lo que él sentía, y saber que era mi culpa haberlo lastimado.
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Aaron Lawrence
FantasyHistoria de Lucía Aluminé Sacado de su página de Facebook: "Storytellers"