Aaron CAP:26

608 20 0
                                    

Capítulo 26:


Mi mirada estaba clavada en el frente. Por supuesto que estaba clavada en el frente, los árboles pasaban a nuestros costados a una velocidad impresionante y no reconocía el camino por el que Aaron me estaba llevando, pero algo me decía que no estaba yendo a casa.
El silencio dentro del auto era sepulcral e incómodo. Ambos estábamos en burbujas completamente diferentes, yo no sabía en lo que él pensaba pero probablemente él sabía en que estaba pensando yo.
En un ataque de valentía, me animé a desviar mi mirada de lo rápido que íbamos por la carretera, hacia él. Recostado en el asiento de la nave espacial, como si estuviera relajado, pero sabía que no lo estaba en realidad. Una de sus manos apretaba fuertemente el volante, tanto que pensé que comenzaría a abollarse en algún momento. Y su otra mano hacía lo mismo en la palanca de cambios. Su ceño fruncido viendo hacia adelante y sus hombros rígidos apoyados en el asiento. Sus labios apretados juntos, me revolvían el estómago. Estaba yendo demasiado rápido, pero en serio demasiado rápido. Podíamos morir y yo no estaba dispuesta a eso.
Dejé de tocar mis manos con nerviosismo para sacarlas de arriba de mis piernas, con cuidado y lentitud, apoyé mi mano izquierda arriba de la mano que estaba apoyada en la palanca de cambios.
Bien, mi mano estaba temblando y la suya estaba congelada y de verdad que estaba haciendo MUCHA fuerza. Estaba rígida y me daba miedo, todo y nada, al mismo tiempo.
No sé qué sucedió después. Tal vez olió mi miedo o se dio cuenta de lo rápido que iba, pero la velocidad disminuyó al instante. Tal vez había sido una reacción de su cuerpo o un acto reflejo, no lo sé, pero había dejado de pisar el acelerador al instante de sentir mi mano en la suya.
No sabía cómo sentirme al respecto. ¿Orgullosa? ¿Asustada? ¿Feliz? ¿Confundida? Maldita sea, alguien dígame qué mierda sentir en este momento.
Mis ojos buscaban los suyos con desesperación, intentando saber por qué estaba tan enojado. Qué estaba pasando, o tal vez, saber qué sentir al respecto de Aaron Lawrence en mi vida. Saber algo. Lo que sea.
Sus ojos parecían confundidos o hasta inseguros de correrlos de la carretera para verme. Pero sentía que quería hacerlo. Lo decía algo dentro de mí. Me moví en un intento de llamar su atención, y resultó, haciendo que sus ojos se desviaran sólo un poco del camino para verme. Y luego ver nuestras manos.
Parecía horrorizado. No lo sé, como si yo fuera algún tipo de monstruo o algo horroroso que estaba sosteniendo su mano, no en un intento de tranquilizarlo, sino en un intento de ataque. No entendía qué le estaba pasando.
Luego de unos pocos segundos, quitó su mano de la palanca de cambios, haciendo que la mía cayera a mi costado.
Bien. Ya era suficiente. ¿Acaso pensaba que yo tenía sarna? Porque no la tenía. Y está bien que era fea, pero tampoco tanto para hacer todo lo que está haciendo.
La furia corría por mis venas. Pero no era furia completamente, había un poco de indignación y definitivamente me sentía ofendida.
- ¿Adónde me estás llevando? Quiero irme a casa. - Intenté sonar lo más cortante e hiriente posible y al parecer funcionó cuando vi su ceño fruncido. Miré adelante para evitar su mirada.
Era impresionante la bipolaridad que este chico sufría. Parecía ser contagiosa. Estúpido Aaron Lawrence.
- ¿Qué te pasa? - ¿Era una pregunta capciosa? Esperaba que fuera una pregunta capciosa. ¿Qué podía pasarme? Nada. Era huérfana, mi infancia había sido una mierda, me había mudado a este pueblo de hombres lobo y vampiros que me volvían loca, sin contar que me habían atacado en un bosque que ni siquiera sabía que existía y además, el loco seguía suelto, mi supuesta hermana era insoportable y además su casi novio era un hombre lobo.
No. No me sucede nada.
- Quiero estar lo más lejos de ti posible. - Apreté mi mandíbula para demostrar lo enojada que estaba. No merecía ser tratada así. Quiero irme a casa. Ahora.
El auto volvió a acelerar y creo que esta vez íbamos más rápido que antes. Mis ojos se abrieron ante la velocidad en que los árboles volvían a pasar a nuestros costados. Giré mi cabeza hacia Aaron.
Maldita sea, estaba mirándome fijo.
- LOS OJOS EN LA MALDITA CARRETERA LUNÁTICO Y BAJA LA ESTÚPIDA VELOCIDAD, ¿QUIERES QUE NOS MATEMOS? - grité histérica. Su mandíbula estaba apretada y sus ojos seguían fijos en mí.
Maldita sea, voy a morir.
- ¿Matarnos? No puedo morir. La única que moriría serías tú. A lo sumo, tendré una pierna rota o un brazo dislocado, tal vez cortes o moretones. ¿Sabes cuánto tardará en sanarse? Mañana estaría como nuevo. - Mi respiración se volvió irregular mientras veía los ojos de Aaron y al mismo tiempo hacia el frente para asegurarme de que ningún auto pudiera venir del otro lado y chocarnos. Escuchaba el sonido del motor acelerando y acelerando y acelerando. Creo que era el único sonido que tapaba los latidos de mi corazón yendo a mil por hora, al igual que Aaron con el auto.
- ¿ENTONCES ESTÁS PLANEANDO MATARME? ¿DE ESO SE TRATA TODO ESTO? - Mi voz retumbó por todo el auto. Olía mi propia desesperación y hasta creía que estaba sudando. Mis manos se cerraron en el asiento en un intento de mantenerme firme si chocábamos. Porque ciertamente, ya no tenía la certeza de que Aaron no sería capaz de hacer algo así.
- ¿Debería? Ya sabes, matarte. ¿Debería hacerlo? Porque todos me dicen que sí. Que me deshaga de ti para evitar problemas futuros. Que sólo eres una humana más y que sería muy fácil matarte. - ¿Quiénes le decían eso? Dios, no era verdad... Yo... Yo podía defenderme.
- Tris me buscaría. Jake haría algo, sabría que tú estabas detrás de todo esto. La policía local vería que algo pasó. - Mi voz se había tranquilizado al momento de pensar en si estaba en lo correcto o no.
- ¿Segura? - aceleró un poco más. Desvíe mis ojos a él otra vez y sentía las lágrimas querer salir, pero no las dejaría. Ya había llorado mucho en los últimos meses. - ¿Crees que Tris se arriesgaría a que descubran su verdadera identidad yendo a la policía para hacer una denuncia? ¿Y Jake? Él no podría explicar nada. ¿Cómo estuve conduciendo dentro de un accidente de autos mortal y ni siquiera tengo un rasguño? Es muy curioso en realidad. Y la policía, nunca vi a personas más incompetentes intentar lo que sea para no cumplir su trabajo.
Bien. Entonces era el final. El maldito final de toda esta mierda. El final para siempre. Iba a morir. Y virgen.
- Entonces hazlo de una vez. Mátame y resuelve todos tus problemas. Vamos, hazlo. - Mis ojos se clavaron en los suyos sin querer ver al frente. Pero sentí las luces, viniendo en contra de nosotros. Alumbraban el interior del auto. Pude ver mejor la cara de Aaron. Sus ojos más oscuros y rojos por la furia que sentía en su interior, su mandíbula apretujada, su anatomía apretada y tensa contra el asiento y el volante. Las luces cada vez más cerca y una bocina sonando, que no era la nuestra. - Ya no tengo nada que perder. - Susurré mientras cerraba los ojos.
Todo sucedió rápido. Y mis ojos estaban cerrados, pero podía sentirlo todo. Aaron frenaba haciendo que mi cuerpo se fuera hacia delante, uno de sus brazos detenía mi trayecto de salir volando por el parabrisas. Los frenos chillaban con fuerza. La bocina que ahora reconocía como la de un camión. Aaron sacando su brazo de mí. Yo abriendo los ojos y cegándome por las luces. La mano de Aaron moviéndose a la palanca de cambios, haciendo una maniobra espectacular que cambiaba el rumbo del auto hacia la izquierda y acelerando justo en el momento en que el camión pasaba por detrás de nosotros tocando bocina. El sonido del esfuerzo del motor que hacía para que el auto saliera de la carretera y entrara a la zona del bosque. Yo saltando en mi asiento, tomándome de lo que sea, lo más fuerte que pudiera para no salir volando y reprimiendo un grito de terror que quería salir de mis labios hace mucho. Aaron apretando el freno y girando en el momento en que un árbol aparecía en nuestro camino.
¿Ya estoy muerta? No, claro que no. Los muertos no pueden hablar con ellos mismos... ¿O sí?
Abrí un ojo lentamente y vi el interior del auto intacto y como lo recordaba. Moví mis dedos intentando saber si me faltaba alguno o si sentía dolor. Nada. Abrí ambos ojos y dejé de apretar el asiento con tanta fuerza.
Estaba viva... Maldita sea. Estaba viva. Dios, gracias. Juro amarte por siempre y no volver a molestarte nunca jamás con ninguna otra estupidez. Maldición, me siento malditamente inmortal. Maldita sea, sí.
Estaba tan concentrada en festejar el hecho de que había sobrevivido que no me había dado cuenta que una presión había disminuido en mi cintura. Corrí mis ojos hacia allí y pude divisar perfectamente un brazo y una mano. Pero no cualquier brazo y mano. El brazo de Aaron Lawrence dirigiéndose hacia mi cuerpo, y su mano, impidiendo que yo saliera volando.
Claro que también la mano que emmh, no lo sé, CASI TE MATA.
Jadeé por la sorpresa de estar viva y medio sonreí. No sabía por qué, simplemente sonreí. Su mano se corrió de mi cuerpo al instante de escucharme y abrió la puerta del auto para salir de él.
No sé de qué te estás riendo. Estar viva no cuenta si el que acaba de intentar matarte es el chico que te gusta. Espera... No. No te gusta. A ti no puede gustarte Aaron Lawrence. Dios, te auto saboteas todo el tiempo estúpida.
Mi pecho por fin había dejado de subir y bajar tan rápido y mi respiración volvía a la normalidad de a poco. No sabía si debía bajar del auto o no. Vi a Aaron patear un árbol y hacer que este se incline, bueno él tenía mucha fuerza y el árbol se las buscó por ponerse en nuestro camino y hacer que a su auto le saliera humo.
Esperen. Al auto le sale humo. ¿Y ahora?
- GENIAL. EN SERIO, GRACIAS. LO APRECIO MUCHÍSIMO. - Miré a Aaron gritar mientras veía al suelo. ¿Se había vuelto loco?
¿¡Qué mierda te importa si se volvió loco o no!? ÉL-INTENTO-MATARTE. SAL CORRIENDO ESTÚPIDA.
Tomé el picaporte de la puerta y salí sorprendiéndome por el frío que hacía.
- ¿A quién le gritas? - Aaron volvió a patear el árbol una vez más haciendo que éste se cayera definitivamente.
- Al estúpido Satanás que dejó que yo existiera. Imbécil y desconsiderado hijo de puta. - Bien, esto era normal. Yo le agradecía a Dios por estar viva y él insultaba al Diablo por existir. Esto tenía mucha lógica. Se dio vuelta y caminó hasta la parte delantera del auto y levantó el cofre. Humo y más humo salió haciéndome toser mientras envolvía mis brazos a mi alrededor para mantener el calor. Aaron disipó la niebla con su mano y apoyó ambas en los extremos del auto intentando ver qué era lo que estaba pasando.- Perfecto. Era lo que me faltaba. - Bueno, no entendía nada de mecánica, pero suponía que eso no era algo bueno.
- ¿Qué pasa? - Sobé mi palmas contra mis brazos para tener un poco más de calor. Maldije por no haber tomado mi campera.
- La tapa del distribuidor se rajó y el radiador está perdiendo agua, o sea que está pinchado, maldita sea, siempre todo me pasa a mí. - Pateó la rueda del auto con delicadeza, como si supiera que si la golpeaba con fuerza todo se iría al carajo.
- ¿Puedes arreglarlo? - Bueno, yo no había entendido a qué se refería pero suponía que era algo malo.
- ¿Por qué supones que sé arreglarlo? - En ningún momento sus ojos me miraron, tocaba cosas que estaban dentro del auto.
Bueno, no cuenten conmigo para esto. No tengo ni idea de autos, y eso parecía un conejo... ¿Por qué le salían cables de las orejas? Dios, ayuda.
- Alex me contó sobre el taller. - Aaron sacó la mano del auto rápidamente con un gruñido y la sacudió en el aire.
- Maldita sea, está caliente. - Me ignoró completamente y siguió viendo dentro del auto. - Las bujías parecen estar bien... - Se limpió las manos con su camiseta negra, tomó una rosca que estaba cerca del motor y la hizo girar mientras me hablaba. - Abre la cajuela y toma la cinta adhesiva que está dentro de la caja de herramientas. Y también hay un bidón lleno de un líquido azul, tráelo también. - Asentí mientras lo veía seguir revisando el auto.
Está bien, tenía que admitir que era condenadamente sexy verlo reparar un auto.
Caminé hacia la parte trasera del auto y abrí la cajuela. Las luces interiores del auto alumbraron mi visión y distinguí a la perfección todo lo que había allí dentro. La caja de herramientas que Aaron había dicho que estaba allí, el bidón con el líquido azul, uno con un líquido negro y otro con un líquido rojo. No quería saber lo que contenían. De verdad que no. También unos cincuenta cuchillos de todas las formas y tamaños que alguna vez me podría haber imaginado, todos acomodados perfectamente en fundas clavadas en el auto. Y una pistola. Tengo que admitir, que estuve treinta segundos dudando si sería de verdad o tal vez era una de esas que arrojan agua. Aunque después vi los cuchillos y deseché mi suposición porque, bueno, era demasiado estúpida.
- KELSEY. - La voz firme de Aaron me sobresaltó. Tomé el bidón y la cinta adhesiva, y cerré la cajuela como pude.
Mierda que esto pesaba.
- Ya voy, ya voy... - Dije mientras intentaba caminar con esas cosas entre mis manos. - Tengo una pregunta y no pienses que estoy investigándote, ¿pero cómo tienes todas esas co...?
Oh mi Dios. Oh. Mi. Maldito. Y. Santo. Dios.
Aaron sin remera.
Aaron. Sin. Remera.
AARON-SIN-REMERA.
Ya, actúa natural. No estás viendo sus pectorales perfectamente separados ni sus abdominales. Sus ocho perfectos y bronceados abdominales. Ni sus brazos que son... DIOS AYÚDAME.
- ¿Qué? - Él seguía en su perfecta labor de mecánico profesional y yo estaba intentando que él no notara la baba que se caía de mi boca.
Necesito ayuda médica. Algo sucede con mi cerebro. No, definitivamente esta imagen jamás abandonará mi cabeza. Nunca jamás. Está guardada en la carpeta 'los mejores momentos de mi vida', junto con... Bueno, nada. Pero está ahí. Y estará allí para siempre.
- Nada. Es impresionante que arregles el auto. Impresionante... Fuerte y musculoso y... Bronceados...
¿Bronceados? ¿No se suponía que los vampiros eran blancos porque la sangre no corría por sus venas? ... Tal vez me había topado con un vampiro que usaba cama solar... ¿Qué mierda estoy diciendo? Los rayos UV lo quemarían, ¿no?
- ¿Qué mierda te pasa? - sacudí mi cabeza mientras pestañeaba para volver a la realidad. Aaron me miraba fijamente como si no supiera cuál era mi problema.
Bueno, mi problema eres tú. Sin camisa. Pero está bien, tardemos en solucionarlo. No hay apuro.
- Nada. - Le tendí ambos objetos y él los tomó. - ¿Para qué sirve eso? - Sólo lo hacía hablar porque parecía que sus abdominales se ponían más bonitos cuando hablaba.
- El líquido va dentro del radiador, cuando se caliente, se hace como una pasta y se cuela por donde sea que esté pinchado. La pasta se endurece y va a durar el tiempo suficiente hasta que llegue a casa y me compre un maldito auto eléctrico y tiré este motor de explosión a la mierda.
Wow, eran ocho de verdad. Seguro hacia mucho MUCHO ejercicio.
- Y la cinta adhesiva no es nada seguro. Necesitamos suerte. Voy a rodear la parte en donde la tapa del distribuidor está rota y si el maldito Diablo está de mi lado hará que el motor arranque.
Dios, se movían. Como si tuvieran vida propia. Abdominales con vida propia.
- Claro. - Salió de mis labios en un intento de que él no se diera cuenta de que no lo estaba escuchando. - ¿Y por qué no tienes camisa?
- Porque ésta mierda está malditamente caliente y, tal vez me recupere de la quemadura mañana, pero el dolor voy a seguir sintiéndolo. - Dejé de ver sus abdominales por unos segundos para mirar como sus manos se movían dentro del auto. Y efectivamente, la camisa estaba enredada en su mano para no quemarse. Luego de unos pocos minutos, Aaron se alejó del auto y se dirigió hacia la puerta del piloto. No sé que hizo ni cómo, pero luego de unos intentos de aceleración por parte del motor y maldiciones por parte de Aaron, el auto rugió de nuevo.
¿Estaba impresionada? Sí. Mucho. ¿Iba a meterme a ese auto de nuevo? No. Jamás.
Aaron bajó del auto, caminó hacia el frente de éste y cerró el cofre para luego caminar hacia el auto de nuevo. Yo me había quedado a unos cuantos pasos de él. Y al parecer se dio cuenta, porque abrió la puerta nuevamente y apoyó uno de sus brazos sobre ésta y el otro en el techo del auto, mirándome.
- ¿Vas a quedarte ahí parada? Ya lo reparé. Vámonos. - Negué con mi cabeza y él rugió haciéndome temblar un poco mientras daba un paso más hacia atrás. - ¿Qué sucede ahora? - Tragué saliva haciendo que sus ojos se dirigieran a mi garganta.
- No voy a subirme a ese auto contigo.
Por más abdominales que tengas.
- ¿En serio? Hace cinco minutos no parecías tener ese problema.
- Hace cinco minutos mi prioridad no era volver a meterme al mismo auto del mismo lunático que intentó matarme. - Al escuchar la palabra 'lunático', Aaron había puesto su camiseta en su hombro, cansado, y había cerrado la puerta del auto con más fuerza de la que era necesaria.
De repente, me había dado cuenta que nuestra relación se trataba de un ida y vuelta de cambios de humor constante. Y no me gustaba para nada. Bueno, tal vez un poco.
- ¿Piensas que voy a matarte? - Cruzó sus brazos y se quedó a unos cuantos pasos de mí, dándome mi espacio.
- Bueno, no pienso que no lo vayas a hacer. - Dije intentando aclarar mis pensamientos.
- Si hubiese querido matarte, te hubiera matado aquí, en el bosque. No, es más, te habría matado en el auto antes de que el camión apareciera. Así que agradéceme por estar respirando en este momento. - Junté mis cejas.
- ¿Agradecerte? ¿Por qué? ¿Por hacer que casi muera aplastada por un camión? Bueno, gracias entonces. - Dije con falso entusiasmo. Sabía que lo estaba haciendo enojar, pero él también lo estaba haciendo conmigo.
- ¿POR QUÉ SIEMPRE TIENES QUE ARRUINAR TODO CUANDO LAS COSAS ESTÁN BIEN?
¿Perdón?
- ¿YO? ¡CASI ME MATAS! ¿Y YO SOY LA QUE ARRUINA LAS COSAS? - Él volvía a apretar su mandíbula como antes y sólo había una cosa que decir sobre eso: Aaron estaba a punto de perder la poca cordura que le quedaba.
Caminó hacia mí rápidamente sin darme tiempo para correr, pero sé que si lo hubiese hecho, me hubiera alcanzado de todas maneras. Tomó mis brazos con fuerza, y estaba segura que eso me dejaría marcas difíciles de explicar. Me encerró contra un árbol que se encontraba por allí y con una mano me tomó del cuello, pero sin hacer fuerza, como si quisiera estar seguro de que no me moviera, de que él tenía el control de la situación. Claro que no lo tenía, no lo dejaría.
- Suéltame, ahora. - me sorprendí ante lo firme que había sonado mi voz. Pero me gustaba.
- ¿No querías que te mate? Estás tan convencida con eso que parece que es lo que quieres. Sólo dame dos segundos, eso es suficiente. - Miré sus ojos intentando no perderme en ellos. Llenos de furia e igual de negros que en el auto cuando había pasado el 'casi accidente'.
- ¿Dos segundos? ¿Quién te crees que eres? ¿Un ninja calificado o qué? - Bien. Sabía que no tendría que jugar con el ego de un vampiro y menos cuando él estaba enojado y nosotros estábamos en un bosque en donde no había nadie que pudiera escuchar mis gritos. Aaron apretó su agarre en ambos lados.
Mierda. Empezaba a doler en serio.
- No tendrías que desafiarme Kelsey, y lo sabes. - Dijo con sus dientes apretados. - Deja de hacer eso. Deja de actuar como si yo no pudiera matarte cuando sabes que podría hacerlo en cualquier segundo.
- No podrías. - Tragué saliva y vi cómo sus cejas se juntaban y su agarre tomaba fuerza otra vez. - No podrías hacerlo.
- ¿Y por qué no? - Quería mi respuesta, lo sabía. Y se notaba.
- ¿No lo sabes? - Alardeé.
Kelsey, deja de jugar así con los malditos vampiros, ¿quieres que te maten, estúpida?
- ¡RESPÓNDEME! - Su boca tembló mientras volvía a apretar su agarre y tenía que admitirlo, comenzaba a faltarme el aire.
- Porque... Porque no quieres hacerlo. - Solté un jadeo cuando su agarre se volvió condenadamente insoportable para mí. Me estaba ahorcando.
- ¿¡POR QUÉ NO QUIERO HACERLO!? ¡DÍMELO! - Y esa era la pregunta que no podía responder. Como tampoco podía responder por qué me había subido al auto con él si sabía que era un peligro inminente. O por qué no había salido corriendo cuando había tenido oportunidad. Por qué quería estar cerca de él siempre. Por qué pensaba en él todo el tiempo. Por qué me ponía triste saber que no me hablaba en la escuela. O el simple hecho de por qué no me había ido del pueblo cuando había descubierto la verdad, su verdad.
Porque te gusta. Y mucho.
Pero no podía decírselo a Aaron.
- No... Lo-o... Sé. - Tomé el brazo que apretaba mi cuello con mi mano libre e hice un poco de presión. Comenzaba a ver pequeñas manchas blancas que borraban mi visión. - Yo... Yo-o te gus... Te-gusto. - Vi la cara de Aaron arrugarse ante lo que había dicho antes de cerrar los ojos.
Maldita sea, necesito respirar.
Sentí la manera en que su agarre comenzaba a perder fuerza hasta soltarme por completo. Comencé a toser mientras me agarraba del árbol para tener un punto de apoyo del cual sostenerme. Aaron salió de mi campo de visión hasta que logré recobrar la compostura y lo vi a unos cuantos pasos de mí, con su camiseta ya puesta y tirando de su cabello. Parecía desesperado y confundido. Estaba teniendo una de esas guerras consigo mismo. Y sabía lo insoportable que era porque me pasaba, muy seguido.
Cállate estúpida. Yo soy genial.
No sabía si debía caminar hacia él en este momento o seguir a mi yo interno que seguía gritando que corriera lo más lejos de Aaron posible. Pero no podía. Me daba un no-sé-qué dejarlo aquí solo mientras estaba peleándose consigo mismo en su cabeza.
Así que opté por la opción más descabellada y que no me aseguraba nada: seguir a mi corazón.
Caminé hacia él muy despacio, haciendo el mayor ruido posible para que no se sobresaltara cuando me viera cerca de él. Estaba tenso, demasiado. Lo podía notar. Cuando estuve a unos tres pasos de él, se dio vuelta, mirándome. Se reflejaba en su cara la tristeza por lo que había pasado hacía unos segundos.
- No quería... Yo no quise. Lo siento mucho. No... - Me acerqué rápidamente hacia él y lo tomé con ambas manos de las mejillas. Estaban frías.
- Está bien. Ya pasó. Tranquilo. - Él inspeccionaba mi cara en busca de algo que no sabía que era. Enojo, tal vez. Sus ojos pararon en los míos haciéndome sentir escalofríos. - Pero vuelve a hacerlo y tendré que patearte el culo muy fuerte. - Ahí estaba. Ahí estaba esa hermosa, blanca y perfecta sonrisa que me volvía loca y me encantaba. Quería que siempre tuviese esa sonrisa en su rostro.
- Es como si hubiera una voz en mi cabeza que me habla todo el tiempo. Y me dice cosas horribles... Yo no quiero hacerle caso. Quiero hacer lo que yo quiera. No quiero que me controlen... Yo... - Parecía desesperado por explicarme. Era como un niño intentando convencer a su madre de que había atrapado a un duende o algo así.
- Te entiendo. Ya está. Tranquilo. No pasa nada. Todo va a estar bien. - Acaricié su mejilla con mi pulgar con delicadeza.
- ¿Cómo lo sabes? - Junté mis cejas reflejando lo confundida que estaba. - ¿Cómo sabes que todo va a estar bien? - ¿Por qué parecía tan asustado cada vez que me acercaba a él más de lo normal? ¿Por qué se ponía tan nervioso y se desesperaba?
- Simplemente lo sé. - Tragué saliva y acerqué mi cara un poco más a la suya. - Dicen que cuando dos personas tienen que estar juntas, nada puede salir mal.
- ¿Y cómo sabes que tenemos que estar juntos? Yo... Yo soy malo para ti. Soy horrible. Soy... Un monstruo.
- Ya deja de hablar tanto. - Acerqué lo poco que a mi cara le quedaba para llegar a la suya y choqué mis labios contra los suyos.
Al principio fue un pequeño e inocente roce de labios. Como cuando vas a la escuela y eres un niño que no sabe que está haciendo. Completamente inocente. Luego, sus labios comenzaron a moverse, muy despacio. Como si supiera que yo no tenía ni idea de qué hacer y me estuviese dando tiempo para adaptarme. Después de unos segundos, lo seguí, porque no sabía qué hacer, así que sólo me quedaba seguirlo, acompañarlo, para que éste no sea el peor beso de toda su vida. Aunque claramente lo sería. No sé cuánto tiempo pasó, sólo sé que de repente, sentí sus manos ir a mi cintura y mis manos acariciar su rostro con delicadeza, como si fuera un muñeco de porcelana. Frágil y perfecto. Y luego, su lengua en mi boca, y mi lengua en la suya. Esperando que esa pequeña y hermosa guerra nunca jamás acabase. Él besaba condenadamente bien y yo era un desastre, pero lo que menos quería pensar en este momento era en mí, sólo quería pensar en su lengua enredándose con la mía. En el increíble sabor de sus labios, que no sabían a nada en particular, pero que me volvían loca. Soñaría con esto para siempre, lo sabía. Porque había sido mi primer beso y había sido mágico y especial y me había encantada. Quería repetirlo. Muchas veces más. Y en todas ellas, quería que Aaron sea aquel que hiciera todo esto conmigo.
Antes de que me diera cuenta, él se había alejado de mí. ¿Cuánto había pasado? ¿Media hora? ¿Una hora? Se había sentido como tres gloriosos segundos en el paraíso.
- Yo no... Kelsey, no hagas esto más difícil. No soy bueno para ti. Y tú no eres buena para mí. - Todas las mariposas se habían ido al escuchar a Aaron decir esas pocas palabras que estaban rompiendo mi corazón de a poco. Intenté buscar sus labios, pero él miraba a cualquier lado menos a mí.
¿Tan mal lo había besado?
- Vamos, voy a llevarte a casa. - Intentó poner su mano en mi espalda para acompañarme hacia el auto, pero me adelanté para que no me tocara. Subí al auto antes de que pudiera decir algo más y esperé a que entrara.
Eres una inútil Kelsey.

Aaron Lawrence Donde viven las historias. Descúbrelo ahora