Capítulo 43:
Mi cabeza dolía. Mi brazo dolía. Mi cuerpo entero dolía.
¿En qué momento me había quedado inconsciente?
Sólo recordaba a Mason sosteniéndome en su hombro y Aaron gritando.
No había abierto los ojos, pero sentía una luz que me molestaba y me hizo apretar los párpados con fuerza. Tenía miedo de moverme y sentir más dolor en el cuerpo. Me quejé con un extraño ruido que salió de mi boca sin controlarlo, y cuando quise tomar mi cabeza, no pude. No podía mover mis brazos.
Con desesperación, abrí los ojos y me llevó unos cuantos segundos acostumbrarme a la luz que me había dejado ciega momentáneamente.
Miré hacia abajo. Mis brazos estaban atados a unas extrañas cerraduras que parecían del siglo pasado. Oxidadas, anchas y cubrían y lastimaban mis muñecas por completo. Se veían fáciles de abrir, así que tiré de mis manos con fuerza, pero no hubo caso. Mis brazos dolían más y más, a medida que hacía fuerza.
Esto debería estar quebrantando el trato que teníamos con Mason.
Suspiré enojada y tiré de mis brazos una vez más. Noté que la parte inferior de mi codo, estaba pinchada.
¿Pero qué mierda?
Era como si estuvieran intentando inyectarme con algo. No, no era un suero.
Estaban sacándome sangre.
Oh Dios, me van a comer.
- ¡MASON! - Grité con fuerza. Estaba furiosa y asustada y sentía mis pulmones agitados y cansados.
¿Qué se suponía que hacía ahora?
- ¡JAKE! - Grité otra vez. Quería a Jake. Quería salir de aquí. Quería que me soltaran. Quería que me sacaran esta aguja del brazo porque me daban miedo las agujas. Quería un abrazo y un 'todo estará bien'.
Miré hacia arriba, cegándome con el foco de luz que era lo único que iluminaba la nada a mi alrededor.
- ¡AARON! - Volví a gritar. La garganta empezaba a dolerme y el estómago se me llenaba de pánico que me producía ganas de vomitar. Estaba a punto de tener un ataque. Estaba a punto de tener un jodido ataque. Lo sabía, lo sabía, lo sabía.
Mis pulmones no llegaban a respirar de la manera en que debían hacerlo; sentía la garganta cerrándose, la boca seca y las lágrimas que me rodeaban los ojos, que hacían de todo una nube borrosa que no me dejaba ver absolutamente nada.
Intenté tragar saliva y pateé el piso haciendo que la silla en la que estaba se moviera de un lado a otro. Prefería romperlo todo antes de quedarme un segundo más aquí.
Ya sentía que me moría. Juro que estaba a punto de quedarme sin respiración. No podía más.
Pero, en lo más remoto de mi cabeza, resonó la voz que siempre resonaba, y me decía que todo lo que hacía estaba mal.
Kelsey, respira. Hondo. Inhala, exhala. No dejes que el pánico se apodere de ti. Tenemos que salvar a Jake. Tienes que salvar a Jake. Aaron confía en ti. Todos confiamos en ti. Confía en ti.
Cerré los ojos con fuerza y respiré lentamente. Llenando todos mis pulmones de aire y tirándolo todo hacía afuera hasta que comencé a sentirme mejor, y mis ojos ya no estaban tan húmedos.
Abrí los ojos y parpadeé varias veces, observando a la oscuridad que me rodeaba.
Tenía que hacer esto por Jake. Tenía que hacerlo.
No veía nada. Absolutamente nada. Observé, como pude, por detrás de mi espalda y sólo noté unas cuantas cajas de cartón apiladas. Parecían llevar un tiempo allí ya que algunas parecían mojadas y otras tenían una ligera capa de polvo. Mi vista y el foco de luz que colgaba sobre mi cabeza no me dejaban ver nada más.
Entonces estaba en un lugar abandonado. Sentía el olor de la humedad y el encierro colarse por mi nariz.
Y las cajas podían significar un depósito. O tal vez una fábrica de cajas de cartón. ¿Pero qué posibilidades había de que hubiera una fábrica abandonada cerca de Oak Minds?
Observé que a través de las ventanas tapadas, se colaba una pequeña luz. No era sol, porque el día había estado nublado. Pero era luz y eso significaba que era de día.
Y Mason me había llevado por la tarde. Eso quería decir que estaba aquí hacía menos de una o tal vez dos horas.
Entonces estaba en un depósito abandonado, no muy lejos de Oak Minds.
¿Conocía yo un depósito abandonado cerca de Oak Minds? No. ¿Por qué no, si hacía ya casi un año que vivía aquí? No lo sé. Soy estúpida.
¿Y ahora qué?
Escuché un ruido que venía de la oscuridad, y me tensé por un momento, hasta que me di cuenta que era el sonido de una cerradura.
Me sentí aliviada y aterrorizada al mismo tiempo.
La sombra de un gigantesco hombre que arrastraba algo como un costal de papas me dejó perpleja.
Definitivamente no era a nadie a quien conociera, y no quería conocer tampoco. La puerta se cerró de un golpe y sentí sus pasos pesados y el ruido de lo que sea que arrastrara.
Sus pies eran lentos y me ponían los nervios de punta. No había dicho una sola palabra y ni siquiera escuchaba su respiración. Lo había perdido en la oscuridad cuando la puerta se había cerrado detrás de él.
- ¿Quién eres? - Me sorprendí a mí misma cuando mi voz no tembló. Un ruido extraño llamó mi atención y luego de unos segundos unas cuantas luces se prendían una a una, dejándome ver con más claridad, a pesar de que me había aturdido al principio.
La verdad era que no iluminaban tanto como creí que lo harían, pero tenía una buena vista de la oscuridad que estaba atormentándome desde que había abierto los ojos.
- Te pregunté quién eras. - Mi tono de tranquilidad mezclado con insolencia le llamó la atención al gigantesco hombre que se volteó y me miró fijamente.
Su piel oscura al igual que su cabello. Su enorme cuerpo. Y la cicatriz blanca que resaltaba de sobre manera y atravesaba su ojo celeste, hasta me animaría a decir gris, mientras que su otro ojo, a diferencia del primero, era de un marrón oscuro. Parecían increíbles opuestos que resaltaban en su cara de una manera extraordinaria. El cielo y el infierno, fue lo primero que se me vino a la cabeza.
Me miraba como si fuera insignificante. Como si no valiera nada. Como si quisiera aplastar mi cabeza con sus gigantescos pies para que al fin me callara.
- Tu peor pesadilla. - Está bien, acababa de cagar todo su lado tenebroso con esa estúpida frase que se había convertido en un cliché desde el momento en que apareció en Mulán.
Se volteó como si ya no pudiera aguantarme más y se perdió en la oscuridad, con sus pasos pesados y lentos, pero a la vez ruidosos.
- Esa es la frase más estúpida que alguna vez... - Me callé.
No porque me hubiese dado miedo enfrentarme a ese imbécil. No porque estaba cagada de miedo. No porque de repente me había quedado muda.
Me callé porque el costal de papas que habían estado arrastrando por el piso era Jake.
Era Jake Contray. Con cadenas alrededor de sus muñecas, que se veían terriblemente lastimadas. No llevaba remera pero sí un pantalón que parecía ser varios talles más que el suyo. Estaba descalzo y su cuerpo parecía maltratado y completamente lastimado. Sus ojos estaban cerrados y su boca abierta y si no hubiese visto el movimiento de su pecho, hubiese apostado a que estaba muerto.
- ¡JAKE! ¡JAKE SOY YO! ¡JAKE POR FAVOR! - Mis gritos salían de lo hondo de mi corazón. No sabía de dónde había sacado la fuerza para gritar de esa manera. Me retorcí debajo de mis propias ataduras y pateé el suelo con mis pies que estaban libres. Me seguí moviendo como una loca mientras el gigante lo tomaba entre sus brazos y lo colgaba de un enorme gancho.
Lo estaba colgando como su fuera un pedazo de carne en plena exhibición. Sus pies no tocaban el piso y vi a las cadenas, que apostaba que eran de plata, actuar sobre su piel. Probablemente se había desmayado al no soportar el dolor.
Seguí moviéndome como un animal salvaje encerrado en una jaula. Jake comenzaba a sangrar. Las gotas rojas caían por sus brazos hasta sus hombros y seguían el camino por su torso.
Lo estaban lastimando. Lo estaban lastimando bien feo.
El mastodonte, que me tapaba la mitad de la horrible escena de mi amigo siendo torturado, aseguró el gancho. Supuse que era para que no cayera y llevara a Jake a la tierra.
No podía ver su cara, porque la mantenía oculta en las sombras ya que tenía su cabeza gacha al no estar consciente, pero apostaba lo que sea, al ver las marcas en su torso y los moretones alrededor de sus costillas, que su cara debía estar igual o peor.
Mi peor pesadilla se paró en frente de Jake y tomó su cabello haciendo que su rostro se levantara.
Tenía razón. Su cara estaba peor.
Comenzó a golpearlo en la mejilla. Al principio de una manera delicada, intentando que Jake se despierte, pero después de unos segundos de no tener resultados, lo abofeteó con tanta fuerza que el ruido había resonado por todo el depósito. Jake comenzaba a responder, pero mi sangre ya había comenzado a hervir desde que lo había visto tirado en el suelo.
- ¡Aparta tus sucias manos de él si no quieres que te mate! - Exclamé con fuerza. No sabía con qué argumentos sostendría lo que acababa de decir, pero lo haría si seguía golpeándolo. Mr. Big, se volteó con una horrible mueca de fastidio en su cara. Me mantuve fuerte, con mi ceño fruncido y mi mirada fija en la suya.
¿Le temía? No.
¿Le temía? Un poco.
¿Le temía? Sí. Estaba completamente cagada. Pero el miedo no iba a detenerme.
- ¿Y cómo harás eso, exactamente? - Se había acuchillado a mi altura y tenía una perfecta oportunidad de arrancarle la nariz con mis dientes, pero me contuve. Probablemente su nariz sabría asquerosa.
- Así. - Pateé sus partes más íntimas con mi pie. La fuerza que había salido de mí, había sido antinatural. Pero fue gracioso verlo retorcerse en el piso por unos minutos. Había sido hilarante.
Contuve mi risa mientras lo veía pararse completamente furioso. Me miró a los ojos y frunció sus cejas. Sabía que yo estaba haciendo esa cosa con los ojos que Aaron y Mason siempre hacían. Eso de demostrarle a la gente la risa que te estaba carcomiendo por dentro. Y la chispa de maldad también.
Ni siquiera lo vi moverse tan rápido hacia mí. No lo había visto. Pero sí que había sentido su mano estrellándose en mi mejilla. Con mucha fuerza. Sentía que la cabeza me daba vueltas y el cerebro salía de su lugar mientras cerraba los ojos con fuerza, intentando equilibrarme internamente.
- ¡NO! - Escuché retumbar por todo el depósito. Al principio, había pensado que Jake había sido el que gritó; pero luego, cuando abrí los ojos y tuve una visión clara de lo que estaba pasando, Jake seguía algo aturdido, a pesar de que se movía, demostrando que en cualquier momento despertaría. El idiota que acababa de golpearme, veía a la oscuridad, hasta parecía preocupado. Me hervía la sangre por debajo de la piel y mis instintos asesinos se habían activado como nunca antes. Quería matarlo. Quería matarlo con todo el significado de la palabra. Matarlo. Dispararle en la cabeza, en el pecho. Clavarle un cuchillo repetidas veces en todo el cuerpo. Ahogarlo en una bañera. Ahorcarlo con mis propias manos. Quería matarlo.
Me asusté ante mis propios pensamientos y me obligué a despejarlos de mi cabeza.
Escuché un clic, y luego más luces se encendieron, dejándome ver el cuerpo de dos hombres. No. Hombres, no.
Uno era Mason. Lo delataba su postura tranquila y de chico malo contra la pared.
Pero el otro. No tenía cuerpo de hombre. Parecía un niño. Pero no uno de diez años. Un niño de catorce años, como los gemelos, los hermanos de Jake. Era flaco y de una estatura normal. Mason le sacaba dos cabezas con facilidad. Llevaba un tapado negro que le llegaba hasta las rodillas, unos jeans ajustados azul oscuro y una camisa roja del color de la sangre, que estaba desabrochada hasta la mitad de su pecho. No podía ver su rostro, pero me imaginaba que estaba serio.
- Mason, encárgate de él. - Lo vi hacer un movimiento con su cabeza hacia el mastodonte que estaba delante de mí.
- Con mucho gusto jefe. - Mason sonrió y corrió hasta el grandote que ya había intentado correr, pero no había podido escapar de Mason, que era muchísimo más rápido que una bala. Lo tomó de los pies, haciendo que éste cayera al piso y todo retumbó debajo de mis pies. Lo arrastró por el piso, mientras silbaba una alegre melodía. Los perdí en la oscuridad detrás de mí. Pero escuché los ruegos de mi anterior golpeador y luego un grito de desesperación.
Mason estaba matándolo.
- Kelsey... - Miré en frente mío, en donde Jake apenas podía abrir los ojos, y susurraba mi nombre. Tiré de mis cerraduras sin obtener resultado y me retorcí en la silla esperando poder escapar.
- Jake... Jake, ¿estás bien? ¿Quién te hizo esto? ¿En dónde mierda estamos? - Jake movió su cabeza, negando y abrió un poco más los ojos.
- Te dije que no vinieras. Te dije que podía solo. - Sí, claro.
- Y estás encadenado y colgando del techo. ¿Quieres que me vaya ahora que sé que estás bien? - Él no respondió. Mi voz cargada de sarcasmo disimulaba mi miedo y mi preocupación. - Bien, me voy. Sólo espera un jodido segundo que le aviso a Mason que me saqué esta cosa del brazo y que abra estas mierdas que tengo en las muñecas. ¡Mason! ¿Serías tan amable de abrir la jodida puerta por mí? - Escuché una risa detrás de mi espalda y supuse que era Mason. - No sé si te diste cuenta, Jake, PERO ESTOY IGUAL QUE ATRAPADA QUE TÚ. ¿Qué tal si te callas y me dejas solucionar todo esto? - Estaba furiosa. Y no sabía de dónde había salido el tono altanero y el sarcasmo. Supuse que lo hacía para que no notaran el susto que tenía y las ganas de que a Jake no le pasara nada.
- No era necesario el jodido sarcasmo. - Jake ya se había despertado por completo, su ceño fruncido destellaba furia y dolor.
- No me digas. - Le respondí mientras seguía tirando de mis muñecas, haciendo que el pinchazo en mi antebrazo molestara bastante.
- Te dije que era difícil. - No había escuchado los pasos de Mason, que ahora estaba junto a mí. Por un segundo me había olvidado que había un extraño en las tinieblas. Miré a Mason que le sonreía a algo que mis ojos no tenían el alcance de ver. Sonreía, y de sus labios extremadamente rojos, goteaban unas pequeñas lágrimas rojas que caían por su mentón. Su camisa blanca estaba salpicada de rojo por todas partes al igual que su cara.
Nunca me había parecido más inatractivo como en ese momento.
Hasta me habían dado ganas de vomitar.
Probablemente había sido testigo de la muerte de alguien. Probablemente el cadáver estaba detrás de mí. Y yo había deseado matarlo con todo el sentido de la palabra. Me dieron escalofríos.
Se me revolvió el estómago mientras notaba el brillo rojo de los ojos de Mason destellar en la semi oscuridad.
- Me imaginé que lo sería. - La voz de antes comenzaba a hacerse más cercana. Era una voz entre aguda y grave. Tal vez un poco más grave. Como si nunca hubiera pasado por la pubertad. Sus pasos retumbaban en todo el lugar, pero seguía sin poder verlo por la oscuridad, a pesar de que el lugar había estado lo suficiente iluminado como para ver todo lo que me rodeaba.
- Dijiste que no tendría un sólo rasguño. Y están lastimando a Jake. - Mason se volteó hacia a mí y se puso de cuchillas para estar en mi misma altura.
- Lo siento muñeca, eso no estaba planeado. ¿Te duele? - Rozó su dedo por mi mejilla, que sí dolía. Dolía como el infierno. Intenté correr mi rostro, pero, ¿qué caso tendría?
- No la toques. - Jake apretaba sus dientes y noté su respiración irregular. La cadenas se le ajustaban en las muñecas y dejaban salir sangre por estar apretándolo de esa manera.
- Veamos... Yo, estoy libre. Tú, encadenado. Yo, soy fuerte. Tú, eres débil... ¿Quién te crees que da las órdenes aquí? - Mason sonrió mientras alejaba su mano de mí.
- Yo doy las órdenes aquí. - El desconocido se paró a sólo unos cuantos metros de mí. Su cuerpo, ahora, parecía un poco más grande de lo que había visto, pero seguía siendo pequeño en comparación a Mason.
Cuando dio un paso más hacia mí, pude notar su rostro.
Era un niño. Era un pequeño niño. Probablemente era más pequeño que yo. ¿Qué hacía un niño pequeño con Mason?
Su cara era la de un bebé. En serio. Su piel parecía muy suave y... Era como de terciopelo. Sus ojos eran oscuros y estaban pegados en mí. Me ponía muy nerviosa. Su cabello negro como el carbón caía sobre su frente alisado perfectamente. De ese alisado que yo quería tener por las mañanas, ya que mi pelo se llenaba de ondas. Tenía una nariz respingona que me hizo acordar a la de las ardillas y me daban ganas de apretarla entre mis dedos.
Era lindo. Pero ese tipo de lindo que dices cuando conoces a un pequeño bebé y dices que es hermoso. No podía verlo de otra manera que no fuera como la de un niño, pero era lindo. De eso no cabían dudas.
- Al fin... - Susurró mientras me veía. Mason, a mi lado, revoleó los ojos y se paró, alejándose de mí. - Kelsey Brooks, ¿verdad? - Asentí de una manera casi invisible. Un ligero movimiento de cabeza, que si se tratara de una persona humana, no lo hubiera detectado. Él sonrió. Sus dientes blancos y perfectos. Me dejó ver sus resplandecientes colmillos, pero no sabía por qué, confiaba en que no iban a hacerme absolutamente nada. Y a Jake tampoco. Me tendió la mano mientras seguía sonriendo. - Jaxon Moore, es un placer. - Miré mis muñecas atadas y apreté mi mandíbula.
- Me encantaría poder decir lo mismo. - Él rió, con poca gracia. Sólo una sombra de risa que salió de sus labios como un susurro. Sacó su mano y la puso detrás de su cintura. Estaba muy rígido, y se movía como si fuera del siglo pasado. Me rodeó hasta llegar al lugar en donde me habían pinchado y tocó una bolsa que se encontraba casi en el suelo, llena hasta el tope de rojo. - Si lo que querían era mi sangre, sólo tenían que pedirla. - Mason rió y caminó hasta donde estaba Jake.
- Y nos la hubieses dado, así sin más. - Asentí con la cabeza, mientras el niño Jaxon se sentaba en el piso y cruzaba sus piernas, mirándome.
- Ustedes querían alimentarse y yo quería recuperar a mi amigo. Se las hubiese dado sin ningún problema. - Dije, intercalando mi mirada en ambos. Jake estaba mudo, no decía una sola palabra y mantenía sus labios en una línea recta. Supuse que estaría aguantando el dolor a su manera.
- ¿Alimentarnos? Nosotros no queremos alimentarnos de tu sangre. Eso sería estúpido. - Fruncí mis cejas mientras escuchaba a Jaxon hablar con tono divertido.
No era como Mason, que me causaba escalofríos cuando hablaba. Su voz me transmitía una paz interna increíble. Pero no esa paz buena. Esa paz que tienen las personas antes de suicidarse. Ese tipo de paz.
Lo notaba frío y distante y en sus ojos brillaba la chispa de la maldad que se apoderaba de sus ojos de niño haciéndolo ver como una persona mayor.
- ¿Y entonces por qué están sacándome sangre? - Sonrió como si hubiera acertado en la pregunta del millón.
- Ése... Es un secreto que no puedo develar, de verdad que no. Es algo que necesitas descubrir por ti misma... Pero digamos que es para que te encuentren más rápido. - Su sonrisa me seguía poniendo jodidamente incómoda y el hecho de que pareciera que sus ojos tramaban algo, lo hacía diez veces peor.
- ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué siguen dañando a Jake? - Pregunté. Ambos se veían demasiado tranquilos. Mason jugaba a empujar con su dedo la sangre que le caía a Jake por el pecho y hacía dibujos sobre éste. Jake controlaba sus impulsos para no matarlo. Jaxon seguía sentado a unos cuantos pasos de mí, y sus ojos seguían mirándome con fascinación. Me contemplaba como si no pudiera creer lo que estaba frente a sus ojos. Esa mirada lo hacía parecerse más a un niño pequeño.
- Estás aquí porque quería conocerte. Y quería hablar contigo. - Sonrió. - Y, bueno, raptar a tu amigo fue un buen toque, no puedes decirme que no tengo estilo.
- Estás loco. - Moví mis brazos una vez más intentando escapar. Sabía que no lograría nada y que sólo me lastimaría más. Pero tenía un plan, y en algún momento estas cosas iban a ceder.
Mason dejó su dedo quieto, y tensó su espalda. Jaxon miró al piso, todavía con su sonrisa sin gracia intacta en el rostro.
- Completamente loco. - Repetí con rabia. Jaxon hizo un movimiento que me tomó por sorpresa. Se había movido con la destreza de una serpiente. Ni siquiera a los Lawrence los había visto moverse así. Su rostro quedó a sólo centímetros del mío y su aliento caliente y con olor a óxido, chocaba contra mi cara. Estaba furioso. - Los Lawrence van a encontrarme y luego irán por ti. - Dije con los dientes apretados. Él sonrió con maldad.
- Eso es todo lo que quiero. - Sus ojos destellaron de un rojo escarlata por un segundo. De una manera sigilosa, empujé mi muñeca con cuidado, haciendo mi mano más chiquita. Comenzó a resbalar por la sangre que había salido y seguía saliendo. Dolía, ardía, quemaba. Pero estaba a punto de sacar la mano y eso valdría oro.
- ¿Quién eres? - Él frunció las cejas, sin alejarse ni un milímetro de mi rostro.
- Jaxon Moore, ¿no me escuchaste?
- No. Quién eres en realidad. Y qué es lo que quieres. Dímelo de una vez y terminemos con esto. - Sentí que mi mano comenzaba a resbalarse dejando sólo la parte de mis dedos atrapados, que los podría sacar cuando quisiera, pero se darían cuenta que mi mano estaba liberada.
- Jaxx... - Escuché decir a Mason detrás de nosotros. Jaxon se giró para encararlo y aproveché ese momento para meter mi mano en mi bolsillo trasero y sacar lo que Aaron había puesto en mi mano cuando la había tomado antes de que me fuera con Mason.
Debía admitir que una navaja había sido una buena idea, y ni siquiera me había dado cuenta que la tenía encima hasta que golpeé a Mason con tanta fuerza en la espalda que me había lastimado uno de los dedos. No recordaba cuándo la había guardado en el bolsillo trasero, pero la sentía desde que me había despertado. Al igual que mi celular. Pero el teléfono hubiese sido más difícil de disimular, ya que mis manos estaban a la vista y la navaja era tan pequeña, que sólo cubría mi palma.
- ¡TE DIJE QUE NO ME LLAMARAS ASÍ! - Puse mi mano en su lugar otra vez, mientras Jaxon estaba distraído, gritándole a Mason con extremada furia.
No sabía por qué se había puesto tan nervioso. Era un lindo apodo.
Volvió a girarse hacia mí. Y sonrió. Sus ojos ahora estaban completamente rojos y sus colmillos sobresalían mucho más.
- Está bien. Está bien, estoy calmado. - Fruncí mis cejas.
Me había raptado un maldito loco.
- ¿Quieres saber quién soy? Bien. Está bien. Te lo voy a decir. - Sí, estaba loco.
- Jaxon tenemos poco tiempo. - Él revoleó los ojos al escuchar la voz de Mason.
- Odio las reuniones familiares. - SÍ, ESTABA MUY LOCO. - Yo... ¿Cómo lo digo? Yo... Quiero que le digas a Duncan, ¿de acuerdo? Prométeme que se lo dirás. - Tomó mi mandíbula con fuerza. - ¡Promételo! - Asentí con la cabeza.
- Te lo prometo. - Me soltó y apoyó ambas manos por encima de las mías, en donde se encontraban los apoyabrazos de la silla.
- Necesito que le digas... Necesito que le digas que Jaxon no está muerto. Dile que su hermano pequeño está buscándolo.
¿Qué?
- ¿Su hermano pequeño? - Dije. Mis palabras ahogadas habían sido casi un susurro y ni siquiera sé de dónde saqué el aliento para poder hablar. Estaba extremadamente sorprendida. Estaba estupefacta.
Éste era el niño de la foto... ¿Éste era el niño de la foto?
- Pero Alex... Alex dijo que estabas muerto... Que todos estaban muertos... Que te había matado. - Mis ojos iban de aquí para allí. Estaba aturdida y no podía prestar atención a nada. Sin embargo podía ver el brillo de los colmillos de Jaxon en una sonrisa.
- Kelsey Brooks... Tú no tienes ni idea. - Cada una de esas palabras me cortaron la respiración. Apreté los dientes con rabia.
- Eres un mentiroso. Eres un mentiroso. Sólo quieres molestar a Duncan, quieres volverlo loco y lastimarlo. Y yo no voy a ser cómplice de tu estúpido juego. - Una suave risa salió de sus labios.
- Jaxon, tenemos que irnos en los siguientes cinco minutos. - Mason nos miraba. Estaba parado junto a Jake, con sus brazos cruzados y las cejas fruncidas. Como si algo que no hubiese planeado estuviera pasando. Sonreí interiormente.
- No es un juego, niña Brooks. Pregúntale por su familia. Pregúntale por sus padres. Pregúntale qué fue lo que realmente pasó... - Se acercó un poco más a mí. Sus labios rozaban mi oreja y sentía su aliento en mi cuello y también en la nuca. Contuve los escalofríos, y abrí la navaja con cuidado, sin hacer mucho ruido, para que no pudiera escucharme. Intenté alejar mi cabeza de la suya, pero me tomó de la mandíbula con fuerza y tiró de mí para que me mantuviera cerca. - Pregúntale por su hermana. - Rió con suavidad una vez más y depósito un suave y envenenado beso en mi mejilla. La sangre me hirvió y no me di cuenta de lo que estaba haciendo, cuando ya lo había hecho.
La navaja que tenía en mi mano, había cortado la mejilla de Jaxon. Desde el pómulo hasta casi llegar a su nariz.
Él estaba furioso e imaginé que la navaja era de plata, porque de su herida comenzó a salir una cantidad de sangre bastante grande y la piel de alrededor del corte, estaba algo roja, como si le estuviera quemando. Tiré de mi otra muñeca para poder liberarme, pero era más difícil al estar conectada a ese extraño suero que me estaba quitando sangre.
No había notado hasta el momento en que intenté pararme, que estaba mareada. Y supuse que se debía al hecho de no tener la sangre que era necesaria en el cuerpo.
Vi a Jake al fondo intentando patear a Mason, pero él esquivó su ataque y se alejó. Se acercó a mí y lo apunté con mi arma blanca, aunque no estaba segura si lo estaba apuntando a él o a la pared.
- Guarda eso antes de que te lastimes Kelsey. - Mi respiración era irregular por no poder ver bien. Sólo sentí un pinchazo en el lugar en donde estaba el suero y supuse que Mason lo había sacado de mi brazo. Luego un clic, que dejó mi mano liberada. Pero no tenía caso, porque caí de lleno al piso, con mi vista aún borrosa. Escuché a Jake gritar mi nombre, pero fue como un eco en la distancia. Mis manos se aferraron al piso mientras intentaba controlar mis piernas para pararme, pero no podía.
"Pregúntale, Kelsey. Hazlo."
Sacudí mi cabeza al escuchar su voz en mi cabeza. Fue como si por un momento, hubiésemos tenido una especie de telepatía. A pesar de que no lo podía ver, lo busqué con mis ojos y lo encontré. Era lo único que podía ver con claridad. Su cuerpo, su cara. Era lo único que mis ojos detectaban entre las nubes borrosas que no me dejaban observar nada como era debido.
Mis pulmones seguían funcionando mal y mi pecho subía y bajaba de forma irregular otra vez. Era como si estuviera teniendo un ataque nuevamente, pero no sentía pánico. Tal vez un poco de miedo, pero era porque no sabía si alguno me haría algo a mí o a Jake, porque no podía ver.
La sonrisa de Jaxon y el destello de sus ojos rojos fue lo último que vi, porque luego todo se volvió oscuro. Y en ese momento sí sentí pánico.
No sabía si era porque la oscuridad me aterrorizaba. O porque tenía miedo de que a Jake le pasara algo.
O tal vez era por el simple hecho de que aún sentía sus ojos en mí. Y pensaba que aún seguía en la oscuridad, observándome. Contemplándome. Con esa sonrisa sin gracia y llena de satisfacción que estaba segura que me atormentaría en mis pesadillas.
No me había dado cuenta que estaba llorando hasta que sentí el gusto salado de las lágrimas alrededor de mis labios, a punto de entrar en mi boca.
Escuchamos un fuerte sonido que parecía el de una puerta cerrarse y luego las luces se volvieron a encender, esta vez iluminándolo todo.
- Kelsey, Kelsey.... Tranquila, ya estoy aquí. Tranquila. - Sentí los brazos de Jake alrededor mío, abrazándome. Apoyé mi cabeza en su clavícula e intenté recobrar la paz en su cuello. Estaba caliente y olía a carbón, sudor y sangre. Sentía sus músculos apretarse más mientras ahogaba mis sollozos y rodeaba mi propio cuerpo con mis brazos.
No quería abrir los ojos, porque aún tenía miedo de no poder ver. O de verlo todavía allí, observándome.
- Ya está, tranquila. Ya se fueron. No van a volver a molestarnos nunca más. Tranquila. Yo cuido de ti. Lo prometo. Yo cuido de ti. - Sentí que me mecía hacia adelante y hacia atrás y susurraba palabras que estaban calmándome. No sé qué clase de ataque me había agarrado, pero de repente sólo tenía ganas de llorar con mucha fuerza. Y sin parar.
- ¿Cómo saliste de ahí? - Le dije aún con mis ojos cerrados. Lo escuché reír y apretarme con más fuerza.
- Me bajaron cuando se fueron. Pero se olvidaron de una cosita. - Fruncí mis cejas y abrí los ojos de a poco. Mi vista ya no era nublada y veía todo a la perfección. Suspiré internamente del alivio que eso me causaba. Lo primero que vi, fueron los increíbles dientes de Jake, formando una sonrisa. Su mejilla estaba manchada con algo que parecía tierra y su cabello se le pegaba a la frente por el sudor. Tenía un pequeño corte en su cuello y su ojo derecho estaba algo morado. Al parecer lo habían golpeado para capturarlo. Sus ojos me trasmitían una sensación de hogar y entendí a Tris por todas las veces que alguna vez me dijo lo lindo que se sentía cuando Jake la abrazaba. - Mira. - Hizo un movimiento con su cabeza y lo seguí con mis ojos. Aún tenía las cadenas alrededor de sus muñecas, pero a pesar de eso, sus brazos me rodeaban todo el cuerpo. Le sonreí y me di cuenta que ambos estábamos tirados en el piso. Lo abracé con fuerza mientras se quejaba. Su cuerpo, o al menos su torso que estaba sin camisa, se encontraba repleto de moretones y sangre o rastros de ella, que ya estaba seca. Le habían dado una fuerte golpiza. - Creo que será mejor que llames a los Lawrence antes de que Aaron tiré la casa abajo de la desesperación. - Asentí con la cabeza. - También tengo que llamar a la manada y a mis padres.
- Tengo que advertirte que no le dije a nadie... Pensé que podía...
- Hacerlo sola, me lo imaginé. - Me alejé de él y pasó sus brazos por encima de mi cabeza para darme espacio. - ¿Podrías...? - Hizo un ademán con sus manos y entendí que quería que le quitara las cadenas de sus muñecas.
- Claro. - Con muchísimo cuidado, desaté el extraño nudo que el mastodonte le había hecho. Parecía casi imposible, pero sí, le había hecho un nudo a las cadenas para así colgar a Jake de ellas.
Hablando de este tipo... ¿En dónde estará?
- Te duele, ¿cierto? - Jake asintió con la cabeza mientras tragaba saliva, ponía una mueca y ahogaba un grito. Cuando por fin lo liberé, observé las marcas de quemaduras que le habían quedado en las muñecas. La sangre seca que había alrededor de las quemaduras y la que seguía saliendo de la herida.
- La plata tiene el mismo efecto que tiene en ellos. Quema. - Ese era un dato nuevo que no debía olvidar.
- Bueno, tendremos que llevarte con un médico rápido antes de que te... - El ruido de la gigantesca puerta del depósito abriéndose me interrumpió. Jake tuvo el reflejo de arrodillarse en frente de mí para protegerme y yo sólo pude darme cuenta que el corazón iba rápido.
Pero no era ninguna amenaza. Ni Mason. Ni Jaxon.
Era Aaron.
Eran Aaron, Duncan, Gina y Jonathan que corrían hacia nosotros.
Jake se sentó en el piso otra vez con cara de fastidio y Aaron se abalanzó sobre mí, abrazándome con fuerza.
- ¿Estás bien? - Fue lo primero que me dijo apenas pasó sus brazos alrededor de mi cuerpo. Miré a Jake, que discutía con Gina y Jonathan para que no se preocuparan de sus heridas. Les decía que la manada se encargaría. Revoleé los ojos en mi interior por su estúpido orgullo de hombre lobo. - ¿Mason te hizo algo? ¿Jake te hizo algo? ¿Te lastimaron? Alex, Chad y Connor están revisando el perímetro para ver si encuentran a Mason. Estaba tan preocupado por ti. Creí que me moría... Pudimos localizarte porque... Otra vez sucedió lo mismo que la noche del lobo asesinado de la manada. Podía ver lo que veías y sentir lo que sentías. Dibujé el lugar en un papel y Duncan lo reconoció. Vinimos lo más rápido que pudimos. - Apenas escuchaba la voz de Aaron. Ni siquiera le estaba devolviendo el abrazo. Sólo estaba allí. Estática, torpe, confundida. Veía fijamente a Duncan, que nos observaba a ambos con el ceño fruncido, como si estuviera harto de este tipo de situaciones.
- Tu... - No sabía de dónde estaba saliendo todo esto. - Tu... - Duncan fijó sus ojos en mí y Aaron se alejó un poco, mirando mi rostro. Aunque no podía despegar mis ojos de Duncan.
- ¿Qué? ¿Qué pasa? - Aaron me tomó de los hombros. Veía sus cejas fruncidas a pesar de que no lo estaba mirando.
- Tu hermano... - Dije al fin. Duncan abrió los ojos y se tambaleó como si le hubiera dado una bofetada. Aaron se dio cuenta que no le hablaba a él y siguió mis ojos para notar al igual que yo, que Duncan perdía el color en su rostro y abría la boca sin poder creer lo que estaba diciendo.
- Oh Dios, no. - Escuché que Aaron susurraba. - Oh, maldición no.
- Tu hermano, Jaxon Moore... - Tragué saliva. - Está vivo. - Duncan cayó al suelo de rodillas sin despegar su mirada de la mía.
(...)
- ¡DUNCAN SUÉLTALA! - Aaron lo tomó del hombro con ayuda de Alex. Me había tomado con una mano del brazo y con su otra mano rodeaba mi cuello por completo. No apretaba con tanta fuerza, pero de igual manera dolía.
Habíamos salido del depósito porque necesitaba aire y Duncan había durado diez segundos antes de acorralarme contra una de las paredes y mirarme con sus ojos asesinos.
Estaba claro que no buscaba matarme a mí, sino que sólo quería información. Él estaba nervioso y furioso y la ira traspasaba a través de sus ojos.
- ¡DUNCAN YA BASTA! - Gina se interpuso entre ambos haciendo que él me soltara. Me tomó de los hombros y me pidió que me sentara en el piso para que le pudiera explicar. Duncan se sentó en el piso en frente de mí, con su respiración agitada que demostraba lo enojado que estaba.
Observé a lo lejos a Jake sentado sobre el cofre de uno de los autos de los chicos, mientras Jonathan miraba sus heridas. Hubiera sonreído porque había dejado su estúpido orgullo de lado, pero no me olvidaba que Duncan acababa de ahorcarme.
- Dinos qué pasó Kelsey. - Miré al suelo recordando.
- Me desperté en una silla y estaba atada con una extrañas cerraduras del siglo pasado. - Froté mis muñecas que estaban rojas y algo heridas. Había sangre seca, de un aspecto marrón por todo mi brazo.- Luego un gigantesco hombre entró arrastrando a Jake y yo lo golpeé para que él lo soltara y luego él me golpeó a mí... - Toqué mi mejilla y aparté mis dedos al instante. Me dolía. - Después aparecieron Mason y... Jaxon. - Dudé en decir su nombre. Duncan cerró los ojos con fuerza y apretó la mandíbula. - Y le dijo a Mason que se encargara del gigante y supongo que lo mató. Creo que fue porque me golpeó.
- Encontramos el cuerpo detrás del depósito. - Dijo Connor. - Estaba muerto y me atrevo a decir que Mason se alimentó de él todo lo que pudo.
- Después se puso a hablar conmigo y... Oh, estaban sacándome sangre. - Dije recordando.
- ¿Sacándote sangre? - Alex frunció las cejas.
- Sí. Le dije que si querían alimentarse de mi sangre sólo tenían que pedírmelo. Y me dijo que no querían alimentarse de ella y que no me contaría porque era un secreto y quería que lo descubriera por mí misma. Me dijo que quería conocerme y cuando lo hice enfadar él me contó... Que era.... El hermano de Duncan y no le creí, pero creo que no está tan loco como le dije antes... - Duncan abrió sus ojos y me miró mal. - Antes de que se fueran, corté su mejilla con la navaja que Aaron me dio antes de que me vaya con Mason. - La saqué de mi bolsillo y la revoleé en el piso hasta que llegara a los pies de Duncan. - Al parecer sabía que venían, porque dijo algo de una reunión familiar. Y luego pasó lo más extraño del mundo... - Fruncí mis cejas, aún mirando al suelo. - Fue como cuando Connor me dejó ciega la vez que estaba revisando las cosas de Aaron. Pero sólo podía verlo a él y lo demás era completamente borroso. Y fue como... Como si estuviera susurrándome en el cerebro... Como si me hablara telepáticamente. Y me dijo que te preguntara sobre tu familia. Y sobre lo que había pasado realmente... - Lo miré a los ojos. Parecía dolido. Dañado. Enojado. Triste. - ¿Qué pasó Duncan? ¿Qué sucedió? - Hubo un mili segundo en el que pensé que se abriría. En el que pensé que me contaría lo que pasó y no me miraría con tanto odio como creí que él me tenía. Pero no. Simplemente se paró.
- No es de tu incumbencia. - Me susurró y se metió a uno de los tres autos que había allí. Lo puso en marcha y desapareció en una nube de tierra. Escuchamos el motor rugir por el lugar abandonado que parecía como un desierto. Y luego sólo escuché la nada.
Aaron se acercó a mí y me ayudó a pararme.
- Vamos, te llevo a casa. Ha sido un largo día para ti. - Me acerqué a él, que me rodeó los hombros con uno de sus brazos y caminamos hasta el auto en donde Jonathan acababa ponerle un par de vendas en las muñecas a Jake.
-...un par de horas y luego cámbiatelas hasta que te recuperes. - Jake asintió de mala gana y Jonathan se giró hacia nosotros. Me miró, sonrió y luego depósito un frío beso sobre mi mejilla. Los escalofríos recorrieron mi espalda, recordando el beso que Jaxon había dejado ahí minutos antes.- Me alegra que estés bien Kelsey. - Se alejó de nosotros caminando despacio y luego lo perdí de vista cuando se puso a hablar con Gina y los demás detrás de un auto.
- ¿Cómo te sientes? - Le pregunté a Jake. Apoyé mis manos en sus rodillas y le sonreí.
- Mejor... ¿Quién diría que los vampiros llevan un botiquín de primeros auxilios en su auto? - Reí.
- Los vampiros que son médicos, ¿quizás? - Revoleé los ojos mientras Jake fruncía sus cejas.
- Kelsey hazme un favor y dile a Lawrence que saque su cabeza de su trasero una vez en su vida.
- ¿De qué Lawrence hablas, estúpido lobo? - Chad cruzó sus brazos, al igual que Connor y Alex.
- Oh, claro, me olvidé de la pandilla... Kelsey hazme un favor y dile a la pandilla Lawrence que... - Lo golpeé en la cabeza interrumpiéndolo.
- Vamos niños, basta de peleas. - Gina los empujó a todos adentro del auto mientras Jonathan se metía en el asiento del conductor. Ella cerró la puerta de atrás y nos sonrió. - Los veo después en casa chicos. Cuídate la herida Jake. - Todos la saludamos.
Era impresionante lo rápido que se les había pasado la preocupación a todos. Aunque me parecía que disimulaban muy bien. No debía ser fácil para Gina ni para Jonathan que el pasado de uno de sus hijos adoptivos hubiera vuelto y que eso lo estaba haciendo sentir furioso. Y más si ese hijo era Duncan.
Jake bajó del cofre del auto y tomó sus pantalones, maldiciendo por lo bajo.
- ¿Te quedan grandes? - Le dije algo divertida.
- Claro que me quedan grandes. Me encontraron desnudo en el bosque y me pusieron un par de pantalones enormes. Ni siquiera tengo calzoncillos. Y no tienes ni idea de lo frío que es el bosque de noche. - Con una mano sostuvo sus pantalones y con la otra se frotó el brazo.
- Aaron. - Él me miró de mala gana mientras rodeaba el auto para subirse. - ¿Tienes una camiseta para darle a Jake? - Aaron frunció las cejas. Me miró a mí. Luego miró a Jake que lo estaba mirando y después ambos partieron en risas como si hubiese contado la broma del siglo.
- Mira Kelsey... - Empezó Jake, crucé mis brazos con indignación. - Antes de ponerme una camiseta de un desagradable chupa sangre, prefiero andar desnudo por el pueblo hasta que alguien se apiade de mí. - Aaron se paró junto a mí y me sonrió con autosuficiencia.
- Prefiero prestarle una camiseta a Mason y tomar un café con él en el bar de Bill. - Sonreí ante lo testarudo que eran ambos.
¿Sabes que Bill va a matarte? No fuiste a trabajar dos veces en esta semana.
- Ambos sabemos que tienes prácticamente tu armario en la cajuela porque eres peor que una chica. Préstale una camiseta al chico. ¿O acaso quieres que siga contemplando sus abdominales por otro rato? Yo encantada. - Aaron borró la sonrisa de su rostro y caminó hasta la cajuela. Le guiñé un ojo a Jake.
- Sólo le falta la correa. - Me susurró.
- ¡TE ESCUCHÉ! - Gritó Aaron mientras rodeaba el auto. Le revoleó la camiseta a Jake en la cara y se cruzó de brazos. - Quédatela. Si me la devuelves, que no te quede ninguna duda: voy a quemarla. - Jake la agarró con asco.
- Que no te quede duda que voy a quemarla cuando llegue a mi casa. Pero primero me voy a bañar con ácido. - Se puso la camiseta y se tapó la cara. - ¡DIOS! ¡Báñate algún día por favor! - Aaron rió sin gracia.
- Ojalá pudieras olerte. De verdad necesitas la ducha de ácido. Creo que después de estar encerrado contigo en el auto voy a perder el sentido del olfato por completo. - Revoleé los ojos y caminé hasta la puerta del copiloto mientras ellos me seguían, cada quién se paró en la puerta a la que correspondía.
- Ustedes nunca van a madurar. - Les dije mientras abría la puerta y me sentaba.
- No, él nunca va a madurar. - Escuché a Jake.
- No, tú nunca vas a madurar... ¿Quién comenzó todo esto? ¡Tú! Perro malagradecido. Te salve la vida como por tercera vez.
- ¿¡Tercera vez!? Cursaste matemática más de dos siglos y ni siquiera sabes contar. Eres una decepción.
- Oh, olvidé que estaba en frente de Einstein. ¡LO SIENTO SEÑOR 'D' EN BIOLOGÍA!
- ¿¡CÓMO SABES ESO!?
- ¿Adivina a quién le pidieron que fuera tu maldito tutor? Así es, estás usando una de sus camisetas.
- ¡Mentiroso! Tú no... - Cerré la puerta para aislarme de sus estúpidas peleas de niñas de diez años.
¿Y las mujeres somos histéricas? Era obvio que el mundo no conocía a estos dos juntos ni cinco minutos.
Suspiré mientras escuchaba el sonido distorsionado de sus voces discutiendo por encima del techo del auto.
No recuerdo cuánto tiempo siguieron discutiendo.
Los minutos se me habían pasado volando pensando en Jaxon. Y en Duncan, por supuesto. Se me hizo un nudo en el pecho al pensar en él sufriendo por el pensamiento de su hermano muerto que estaba vivo... ¿Cómo estaba vivo? Habían pasado años... ¿Qué digo años? ¡Habían pasado siglos!
Siglos pensando que había matado a su hermano. Y ahora él aparecía. Completamente furioso y diciendo que lo estaba buscando.
¿Ellos habrán tenido una buena relación? ¿O tal vez se llevaban mal? Tal vez se habían peleado por alguna razón y eso hizo que ambos reaccionarán así. El enojo y la furia. Ambos compartían sentimientos. Supuse que en eso se parecían. Y también en el cabello, tenían un cabello muy parecido. Sólo que el de Duncan siempre estaba perfectamente peinado hacia arriba y el de Jaxon caía de manera desordenada sobre su frente.
Suspiré una vez más.
Definitivamente tenía que averiguar más sobre ese tema. No sabía por qué me causaba tanta curiosidad. Era mucho más fácil dejarlo ir.
Pero todos me conocían. Si había algo que me gustaba, era ir por el camino difícil. Siempre.

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Aaron Lawrence
FantasyHistoria de Lucía Aluminé Sacado de su página de Facebook: "Storytellers"