Capítulo 29:
La campana sonó y me levanté de mi lugar.
- ¿No crees que es lindo que el día termine y todavía no ha habido nada que lo arruine? - Sonreí y asentí en dirección a Tris. - ¿Qué vamos a hacer hoy? Jake me dijo que tenía que hacer no sé qué, así que podemos ver una película o hacer una de nuestras pijamadas. Tengo muuuuuchos chismes, Caitlyn me contó un millón de cosas en la hora de Historia y tienes que enterarte para que nos riamos juntas.
- Hoy no puedo, tengo cosas que hacer. - ¿Qué se suponía que le dijera? ¿'Lo siento, tengo que terminar de interrogar al vampiro que intentó asesinarme en Oak Woods. Ah, y voy con los Lawrence, no me esperes en la tarde'? No, gracias. No quería que le agarrara un ataque aquí mismo, paso.
- ¿'Tengo cosas que hacer'? ¿Qué significa eso? - Se paró en frente de mí haciendo que ambas paráramos nuestro caminar.
Si me veía muy fijo, se iba a dar cuenta que le estaba mintiendo. Y si se daba cuenta de que le estaba mintiendo, estaba jodida.
- Tengo que terminar el trabajo de Historia con Annie.
¿Annie? ¿Qué clase de nombre era ese?
- ¿Annie? ¿Quién es Annie? - Acomodé mi mochila para evitar el contacto visual.
- La chica que se sienta junto a mí en Historia. - Tris juntó las cejas.
Vamos maldita, créeme de una vez.
- ¿No lo ibas a terminar ayer?
- Pero no pudimos acabarlo. Así que me dijo que vaya hoy a su casa otra vez porque era el único día disponible que tenía en la semana. - Asintió y me dio espacio para que volviéramos a caminar.
- Está bien. Entonces me voy a ir caminando SOLA hasta casa, y luego me quedaré SOLA toda la tarde en el departamento. - Suspiró exageradamente mientras yo me reía. - Espero que ningún ladrón ni violador ni asesino se entere. Sería una lástima que alguien intentara matarme porque estas intentando ser responsable.
- Yo siempre soy responsable. - Tris se giró para comenzar a caminar hacia casa. Me quedé parada allí, para que no viera que en realidad me quedaba esperando en el estacionamiento a Alex. Y además, quería ver que nadie le hiciera nada en ese corto camino que tenía hasta casa, aunque no pudiera verla todo el camino. No me gustaba que caminara sola, sentía un gusto amargo en la boca pensando que podría sucederle algo y yo no estaría allí para ella.
- ¡COMO SEA! - me gritó imitando la voz de una niña mimada y rica, mientras levantaba su dedo del medio hacia mí. Sonreí sin despegar mis ojos de ella por el poco camino que podría verla.
- ¿Vamos?
Pero la... Maldición casi me muero de un maldito infarto.
- ¿¡QUIERES MATARME!? Dios. - Suspiré y toqué mi pecho. Mi corazón no podía ir más rápido.
¿Por qué mierda Aaron tenía que susurrarme en el oído siempre que estaba de espaldas? De verdad, casi me mata.
- Estoy comenzando a pensar que tú: a) puedes morir fácilmente o b), eres fácil de asustar. - Junté mis cejas.
- Todas tus hipótesis son incorrectas, como usualmente. No es mi culpa que tu instinto ninja aparezca cuando estoy cerca. - Se cruzó de brazos.
Odio tanto que todo el mundo nos esté mirando como si fuéramos un circo.
- Oh Kelsey, el instinto que se enciende en mí cuando estoy cerca tuyo no es precisamente el de un ninja.
Dios, este chico va a matarme.
- Ya basta de ser... - intenté expresarme con mis manos y me cansé de parecer una estúpida - todo tú sin complejo de autista Aaron, me pones nerviosa. - Comencé a caminar, aunque no sabía hacia dónde porque no tenía ni idea de en donde se encontraba el auto de Aaron.
- Entonces admites que te pongo nerviosa. - Acomodé mi mochila mientras él caminaba hacia atrás, mirándome obviamente, porque de repente no podía despegar sus ojos de los míos.
- Admito que tu lado de galán de telenovela me causa ansiedad. - Lo miré.
- ¿Galán de telenovela? ¿Desde cuándo soy un galán de telenovela?
- ¡Eso es lo mismo que me pregunto yo! - él sonrió ante mi tono de indignación.
- ¿No es genial que tengamos tanto en común? - Intenté no reír, juro que lo hice, en serio, pero no pude evitarlo.
- Estás loco, ¿sabías? - Él levantó los hombros dándole poca importancia. Acomodó su mochila mejor en su hombro y juntó las cejas.
- ¿Puedo hacerte un pregunta...? - asentí - ¿A dónde estamos yendo? - me paré en seco.
- A tu auto, ¿a dónde se supone que tendríamos que ir? - Él se paró con una sonrisa y me tomó de los hombros, me giró sobre mis pies.
- El auto está por allí.
Dios, había caminado hacia el otro lado todo este maldito tiempo.
- ¡Ya lo sabía! ¿Por qué estabas caminando hacia allí? ¡Te seguí todo este tiempo! - Comencé a caminar dejándolo atrás.
Gracias a Dios era muy buena disimulando. Probablemente él no se dio cuenta. Debe estar muy confundido en este momento...
Caminé hasta divisar a los hermanos Lawrence hablando en el estacionamiento cerca de dos autos, que supuse, eran los suyos.
- ...sólo habló cuando lo golpeamos, así que, creo que habría que golpearlo de nuevo para que escupa todo lo que falta. - ¿Por qué Connor parecía estar tan emocionado?
- Tú quieres que escupa sangre, te parece divertido. - Alex se cruzó de brazos.
- ¿Es que acaso no lo es? - Chad hizo un gesto con sus manos y un ruido extraño con su boca. - Mira, Duncan quiere golpearlo, no habla, pero todos nos dimos cuenta que quiere golpearlo. Aunque bueno, tal vez esté enamorado de él, ya sabes, demuestra amor a través de golpes... - Alex rió.
- Entonces eres su hermano favorito.
- Bueno, él nunca ha dicho lo contrario. - Los tres miraron a Duncan, que se encontraba apoyado contra el auto ignorándolos como ellos hacían conmigo.
Creo que era la primera vez que me encontraba tan feliz de que un grupo de chicos extremadamente calientes me ignoraran. Se sentía como que era una más, como si se hubieran acostumbrado a mí estando cerca de ellos. Antes, esa idea me habría causado terror o hasta incluso rechazo, pero ahora... No lo sé, me producía una extraña sonrisa en el rostro.
- Duncan. - Él los miró. - Yo soy tu hermano favorito, ¿verdad? - No me quería reír, iba a arruinar el momento. Duncan lo miró por tres segundos, juntó las cejas e hizo un extraño resoplido con su boca. Chad puso una mano en su pecho. - Aaaw, es lo más tierno que me has dicho en ciento cincuenta años. - No lo pude evitar, tenía que reír. Todos me miraron con una sonrisa mientras desataba mi loca risa de foca desnutrida, aplaudiendo para demostrar que mis facultades mentales no funcionaban por ese lapso de tiempo indeterminado en el que su chiste me había parecido la cosa más graciosa del mundo.
Basta Kelsey, basta. Por favor, deja de avergonzarte a ti misma por una vez en tu vida.
- ¿De qué te ríes? - Aaron llegó junto a mí en el momento en el que suspiraba reincorporándome de mi ataque de risa y limpiaba las lágrimas que se encontraban alrededor de mis ojos. Ni siquiera sabía qué era lo que me había causado tanta gracia, pero ya había arruinado el momento.
- De nada, resulta que no sólo soy el hermano favorito de Duncan, sino que también soy el Lawrence favorito de Kelsey. - Chad caminó de una manera extraña hacia mí y rodeó mis hombros con su brazo. Aaron cruzó los brazos y resopló.
- Ya quisieras. - No sabía si tenía que decir algo o sacármelo de encima o reír o abrazarlo por ser condenadamente caliente, así que opté por mantener una sonrisa en mi rostro y no hablar.
Lo que me gustaba de los Lawrence en particular, era que ellos sabían perfectamente en donde podían comportarse como ellos mismos y en donde tenían que mantener el silencio. Como en este momento, estábamos en el lugar más alejado del estacionamiento, entre dos autos y no veíamos ni siquiera a un estudiante pasar por aquí.
- Ya quisieras tú, estar en mi lugar. - Bueno, ya está, no sabía por qué pero pensaba que esto terminaría en una discusión en cualquier momento.
- Ya quisieran ambos ser mis favoritos. - Golpeé con mi codo a Chad mientras me alejaba. Él tomó su costado y puso la mejor cara actuada de dolor.
- Tiene actitud... me gusta. - Me sonrió y Aaron golpeó su cabeza y subió sus cejas mientras Chad tocaba el otro lugar afectado.
- Ya quisieras. - Aaron sacó las llaves de su bolsillo y caminó hacia su auto. Yo lo seguí mientras Connor golpeaba a Chad y corría lejos de él para que no lo atrapara.
Estos chicos empezaban a caerme bien.
Me subí al auto en el asiento del copiloto, porque bueno, no era mi auto, pero no iba a perder la oportunidad de estar más cómoda en el asiento de adelante. Además, Aaron estaba junto a mí y eso me gustaba.
Él se subió al auto en el asiento del piloto y lo puso en marcha.
- Espera, ¿sólo vamos nosotros dos? - Junté mis cejas mientras él iba marcha atrás.
- Los demás van en el auto de Duncan. ¿Tienes algún problema en que estemos los dos solos? - Odiaba que hiciera ese tono de voz. Lo odiaba tanto que me daban ganas de sonreír, maldita sea.
- No. Simplemente pensé que nos dividiríamos para ser tres y tres, nada más. - Él sonrió.
- Entonces, señorita Kelsey Brooks, deduzco que a usted le gusta que pasemos tiempo a solas.
Basta, no sonrías.
- Deduce mal, señor Lawrence. Pasar tiempo a solas con usted no es mi pasatiempo favorito, aunque tampoco es lo que más me desagrada. - Sonreí mientras lo veía manejar.
No era desagradable pasar tiempo con él de esta manera. Cuando no era un galán de telenovela o cuando era el misterioso chico con complejo de autista. Me gustaba este Aaron.
Apoyé mi espalda en el asiento mientras él manejaba con tranquilidad por las calles del pueblo. El silencio dentro del auto no era insoportable o incómodo, pero no me gustaba viajar en auto con silencio. De verdad que no me gustaba. Así que me incliné para encender el asombroso estéreo que tenía. Una persona hablando lleno el ambiente silencioso. Sintonicé mi estación de radio favorita, porque siempre pasaban las mejores canciones, viejas y nuevas, pero las mejores en fin. Escuché una pequeña risa por parte de Aaron antes de apoyar mi espalda en el asiento. Me gustaba esa canción. Me gustaba hasta que Aaron se inclinó y apagó la radio.
- ¡Hey! ¡Estaba escuchando eso! - Junté mis cejas mientras él sonreía de una manera extraña.
- Lo siento, aquí no escuchamos música.
- ¿Qué clase de persona no escucha música?
- A la que no le gusta, tal vez.
No. Sabía que era demasiado bueno para ser verdad.
- ¿No te gusta la música? - él negó con la cabeza y yo solté un jadeo sin poder creerlo. - ¿A qué clase de persona estúpida e irrelevante no le gusta la magia de la música?
- A mí. - No estaba hablando en serio.
- Estas jugando conmigo. - Se volteó para mirarme a los ojos.
- Ya te dije que no soy un hombre de bromas Kelsey. - Hice un gesto con mi mano intentando comunicarle que ya lo sabía.
- Sí, sí, como sea... - Aaron rió. - ¿Estás seguro que no te gusta la música? Es decir, hay miles de géneros. Y millones de canciones. ¿Ninguna te gusta?
- No. Ninguna. - Abrí los ojos con asombro.
- ¿Pero los has escuchado todos? Porque tal vez no has descubierto... - me interrumpió.
- No he escuchado ninguno jamás. Nunca me ha llamado la atención. Me parece ruidosa y alborotada, no me gusta.
- ¿Ruidosa y alborotada? ¡De eso se trata la música Aaron! ¿Cómo no quieres que sea ruidosa? La música es ruido, es imposible que el ruido no sea ruidoso.
- Esa es la razón por la que no me gusta. - Jadeé otra vez mientras apoyaba mi espalda en el asiento nuevamente.
- No puedo creerlo. O sí, es decir, era demasiado bueno para ser verdad. - Negué con mi cabeza intentando comprender.
- No tengo ni idea de qué estás hablando.
- Hablo de ti. Y de tu odio hacia la música. No puedo creerlo. Eres la primera persona que conozco a la cual no le gusta la música. - Negué con mi cabeza intentando demostrar mi desaprobación ante esta situación.
- ¿Eso me hace especial o único?
- No, te hace estúpido. - Él rió.
- ¿Qué tiene de especial la música? ¿De qué me estoy perdiendo Kelsey Brooks?
- ¡De una de las cosas más lindas de la vida Aaron Lawrence! ¡De eso te estás perdiendo! - Alcé mis manos demostrando mi indignación.
- Me parece que estás exagerando.
- No, no lo estoy. Es imposible que no te guste la música. Me rehúso a pensar en esa posibilidad.
- ¿Y qué vas a hacer al respecto? - No era justo que él pareciera tan divertido ante esta situación mientras yo estaba angustiada de verdad.
- ¿Qué voy a hacer? ¿Me estás preguntando qué voy a hacer? - Él asintió. - Voy a hacer que te guste la música.
- ¿Y cómo lo vas a hacer?
- No lo sé, no lo he pensado todavía.
- Bien, pero ahora no.
- ¿Por qué ahora no? - Él se giró y me miró con una sonrisa.
- Porque tenemos que bajar.
¿Qué? ¿Ya habíamos llegado?
- ¿Ya llegamos? - Aaron no me dio tiempo a abrir la puerta porque él lo hizo primero. Bajé intentando no derretirme ante el gesto otra vez. - ¿Cómo hiciste para que llegáramos tan rápido?
- Yo no hice nada. Tú estabas muy ocupada gritándome como para darte cuenta que estábamos cerca del taller.
- ¿Y cómo no iba a hacerlo? ¡Me estás diciendo que no te gusta la música!
- Vamos a entrar, ¿listos? - Alex se acercó a nosotros. Yo negué con la cabeza y señalé a Aaron.
- ¡No, porque no le gusta la música! - Alex juntó sus cejas.
- Sí, bueno, vamos a entrar de todas maneras. - Los tres caminamos hacia el taller.
De verdad, no puedo creer que no le guste la música. No puede ser. Es decir, ¿a quién mierda no le gusta la música? ¿Por qué justo a mí me tenía que gustar el chico al que no le gustaba la música? Maldita sea, no puede no gustarle la música. Es estúpido. Yo no...
- ¡MALDICIÓN! ¡SABÍA QUE NO TENÍAMOS QUE DEJARLO AQUÍ! ¡TE LO DIJE! - Connor gritó y caí en la realidad al instante.
Mason no estaba.
Oh mierda.
(...)
- ¿Ya atendió? - Saqué el teléfono de mi oreja y volví a marcar lo más rápido que pude.
Maldita sea, contesta.
- No, todavía no. - Aaron gruñó y aceleró con el auto para poder estacionar frente a mi edificio. Mis manos temblaban y sudaban y estaba demasiado malditamente nerviosa y preocupada como para abrir mi puerta, así que agradecí a la súper velocidad de Aaron con todo mi ser.
¿Por qué todo tenía que pasarme a mí?
- Tal vez esté en el departamento, vamos. - Volví a cortar el teléfono maldiciendo diez mil veces más. Tomé las llaves y abrí la puerta del edificio lo más rápido que pude. El ascensor estaba en el piso de abajo, así que no tuvimos que esperar. Las puertas se cerraron y Aaron tocó el botón por mí. Apoyé mi espalda contra el espejo del ascensor e intenté calmar mi respiración.
- Maldición. Si le llega a pasar algo a Tris, yo...
- No le va a pasar nada. Vamos a encontrarla. - Asentí con la cabeza y toqué mi frente limpiando el sudor inexistente.
Todo había comenzado con la desaparición de Mason. No sabíamos cómo lo había hecho, pero las cadenas habían aparecido rotas en el suelo, junto a la silla vacía. Los Lawrence habían empezado una rápida búsqueda por el bosque mientras yo me quedaba en el taller intentando encontrar alguna pista o lo que fuera que pudiera ayudarnos a saber qué era lo que había pasado. Pero no habíamos encontrado nada. Y como si hubiera sido un golpe en mi cabeza, me llovió la idea de Tris. Sola en casa. La llamé como una loca más de cien veces, pero no contestó ni una. Aaron me dijo que la busquemos en el departamento porque tal vez estaba dormida. Mientras tanto, los Lawrence se quedaron buscando a Mason por el bosque. Quería que esto fuera una pesadilla.
Las puertas del ascensor se abrieron y corrí por el pasillo para abrir la puerta.
- ¡TRIS! ¡TRIS! - Grité mientras corría por todo el departamento buscándola. Pero no había rastros de ella. - ¡TRIS! - Tomé mi cabeza mientras escuchaba mi propia respiración volverse más agitada. Aaron me tomó de los hombros intentando tranquilizarme. - ¿Y si la tiene él? ¿Y si le hace algo? No le puede pasar nada Aaron. ¡Nadie puede lastimarla! - Él me abrazó mientras un sollozo salía de mi garganta lo cual era raro, ya que no estaba llorando.
- Tranquila Kelsey. Vamos a encontrar a Mason y a Tris, mantén la calma. - Me alejé de él porque de repente estaba inquieta y me faltaba el aire y aunque me sentía cómoda entre los brazos de Aaron, no podía mantenerme cerca de él.
- Todo esto es mi culpa, yo la metí en esto. Sabía que no tenía que dejarla sola, lo sabía. Soy una imbécil. - Tapé mi cara y me senté en el sofá.
¿Qué iba a hacer ahora sin Tris?
- Mírame. - Negué con la cabeza mientras sentía su peso caer junto a mí en el sillón. - Kelsey, mírame. - Sentí sus manos tomar las mías y quitarlas de mi cara. Sus ojos se fijaron en los míos y los míos en los suyos. - Vamos a encontrarla, ¿de acuerdo? - Asentí con la cabeza intentando crear esa idea en mi cerebro. Me paré de mi lugar y lo miré.
- ¿Y qué vamos a hacer? - Un suave ruido se escuchó a mi izquierda y me giré al instante.
- ¿Qué estás haciendo aquí?
Oh por Dios. Gracias. Gracias con todo mi corazón por escuchar mis plegarias, gracias de verdad.
Tris estaba parada frente a mí, con el mismo vestido y tacones que se había puesto esta mañana. Su rostro estaba confundido y sus cejas estaban juntas. Y tenía una caja de donas en las manos.
- ¡OH DIOS! ¡AQUÍ ESTÁS! - Corrí hasta ella abrazándola, sin aplastar las donas, obviamente. Ella rió mientras yo aspiraba, lo más que podía, el olor a shampoo que tenía siempre en el cabello porque se ponía esos productos raros que lo dejaban lindo. Adoré su perfume importado que en otra ocasión me hubiese parecido horroroso y rancio. Disfruté de su anatomía, abrazándola tan fuerte que pensaba que se iba a abollar.
- No me quejo para nada, ¿pero por qué tanto amor? - Suspiré con alivio no queriendo soltarla nunca más.
- Porque te quiero. Mucho. - Ella rió y me empujó para que me alejara.
- Y yo quiero mis donas. Así que déjame comerlas en paz. Conduje más de media hora para tenerlas. ¿No tenías que terminar un trabajo? - Se metió una dona en la boca. Entera.
- Oh, sí. Ya lo terminamos, no faltaba tanto como pensaba. - Tris asintió, sin poder hablar. Me giré disimuladamente para comprobar que Aaron no se encontraba en nuestra sala, aunque ya lo sospechaba. - ¿Dónde estabas? Te estuve llamando, como cien veces. - Ella tragó y mordió un pedazo de otra dona.
- Ya te lo dije, fui a comprar donas. Tenía hambre, y como hoy tenemos que ir al bar de Bill más tarde, me aproveché de eso un poco. Y no atendí porque olvidé mi teléfono en mi cuarto. ¿Cuántas calorías crees que tenga una de estas rosquillas? - Tris la miró unos segundos antes de morder otro pedazo, volví a abrazarla.
- No lo sé, pero que no te importe, eres hermosa. ¿Ya te dije que te quiero? Te quiero. Muchísimo. - Tris me alejó y juntó las cejas.
- ¿Estás bien? - Comencé a caminar hacia mi habitación.
- Estoy perfecta. - Cerré la puerta detrás de mí y me apoyé contra ella mientras suspiraba.
Esto había sido una maldita locura.
- Te dije que iba a aparecer. - No me sorprendí al ver a Aaron salir de algún rincón de mi habitación. Comenzaba a acostumbrarme a esto.
- No iba a estar tranquila hasta que la viera cruzar por esa puerta. Mi corazón volvió a mi cuerpo, lo juro. ¿Sabías dónde estaba? Comprando donas. Después yo soy la gorda. - Aaron rió y se acercó un poco más a mí.
- Ambas tienen un gran apetito, es admirable. Tendré que decirles que preparen mucha comida para este fin de semana. - ¿Este fin de semana? ¿Qué pasaba este...?
Oh, mierda. Lo olvidé.
- Hablando de eso... No creo que sea una buena idea Aaron. - Negué con mi cabeza mientras él juntaba sus cejas.
- ¿Por qué no? - Me alejé de la puerta para sentarme en mi cama porque sus ojos me ponían muy jodidamente nerviosa.
- Porque no creo que sea necesario que conozca a tu familia. Mira, ¿qué les dirás? ¿'Ella es Kelsey Brooks, sabe que somos vampiros, pero descuiden va a mantener el secreto porque es mi...'? - Me corté antes de que fuera a decir alguna estupidez.
Es la primera vez que te felicito por no ser una estúpida Kels.
- Quiero que los conozcas Kelsey. Eres importante para mí. - Ay Dios, que lindo era. Era demasiado, demasiado lindo. Quería ponerlo en una repisa para tenerlo por siempre allí y admirarlo cuando quisiera. Y a todos los que vinieran les podría decir 'sí, es mío'. - Además, ya le dije a Gina y ahora quiere conocerte.
¿Me estaba poniendo roja? Sí. Me están poniendo roja.
- ¿Gina es tu madre? - Él asintió. - Pero Aaron... - me interrumpió.
- 'Pero Aaron' nada. Te dije que no iba a aceptar un no como respuesta. El sábado pasó por ti a las cinco. Inventa la excusa que quieras para que Tris no se entere. Pero vas a venir, aunque sea lo último que haga. - Y luego caminó hasta la ventana sin que pudiera decir una palabra y se tiró de ella como un maldito Spiderman.
Suspiré mientras tiraba todo mi cuerpo contra el colchón de mi cama.
¿Por qué estaba sonriendo?
Mi teléfono sonó haciendo que saliera de mi burbuja de felicidad. Era un mensaje de Jake.
"Te espero en el café del pueblo cuando salgas del bar de Bill. No llegues tarde."
¿Y ahora qué?
(...)
No sabía cómo mierda había hecho para sacarme a Tris de encima, pero lo había hecho. Había caminado todo el camino del bar de Bill hasta el café del pueblo que no tenía ni idea de cómo se llamaba, congelándome desde la punta de los pies hasta las pestañas.
Más le vale a Jake tener un buena razón para hacerme caminar porque si no, voy a matarlo.
Entré al café bendiciendo con todo mi ser, a la calefacción. El olor fuerte a cafeína entró por mi nariz, me encantaba, pero necesitaba un chocolate caliente para sacar el hielo que se había alojado en mi trasero.
Busqué con mi mirada a Jake, aunque era imposible no encontrarlo porque, bueno, era Jake. Hermoso, grande, fuerte. Jake. Me acerqué a él rápidamente y me senté en el asiento en frente al de él.
- Esto tiene que ser rápido, Tris está como un grano en el culo. - Jake reprimió la risa.
- ¿Quieres algo? La casa invita. - Bueno, si la casa invitaba...
- Un chocolate caliente, por favor. Está helando afuera. - Jake sonrió y le hizo una seña a la camarera que me trajo el chocolate caliente al instante. Bebí un par de sorbos y luego puse toda mi atención sobre Jake. - ¿De qué querías hablar? - Él suspiró y se movió algo nervioso en su lugar.
- No hemos tenido oportunidad de hablar de... 'Eso'. - Asentí comprendiendo de qué iba todo esto. - Así que me pareció que ya era hora de hacerlo. Antes de empezar, ¿tienes alguna duda?
- Principalmente entender un poco más de qué se trata esto. Aaron ya me contó por qué se odian y los orígenes de sus antepasados y bla bla bla. Pero... ¿Cómo es? - susurré - ¿Te conviertes en lobo? ¿O mitad lobo? ¿A dónde mierda va tu ropa cuando pasa la transformación? - Jake se rió.
- No es muy complicado de entender. Principalmente la luna llena causa todo esto. Hay algo en mis genes que no está bien Kelsey. Cada vez que aparece la luna llena, me transformo sin querer, es involuntario. Y luego, bueno, hay miles de factores que desencadenan la transformación. La ira es uno, por ejemplo. Es por eso que Aaron siempre intenta hacerme enojar. O el frío extremo hace que mi pelaje salga sin que me dé cuenta. Y la ropa se arruina Kelsey. Se desgarra y queda en el piso. Y luego me despierto al otro día (o tal vez la otra semana) desnudo en el bosque o en la carretera sin poder recordar qué sucedió conmigo. Eso sólo sucede las noches de luna llena. Pero sé que me convertí en lobo, lo puedo oler. Esas noches ningún lobo tiene control de sí mismo. Si te conviertes una noche normal, puedes recordar lo que estás haciendo, hasta puedes distinguir a las personas. No eres una bestia sedienta de carne. - Jake corrió su mirada a la mesa. Posé mis manos encima de las suyas haciendo que me mirara. No me gustaba verlo así. Me gustaba su sonrisa.
- ¿Eso... Eso te duele? - Él sonrió de costado.
- Más de lo que te imaginas. - Mordí mi labio porque no sabía qué decir. - Imagina que todos tus huesos cambian de forma, el pelo te crece por todas partes y tu mandíbula cambia de lugar.
- Ouch. - Él rió.
- Sí, ouch. Aunque siempre duele más la primera vez. Luego comienzas a acostumbrarte y sabes cómo manejar el dolor.
¿Por qué su voz sonaba tan herida? ¿Y por qué sus ojos parecían tan tristes? Basta. No quiero hacerlo sentir mal. Prefería que las dudas carcomieran mi cerebro antes de ver a Jake así otra vez.
- ¿Sabes qué? A ti no te está gustando hablar de esto conmigo, así que yo no quiero hacerte sentir incómodo. Dejémoslo aquí. A medida que pase el tiempo me vas a decir todo lo que creas que es necesario que yo sepa, Jake. Confió en ti, ¿de acuerdo? No estoy enojada. Sé que es muy difícil para ti hablar de esto. - Jake rodeó la mesa, me levantó de mi asiento y me estrujo en sus brazos.
Ya entendía de lo que hablaba Tris cuando decía que Jake siempre le daba calor cuando estaba cerca. Se sentía cálido y abrazable, como un osito de peluche. Le devolví el abrazo mientras sonreía.
- Gracias Kelsey. - Reí mientras nos separábamos. - Vamos, te llevo a casa.
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Aaron Lawrence
FantasyHistoria de Lucía Aluminé Sacado de su página de Facebook: "Storytellers"