Aaron CAP:38

940 28 0
                                        

Capítulo 38:

¿Ya soy un vampiro?
Dios Kelsey, claro que no eres un vampiro. Eres demasiado estúpida como para ser un vampiro.
- Respira Kelsey, respira... - No sabía si hablar con el reflejo en frente del espejo era normal o si contaba como conducta de inestabilidad mental, pero lo estaba haciendo, y aunque no aclarara ni una sola de mis dudas, sentía que la presión en mis hombros y mi pecho disminuía. De alguna retorcida manera, mi subconsciente creía que esto ayudaba a liberar la tensión que crecía en mí y, además, que era una muy buena manera de afrontar lo que había pasado.
Y si se perdieron lo que pasó, bueno, un vampiro me mordió. Así de fácil. Sin contar que ese vampiro, es el chico con el cual me vengo besando hace más o menos un mes y medio, o más, y que además, me gusta jodidamente demasiado y no puedo controlar lo que siento por él.
Seguía sospechando que Duncan se había enfadado conmigo y había hecho uso de sus llamados poderes, para hacer que toda esa calentura saliera de mi cuerpo. Pero estaba segura que él no quería nada más que Aaron me mordiera; él buscaba otra cosa. Una cosa que iba más allá de simplemente lastimarme.
Cubrí mi cuello con maquillaje, porque resulta que si un vampiro te muerde, no solamente sangra y se notan las marcas de sus dientes, no. Para variar, se te hacía un increíble moretón que se confundía más como un chupón, y obviamente no quería que Tris lo viera porque se volvería jodidamente loca y yo no podría aguantarla ni un minuto más. Así que desde ayer por la tarde, cuando Jake me dejó en casa, sin decirme ni preguntar acerca de nada, lo cual agradecí, había estado cubriéndome esta mierda con litros y litros de base, aunque todavía se notaba un poco si mirabas con atención. Es por eso, que no sacaba la bufanda de mi cuello y agradecía que fuera invierno porque si no, todo el mundo se daría cuenta que había algo raro en mí.
Maldita sea Aaron. La cagaste. La cagaste bien feo.
Necesitaba que alguien me diera un buen cachetazo para que mi cerebro pensara con claridad otra vez y pudiera aclarar las malditas dudas que no me habían dejado dormir y me causaban grandes dolores de cabeza desde ayer.
Estaba asustada.
Estaba asustada porque yo no podía ser un vampiro. Simplemente no podía. ¿Qué era lo que le iba a decir a Tris cuando se enterara? Porque definitivamente no podía ocultarle esto si me sucedía a mí. ¿Y si me la comía? No, definitivamente yo no podía ser un vampiro. No podía soportar odiar a Jake por instinto, él era uno de mis mejores amigos, prácticamente un hermano, al igual que Tris. No quería ser un vampiro. No quería, no quería, no quería.
Está bien que todas las chicas alguna vez lo deseamos, pero Aaron no hablaba de ello como si estuviera feliz. Todo lo contrario, lo entristecía y enojaba hablar de ello. Hasta lo ponía incómodo. Yo no quería eso para mí; y si era posible, tampoco quería eso para Aaron, pero él ya me había dicho que no había nada que pudiera hacer para revertirlo. Ya corría por sus venas.
Siempre todo lo peor tenía que pasarme a mí, maldición.
Sólo podía pensar en Aaron y en sus dientes clavándose en mi cuello. No sabía cómo sentirme con respecto a él. Quiero decir, si Aaron me había mordido y terminaba siendo un vampiro, probablemente no se lo perdonaría jamás. O al menos mi orgullo no me dejaría perdonarlo, porque definitivamente me habría cagado la vida. Y si no me convertía en vampiro e intentaba avanzar con nuestra relación, no quería vivir con miedo a que cada vez que me le acercara a besarlo, él terminara por morderme. Sé que en las películas no parece, pero duele como la mierda, y lo peor era que seguía doliendo. No quería estar con Aaron y vivir con miedo hacia él. No era sano para una relación y no era sano para ninguno de los dos. Y sabía que él no podía prometerme que no lo haría otra vez, porque estaría mintiéndome, porque eso iba contra su naturaleza. No beber sangre humana iba en contra de su naturaleza.
No quería vivir con el miedo detrás de mi estómago y la desconfianza creciendo en mi pecho. Quería seguir como todo había estado hasta recién y poder mirarlo a los ojos sin correrlos por la vergüenza que me causaba lo que había pasado.
- ¡Kelsey! ¡La cena está lista! - Escuché a Tris gritar desde alguna parte del departamento. Ella tampoco estaba muy bien, se le notaba que había estado llorando, y no le había preguntado qué le sucedía porque estaba esperando a que ella me lo contara por sus propios medios. Puse un poco más de maquillaje en mi cuello, froté mi cara con mis manos y caminé hasta salir de mi cuarto.
- Ni sueñes que voy a comer eso. - Tris se quedó quieta en su lugar y paró el movimiento del cuchillo. No sabía si iba a asesinarme o simplemente se largaría a llorar. - No quiero comer carne... Ni nada que contenga sangre. - Tragué saliva al sentir un extraño gusto metálico en mi boca. Sí, estaba paranoica... ¿Pero y si en verdad ya era un vampiro y la sangre me desenfrenaba? Tal vez mataría a Tris.
- Pero estoy cocinando hace dos horas... - Dijo con sus dientes apretados.
- Pero no quiero comer carne. - La miré con atención esperando a tener una pequeña reacción que me diera una pista de hacia qué dirección sería lanzado el cuchillo.
Tris me miró, dejó el cuchillo sobre la mesa y vi cómo toda su cara empezaba a arrugarse.
Oh, oh... Va a llorar.
- ¡NUNCA NADA ME SALE BIEN! - Gritó con fuerza y tuve que taparme los oídos ante sus llantos y sollozos que dejarían sordo a cualquiera. Su rostro seguía arrugándose y cada vez se tornaba más y más rojo, sin contar el hecho de que sus lágrimas iban a inundar el edificio y yo tendría que limpiarlo después. Caminé hasta ella y la tomé de los hombros para dirigirla al sillón. Quería que se tranquilizara y me contara qué era lo que sucedía. Sin mencionar que quería que se callara de una vez, y había pensado seriamente en meter una servilleta en su boca si seguía gritando de esa manera.
- Tranquila Tris, tranquila. - Ambas nos sentamos en el sofá y ella siguió llorando a todo pulmón sobre mi pecho. Acaricié su brazo intentando calmarla.
Ella enloqueciendo por quién sabe qué y yo convirtiéndome en vampiro, genial.
- ¿Quieres contarme qué te pasa? - Dije cuando sus llantos pararon un poco y nada más escuchaba su respiración irregular por tantos sollozos. Ella asintió con la cabeza y se limpió la cara con mi remera.
Linda.
- Estoy cansada de que todo lo que me propongo sea un fracaso. - Sentí que volvía a llorar así que la sacudí intentando animarla.
- ¿Es una de esas crisis adolescentes que yo siempre sufro y tú insistes en que exagero? ¿O es otra cosa? - Ella volvió a llorar.
No sirvo para esto.
- ¿En serio soy tan mala todo el tiempo? - Me quedé callada unos segundos analizando si estaría bien decirle o no. - ¡OH POR DIOS, SOY UN MONSTRUO HASTA CON MI MEJOR AMIGA! - Ella volvió a llorar como antes y confirmé con todo lo que tenía de mi cerebro que era una idiota.
- No Tris, escucha. - Ella siguió llorando y yo la hice mirarme a los ojos. - No eres un monstruo, ¿de acuerdo? Eres una persona excepcional. Si fueras un monstruo, no serías mi mejor amiga... ¿Esto es lo que te pasa? ¿En serio? Quiero la verdad. - Ella se secó las lágrimas con sus manos y sorbió sus mocos mientras se sentaba derecha en el sofá.
- Hay otra cosa... - Ella miró al suelo con sus ojos rojos y su maquillaje corrido.
- ¿Qué sucede? - La vi dudar unos segundos, mientras su cara volvía a arrugarse. - Si no me lo dices, no podré ayudarte. - Ella tomó un almohadón y lo puso en su cara. La escuché murmurar algo que no entendí. - Habla claro Tris Steven, no entiendo una mierda. - Ella descubrió su cara y juntó sus cejas mientras seguía llorando.
- ¡Que Jake me dijo que me ama!
Oh. Mi. Dios.
- ¡OH DIOS! ¡OH DIOS! ¡OH DIOS! ESTOY HIPERVENTILANDO. - Mi sonrisa era épica y no entendía por qué Tris seguía llorando como María Magdalena. - ¿Y cómo te lo dijo? ¿Qué le contestaste? ¿Por qué lloras por esto? ¡POR FIN LO DIJO, MALDITA SEA! - Definitivamente estaba más contenta que Tris, que ahora lloraba en mis piernas.
- ¡No estés feliz! ¡No estoy feliz! Esto es una mierda. - Siguió llorando.
- ¿No estás feliz? ¿Es que acaso tú no lo amas también? - ¿Alguien había cambiado de canal y ahora yo estaba en otra sintonía? ¿De qué me había perdido?
- Claro que lo amo. - Sonreí como nunca en mi vida. - Pero no quiero hacerlo. No es justo para él. - Junté mis cejas.
- ¿De qué mierda estás hablando Tris? - Acaricié su cabello mientras sentía sus lágrimas mojar mis jeans.
- No lo merezco, Kelsey. No merezco ni la mitad de lo que es Jake.
¿Está chica se había drogado?
- ¿Cómo que no lo mereces? ¿Qué tomaste Tris? - Pregunté.
- ¡Es que él es tan perfecto y bueno! Y a veces me dan ganas de golpearlo. - Golpeó mi pierna y tuve que aguantarme como pude para no gritar. - Si tan sólo tuviera un maldito defecto, una sola imperfección, no pido mucho Dios, sólo, no lo sé, celos descontrolados, que sea gritón, mal aliento por las mañanas, LO QUE SEA. ¿Es por qué robé ese dinero? ¡Dímelo!
Tris no entendía que Dios no era mi pierna, y que mi piel formaba moretones con facilidad.
- ¿Podemos hablarlo y no recurrir a la violencia? Mi pierna estaría agradecida. - Ella se volvió a sentar derecha y se tapó con nuestra famosa manta. - ¿Puedes contármelo todo?
- Jake me llamó y me dijo que quería salir conmigo porque algo muy importante había pasado. Primero me imaginé que Key vendría por un tiempo, pero después pensé que tal vez quería cortar conmigo, así que me fui súper preocupada. Él me llevó a un hermoso restaurante y se quedó callado en toda la comida y luego caminamos por un hermoso parque. Él me prestó su chaqueta cuando le dije que tenía frío y me abrazó para darme calor. - Tris sonrió entre lágrimas. - Me dijo que tenía algo muy importante que decirme y se veía tan lindo nervioso y temblando que no pude evitar pensar que iba a pasar algo malo. Y pasó. Porque me dijo que me amaba. - Ella rompió en llanto otra vez. - ¡Y yo no pude decirle que también lo amo! - La abracé con fuerza esperando a que se tranquilizara.
- ¿Por qué no se lo dijiste Tris? - Pregunté mientras nos separábamos y ella sorbía sus mocos otra vez.
- Porque estaba en shock. Y porque él no merece que yo arruine su vida Kels, es demasiado bueno como para tener que estar llevándome a mí como una carga.
- ¿Por qué dices eso? - Sentí cómo un enorme peso bajaba de mi pecho a mí estómago y me provocaba náuseas y problemas respiratorios al mismo tiempo.
- Porque soy una mentirosa. Una asquerosa mentirosa. Y Jake se merece a alguien que no le mienta, que sea igual o más perfecto que él, aunque no creo que haya una persona más perfecta que Jake. No se merece tener a una mentirosa a su lado.
- Tú no eres una mentirosa Tris...
- ¿A qué Tris le hablas? ¿A Brooks o a Steven? O tal vez le hablas a la chica que en realidad ni siquiera sabe su nombre porque sus padres la abandonaron, la cual tiene un novio que le dijo que la amaba aunque no sabe quién es ella en realidad. - Ahora entendía por dónde iba todo esto. La abracé mientras volvía a llorar en mi pecho, ahora un poco más tranquila por haberse desahogado.
- Mira, tú no le mientes a Jake porque quieres. ¿Qué haría él si se enterara? Tal vez iría al orfanato a matar al idiota de Polland, y tú lo sabes. Yo sé que él entendería lo que nos pasó, pero eso significa que si alguna vez nos encuentran, podrían dañarlo a él también por saber la verdad Tris. - Tragué saliva mientras pensaba en Aaron. - Jake y tú se merecen mutuamente, y él te quiere por ser como eres, no porque te llamas Tris Steven o Tris Brooks o Tris quién sabe qué mierda. Jake te ama linda, él mismo te lo dijo, y lo has enamorado siendo tú, y no nadie más. Que te entre en la cabeza Tris, él está locamente enamorado de tu ser y no de tu nombre.
- Pero...
- Pero nada. La historia no describe a la persona. ¿Cuándo vas a decirle que lo amas? - Ella se puso derecha de repente.
- Yo... No había pensado en eso. - Negué con la cabeza. - Él me dijo que no hacía falta que yo sintiera lo mismo, que nada más quería contarme qué era lo que le sucedía, y que si yo no sentía lo mismo, él esperaría a que estuviera enamorada. ¿No ves que es perfecto? - Me alegré al ver la sonrisa de Tris. - Y luego me dijo que quería que nuestras familias se conocieran y oh Dios, me parece que estaba en demasiado shock para darme cuenta de lo que estaba hablando hasta ahora, ¿qué vamos a hacer Kelsey?
- Descuida, yo me ocupo de eso luego, ¿de acuerdo? Ahora ve al baño y lávate la cara mientras preparo algo para comer. De verdad no pienso comer carne. - Me paré del sillón, pero Tris me detuvo tomándome de la mano.
- Espera. ¿No vas a decirme nada sobre el chico? - Junté mis cejas.
- ¿Chico? ¿Qué chico?
- Tú chico. ¿Acaso piensas que soy idiota? El otro día el labial corrido, hoy el chupón en el cuello...
Maldición. Sabía que tenía que cubrirlo más.
- ¿Vas a contarme o no? ¿Estás con él? - Mordí mi labio.
- Ya no. O al menos eso creo.
- ¿Eso crees? ¿Qué pasó? - Negué con mi cabeza, dudando en qué decirle.
- Él es diferente... Y no creo que pueda soportarlo. - Ella se paró y comenzó a caminar al baño.
- Recuerda que tú también eres diferente. Y que lo diferente es especial. - Tragué saliva.
Tris no tenía ni idea de lo que estaba diciendo.
(...)
Suspiré otra vez, y ésta vez ya había perdido la cuenta, lo cual me irritaba como cien millones de veces más y me hacía suspirar el triple. Era una mierda tener mi maldito cerebro que no dejaba de pensar ni una sola vez en mi vida. Era como una máquina que vivía para torturarme, constantemente. Definitivamente, no prefería ser una de esas chicas que se preocupaban nada más por su cabello, sus uñas, la ropa, el dinero, los chicos, lo que sea. Pero de vez en cuando, sería genial poder dejar de pensar en todo, dejar de preocuparme de cosas estúpidas o hasta de problemas que no tenían nada que ver conmigo, y sin embargo me torturaban por las noches y no me dejaban dormir ni un poco.
Dejé el maldito libro que se suponía que tenía que distraerme y agarré mi celular para ver la hora.
¿Por qué son las tres de la mañana de un sábado y no puedo dormir por miedo a tener pesadillas? Sin contar que mi cerebro es una mierda.
Suspiré una vez más y me prometí a mi misma que sería la última vez. Obviamente, no iba a cumplir esa promesa, pero intentaba pensar en otra cosa, y si para lograr eso tenía que contener a mi propia yo, entonces lo haría.
Miré al techo, porque al parecer era lo más divertido que podía hacer.
¿Es que acaso mi imaginación y mi creatividad habían desaparecido debajo de todos mis pensamientos?
Gruñí con desagrado y me levanté de mi cama para encontrar algo interesante que hacer. No quería despertar a Tris, la verdad. Había comido llorando, habíamos seguido hablando mientras lloraba, y se había dormido llorando. No sé cómo no se deshidrató, o se secó como una pasa. Aunque estaba feliz de que me contara sus cosas y de que habíamos podido llegar a un acuerdo con respecto a lo que sucedía con Jake. Ella me prometió que no le diría nada por ahora, y yo le prometí que en cuento pudiéramos hablar con él, le explicaríamos todo con detalles, para que lo entienda y no se volviera loco. Volvió a preguntarme sobre mi chico, lo que me hizo sentir culpable porque aunque le decía la verdad, no estaba contándole toda la versión de mi historia.
Me había convertido en lo que más odiaba en este mundo. Una maldita hipócrita. Y tal vez, si fuera con gente que no me importara, no sería otra cosa que taladrara mi cabeza, pero le estaba pidiendo a Tris, mi mejor amiga, mi hermana, que no rompiera nuestro juramento, cuando yo en realidad, ya lo había roto. Y con un chico que ni siquiera era mi novio como lo era Jake para ella. Ni siquiera con un chico que me amara, como Jake hacía con ella.
Y todo volvía a llevarme a Aaron. Y no quería, porque de verdad tenía el maldito deseo de que él saliera de mis pensamientos por lo menos una hora. Me preguntaba qué estaría haciendo, o si estaría enojado conmigo por irme así, o si tal vez estaba en un maldito prostíbulo sustituyéndome con una estúpida vampira que le diera lo que yo, explícitamente, no podía.
¿Estaba lloviendo? ¿Cómo era posible? El día de hoy había sido estupendo. Supongo que Alex seguía demasiado débil como para intentar controlar el clima.
Me acerqué a la ventana porque el maldito ruido me estaba irritando. Cuando estaba cerrándola con mis manos, una estúpida piedra cayó en mi estúpido rostro. Tomé mi mejilla comprobando que no estaba sangrando.
La maldita roca casi me deja ciega, maldita sea.
- ¡Mierda! ¿Qué fue eso? -Me asomé por la ventana queriendo saber qué era lo que le pasaba al mundo que quería dejarme ciega. No sé cómo no me sorprendí al ver a Aaron parado, observando hacia arriba a punto de tirar otra piedra. - ¿¡TE VOLVISTE LOCO!? - Grité susurrando, porque tenía vecinos, porque no quería despertar a Tris y porque si no, él no podría escucharme.
- ¡Julieta! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa! Su tocado de vestal es enfermizo y amarillento, y no son sino bufones los que lo usan, ¡Deséchalo! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece! - Gritó con fuerza mientras abría sus brazos y sonreía.
¿Estaba citando a Shakespeare? Porque iba a bajar e iba a golpearlo con fuerza si estaba citando 'Romeo y Julieta'.
- ¿Cómo llegaste aquí, idiota? ¿Estás esperando que alguien piense que eres un ladrón y te mate?
- Con ligeras alas de amor franqueé estos muros, pues no hay cerca de piedra capaz de atajar el amor; y lo que el amor puede hacer, aquello el amor se atreve a intentar. Por tanto, tus parientes no me importan. - Pues a mí sí me importaba que casi me deja ciega con una roca.
- Mis vecinos van a llamar a la policía. O peor, Tris se va a despertar y te cortará en pedacitos, no sólo por ser tú, sino porque la despertarás de su sueño de belleza. - Dije con mis cejas alzadas.
- El manto de la noche me oculta a sus miradas; pero, si no me quieres, déjalos que me hallen aquí. ¡Es mejor que termine mi vida victima de su odio, que se retrase mi muerte falto de tu amor! - Se había vuelto loco, pero se veía tan metido en el personaje, que quería reír.
- Bien, muérete allí abajo, no me importa. - Revoleé mis ojos al ver su mirada desentendida y metí mi cabeza dentro de mi habitación.
Maldito loco.
- ¿No te gustaba Romeo y Julieta? - Aaron asomó su cabeza y sus brazos en mi ventana, sosteniéndose para no caer mientras yo intentaba cerrarla, y si lo lastimaba, mejor.
Él había dormido con prostitutas y me había mordido. No importaba que tan bonito fuera, él había cometido varios errores y tenía que pagar por eso.
- Dos niños de catorce años que estaban cegados por el deseo y el sexo. Te apuesto a que Romeo no sabía ni el segundo nombre de Julieta. Ambos se suicidan al final por ser estúpidos. Demasiado exagerado para mi gusto. - Intenté cerrar la ventana pero él la sostuvo con una mano.
- La historia no es así. - Replicó con sus cejas fruncidas. Me fijé en su rostro. Sus ojos rojos e irritados y su cabello revuelto.
¿Lo que estaba oliendo era alcohol?
- ¿Estuviste tomando? - Dije arrugando mi nariz, porque definitivamente él había tomado.
- Tomé para ahogar mis penas. Porque mi Julieta ya no me quiere y está enojada conmigo.
- Búscate a otra estúpida que abra su ventana para ti. Debe haber un millón de Julietas allí afuera. Lo único... Intenta no dejar ciega a la próxima. - Intenté cerrar la ventana otra vez, pero él lo impidió. - ¡Deja de hacer eso! - Le dije irritada.
- Si no me dejas entrar, juro que me suicidaré. - Paré de hacer fuerza y lo miré. - Me quedaré aquí afuera hasta que salga el sol y mi cuerpo se convierta en cenizas.
- Bien.
- Tendrás que escuchar mis gritos de agonía, no podrás dormir. - Respiré con fastidio y Aaron aprovechó ese momento de distracción para empujarme así el podría entrar a mi habitación. Gruñí con fastidio e intenté empujarlo para que cayera por la ventana y dejara de molestarme.
Tal vez, si tenía un poco de suerte, él caería con tanta fuerza que no sobreviviría.
- ¡Sal de mi maldita habitación ahora! - Le grité, olvidándome que Tris todavía dormía en el cuarto de en frente. Al menos agradecía que era como un maldito oso en plena hibernación.
- ¿Salir? - Él me miró como si estuviera loca. - No, no. Aaron entrar. - Ya está, había colmado mi paciencia al cien.
- Aaron salir de la habitación de Kelsey si no querer que Kelsey llame a la maldita policía para que lo arresten. - Y estaba hablando en serio.
- Aaron entrar a la habitación de Kelsey y pedir disculpas. - Él no podía mantenerse parado por mucho tiempo, estaba tambaleándose y Dios, sí que había tomado. - Lo siento. - Dijo tomando mis manos. Las quité al instante.
- Estás borracho. - ¿Un vampiro podía emborracharse? - Vuelve cuando estés en tus malditos cinco sentidos y tal vez lo piense. - Volví a empujarlo hacia la ventana, pero él se tambaleó y se giró tomándome de mis muñecas y haciendo que quedemos cerca. De ese cerca que podría convencerme de cualquier cosa porque él era hermoso y siempre podía convencerme de lo que sea. Intenté alejarme.
- No estoy borracho. Admito que he tomado, pero sólo porque tú ya no me quieres. - Dejé de tirar para salir de su agarre y lo miré directamente a los ojos.
Parecían tan jodidamente tristes cuando decía eso. ¿Por qué parecían tan jodidamente tristes? Basta, maldición.
- Tú ya no me quieres.
- ¿Quién te dijo eso? - Pregunté esperando que alguien haya metido esa estúpida idea en su cabeza para que fuera mucho más fácil sacarla de allí.
- Tú. - Yo JAMÁS dije eso. - Tus ojos, ayer cuando te fuiste. Ellos me dijeron que ya no me querías. Y qué hay de mí, si no creyera a tus ojos que hablan con la verdad, que hay de mí si ellos mismos se atrevieran a mentirme.
Dios por favor dime que eso no lo inventó. Dime que lo sacó de algún extraño libro y que yo no recuerdo de dónde es. Dime que Shakespeare escribió esas líneas, porque tendré que besarlo si fuera de otra manera.
- ¿Shakespeare?
- Yo.
Maldición.
Golpeé su pecho con mi cabeza repetidas veces mientras él rodeaba mi cuerpo con sus brazos, abrazándome.
- No es justo. - Le dije en un susurro mientras tapaba mi cara con mis manos.
- ¿Qué no es justo? - Me preguntó intentando que lo mirara a los ojos. Pero claramente eso no iba a pasar.
- No es justo que te aparezcas en mi ventana lanzando piedras y citando a Shakespeare, y luego entres en mi habitación y me digas éstas cosas que no sé cómo me hacen sentir. No es justo que vengas a pedirme perdón estando borracho, Aaron. - Lo miré. Me alejé de él con lentitud y él no me detuvo. Lo que hubiera dado porque me detuviera y enrollara sus brazos alrededor de mí una vez más.
- Es la única manera que tengo para no sentirme un idiota cuando digo éste tipo de cosas Kels. ¿Cuántas veces por día ves a un chico citando a Shakespeare? Porque si hubo más de uno debajo de tu ventana, me veré obligado a matarlo por intentar quitarme el papel de Romeo. - Intenté no sonreír.
- Por ahora no hubo ninguno, así que puedes estar tranquilo Romeo. - Él me miró mal.
- ¿Por ahora? No, nunca. Prométeme que nadie hará eso jamás. Que vas a revolearle lo que sea para que se vaya. Prométeme que nunca me vas a reemplazar y que seré el único. - Reí.
- ¿Cuánto tomaste Aaron? - Él seguía mirándome con su ceño fruncido. - Está bien, te lo prometo. - Aaron se tambaleó en su lugar mientras reía.
- Hay una más además de ti, podríamos hacer un trío. - Lo tomé de los hombros para que no se cayera.
- Ya, de repente todo el alcohol se te subió al cerebro. - Lo senté en mi cama porque él pesaba jodidamente mucho. Más de lo que pensaba. Por supuesto que no aproveché esa situación para sentir sus abdominales sobre su remera negra, yo nunca haría eso. - Voy a llamar a Alex para que alguno de los chicos te venga a buscar. - Él se acostó en mi cama y me detuvo cuando intenté tomar mi teléfono de mi mesa de luz.
- ¿No puedo quedarme aquí? - Pestañeé algo confundida mientras él hacía un pequeño puchero con sus labios y acomodaba su cabeza en mi almohada. - Prometo que no voy a tocarte si no quieres. Es más, puedes esperar a que me duerma y luego acostarte junto a mí para estar segura de que no voy a tocarte. - Volví a pestañear sin entender cómo podía ser tan lindo. - Por favor Kelsey, no quiero que me tengas miedo. - Él tiró de mi brazo haciendo que mi cara se acercara a la suya. - No quiero que me tengas miedo. - Repitió como si me lo estuviera rogando. - Quiero que me quieras, como yo te quiero a ti. - Sus ojos estaban cerrados mientras acercaba su boca a mi nariz y plantaba un pequeño beso. Estaba demasiado estupefacta como para entender qué era lo que estaba pasando. Simplemente me senté en el piso y apoyé mi cara en la cama, mientras Aaron tomaba mi brazo y lo enrollaba alrededor de su cara, como si se tratara de una almohada. - ¿Puedes poner música? - dijo con su voz ida.
- ¿Música? - le pregunté sorprendida.
- Sí, música. Me gustaron los discos que me regalaste, sobre todo los Beatles. - Asentí con una sonrisa que ni siquiera sabía que tenía en la cara y tomé mi celular para poner a los Beatles porque a Aaron le gustaban. 'Yesterday' comenzó a sonar y bajé el volumen porque no quería despertar a Tris y porque quería lograr que Aaron durmiera. - Quisiera que esto nunca acabara. - Con mi otra mano dudé en si debía acariciarlo o no, porque quería, pero mi cerebro y mi cuerpo se rehusaban. Lo escuché suspirar con tranquilidad y juro por mi vida, que jamás, JAMÁS, Aaron Lawrence me había parecido tan hermoso como cuando estaba dormido.
- Yo también... - No sabía si podía escucharme, si seguía dormido o si estaba consciente. No me importaba tampoco. Apoyé mi cabeza sobre la cama y lo miré dormir con tranquilidad.
(...)
Oh maldita sea, mi cuello. ¿Dormí sobre de una roca? No, probablemente hubiese dormido mucho más cómoda sobre una roca.
Gruñí antes de abrir los ojos y sobé mi cuello para intentar calmar el dolor.
Tuve que refregar con fuerza mis ojos para creer lo que estaba viendo, porque de verdad pensé que ayer había soñado todo lo que pasó, en serio.
El perfecto Aaron Lawrence y su hermosa cara adormilada eran las excusas ideales para comenzar un domingo lleno de tarea y mejores amigas chillonas, de buen humor. Su rostro era, sin lugar a dudas, la cosa más hermosa que había visto jamás. Pero dormido... Superaba todas mis expectativas de la palabra 'perfección'.
Ojalá se quedara así para siempre sin decir una sola palabra, sin abrir la boca, sin ser un vampiro, sin morder a las personas cuando menos se lo esperan, sin cagarla cada vez que dice algo. Ojalá él fuera normal.
Me golpeé mentalmente por lo que estaba diciendo y desperté a mi cerebro de una sacudida. A mí, me gustaba Aaron como era, y no cambiaría ni una sola cosa de él. ¿A veces me irritaban algunas de sus actitudes? Sí, pero a todo el mundo le irritan cosas de los demás. Obviamente yo irrito a todo el mundo, así que quejarme de Aaron era ser una hipócrita cien veces más.
Con cuidado, e intentando no despertarlo, saqué mi brazo el cual estaba dormido porque él lo había utilizado como almohada, un gesto que me derritió por completo. Agité con fuerza mi mano intentando despertarla mientras él seguía durmiendo. Con su cabello desarreglado y rebelde, y sus labios entre abiertos que me estaban haciendo doler el alma. No veía la hora para que abriera sus hermosos párpados y que dejara al descubierto sus ojos negros y somnolientos. Eso sí sería la perfección, y yo, ya estaría oficialmente muerta. Ya me había hecho suspirar de tan sólo imaginármelo.
Me quedé mirándolo dormir al menos unos veinte minutos que parecieron tan sólo segundos. Luego, cuando decidí que ya parecía una estúpida acosadora y me asusté de que pudiera sentir mi mirada y se despertara, me paré y caminé al baño a buscar una aspirina, porque imaginé que cuando despertara, querría golpear su cabeza con un martillo. Definitivamente ayer había tomado mucho. Después, caminé a la cocina y serví un vaso de agua. Antes de volver a mi habitación, comprobé que Tris seguía durmiendo como un tronco. Los dejé en mi mesita de luz y me quedé mirándolo dos minutos más. Hasta que mi teléfono comenzó a sonar con fuerza y maldición que no sabía en donde estaba. Corrí por toda mi habitación buscándolo por donde sea, pero no aparecía. Y tampoco quería perder la llamada, porque tal vez era algo importante, no lo sé estaba desesperada.
Ayer por la noche... Apagué la música para que Aaron pudiera dormir como un ángel y después... ¿lo dejé en...?
Me apresuré a chequear la cama con mi vista porque no quería despertarlo y me sorprendí cuando vi mi hermoso teléfono en el trasero de Aaron.
Dos preguntas rondaban por mi cabeza. Una no la voy a decir, porque tampoco quería contestarla. Y la otra era: ¿cómo mierda había llegado mi teléfono hasta allí?
Bueno, todos tenemos que hacer sacrificios de vez en cuando.
- ¿Hola? - contesté después de haber pasado el mejor momento de mi vida.
Sí chicas, era durito y redondo. Jodidamente hermoso, y esperaba que fuera mío para siempre.
- ¿Kelsey? - reconocí la voz de Alex al instante. - Tenía un mensaje tuyo que decía que te llame en cuanto me sintiera mejor. Y ya me siento mejor, así que... - Sonreí porque me lo imaginé haciendo las tareas de la escuela mientras hablaba conmigo por teléfono e intentaba quitar el suero que, supuse, todavía tenía conectado a su brazo.
- Oh, hola Alex, ¿cómo estás? - susurré para no despertar a Aaron y salí de la habitación, apoyándome en la puerta de mi cuarto.
- Bien, ¿por qué estamos susurrando? - reí, ahora con tono normal.
- Por nada. Y dime, ¿qué es de tu vida, pequeño suero humano? - lo escuché gruñir a través de la línea.
- Ni lo menciones. Gina puso una extraña alarma que suena cada vez que me muevo, o intento acomodármelo. Suena cada dos jodidos minutos y todos aparecen en mi habitación regañándome porque sólo me moví. - Reí al imaginarme la situación. - Sin contar con el hecho de que los chicos están haciendo guardia para cuidarme como si fuera un enfermo terminal o algo parecido. Todos están exagerando, como todos los meses. Y no sé por qué han puesto a Chad en el puesto de hoy. Sus malditos ronquidos no me dejan estudiar en paz.
- Mira, tal vez todos están exagerando, pero es porque quieren verte bien y quieren que te mejores de una vez por todas. Tal vez si no hubieses esperado a casi morir, Gina y Jonathan no estarían tan preocupados. Y por cierto, gracias por avisarme de tu casi funeral, lo aprecio. - Alex rió. - Alex, ¿puedo hacerte una pregunta? - si no se lo preguntaba a él, ¿a quién se supone que se lo preguntaría?
- ¿Qué pasa? - aclaré mi garganta intentando parecer casual.
- Nada en especial, solamente quería saber algo sobre Duncan.
- ¿Algo sobre Dun...? - Lo corté antes de que pudiera hablar. No sabía si él estaba cerca o no, y no iba a arriesgarme a averiguarlo cuando su nombre saliera de sus labios y él lo escuchara con su súper oído.
- Sí, sobre él... ¿Alguna vez ha hablado de su familia? Bueno, en principal, ¿alguna vez ha hablado? - Escuché el silencio detrás de la línea y pensé que tal vez se había cortado. Alex habló antes de que comenzara a gritar como una histérica por éste teléfono de porquería.
- Sí, bueno, él siempre habla con nosotros. - Alcé mis cejas sin poder creerle. - Es decir, es el más callado de los cinco, pero eso no significa que no hable. Opina con nosotros sobre cosas y se queja de muchas otras. Generalmente, lo que más se lo escucha decir son cosas como: "¡CHAD, CONNOR! ¡VOY A MATARLOS!", y sus derivados. - Seguía estupefacta. - No es como cuando hay gente alrededor que él no conoce. Ahí se cierra completamente y no dice una sola palabra. Nunca se ríe ni le causan gracia los chistes de los chicos y generalmente está enojado con el mundo, pero lo queremos igual. ¿Por qué te interesa su familia y hasta Duncan de repente? - me preguntó y reaccioné después de unos segundos.
- Es que es tan callado... Y quería saber si con ustedes es igual o si con su verdadera familia era igual. - Escuché a Alex hacer un ruido de incomodidad al otro lado de la línea.
- Usualmente, no habla mucho de su familia. Creo que se lo contó a Gina después de unos quince años viviendo con nosotros sin decir ni una sola palabra. Y Gina nos lo contó a nosotros para que lo integremos. Claro que cada uno a su manera, pero en fin, hacíamos lo que podíamos. - Él suspiró. - Va a matarme si se entera que te lo conté, pero aquí va... - Sentí como si ambos estuviéramos acercándonos al teléfono para contener el secreto en secreto. - Él mató a toda su familia cuando se convirtió. - Me quedé completamente petrificada, sin habla y sentí hasta que el frío comenzaba a trepar por mi espalda. - Sus padres, y su hermana y su hermano, que eran más pequeños. A todos. - ¿La niña de la foto estaba muerta? ¿Duncan la había matado?- Lo que nos pasa es una jodida maldición Kels, lo juro. No se parece en nada a un milagro ni un don, es una jodida mierda. Todo se torna negro y ya no distingues de la gente a la que amas y a la cual jamás dañarías. Duncan no es el mismo desde ese día, eso es obvio. - Negué con mi cabeza sin poder creer lo que estaba escuchando.
- Wow. - Se escapó de mis labios sin querer. - Entonces si un vampiro te muerde, no te conviertes en vampiro. - Eso también era una duda interna. Alex rió.
- No, claro que no. La única manera en que te puedes convertir en vampiro, es si alguno de ellos te da de su sangre. Como si fuera una transfusión, o algo parecido, ¿entiendes? - asentí con la cabeza sin darme cuenta que Alex no podía verme. - Si un vampiro te muerde, y sigues vivo, entonces te felicito, debes ser la persona del millón. - Y otra vez ese maldito frío recorriendo mi espalda.
- ¿Una de un millón? - pregunté horrorizada.
¿Yo era ese uno de un millón?
- Sí, ya sabes, la sed de sangre. Es jodidamente fuerte cuando eres un cazador y estás acostumbrado a beberla a diario. Es más fácil que alguno de nosotros te suelte, ya sabes, podemos controlarnos mucho mejor, pero aún así tienes que tener la jodida suerte de tu vida. O deberías saber demasiado mal. - Alex rompió en risas y yo reí forzadamente.
Ja-ja, qué chistoso.
- En fin, ¿cómo fue tu noche con Aaron? - creo que estaba demasiado abrumada por toda la nueva información que acababa de recibir y no tuve el tiempo de reacción correcto como para inventar una mentira.
- ¿Cómo sabes? - dije antes de siquiera intentar mentir.
- Porque ayer no apareció por casa y definitivamente no durmió aquí, porque no está. Además de que tardaste en atender y de que comenzaste a susurrar hasta que cerraste la puerta de la habitación.
Genial, mi mejor amigo era Sherlock Holmes, que divertido.
- Te odio, ¿lo sabes? - él rió.
- Soy demasiado lindo como para que me odies. - Revoleé los ojos. - Ya, cuéntamelo todo, pero sin detalles sucios. Deja que Aaron se encargue de eso cuando llegue a casa. - La cara de repugnancia que apareció en mi rostro, probablemente fue épica.
- Lo más sucio que pudo haber pasado ayer, fue él besando la punta de mi nariz, asqueroso. - Dije con asco.
- Mentira... ¿Él fue a tu casa y ni siquiera te besó como es debido? Ese chico necesita una seria charla con Chad o Connor, con rapidez. -Reí.
- Apareció en mi ventana completamente borracho, recitando a Shakespeare en Romeo y Julieta, no sabía si tenía que revolearle una maceta o si derretirme como una estúpida profesional.
- Espera... ¿Dijiste borracho? - Junté mis cejas.
- Sí, borracho. - No entendía su risa. No entendía su risa para nada. - Ja, graciosísimo.
- Lo siento, perdón. - Alex respiró intentando calmar su risa. No sabía por qué, pero ya empezaba a irritarme y todavía no había dicho nada. - Los vampiros no pueden emborracharse Kels, ¿estás segura de lo que estás diciendo?
¿QUÉ?
- ¿Cómo que no pueden emborracharse? Él estaba borracho. Y no estoy loca. - Sentí a Alex carraspear con la garganta. Me importaba una mierda que mi tono de voz lo pusiera incómodo, Aaron había venido a mi casa borracho, él mismo lo había dicho.
- Bueno, a veces sentimos ese mareo y la inestabilidad que produce el alcohol en los humanos, cuando bebemos de sobre manera sangre humana. No creo que Aaron haya bebido sangre, lo sabríamos. Pero si no... El alcohol no nos produce nada. No sé por qué, creo que tiene algo que ver con las células transformadas o la curación, en serio.
¿QUÉ?
- Ya lo hemos intentado, ¿sabes? No funciona, nunca. - No entendía su risa de nuevo. No la entendía. - ¿Estás segura que él estaba borracho? - Apreté mi mandíbula.
- Ahora que lo dices, no estoy tan segura. Te llamo después Alex. - Corté el teléfono con furia antes de que él pudiera siquiera intentar arreglarlo con sus palabras. Caminé hasta mi habitación completamente enojada. Verlo dormir ya no tenía el mismo efecto de hace cinco minutos.
Quería ahorcarlo, con fuerza. Quería asfixiarlo con una maldita almohada hasta que se quedara sin respiración, y luego bailaría sobre su cuerpo riéndome. El malnacido me había mentido. Me había mentido bien feo. E iba a matarlo, juro que iba a matarlo.
Arranqué la almohada que tenía bajo su cabeza en un intento de despertarlo de manera brusca para poder tomar tan sólo un poco de venganza. Pero el idiota en cuestión, tenía el sueño pesado y siguió pareciendo un ángel diabólico mientras dormía.
Tenía este tremendo instinto asesino que no sabía de dónde había venido. Pero iba a matar a alguien, eso era seguro. Y ese alguien iba a ser Aaron si no se despertaba en este segundo y me daba sus debidas explicaciones.
Tomé la almohada con fuerza y la estampé contra su maldita cabeza para que se despierte. Pero claro que no funciono, porque al parecer, los vampiros tienen el sueño jodidamente profundo. Volví a golpearlo repetidas veces porque quería despertarlo. Quería esas benditas explicaciones ahora mismo.
- ¡DES-PIER-TA-TE MALDITA-SEA!- Le grité mientras lo seguía golpeando. Sólo por un pequeño segundo, me preocupe porque tal vez, él estaba muerto y yo estaba maltratando su cuerpo. Estaba dejando mis huellas, la evidencia. La policía me encontraría antes de que pueda poner un pie en Oklahoma... Me despreocupé cuando vi que comenzaba a moverse e intentaba cubrir su rostro de mi ataque de almohadas. Hasta que en un momento se cansó y la quitó de mis manos haciendo que parara.
- ¿QUÉ TE PASA? ¿ACASO ASÍ SON LAS PIJAMADAS PARA TI? - él no podía gritarme. No tenía el maldito derecho de gritarme.
- Me mentiste. - Frunció sus cejas como si no entendiera de lo que estaba hablando. - ¿Borracho? ¿Cuánto creías que iba a durar tu mentirita, eh? - Aaron pareció comprender todo en un instante. - Sí, exacto, me mentiste. En todo.
Y la verdad, me importaba muy poco si estaba borracho o no. Me importaba todo lo que había dicho. Porque él probablemente había mentido con todo lo demás. Porque al parecer, Aaron Lawrence ama mentir, ama mentir más que así mismo. Y eso de que me quería y que deseaba que ese momento juntos jamás acabara, también era mentira. Todo había sido una mentira. Sus sentimientos, sus pensamientos, su actitud, el romanticismo. Lo único que no había sido una mentira, era mi maldita ilusión y las mariposas en mi estómago.
Las ganas de matarlo habían aumentado.
- Quiero explicaciones. - Dije firmemente.
- No me vas a creer si te lo digo.
- Inténtalo.
- Kelsey...
- ¡TE DIJE QUE LO INTENTES! - necesitaba calmarme.
- Es que creí que si estaba borracho ibas a creerme. - No me gusta que sus ojos demuestren verdad, no me gusta que sean genuinos maldita sea.
- Pues es todo lo contrario, ahora sólo pienso que me mentiste todo este tiempo. - Me crucé de brazos y miré al suelo intentando no observar sus ojos porque iba a decir que sí a lo que sea que me propusieran. Era más fuerte que mi propia voluntad.
- ¿Los humanos no dicen que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad? - Aaron tomó mis brazos.
- Exacto; los humanos. - Él revoleó los ojos y se paró, invadiendo mi burbuja de espacio personal. Peinó su cabello y tuve que tragarme las ganas de saltar sobre él y romper sus labios en un beso. Restregó sus ojos y aclaró su garganta.
- Kelsey... - Me dijo con esa voz de recién despierto. Esa voz entre dormido y ronca que me estaba a punto de llevar a un desmayo. Literal. - Estoy completamente arrepentido por lo que pasó el viernes. No quise hacerlo. No sé qué me pasó. No quería lastimarte y tampoco quería que pasara todo esto. - Suspiró y acarició mi mejilla con uno de sus dedos. Corrí mi cara tan solo un poco, pero él no se rindió, y su dedo se quedó en mi cara haciendo pequeñas líneas que no llevaban a ningún lado, ni tenían ninguna forma, pero que me hacían sentir más de lo que nunca había sentido en mi vida. Mordí mi labio para aguantar mis ganas de hacerle de todo. - No mentía, cuando dije que deseaba que ese momento nunca acabara. - Su cara se acercó más a la mía y ambas de sus manos mantuvieron mi rostro fijo. Y mis ojos no habían podido despegarse de los suyos ni por un maldito segundo. Odiaba tanto que tuviera éste efecto en mí. - No mentía, cuando dije que te quería. - Mi respiración se cortó y mis brazos cayeron a mis costados prácticamente muertos. Abrí mis ojos con impresión y miedo y un millón de cosas que no podía descifrar en ese momento. Mi corazón estaba tan jodidamente acelerado, que hasta pensé que tenía un ataque de epilepsia o tal vez taquicardia. Aaron sonrió. - Te quiero, Kelsey. Más de lo que jamás me imaginé que te querría. - Mordí mi labio con fuerza y hasta sentí que comenzaba a sangrar.
- Te odio tanto... - Él juntó sus cejas, sin dejar que esa sonrisa desapareciera. - Odio tanto que sepas comprarme con cualquier estupidez, Aaron. Se supone que mujeres como yo no deben caer ante tontos vampiros como tú. Se supone que yo tengo que hacerte retorcer de sufrimiento por haberme hecho sufrir y desvelarme por las noches. - Solté el aire que estaba conteniendo. - Mis pensamientos sobre ti me quitan el sueño Aaron... Y me da miedo estar pensando en ti todo el tiempo. Me da miedo que termines siendo el idiota de todas las novelas y libros que he leído y me rompas el corazón. - Negó con la cabeza y lo interrumpí antes de que pudiera hablar. - Es demasiado cliché, lo sé... Pero no quiero que lo hagas. Y si lo haces, juro que te patearé el trasero tan jodidamente fuerte, que no podrás sentarte por más de dos días Aaron, lo juro. - Su sonrisa me hizo sonreír.
- Prometo que jamás te romperé el corazón...- Reí.
- Y ahora, para hacerlo tan solo un poco más cliché, tú vas a besarme hasta que me falte el aire y me duela la cabeza por eso. - Aaron acercó mi cuerpo al suyo.
- Nadie dijo que los clichés fueran tan jodidamente malos. - Sus labios se estamparon con los míos e intenté no sonreír ante eso. Él se alejó con su ceño fruncido. - Tu aliento es horrible por las mañanas. - Partí en risas mientras lo golpeaba en el hombro.
- El tuyo es igual, cierra la boca. - Volví a besarlo mientras él seguía haciendo ruidos con su boca como si le desagradara lo que estaba haciendo. - Te odio. - Le dije con los ojos cerrados.
- Yo te odio a ti. - Él subió las cejas y me abrazó por la cintura subiéndome hasta su altura. No me había dado cuenta que era tan alto, hasta que tuve que poner mis pies en puntitas sobre los suyos para poder alcanzarlo. - Tal vez 'te odio' sea nuestro 'siempre', Kelsey Brooks. - Casi, CASI, grito de la emoción, pero él me calló de un beso al ver mi cara de sorpresa. - Sí lo leí. Sí, lloré. No hagas una historia de esto. - Volvió a besarme con fuerza mientras sonreía. Ya me estaba acostumbrando a sonreír cada vez que Aaron me besaba. - Te odio. - Me separé de él y mordí mi labio.
- Te odio. - Repetí con la sonrisa más grande que había tenido en mi vida. Y estaba tan segura de ello, que me aterraba. ¿Pero qué importaba? Si Aaron me rompía el corazón, yo le rompía el trasero. Era lo justo.
Pero por alguna extraña razón, mientras él me besaba y me hacía reír con sus ruidos desagradables y su aliento a búfalo, que al parecer tenía en las mañanas (el cual me encantaba, y no me quejaba de eso para nada), sentía como que Aaron no rompería mi corazón. Sentía que él era uno de los buenos. De esos que valen la pena.

Aaron Lawrence Donde viven las historias. Descúbrelo ahora