Aaron CAP:51

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Capítulo 51:

Toda esta previa me estaba matando de a poco. El estómago cada vez se me achicaba más y más y rogaba que no terminara vomitando en el piso de la sala de los Lawrence, en frente de ellos. Sería lo último que me faltaba.
- Hablaré con ella primero. - Les susurró Aaron, mientras ninguno despegaba su mirada de mí. Luego de unos segundos, en los que todos se quedaron estáticos en sus lugares, incluso yo, Gina y Jonathan se pararon y comenzaron a caminar hacia afuera. Todos los siguieron, uno atrás del otro. Pero esta vez, ni siquiera Alex pudo verme a los ojos mientras salía por la puerta y la cerraba. - Kelsey, no enloquezcas. - Fue lo primero que me dijo Aaron, mientras revoleaba mi bolso a alguna esquina del cuarto, ni siquiera estaba segura si había roto algo o si había aterrizado sobre el suelo. Caminé con rapidez y me puse frente a él, que me había seguido con la mirada por cada paso que había dado.
- ¿¡Que no enloquezca!? ¡PERDISTE EL DERECHO DE PEDIRME ESO EN EL MOMENTO EN QUE TODOS ME MIRARON COMO SI ALGUIEN HUBIESE MUERTO! - Aaron no respondió, y de repente se me hizo un nudo en la garganta, incluso más grande que la masa que invadía mi estómago, y mi vista se nublo. Me senté en el sofá junto a él de repente y apoyé mis manos temblorosas sobre mis rodillas. - ¿Es Jake? Dímelo. Puedo soportarlo. - Aaron tomó una de mis manos con las suyas y sentí su mirada sobre la parte derecha de mi rostro.
- ¿Qué? ¡No! Te juro que Jake está bien. - De pronto sentí que volvía a respirar y junté las cejas mientras lo veía.
- Pero acabo de ver a Tris roncando en su cuarto. - Negó con la cabeza.
- Nadie se murió, Kels. - Tragó saliva y me acomodé sobre el sofá para verlo directamente a los ojos.
- Dime qué está pasando. Ahora mismo Aaron. - Por un segundo, mi propia voz retumbó en mis oídos, y me di cuenta que había sonado igual que Gina cuando Chad hacía alguna de las suyas. Aaron se acomodó en el sofá al igual que yo y me miró a los ojos por unos cuantos segundos que duraron una eternidad. Acarició mi mejilla con uno de sus dedos, y dejó caer la mano sobre mi pierna.
- No he sido completamente honesto contigo. - Sentí que mi rostro se arrugaba de a poco. Lamió sus labios y volvió a acomodarse en el sofá. La palabra 'nervioso', quedaba corta si me refería a cómo se encontraba Aaron en este momento. - ¿Recuerdas que hace mucho tiempo, tú me preguntaste sobre los vampiros, y yo te dije que la verdad, era que no sabíamos mucho de su origen? - Asentí con la cabeza, para que supiera que recordaba a la perfección ese día. Me había obligado a bailar con él sin música. Sonreí interiormente. - Te mentí. - Mis cejas se juntaron aún más y al notarlo, se apresuró a hablar. - Te mentí porque no sabía si podía confiar en ti. Y luego, cuando me di cuenta de que sí podía contarte lo que sea, omití ese tema. No sé por qué, sólo lo hice. Pero ahora... Tú necesitas saberlo todo. - No estaba enojada. Tal vez un poco confundida. Confiaba en que él había tenido sus razones en el pasado, pero si iba a contármelo ahora, no tenía por qué causar una escena que era claramente innecesaria. Tampoco quería crear una pelea cuando Aaron parecía tan nervioso. - Sabes que siempre bromeamos sobre que somos los hijos perdidos del diablo, y que cuando muera y me convierta en cenizas iré al infierno... - Asentí con la cabeza otra vez. No sabía qué responder con exactitud. - La verdad, es que no somos hijos del diablo. Es, más bien, nuestro abuelo.
¿QUÉ?
- ¿QUÉ? - Mi cabeza empezó a dar un millón de vueltas y no pudo evitar recrear la imagen de Aaron disfrazado de diablo hacía unas cuantas noches, en la fiesta de Halloween.
- No es nuestro abuelo realmente. Es algo así. La historia es muy larga, y necesito que no interrumpas para que puedas entenderla. - Estaba muda, y sentía que mi boca caía hasta el suelo, si es que ya no estaba más abajo. - ¿Sabes la historia de Dios y Lucifer, el arcángel rechazado por su padre? - Pestañeé dos veces, intentando decirle que obviamente la conocía. - Lucifer fue desterrado a la Tierra, junto con todos los ángeles que lo seguían, y desde ese momento, él juró exterminar a la raza humana, por ser la causante del supuesto odio de su padre. - No entendía qué tenía que ver esto con el origen de los vampiros. - Fue el responsable de instalar el pecado en el mundo e hizo que las almas humanas que habían sido tentadas para pecar lo siguieran hasta el infierno, el que él mismo había creado. Cuando se dio cuenta que los humanos eran demasiados, y que la mayoría aún eran fieles a Dios, decidió hacer algo con las almas que eran torturadas en el infierno, y de ahí nacieron los demonios. Estas... Cosas, eran algo así como los súbditos de Lucifer y eran reclutados para manchar todas las almas humanas que pudieran con pecado, y así mandarlas al infierno. - Levanté mis manos deteniéndolo. Sabía que me había dicho que no debía interrumpirlo, pero tenía un buen punto.
- ¿Sabes que todo esto sólo son historias, verdad? No es cierto. - Aaron no respondió y en cambio me miró a los ojos por un largo tiempo. Acarició una de mis manos y sonrió con toda la tristeza del mundo. - Oh por Dios. - Estaba hablando en serio. Todo esto había pasado en serio. - Oh por Dios. - Volví a repetir sin querer. No volvería a interrumpirlo por mucho tiempo.
- Luego de años de este sistema, comenzaron a haber rumores, enviados directamente del cielo, sobre una guerra. Los ángeles no parecían estar nada felices y supuestamente estaban creando un ejército para combatir a cualquier demonio que perturbara la paz en la Tierra. Así que los demonios decidieron hacer lo mismo. Crearon criaturas a partir de su sangre, usando hechicería de la más antigua, y contagiaron a los humanos con, lo que le podríamos llamar, veneno. - Hizo una mueca con su boca. - Y así nacieron los vampiros, y los hombres lobo. Y un montón de otras criaturas que no tengo tiempo de nombrar.
- Oh por Dios. - Volví a balbucear.
- Los demonios tenían su ejército creciendo en la Tierra, infectando a los humanos con esta rara enfermedad, que, o los mataba si no podían soportarlo, o los convertía en cualquier cosa que no tenía derecho de ser llamada 'humano'. Los convirtieron en súbditos, y les robaron el alma a todos y cada uno de ellos. Los lobos estaban designados a ser los sabuesos de los vampiros, buscando cualquier amenaza angelical que pudiera haber sobre la Tierra y los vampiros eran los responsables de robar almas y esparcir la enfermedad que les había sido otorgada por los demonios. - Junté las cejas.
- ¿Robar almas? ¿Cómo robaban las almas? - Aaron suspiró pausadamente y tomó mis manos con fuerza.
- No tenemos alma, Kels, por eso nos llaman muertos vivientes. Según el cristianismo antiguo, se separa a las cosas vivas y muertas, si es que tienen alma o no. A pesar del movimiento o que tengan las mismas facultades que cualquier ser vivo, si no tienen alma, no están vivos. Y no lo estamos. - Me dieron unas ganas terribles de abrazarlo y decirle que no me importaba nada de eso, que para mí él tenía alma y estaba vivo, y lo amaba con todo lo que era de mí y si tuviera la oportunidad de amarlo más, lo haría, aunque no fuera posible. - Es por eso que nos alimentamos de la sangre de humanos, o también de animales. Tienen alma. Y lo que nosotros en verdad necesitamos para subsistir, es un alma. Cuando absorbemos su sangre, en realidad nos estamos alimentando del alma que los hace ser humanos. - Tragó saliva, y refregó sus ojos. Se notaba que no le gustaba que me enterara de todas estas cosas, no estaba muy segura de por qué, pero algo me decía que Aaron no quería que yo pensara que él era un monstruo, aunque no lo pensaría jamás. Lo amaba tal cual y como era, no había nada que pudiera cambiar eso. - Cuando un humano es infectado con sangre de vampiro, su alma se consume, porque es todo lo bueno que una persona posee, y al no soportar tanta... Maldad, desaparece. Si el humano puede sobrevivir sin alma, se convierte en un vampiro, de lo contrario, muere. Con los animales pasa lo mismo, pero nunca hemos visto a uno sobrevivir. Los lobos también pueden infectar a los humanos con su mordida, pero es muy poco común que sobrevivan. A diferencia de los vampiros, el alma de los lobos logra, de alguna forma, volver a su estado normal cuando no están convertidos, es decir, que cuando son humanos, su alma está ahí, como la de cualquier persona normal, pero cuando se convierten en lobos, se transforma de alguna manera, para poder sobrevivir al cambio, pero no está allí, no actúa como en cualquier humano. Es como si estuviera dormida, y se despierta cuando vuelve a su estado normal. Es otra de las razones por las cuales duele tanto el cambio. Tú has escuchado hablar a Jake sobre esto probablemente, sabes a qué me refiero. - Asentí con la cabeza apenas. Esto me estaba golpeando en la cara por sorpresa. - Cuando los lobos se dieron cuenta, que en realidad eran más parecidos a los humanos que a los demonios, y los sentimientos jugaron en su contra, traicionaron a los vampiros y comenzaron a proteger a los humanos como pudieron. Esa es la verdadera razón por la cual nos odiamos. - Junté las cejas al recordar la historia que Aaron me había contado, sobre el vampiro que asesinaba a mujeres en territorio de lobos.
- Pero tú me dijiste...
- Ya sé lo que te conté. - Me interrumpió. - Pero era mentira. Es una vieja historia que Alex alguna vez me contó, luego puedes preguntarle a él si quieres. - Me costaba tanto ver a Alex como un asesino, aunque sabía que en algún tiempo lo había sido, porque él mismo me lo había contado. Pero verlo ahora, e imaginármelo como él mismo se describía... Me resultaba tan extraño. - El punto es, que necesito que me digas que entiendes todo lo que te conté. - Asentí con la cabeza y tomé sus manos.
- Sí, lo entiendo. Y lo acepto. No soy quién para juzgarte Aaron, yo también he hecho cosas malas. - Él parecía encerrado en su propio mundo, mientras se movía nervioso y veía hacia el sofá. - Lo único que no llego a comprender, es por qué decidiste contármelo ahora. - Sus ojos volaron a los míos de repente y su mano se soltó de mi agarre. Parecía un animal asustado y me hizo recordar a Blaze en el momento en que lo conocí en aquella tienda de mascotas. - Sabes que puedes contarme lo que sea. - Dije, intentando darle un poco de coraje. Aceptaría a Aaron por lo que era, no por lo que había hecho en algún pasado. Excepto el prostíbulo de vampiras, eso era otro caso que nunca habíamos llegado a resolver. Respiró profundamente, pero aún así, mantuvo sus ojos alejados de mi rostro.
- ¿Recuerdas ese día en el que... Ya sabes, en el que yo... Te mordí? - Luché por no sonrojarme y, en consecuencia a eso, solté una risa nerviosa que probablemente había sonado como la de una niña de cinco años.
- ¿Vas a decirme que robaste mi alma? - Reí otra vez y los ojos de Aaron volaron a los míos de repente.
- No lo hice. Ese es el problema. - Mi garganta se quedó seca de repente, y la risa que se me había escapado desapareció en el aire como si se tratara del humo de un cigarrillo que no existía.
- ¿Qu-é? - Alcancé a decir, lo suficientemente alarmada como para que Aaron tomara mis manos otra vez. El sonido de la puerta nos interrumpió, y mis ojos volaron hacia Duncan, que apareció desde la puerta que daba a la cocina, con un vaso de agua sobre una bandeja plateada y Kelsey, la gata que le había regalado a Aaron, en su hombro. No le di importancia, ni siquiera me hubiera fijado en él si no hubiera hecho tanto ruido mientras dejaba todo en la mesa frente a nosotros y se sentaba en el sofá que estaba vacío. Nos miró a ambos, con la mirada escéptica que siempre tenía, pero lo noté diferente cuando sus ojos se posicionaron en mí. Tomó un trago lo suficientemente largo de agua, mientras la gata se fastidiaba por el movimiento, y buscaba más comodidad en las piernas de Aaron. - Alguno de los dos dígame qué mierda está pasando. - La cabeza me empezaba a latir y sentía que hacía cada vez más calor.
- Kelsey, Duncan quiere contarte su historia, para que comprendas un poco más lo que está sucediendo. - Anunció Aaron después de un prolongado silencio que me puso más nerviosa.
- Bien. Quiero saber qué mierda le pasa a mi alma. - Una ligera presión se instaló en mi pecho y cuando miré hacia abajo, noté que mi mano se encontraba apretada de manera instintiva, debajo de mi clavícula.
- Yo no... - Duncan masajeó su frente. - Dios, no sé cómo empezar.
- Por la parte en donde me dicen qué le pasó a mi alma. - Sentía una desesperación que se iba instalando en todo mi cuerpo y no sabía si eso era sano para mí. Me obligué a calmarme, y a repetirme internamente que no había nada malo en mí, que Aaron era muy malo para explicarse y que Duncan podría decirme que todo estaba bien y que de lo único que debía preocuparme, era de que Chad había decidido hacer un viaje de un mes y que por eso todos habían tenido esa cara de completo susto. Lo extrañaría, obviamente, pero un mes no era para siempre. Podía soportarlo.
- Esto sucedió hace mucho tiempo Kelsey, tienes que entender que la época era diferente y las creencias eran completamente exageradas. Todo el mundo daba lo que fuera por un pedazo de pan para alimentar a su familia o un chelín con el cual pagar los impuestos que daba el rey, porque si no los pagabas, tu cabeza rodaba en frente de una multitud demasiado emocionada. - La mano de Aaron tomó la mía y la dejó caer sobre mi pierna. Duncan observó nuestras manos juntas, y miró al suelo. Sus ojos se notaban tristes, y me daba cuenta por su voz, que le costaba muchísimo hablar de su pasado. - Yo trabajaba en la granja con mi familia, y vendía lo que cultivábamos en el mercado central, mi hermano Jaxon... Él me ayudaba en lo que podía, pero nunca fue bastante bueno para el trabajo, aunque era muy inteligente. Mis padres venían de una familia muy humilde, y Jaxon nunca les perdonó ser lo suficientemente ricos o nobles como para mandarlo a la escuela. Mi... Mi hermana. - Su mano despeinó aún más su cabello y sus ojos se dirigieron a los míos. Había tanto dolor en esos ojos. - Cassandra. Era demasiado pequeña para trabajar, pero amaba las flores. Solía robarlas de algún jardín que encontraba y yo la ayudaba a venderlas en el mercado. Siempre me pedía quedarse con la última para ponerla en su ventana. - La sonrisa que se había posicionado en su rostro, estaba rompiendo algo dentro de mí. - Luego de muchos años, antes de que el incidente ocurriera, descubrí que mis padres estaban ligados a una secta. No recuerdo muy bien su nombre, pero era muy conocida en mi época. Estaba muy cercana a la brujería, y no sé cómo sucedió y tampoco quiero enterarme, pero una noche, después de volver del mercado central, entré a mi casa... Y todo era un desastre. - Respiró profundamente y sacó todo el aire pausadamente. Sus ojos aún no se despegaban de los míos, y la mano de Aaron se apretaba cada vez más sobre la mía. - Todo estaba en llamas, y había un montón de símbolos extraños pintados por las paredes y no estoy seguro de lo que vi, pero definitivamente no era humano. - Volvió a masajear su frente con sus dedos y miró a Aaron, que le hizo una seña con su cabeza, incitándolo a que siga. - Mis padres estaban entre todo ese caos, haciendo absolutamente nada. Corrí hasta la habitación de Cassandra y Jaxon y los obligué a seguirme. Eran sólo dos pequeños, estaban tan asustados. No recuerdo todo con detalles, a pesar de que pasó mucho tiempo, aún creo que mi cerebro intenta reprimirlo todo. Sólo sé que nos atacaron, y cuando me desperté, Jaxon y Cassandra estaban muertos junto a mí. - Tragué saliva y contuve todas las ganas de abrazarlo que me invadían desde lo fondo de mi corazón. Apreté la mano de Aaron, y él hizo lo mismo. - Mis padres lloraban sobre el cuerpo de Jaxon mientras las llamas seguían creciendo y antes de que la casa se cayera sobre nosotros, tomé a Cassie en mis brazos y corrí todo lo que pude hasta que mis piernas no dieron más. Estaba en el medio de la nada, y había perdido a toda mi familia. - Sentía que me daban ganas de llorar, y no sabía cómo controlarlo. Sabía que una parte de mí siempre le había tenido miedo a Duncan porque creía que había matado a toda su familia, y si él le había hecho eso a su propia sangre, ¿se imaginaban lo que podría hacerme a mí si lo molestaba? Pero en este momento, tenía ganas de golpearme, por todas las veces que lo había juzgado, sin conocer su historia. Me sentía una estúpida. Una horrible persona. Y me hubiese gustado que alguien me abofeteara en el rostro por ser tan poco comprensiva. En lo posible, quería que Duncan lo hiciera, para poder sentir un poco menos de culpa. Pero sabía que no ayudaría en absolutamente nada.
- Kelsey, necesito que entiendas que no estábamos seguros de esto hasta este preciso momento, y no queríamos crear un caos de algo que tal vez sólo fuera un delirio. - Junté las cejas al escuchar a Aaron. Lo miré y él me miró y todo quedó en el aire como si esperaran que entendiera todo lo que sucedía.
- Luego de que todo eso ocurrió... - Observé a Duncan que volvía a relatar la historia. - Corrí a la única persona que creí que podría ayudarme. Mi casa había sido reducida a cenizas, mis padres estaban muertos y Jaxon también lo estaba... O al menos hasta ahora, siempre creí que así había sido. - Jugó con sus dedos en un gesto que se me hacía demasiado familiar. - Se rumoreaba que una vieja bruja se escondía en una cabaña adentrada en el bosque, y sí, suena estúpido, pero las brujas eran muy comunes en esa época, y aún más la magia negra. El bosque era espantoso y no sé cuánto tiempo estuve caminando con Cassie en mis brazos, fueron demasiadas horas en la oscuridad como para enterarme. Por casualidad encontré la casa y llamé a la puerta completamente desesperado. No recuerdo qué fue lo que le dije para que confiara en mí, sólo sé que accedió a ayudarme siempre y cuando le diera lo que ella quisiera a cambio. Pusimos a Cassie sobre la mesa y ella me dijo que aún no estaba muerta, pero que estaba a punto de hacerlo. Me dijo que había una manera de hacer que Cassie sobreviviera sin un sólo rasguño, y esa solución era darle de mi propia sangre. Y allí me enteré que de alguna manera retorcida, mis padres me habían convertido en vampiro. - Sus ojos lo decían absolutamente todo, y mentiría si dijera que no había derramado unas cuantas lágrimas mientras hablaba. Duncan no era nada de lo que pensaba, y me arrepentía tanto de haberlo juzgado tan mal. - Hice todo lo que me dijo que hiciera, y sólo faltaba esperar a la reacción de Cassie, porque como Aaron ya te habrá dicho, el humano puede tener una mala reacción y puede morirse mientras intenta adaptarse. En fin, me dijo que volviera en una semana, que Cassie estaría inconsciente y no despertaría hasta que haya funcionado, o moriría si mi sangre era demasiado poderoso y su alma no podía soportarlo. Después de negarme rotundamente a dejarla con una persona que acababa de conocer, me fui a buscar más ayuda entre los vecinos de nuestra aldea, descubrir qué había pasado con mis padres, con Jaxon, intentar conseguir un barco que zarpara lo antes posible para poder irnos de ese lugar del infierno... - Negó con su cabeza y, tal vez estaba alucinando, pero me pareció ver que sus ojos se cristalizaban un poco, y juraba que si Duncan se largaba a llorar ahí mismo, yo me moriría junto a él. - Cuando volví a la casa del bosque, me di cuenta que algo andaba mal, porque Cassie ya no estaba, y la bruja, Sara Hellen, así se hacía llamar en mi época, también había desaparecido. La casa estaba revuelta y destruida, y encontré una nota que decía que los aldeanos habían ido a buscarla para matarla porque estaba acusada de brujería. Yo apenas conllevaba mi autocontrol por la sangre humana y en ese momento, en el que me habían arrebatado todo lo que me hacía feliz, no sólo entré en pánico. Fue una ira profunda y arrastré con todo a mi paso. - Sus ojos volaron a los míos al igual que los de Aaron, y no sabía si era por las miradas, pero un pánico me entró al cuerpo de repente y me hizo helar la sangre. - He buscado a mi hermana desde entonces, y Jonathan y Gina me han ayudado en todo lo que han podido, pero la última pista... - Tragó saliva y apretó su mandíbula. - La última pista que tuve fue el orfanato Dream Hood. - Mi corazón se detuvo y se me hizo imposible respirar mientras sentía que Aaron se acercaba a mí y me abrazaba por los hombros.
- Oh Dios. - Logré articular con el poco aire que corría por mis pulmones.
De repente todo cobraba sentido.
Las caras serias. La repentina sinceridad. Jaxon. Mason. Duncan.
- Y luego fue cuando Jaxon apareció y su interés hacia ti...
La abuela de Jake. Los poderes que no funcionaban conmigo. Los repentinos reflejos.
- Oh Dios. - Repetí mientras Aaron me tomaba con más fuerza. De repente estaba parada e intentaba mantener el equilibrio. De repente todo daba vueltas. De repente me sentía débil y enferma.
- Tenía que saber si todas mis sospechas eran ciertas, si todo lo que había investigado sobre ti era cierto y si las fechas coincidían. - Me envolvieron las ganas de vomitar.
Aaron sospechando que había algo raro en mí. Las conversaciones de Duncan y Aaron que eran silenciadas en cuanto entraba a la habitación. Su odio hacia mí.
No. No era odio. Era confusión. Estaba confundido. Y yo también lo estaba.
- Kelsey, eres mi hermana. - Sabía que lo había dicho como una afirmación, sabía de lo que estaba hablando, lo comprendía perfectamente. Pero mi cerebro le seguía dando vueltas a la oración como si intentara buscarle el error, la parte no cierta, la equivocación, la mentira. Un eco distante que sonaba como la voz de Aaron me invadió, pero las palabras en mi cabeza eran más fuertes y no me dejaban escuchar absolutamente nada a pesar de que podía ver sus labios moverse, completamente preocupados.
Caí en el sofá hecha un mar de lágrimas mientras negaba con la cabeza, sin poder creer lo que sucedía.

Aaron Lawrence Donde viven las historias. Descúbrelo ahora