Aaron CAP:25

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Capítulo 25:


Dejé mi bolso encima de la mesa y suspiré.
Estaba cansada. Recién volvíamos del bar de Bill y había sido un día duro. Bastante, para ser sincera.
Aaron y sus declaraciones eran la primera cosa que aparecía en mi mente. Sus dibujos, el hecho de que él no podía dejar de pensar en mí, ni yo en él, sin contar que la gente hoy en el bar había aumentado más que en las últimas semanas y mispiernas no daban más.
- ¿Quieres algo de beber? Papá y mamá no van a volver hasta muy tarde. Si quieres puedes quedarte a comer. - Tris le habló a Jake que nos había traído luego de nuestra jornada de trabajo. No me molestaba que se quedara a comer, ya que significaba que pediría pizza a la pizzería de siempre y no tendría que comer sus horribles fideos pasados y chiclosos.
- No creo que alguien tenga algún problema con eso... Déjame llamar a mi padre para avisarle. - Jake sacó su teléfono y marcó un número mientras Tris se acercaba a mí.
- ¿Pizza? - Obviamente sí. ¿Qué clase de pregunta era esa?
- Por supuesto, voy a cambiarme. No tengan sexo mientras no estoy. - Vi a las mejillas de Tris tomar color mientras me alejaba riendo.
Era divertido molestarla. Aunque un día de estos, y estaba segura, recibiría una buena cachetada si algo de lo que le decía no le gustaba y ella no estaba de humor como para procesarlo en forma de broma.
Abrí la puerta de mi habitación y un repentino frío recorrió todo mi cuerpo.
¿Por qué hacía tanto frío de repente?
Sobé mis brazos en busca de un poco de calor y divisé la ventana abierta.
Lo más probable es que Tris haya entrado a tomar algo de mi armario y como siempre, en un intento de hacer que su cuerpo de adolescente calentón y lleno de hormonas se enfríe, abrió la ventana y la dejó así.
Dios, odiaba que hagan eso.
La ventana o la puerta abierta, eran mi némesis. Tal vez nunca odie a nadie como odio a las personas que dejan mi puerta o mi ventana abierta. ¿Es que acaso no se dan cuenta que estamos en pleno invierno y yo soy una persona muy friolenta?
Agh, ya me puse de mal humor.
Tiré de mi bufanda. Como usualmente, no quería salir de mi cuello, lo cual me llevó a un pequeño momento de desesperación en el que pensé que iba a dejar esa bufanda en mi cuello para siempre porque no salía o iba a ahorcarme con ella en un intento desesperado de quitármela, o hasta incluso, creí que luego de unos años en los que estaría cansada de que la gente se burle de mí por llevar esa bufanda siempre en mi cuello, me colgaría de ella y me suicidaría por la depresión que eso me traería. Claro que, segundos después de sacar todas esas conjeturas, la bufanda se desenrosco de mi cuello fácilmente.
Me quité la campera y fui a tomar mi pijama (no-tan-pijama) del armario mientras maldecía a Tris por dejar que el frío se estacionara en toda mi habitación. Me saqué el uniforme de camarera y el delantal manchado y lo tiré en la pila de ropa para lavar que estaba en el piso. Rápidamente me puse el pijama sin discutir en frente del espejo con mi propio cuerpo, o incluso, hasta con la ropa que me hacía ver gorda.
Era una vergüenza que un chico tan lindo como Jake Contray me viera con estas pintas, pero mierda que me importaba muy poco. Era Jake. Prácticamente el oficial novio de Tris, casi mi cuñado, por problemas de genética mi no-hermano, y sabía que él no iba a sacarme una foto y no iba a mostrársela a nadie, así que me importaba muy, muy, muy, muy poco que Jake me viera así. En serio.
Me di cuenta que me fruncía las cejas a mí misma mientras veía mi reflejo en el espejo. Normalmente hacía eso... Todo el tiempo. ¿Pero qué podía hacer? Era fea, no tenía remedio, y no me importaba para nada.
- Linda. - Salté en mi lugar al escuchar la voz de Aaron detrás de mí.
Sí, era la voz de Aaron. Ya podía reconocerla donde sea.
- ¿Qué diablos haces aquí? - Me di la vuelta encarándolo mientras una mano iba a mi pecho instintivamente, que subía y bajaba demasiado rápido para mi gusto.
- Tú dijiste 'hablamos más tarde' así que supuse, que 'más tarde' significaba a las... - miró su reloj - 7:42 pm. En tu habitación. ¿Acaso supuse mal?
¿Por qué estaba sonriendo? ESTO ERA UNA LOCURA.
De repente, recordé que la puerta y la ventana seguían cerradas y... ¿Cuándo había entrado?
- ¿Cuánto tiempo llevas aquí? - Él sonrió y se encogió de hombros.
Maldición.
- El suficiente como para decir que eres MUY linda. - Mis mejillas se calentaron y era lo más estúpido del mundo, pero me había ruborizado como una estúpida niña de cinco años.
Alguien por favor, cálmeme inmediatamente.
- ¿Cómo entraste? - Lo mejor era cambiar de tema, ya que tomando en cuenta la manera de ser de Aaron, la cual seguía siendo una completa sorpresa para mí, él podía seguir por el tema por lo menos más de una hora o tal vez terminar enojado conmigo por ponerme un pijama en mi habitación.
Sí, podía pasar.
- Por la ventana. Deberías comenzar a cerrarla con candado o algo así, un asesino podría entrar. - Él se tiró en mi cama mientras hablaba y posicionó sus brazos detrás de su cabeza, haciendo que parecieran mucho más grandes de lo que eran.
- Uno acaba de entrar, y yo siempre cierro la ventana con su traba, tú la fuerzas. - Él juntó las cejas, mientras caminaba hacia él.
- Yo no soy un asesino. - Lo había dicho demasiado serio, y me había dado cuenta que no le había gustado para nada.
Está bien, había metido la pata.
- Como digas, ahora te tienes que ir. Inmediatamente. - Tiré de su brazo intentando que se levantara de mi cama porque mierda, Jake estaba aquí. ¿Acaso el no tenía un súper poder de perro que lo olía todo? Aaron se tenía que ir ya. - Tienes que sacarte la maldita costumbre de entrar a mi habitación por la ventana, ¿qué pasaría si algún día estoy desnuda? - Bueno, tal vez eso no tendría que haberlo dicho.
- Tal vez, y sólo por casualidad, yo también entraría desnudo a tu habitación... - Genial, ahora tenía la imagen de Aaron desnudo en mi cabeza.
Linda y dulce imagen de Aaron desnudo.
- ¿Estás pensando en mí desnudo, verdad?
¿Qué? ¿¡Qué!? ¿¡QUÉ!?
- No. Por supuesto que no. ¿Qué estás diciendo? No. Absolutamente no. Basta. Vete. - Él se levantó mientras reía y tapé su boca instantáneamente. Sentí sus afilados dientes morder mi mano y la saqué de su rostro al instante. Maldije por lo bajo, intentando que no se escuchara.
- Me mordiste. - Le dije en cuanto dejé mi pequeño teatro y junté las cejas. Él caminó hacia mí sonriendo.
- ¿Qué te puedo decir? Soy un vampiro. Amo morder. - ¿Esto tenía un doble sentido? ¿Algo pervertido tal vez? Bueno, que alguien me lo explique, porque su sonrisa está dándome demasiado en qué pensar.
- Te tienes que ir. AHORA. - Soné menos firme de lo que quería, pero de todas maneras, mi punto estaba dicho.- Jake está aquí. ¿Y sabes lo que pasará si Tris se entera? Mi cabeza va a estallar si escucho otro grito que salga de su boca... - Un grito se escuchó fuera de mi habitación y supuse que había sido Tris, porque bueno, Jake no tenía pinta de gritar como mujer.
- ¡Lo siento mucho Tris! Yo no quis... - era la voz de Jake.
- Está bien, no importa. De todas maneras tenía que cambiarme y poner a lavar el uniforme, está... - Y luego las voces se volvían menos claras, pero podía adivinar que Aaron estaba escuchando todo.
- ¿Entiendes? Te tienes que ir. - Empujé a Aaron un poco, pero no se movió de su lugar. Tenía su cabeza atenta en lo que estaba pasando afuera. Escuché unos pasos por el pasillo y me puse más nerviosa mientras lo empujaba más fuerte. - Vete. - Sus ojos volaron directamente a los míos llenos de un brillo malicioso que no me gustaba para nada. Tomó mis brazos haciendo que dejase de empujarlo.
- ¿Confías en mí?
Sí.
- No.
- Haces bien. - Me tiró contra el colchón y se recostó encima mío haciendo que nuestros rostros quedarán a unos pocos centímetros. Apoyó su peso en sus manos y sus piernas que me encarcelaban en contra de la cama, mis manos fueron a parar a su pecho, y no sabía si era para evitar que se acerque o para sentir sus pectorales alrededor de mis dedos. Los elefantes volvían a mi estómago y sentía como mi aliento caliente caía en su dulce rostro que me miraba con una sonrisa plantada en su cara que me encantaba, aunque odiara admitirlo, pero era la verdad.
- ¿¡Alguien podría explicarme que mierda está sucediendo aquí!? - Sentí el portazo de la puerta y luego de unos segundos en los que seguí mirando la sonrisa de autosuficiencia de Aaron, me di cuenta que alguien había entrado. Y luego me di cuenta que ese 'alguien' había sido Jake. Y luego me di más cuenta de que él estaba enojado y yo y Aaron no estábamos en una posición cómoda y fácil de explicar.
- ¿No te enseñaron a no interrumpir los momentos de la gente Contray?- Empujé a Aaron mientras intentaba levantarme pero me fue imposible. Era demasiado fuerte. Ya todos lo sabían. Pero de todas maneras tenía que seguir intentándolo.
- Te juro que no es nada de lo que te está pasando por la cabeza. - Volví a intentar sacármelo de encima o hasta tirarlo de la cama pero no era posible. Y pasar por el hueco entre sus piernas... No era recomendable. - Tris me pregunto si quería pizza y le dije que sí, y me vine a cambiar y de la nada él apareció aquí y... - me interrumpió.
- ¿Tú estabas desnuda y él apareció de repente? - parecía enojado pero petrificado al mismo tiempo por la situación.
- Eso no te incumbe. - Dijo Aaron.
- Claro que no. Yo estaba en pijama. Pi-ja-ma. Y él se coló por la ventana y luego escuchamos un grito y no sé cómo terminamos así, pero ya me cansé. Sal de encima de mí. - Aaron revoleó los ojos mientras le daba un último empujón sacándolo de mi burbuja de espacio personal. Me levanté de la cama y miré a Jake.
- Sentí tu asqueroso olor y tuve que tirarle la bebida encima a Tris para ver que no te estuvieras comiendo a la hermana de mi novia... - Aaron sonrió.
- Me la comería con mucho gusto. - Jake juntó sus cejas.
- Eres un puerco desagradable y... - interrumpí.
- Estoy aquí. Basta. Él sólo lo hace para molestarte. - Aaron rió.
- Nena, todo lo que hago, lo hago porque yo quiero hacerlo. Molestar al idiota culo de perro, es un extra que nunca estoy dispuesto a perder. - Luego de esas estúpidas palabras comenzaron una serie de gritos en susurros que me estaban poniendo de los nervios. Tomé la mochila que tenía la ropa que me había puesto hoy del colegio y caminé hasta la puerta.
- Cuando terminen de resolver sus estúpidos problemas de criaturas anormales y subnormales, llámenme. Mientras tanto, no me molesten... Y yo les diría que se apuren, porque Tris, no va a tardar mucho. - Salí de la habitación sin dejar que ellos se repartieran la culpa de lo que había pasado. Me cambié en el baño lo más rápido que alguna vez lo había hecho y tomé mis llaves para salir del departamento.
Estúpidas criaturas súper naturales.
(...)
Agh, estaba enojada.
Muy enojada.
Quería que un camión apareciera de la nada y se llevara puesto a Aaron y a Jake y luego los tirara diez metros sobre el suelo, y si eso no era suficiente que, tal vez, les pasara a ambos unas quinientas veces por encima, si había tiempo.
Había caminado hasta el bar de Bill porque claramente no sabía a qué otro lugar ir. Definitivamente iba a necesitar que alguien me diera un tour para presentarme el lugar en el que vivía, porque habían pasado cuatro meses y no sabía en dónde estaba mi trasero.
Abrí la puerta y me senté en la barra. Esto era insoportable. Todo este lío entre los lobos (de los cuales no sabía nada) y los vampiros (de los cuales tampoco sabía mucho) me estaba volviendo loca y sabía que iba a terminar por revolear algo en el aire, y por supuesto, luego de su trayecto, caería en mi frente. Porque soy conocida mundialmente por la chica con más mala suerte en todo el universo o tal vez, galaxia. Toda esa mierda de los mundos... Nunca lo había entendido.
Sólo quería que Bill se acercara a mí y me diera alguno de sus increíbles consejos o palabras que me hicieran sentir mejor así podría volver a casa y tendría la tolerancia de soportar a cualquiera que se acercara a mí a más de un metro.
- ¿Qué te sirvo? - subí mi vista a un apuesto chico que me miraba expectante.
- Yo... Es que... ¿Dónde está Bill? - bien, parecía una retrasada. Pero basta, ya estaba cansada de los chicos guapos en este pueblo.
Pero él... Parecía diferente. Como si lo conociera de algún otro lugar. Como si de verdad supiera quién era. Me resultaba familiar. Su cabello oscuro, sus ojos de un color poco definido (o al menos, yo no podía definirlo) y su maldito cuerpo malditamente musculosísimo. Sus brazos probablemente eran igual de anchos que mi cabeza. Parecía demasiado fuerte, los rasgos de su cara eran angulosos lo cual lo convertía en un modelo de revista y su graciosa y tierna nariz respingada me daban ganas de morderla.
Sí, canibalismo.
Vi sus labios moviéndose y deduje que estaba hablando. Me ordené a mi misma que debía escucharlo y no parecer tan tarada como en realidad era.
- Perdón, ¿qué? - Dije dejando que mis ojos se perdieran en la sonrisa que acababa de crear su cara. Dejó el trapo y el vaso que estaba secando en la mesa y me miró, fijamente.
¿Verde? ¿Celeste? ¿Verde azulado? No lo sé, son lindos y punto.
- Bill tuvo un problema y tuvo que irse, lo estoy cubriendo hasta que el bar cierre, ¿qué te sirvo? - Asentí como estúpida, porque siempre que conocía a un chico lindo tenía que arruinarlo porque mi anatomía funcionaba así y me obligué a hablar.
- ¿Agua? No. Espera... Licuado de frutilla. Sí, de frutilla. Me encanta. - Él asintió y se fue de la barra para preparar lo que había pedido.
Saqué mi mochila de mis hombros y suspiré cansada.
Que maldito feo día.
(...)
Casi toda la gente se había ido del bar. Sólo quedábamos yo, un hombre que se había dormido en una de las mesas, una pareja que no paraba de succionarse la cara y toquetearse y una vieja que estaba gritando y llorando mientras bebía de su botella de cerveza.
Lo siento anciana, pero si sigues gritando así, él no sólo va a hacerte cornuda con la vecina, con su secretaria y con tu mejor amiga también. Ya cálmate.
Los meseros del turno noche estaban limpiando y subiendo las sillas a las mesas, algunas luces estaban apagadas y yo seguía pensando, sentada como una estúpida. El licuado de frutillas ya se había ido a parar a mi estómago, pero jugar con la pajilla que estaba dentro del vaso era lo más entretenido que encontraba en este momento.
Suspiré una vez más mientras decidía que ya era demasiado tarde, sin contar que prácticamente me habían echado diez veces del lugar. Tomé mi mochila y la colgué de mis hombros. Caminé hasta la puerta y salí.
Wow, no recordaba que todo estuviera tan oscuro.
Sólo había un par de luces de faroles que alumbraban mi camino. Y si no hubiera investigado antes de venir a este pueblo que aquí sólo pasaba un robo al año, muy rara vez, jamás hubiera salido de noche. Bueno, pero si recordaba mi mala suerte, vagar por las calles desiertas de noche en un pueblo en el que nadie saldría a salvarme y podría atacarme un asesino, violador, pedófilo, estafador, golpeador, hombre lobo, vampiro, O HASTA UN HADA, no era para nada, una buena idea. Ni siquiera se acercaba a ser una mala.
- Hey tú... - me giré en mis pies y divisé en la oscuridad al chico que me había atendido en la barra. No sabía por qué, pero escalofríos habían recorrido todo mi cuerpo. - ¿Vas a irte sola? - Asentí con la cabeza, él se rascó la nuca. - Mira, es muy tarde y no creo que sea seguro que...
- Estoy bien, no va a sucederme nada. - Intenté sonreír para tranquilizarlo.
- Si quieres puedo llevarte. No tengo problema. - Negué con la cabeza y él juntó las cejas. - En serio. No tengo problema. - Parecía que estaba perdiendo su paciencia... No lo sé.
- Ni siquiera sé tu nombre.
- Mason, tú eres Kelsey.
¿Cómo lo sabía? Maldita sea, un violador.
- Está en tu mochila. - La señaló y miré hacia allí, confirmando que él tenía razón.
- De todas maneras, estoy bien, en serio. Vivo aquí, cerca. - Mentí un poco. Tal vez no tan cerca. Él subió su gloriosa cabeza y miró detrás de mí. Yo hice lo mismo con mis cejas juntas preguntándome quién podría estar allí.
No había nadie. Volví mi vista hacia él otra vez y para cuando me di cuenta, él había entrado al auto y se había ido como alma que llevaba al viento.
Que chico más raro...
Un sonido de la calle me desconcertó e hizo que me voltee a ver qué era lo que sucedía.
Un auto, o mejor dicho, una .nave espacial, gigante y completamente negra estaba parada frente a mí. Sentí terror por unos treinta segundos en los que pensé que iban a secuestrarme, hasta que la ventanilla del lado del conductor se bajó y vi perfectamente la cara de Aaron alumbrada por las luces de la calle y las del interior del auto.
Su ceño estaba fruncido y la forma en la que apretaba el volante con su mano me indicaba que estaba MUY enojado, y no sabía por qué.
- Sube. - Su voz firme me indignó un poco, porque obviamente no era un perro al que le podían dar instrucciones y yo tendría que obedecerlas. Generalmente, hubiese reprochado algo, le hubiese gritado o tal vez hubiese sacado mi zapatilla y se la hubiese revoleado por la cabeza. Pero no. Simplemente pensé que no quería verlo más enojado, caminé hasta el auto, abrí la puerta del copiloto y entré. Luego de segundos de abrir la puerta, Aaron arrancó a toda velocidad sin darme ni siquiera tiempo para saludarlo.
Y con las ganas que tenía de poner mis labios sobre su piel.

Aaron Lawrence Donde viven las historias. Descúbrelo ahora