Capítulo 33: "Parte uno"
- ¿Ya terminó? - Bueno, no estaba muy feliz y de buen humor por todo este
asunto. Eran las siete de la tarde, estaba completamente oscuro y nosotros
estábamos perdiendo el tiempo aquí, en el maldito partido de fútbol americano.
Ni siquiera sabía que Oak Hills tenía audiciones de porristas. Ni siquiera sabía
que Oak Hills tenía un grupo de porristas. NI SIQUIERA SABÍA QUE OAK HILLS
TENÍA UN EQUIPO DE FÚTBOL AMERICANO.
- Kels, ni siquiera ha empezado. - Jake me sonrió mientras suspiraba con
cansancio. No me gustaba estar rodeada de gente con la cara pintada y
banderas y todas esas cosas que yo no tenía. Además gritaban, me ponían
jodidamente nerviosa. Decir que Jake había comprado comida, si no, no iba a
poder soportarlo por mucho más tiempo.
- No entiendo por qué todos están gritando, es estúpido. - Metí un par de papas
en mi boca.
- Están alentando al equipo.
- ¡No están en el campo! - Metí tres papas más en mi boca.
- ¿Algo más que la malhumorada y molesta Kelsey quiera acotar como queja? -
Junté mis cejas mientras él seguía sonriendo.
- Sí. Estas papas están horrendas. - Metí tres papas más en mi boca.
- ¿Y por qué sigues comiéndolas?
- ¡Tengo hambre! - Todos a nuestro alrededor se pararon repentinamente y los
gritos se hicieron más fuertes. Jake y yo nos paramos de puro instinto para ver a
las porristas entrar con sus pompones y uniforme perfectamente limpio y
planchado.
Qué asco.
- Está hermosa. - Miré a Jake que estaba completamente embobado observando
a Tris con una sonrisa.
- Ya, ella siempre está hermosa tonto. - Las porristas comenzaron con su rutina
de baile y piruetas, y para ser sincera, no lo hacían tan mal... Bueno, nunca
jamás en mi vida había visto a un grupo de porristas, nada más en Triunfos
Robados, pero esa era una película. Tris coordinaba sus piernas con sus brazos,
lo cual logró sorprenderme diez veces más. - ¡VAMOS TRIS! - Grité alentándola,
Jake hacía lo mismo. Al finalizar su rutina, sacudió sus pompones y nos encontró
con su mirada, su sonrisa se hizo más ancha y nos saludó con su mano. Nosotros
hicimos lo mismo para luego aplaudir al equipo de fútbol que entraba a la
cancha. No tenían pinta de ser buenos. - ¿Qué tan malos son? - Le pregunté a
Jake mientras nos sentábamos para ver como el equipo contrario entraba en la
cancha. Él rió.
- Apestan.
Uf, esto va a ser aburridísimo.
(...)
Creo que si de verdad no fueran tan malos, estaría prestando atención a esto y
no se volvería tan aburrido. Es decir, me gustaban los deportes, más que nada
mirarlos, y si ellos pudieran dar un espectáculo que valga la pena, vendría a
todos los juegos a alentarlos. Claro que ahora, con su nueva carrera de porrista,
Tris querrá que venga a todos los partidos con Jake para darle aliento. Lo cual no
tiene sentido, ya que la porrista es ella, o sea que ella es la que debe dar el
aliento. De cualquier manera, las gradas estaban llenas a pesar de ser invierno y
estar al aire libre, la gente estaba abrigada, claro que Jake estaba más abrigado
de lo normal, por todo el asunto lobuno y del frío, que no llegaba a comprender,
pero tampoco iba a preguntarle. La verdadera pregunta era: ¿qué hace toda esta
gente aquí, cuando podría estar en su casa, comiendo o leyendo o trabajando o
haciendo algo mucho más productivo para sus vidas que esto, nada? Entendía
que era un pueblo pequeño y que todos se conocían con todos, pero, por favor,
estos chicos apestan. Mi dedo gordo del pie tiene más talento para el fútbol
americano que todos ellos juntos. El entrenador seguro querría cortarse las
pelotas. Aunque que lo hiciera me pondría feliz, porque era mi profesor de
gimnasia también. Si se las cortaba, tendrían que llevarlo al hospital y se
quedaría ahí por días. O sea que nada de correr vueltas en el gimnasio, o sea,
Kelsey feliz.
- La bebida se acabo, ¿quieres que vaya a buscar más? - Jake ya estaba a punto
de pararse cuando lo detuve.
- Yo voy. Mi culo está entumecido de estar tanto tiempo sentada y además, no
soporto verlos jugar, mis ojos arden. Si llego a ver otro pase así y un recibimiento
que termina con el balón en el suelo, se quemarán por completo. - Jake rió
mientras pasaba entre la gente para ir al pequeño puesto que se encontraba del
otro lado de la cancha.
¿Por qué mierda tenía que hacer tanto frío? Está bien, amo el frío. Pero no
cuando no estoy abrigada para la situación. Voy a morirme en forma de cubito.
Caminé intentando no mirar a la cancha ni tampoco a las porristas que seguían
alentando por un partido que estaba completamente perdido. Estos chicos
necesitaban un buen capitán. No sabe dirigirlos para nada. Su corredor es bueno,
pero no sirve con eso simplemente.
- ¿Qué te sirvo? - Un chico uniformado, con gafas y acné en todo su rostro me
miró esperando a que le dijera qué era lo que se me apetecía.
- Un agua y una soda, por favor. - Él asintió y se dio vuelta para buscar lo que le
pedía. Miré hacia el campo intentando entender si estos chicos jugaban al fútbol
o tenían un problema motriz que no dejaba que dieran dos pasos seguidos
porque ya se caían.
¿El entrenador no ve lo malos que son? Por Dios, mejora el equipo, joder.
Revoleé los ojos intentando sacar el horrible sentimiento de impotencia e
irritación que carcomían mi cuerpo. Ni siquiera sabía por qué estaba así, no es
como si me importara que al equipo de la escuela le fuera bien.
Un repentino frío recorrió mi cuerpo y me tapé con mi chaqueta mientras el
viento revoleaba mi cabello y yo intentaba controlarlo. Escuché con atención,
sobre los gritos de las tribunas, los jugadores y los entrenadores que parecían
desesperados, un pequeño susurro de las hojas y las ramas de un árbol
chocando entre ellas. Me sorprendía haber tenido este extraño ataque de súper
oído. Miré arriba intentando descubrir qué mierda estaba pasando.
Dios, no. Dios dime que no, por favor.
Su macabra sonrisa hizo que un escalofrío corriera por todo mi cuerpo. El rojo de
sus ojos era un brillo en la oscuridad, que estaba segura, me traería pesadillas.
¿Por qué todas las cosas malas tenían que pasarme a mí? Mi respiración se
contuvo sin que yo lo quisiera y mi corazón empezó a bombear extremadamente
rápido, hasta podía jurar que no era normal.
- Señorita. - Salté al sentir el tacto del chico detrás de la barra. Me miró como si
fuera un extraterrestre y supuse que el terror de mi cuerpo de había transmitido
a mi cara. - Sus bebidas.
- Claro. - Con mis manos temblando, saqué dinero del bolsillo trasero de mi
pantalón, lo tiré sobre la mesa y tomé los vasos. Miré hacia el mismo árbol pero
Mason ya no estaba. Un extraño vacío se hizo presente en mi estómago.
Esto era una tremenda mierda que me daba mucha mala espina.
Tiré los vasos en algún lado, ni siquiera me importaba haber desperdiciado
dinero, nada más corrí hacia la escuela. Había demasiado ruido y el hecho de
saber que aquí había estado ese asesino me volvía loca. Tomé mi celular cuando
ya estaba adentro del edificio e intenté calmar mi respiración para que Aaron no
se preocupara tanto cuando lo llamara.
- Contesta, contesta por favor... - Rogué mientras sentía los tonos sonar y sonar. -
Aaron maldita sea, contéstame ya. - El buzón de mensajes fue lo siguiente que
escuché pasar por mis oídos. - Maldita sea. - Intenté volver a llamarlo, pero lo
mismo sucedió. Así que llamé a Alex.
¿Por qué las escuelas son tan jodidamente aterradoras cuando es de noche y hay
un asesino suelto rondando por la zona? ¿No puede estar llena de ponys y arco
iris? ¿Eh? ¿Es tanto pedir, maldita sea?
- Hola. - La voz de Alex hizo que mi corazón volviera a mi pecho.
- Alex por favor, tienes que venir. - Dije completamente exaltada.
- ¿Kelsey? ¿Qué pasa? ¿Dónde estás? - Parecía tremendamente preocupado, y no
le echaba la culpa.
- Mason está... - No pude seguir porque una mano cubrió mi boca y otra me tomó
de la cintura levantándome de mi lugar. El teléfono seguía firme en mi mano y
podía escuchar a Alex gritar mi nombre mientras preguntaba qué sucedía. Grité,
pataleé, luché, golpeé. Hice todo lo que pude para sacar las sucias manos de
quien sea lejos de mi cuerpo.
- ¡Kelsey! ¡Tranquilízate maldita sea! ¡Soy yo! - Intenté calmarme para escuchar
lo que la persona estaba diciendo. Dejé de luchar sólo un segundo mientras veía
cómo mi pecho subía y bajaba rápidamente por mi respiración irregular y
agitada. - Soy yo. - Reconocí la voz al instante y quité su mano de mi boca para
hablar.
- ¿¡ERES IDIOTA!? ¡CASI ME MUERO DEL SUSTO MALDITA SEA! - Aaron juntó sus
cejas. Miré mi teléfono que ahora estaba apagado y suspiré con exasperación.
¿Justo ahora tenía que quedarse sin batería? ¿Qué tan cagada estaba? Un tirano
saurio rex se había cagado en mí, en serio.
- Intenté llamarte, Mason está...
- Aquí. - Me interrumpió. - Lo vi todo, no sé qué mierda hiciste o yo hice, pero de
repente podía ver lo que tú veías y escuchar lo que escuchabas y sentir lo que
sentías. - Junté mis cejas, esto era más jodido de lo que pensaba. - Estabas
realmente cagada mujer, vine lo más rápido que pude. Pensé que ibas a morirte
del maldito susto. No vuelvas a hacer eso nunca jamás en tu puta vida Kelsey. -
Me tomó de los hombros y me miró con sus ojos realmente abiertos.
No sé cuál de los dos tiene más miedo, para ser honesta.
- ¿Qué vamos a hacer? - Le pregunté mientras se alejaba de mí observando el
pasillo. Se detuvo al instante de escucharme.
- ¿Vamos? Otra vez esa molesta palabra. No "vamos" -hizo comillas con sus
dedos- a hacer nada. Yo voy a hacer. Necesito a los chicos... ¿Tienes tu teléfono?
- Sonreí con sarcasmo.
- No, genio. Estaba llamando a Alex cuando tu pequeño cerebro de mosquito me
asusto hasta sacar la mierda fuera de mí. Ya no tiene batería. - Aaron soltó el aire
que llevaba adentro.
- Ya, voy a tener que hacerlo solo. - Negué con la cabeza.
- Yo te ayudo. - Me miró mal y antes de que fuera a decir algo lo corté. - Soy la
última opción que te queda y sé pelear muy bien, en el orfanato, Tony me
enseñó para que los abusivos no me maltrataran mientras Tris se limaba las
uñas. Vamos Aaron. Además, Jake está aquí y él podría... - Una risa irónica salió
desde el fondo de su garganta.
- Ni en mis más locos sueños le pediría ayuda a un lobo inservible, ¿quedó claro?
Antes, prefiero morir de la manera más dolorosa y lenta que exista en todo el
planeta, ¿ya? Perfecto. - Revoleé los ojos por su estúpido orgullo que no nos
servía ni para una mierda.
- Entonces somos nosotros dos. Y si no me dejas ir contigo, entonces iré sola y si
muero, va a quedar en tu maldita consciencia para siempre. - Él suspiró con
cansancio una vez más.
- Harás todo lo que yo te diga. Si digo 'corre', corres. Si digo 'agachada', te
agachas. Si digo 'bésame', me besas. - No era tiempo para esto, pero Dios, que
idiota más lindo era.
- Sí, como digas. ¿Cuál es el plan?
- Iremos a buscarlo, supongo. Aunque no estoy seguro de que todavía esté aquí,
tendría que tener muchas pelotas como para haberse quedado rondando por el
lugar. Probablemente sólo quería molestarte. - Asentí y comencé a caminar
detrás de Aaron por los pasillos de la escuela.
(...)
Suspiré con maldito cansancio. ¿Es que este idiota nunca se cansaba en serio?
- ¿Podemos descansar? ¿Por favor? - Tomé mis rodillas mientras paraba unos
segundos para respirar.
- ¿Otra vez? A este paso, nunca vamos a encontrarlo Kelsey. - Lo miré mal,
aunque su atención no estaba en mí.
- No es mi maldita culpa que tú no respires y yo sí. Acéptalo. - Aaron revoleó los
ojos.
- Dile a tus pulmones que aprendan a regular bien el maldito aire. - Miré mi
pecho.
- Pulmones, regulen bien el maldito aire, porque aquí, el estúpido vampiro está
de un maldito mal humor que no soporto, al parecer, no ha tenido sexo por una
década entera porque es un idiota y ninguna chica jamás va a hacerlo con él si
no aprende a tratar bien a las mujeres y a ser un maldito caballero. - Dije
sarcásticamente.
- Yo soy un caballero y tus pulmones son una mierda, andando. - Suspiré una vez
más y me puse recta para seguir caminando.
Ya habían pasado unos lindos y agradables treinta minutos dando vueltas por la
escuela y nada más habíamos encontrado al conserje, Ramón, tocándose a sí
mismo, una pareja besándose en la cafetería y a otros dos haciéndolo en el
baño. Había sido incómodo, pero no tanto. Excepto lo de Ramón... Nunca había
reído tanto mientras escuchaba gritar que se venía en español, o eso pensaba
que decía.
- Probablemente Mason esté en las islas margaritas, tomando alcohol desde un
maldito coco. Y nosotros estamos aquí, buscándolo. - Pateé una lata que se
encontraba al lado del tacho de basura.
La maldita contaminación ambiental del maldito mundo, Kelsey Brooks maldita
sea.
- ¿Siempre eres así de optimista? En serio, es impresionante. - Gruñí mientras me
agachaba a tomar la lata y la tiraba en el basurero. - Te dije que no tenías que
venir. - Saqué la lengua a su espalda y me crucé de brazos. - Vi eso.
- Tú y tus malditos ojos en... - Me callé cuando las luces parpadearon. - Aaron... -
Él me hizo un ruido con su boca haciéndome callar. Las luces volvieron a
parpadear y, maldita sea, le tengo miedo a la oscuridad.
¿Qué clase de idiota e inmadura chica de dieciséis años le teme a la oscuridad?
Oh cierto, TÚ.
Con rapidez, me acerqué a Aaron y tomé unos de sus brazos mientras miraba al
techo. Las luces seguían parpadeando haciendo que mi terror aumentará. Aaron
tenía todos sus sentidos en alerta lo cual me tranquilizaba un poco. Las luces se
apagaron por completo y me dejaron en la maldita oscuridad por completo.
Clavé mis uñas en el brazo de Aaron que no se quejó para nada. Una risa
profunda en la oscuridad hizo que un pequeño grito se escapara de mis labios y
que mi corazón latiera mucho más fuerte. Podía reconocer esa risa. Podía
reconocerla en cualquier lugar. Las luces se encendieron otra vez haciendo que
mirara al final del pasillo en donde la figura de Mason se encontraba parada y
con una sonrisa en su rostro.
- Pensaste que no me verías otra vez, ¿verdad? - Me aferré mucho más al brazo
de Aaron cuando escuchar su voz.
- Pensé que serías lo suficientemente inteligente como para darte cuenta de que
si te aparecías de nuevo, iba a patearte hasta sacar la mierda fuera de ti. - Ya
Aaron, no estés tan enojado. Tú me das más miedo que él. Mason rió.
- Vine a buscar a Kelsey. Ya sabes... - Caminó unos pasos hasta quedar cerca de
los casilleros y deslizó uno de sus dedos por lo largo de este, mientras sus ojos
se mantenían fijos en mí. - Sentí que algo fuerte pasaba entre nosotros después
de la última vez que nos vimos. - La manga de su chaqueta se deslizó un poco
por su brazo dejándome ver las claras marcas de las cicatrices por lo que había
sucedido. - ¡CUANDO TÚ, MALDITA PERRA, PUSISTE ESAS BENDITAS CADENAS
ALREDEDOR DE MÍ! - Gritó completamente furioso. Aaron acomodó su cuerpo por
delante del mío. - Te dije que ibas a pagarlo Kelsey Brooks... Y yo siempre,
cumplo con mis promesas. - Sonrió de esa maldita manera que me causaba
escalofríos y con un rápido movimiento, tomó los casilleros que se hallaban
contra la pared y los tiró hacia nosotros. Aaron me empujó junto con su cuerpo
para evitar que nos golpearan.
- ¿Estás bien? - Asentí mientras tragaba saliva. Ambos miramos hacia el final del
pasillo, en donde Mason ahora reía.
- ¡Esto es jodidamente romántico! ¡En serio! - Volvió a reír. - Sabes que no
deberías enamorarte de una humana, ¿verdad? - hizo un puchero -. Es lo mismo
que suicidarse... Bueno, no puedes hacerlo... - Mason subió las cejas mientras
sonreía con malicia. - ¿Por eso lo haces Aaron? ¿No puedes suicidarte y por eso
sales con una humana? - Mason volvió a reír.
- ¡CIERRA LA MALDITA BOCA! - Aaron gritó completamente enojado haciendo que
Mason riera más fuerte.
- ¡Tranquilo chico! No queremos que te quedes sin voz. Obviamente, la chica
tiene muchas dudas que tú tendrás que aclarar. - Mason volvió a reír por última
vez mientras las luces parpadeaban otra vez. Vi la figura de Mason deslizarse al
gimnasio antes de que las luces volvieran a encenderse.
- ¡El gimnasio! - Señalé y corrí hacia allí sin esperar a Aaron, que para cuando me
había dado cuenta, ya estaba por delante de mí.
Pasé por las puertas que Aaron ya había roto para poder entrar y busqué el
interruptor en la oscuridad. Para cuando lo había encontrado, ya todo estaba
cubierto de sangre por todas partes.
Me quedé sin respiración al ver el desastre que el gimnasio era. Los bancos
estaban completamente rotos, los balones estaban esparcidos por todas partes.
Y en el medio, el cuerpo de un lobo siendo atravesado por una daga que brillaba
como la plata, cubierta de sangre. Me tapé la boca intentando contener el sollozo
dentro de mi cuerpo.
Por favor que no sea Jake. Por favor Dios, dime que no es Jake.
- Kelsey... - Aaron me llamó y concentré mi mirada en donde sus ojos estaban. Un
mensaje en la pared.
"La guerra acaba de empezar."
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Aaron Lawrence
FantasyHistoria de Lucía Aluminé Sacado de su página de Facebook: "Storytellers"