Capítulo 37:
"Dile a Bill que cambie mi turno para el de la noche. Voy a visitar a Alex, luego te
cuento cómo está. Nos vemos luego." Le envié el mensaje a Tris y seguí
caminando. Había sido un atareado viernes, y Aaron no me había hablado en
toda la clase de Biología. Hasta me había ignorado cuando intenté pedirle
disculpas. Pero lo entendía, porque obviamente, todo esto era mi absoluta y
completa culpa. Claramente él sabía que lo sentía, pero seguía estando enojado
y sentí que tal vez debería darle un pequeño tiempo para que respirara y tuviera
su propio espacio.
Miré mi reloj.
3...2...1... Listo. El tiempo oficialmente acabo.
Ahora sí, él no sabía que yo tenía un maldito plan que era jodidamente bueno y
para el final del día él estaría besándome tanto que nuestros labios estarían
irritados y completamente rojos.
Me escondí en la parte trasera de su camioneta-jeep negra que me gustaba
muchísimo.
Si nos casábamos, y luego nos divorciábamos, haría lo que sea para que esa
camioneta termine siendo mía.
Lo vi venir caminando a lo lejos, destacando de entre todos los alumnos por su
increíble belleza y por el hecho de que estaba completamente vestido de negro.
Hasta llevaba una gorra en su cabeza que tapaba la mitad de su cara por estar
mirando hacia el suelo. No sabía si se podía asustar a un vampiro y si así era, no
sabía cómo reaccionaría, pero sería divertido intentarlo o incluso probarlo.
Estaba demasiado absorto en sus pensamientos. Se acercó al jeep y puso las
llaves dentro de la ranura de la puerta del auto. Me preparé para saltar y
asustarlo.
- No va a funcionar Kelsey.
Bien, probablemente parecía una ridícula imbécil.
Saqué mi postura de 'criatura aterradora' que había adaptado para poder
asustarlo y me puse derecha mientras él abría la puerta sin siquiera mirarme.
- Aaron... - Quería comenzar con un claro y sentido 'lo siento', pero obviamente
no funcionaría porque me ignoró otra vez subiendo al auto.
¿De qué hablamos el otro día? Kelsey Brooks no se rinde tan fácilmente. Ve por
él, ahora.
- Yo no me rindo. - Suspiré y escuché al motor poniéndose en marcha. No sé de
dónde saqué el valor o las agallas para correr hasta su auto y subirme en él sin
permiso.
- ¿Pero qué...? - Lo interrumpí.
- Tú no vas a seguir enojado conmigo para siempre por una estupidez que dije,
¿de acuerdo? Digo estupideces todo el maldito tiempo. Vas a tener que
acostumbrarte si piensas pasar tiempo conmigo en el futuro. No puedo evitarlo,
¿si? Salen solas de mi boca y ni siquiera sé por qué. Creo que voy a empezar a
hacer un voto de silencio y no hablaré jamás como Duncan. - Suspiré con fastidio
porque estaba enojada conmigo misma. Miré a Aaron y me sorprendí al verlo
intentando tapar su cara sonriente con su gorra. - ¡Oh Dios, te hice sonreír! - Él
miró hacia otro lado pero yo me acomodé en mi asiento invadiendo su burbuja
de espacio personal señalándolo con mi dedo.
Sí, estaba sonriendo.
- ¡No intentes ocultarlo Aaron! ¡No lo hagas! - Prácticamente estaba encima de él
mientras seguía esquivándome y tapando su cara con la gorra. - ¡Vamos! ¡Tienes
una sonrisa encantadora! ¡Déjame verla! - Él tomó mis muñecas mientras yo
reía.
- Sí, estoy sonriendo. ¿Ves? ¿Ya estás contenta? - Asentí con mi cabeza y volví a
mi asiento.
- Amo tu sonrisa, hablando de eso. - Él comenzó a conducir para salir del
estacionamiento de la escuela. Tomé mi mochila y comencé a buscar el paso uno
de mi plan maestro.
- Sigo enojado, hablando de eso. - Revoleé los ojos.
- Es por eso... - hice una pausa dramática- Que hoy, tengo planes especiales para
ambos. - Él me miró frunciendo las cejas.
- ¿Planes especiales? - Asentí con la cabeza. - No voy a perdonarte ni aunque me
regales un balde de sangre Kelsey, si ese es tu plan. - Lo miré mal.
- No, no es el plan. Además, yo sé que nadie puede estar enojado conmigo por
mucho tiempo porque soy jodidamente agradable y tierna. - Él volvió a sonreír. -
Y tú lo sabes, lo cual te pone el triple de enfadado, pero no serás la excepción,
Lawrence, Alex tampoco puede resistirse a mí. - Él siguió conduciendo mientras
yo abría el mapa que tenía marcado los destinos que nos deparaban en esta
tarde. - Hablando de él, ¿ya está mejor?
- Ayer por la noche casi muere. - Mi corazón se paró por un segundo, literalmente
y lo miré, esperando una ampliación de ese tema. - Dije 'casi'. - Lo golpeé en el
hombro para que dejara de bromear. - Su corazón entró en shock y Gina tuvo
que aplicarle una inyección de sangre humana mientras estaba inconsciente y
Jonathan intentaba reanimarlo. Ahora tiene un suero de sangre humana de lo
más espectacular, todos queremos estar en su lugar. Aunque hay que vigilarlo
para que no intente quitárselo.
Esperen, ¿qué?
Lo golpeé con fuerza y lo escuché quejarse mientras reía e intentaba manejar al
mismo tiempo. Seguí golpeándolo, CON FUERZA.
- ¿¡Por qué mierda no me enteré de todo esto!? - Él siguió riendo y quejándose
de cada uno de mis golpes.
- Porque estaba y estoy enojado contigo, ¿recuerdas? - Lo golpeé por última vez
muy fuerte en el brazo.
- Eres el peor en todo el universo. - Le dije un poco enojada y con el ceño
fruncido.
Bueno, por lo menos ahora Alex estaba bien.
- Y tú eres la peor en todo el universo. - Me miró con una sonrisa soberbia y le
saqué la lengua. - Hacemos una buena pareja... Oh cierto, nosotros NO estamos
juntos. - Sabía que en realidad estaba haciendo todo esto más que nada para
fastidiarme, lo golpeé sonriendo, aunque no quisiera, una vez más.
- Estoy intentando pedirte perdón. Olvida lo que pasó y dobla a la maldita
izquierda. - Él me hizo caso mientras reía.
(...)
- Bueno, llegamos. - Sonreí mientras volvía a guardar el mapa y tomaba mi bolso
del piso del auto.
- ¿Un centro de adopción de mascotas? ¿En serio? - Él me miró de una manera
cuestionativa y yo lo miré mal. - Conducimos como dos horas para llegar a un
centro de adopción de mascotas en California. No lo sé, me esperaba llegar a un
hotel y hacer las cosas más interesantes entre ambos. - Lo golpeé mientras lo
veía sonreír y bajé del auto.
- Tú, eres un asco. Y es por eso, que voy a demostrarte lo asombroso que son los
animales. Hasta querrás adoptar uno luego, te lo juro. - Él rió sin creerme cuando
comenzamos a caminar hasta el lugar. Se había quitado la gorra y la verdad, me
daba vergüenza decirle que le quedaba jodidamente bien.
- Eso lo veremos. - Abrí la puerta haciendo que una campana sonara y
escuchamos a un par de cachorritos ladrar. Mi corazón se estaba derritiendo.
Caminamos hasta el mostrador, en donde tres adorables viejitas hablaban
entretenidamente. Cuando llegamos junto a ellas, nos miraron de una manera
tan dulce, que deseé tener una abuela.
- Hola, bienvenidos a Little Pet Shop, sí, igual que los juguetes, no, no vendemos
ninguno. - Dijo la señora rubia y de ojos claros, reí porque probablemente recibía
muchas preguntas sobre ello. - ¿Qué se les ofrece?
- Quisiéramos ver mascotas, por favor. - Aaron, que estaba serio al lado mío, me
miró como si estuviera loca. Obviamente queríamos ver mascotas y no lechugas.
La señora rió y nos hizo una seña para que la siguiéramos. Caminamos detrás de
ella hasta una puerta trasera, rodeando el mostrador y cuando pasamos a través
de ella, no pude evitar emocionarme. Cientos de gatitos y cachorritos estaban
metidos en grandes jaulas y corrales. Me habían dado unas tremendas ganas de
abrazar a todo el mundo.
- Los dejaremos solos, así pueden elegir con tranquilidad. - Asentí intentando
parecer una persona seria y no una niña de cinco años emocionada. Cuando
sentí la puerta cerrarse, salté repetidas veces mientras gritaba despacio y los
maullidos y ladridos me acompañaban. Aaron no pudo evitar sonreír, otra vez.
- ¿No es genial? ¿¡NO SON HERMOSOS!? - Me tiré al suelo y comencé a mirar a
los perritos que me ladraban y movían sus pequeñas colitas con emoción. - Estoy
tan enamorada.
¿De Aaron o de los animales? Touché.
- Esto es una estupidez. - Lo miré mal.
- Deja de decir que es una estupidez y ven a ver a estas preciosuras. - Él se
sentó junto a mí, quejándose. Abrí la jaula y saqué a uno de los pequeños. Lamió
mis dedos y ya estaba muerta.
- No puedo creer que estés haciéndome pasar por esto. Es desagradable. Tienen
olor a perro y diaj, destilan felicidad. - Los demás perritos, que obviamente me
amaban, salieron de la jaula por sí solos y comenzaron a rodearme de una
manera jodidamente tierna. Jugaban con mi ropa y mi cabello y se subían por
mis piernas.
- Ten, sostén uno. - Le tendí a Aaron el que tenía en las manos y él lo tomó con
asco y separándolo lo más que podía de su cuerpo. Comencé a reír.
- No te atrevas a reírte. Es horrendo, no lo quiero. - El perrito prácticamente
estaba en el aire. Aaron sólo lo sostenía por debajo de sus patas delanteras y
estaba dejando que el resto del animal colgara en el aire. Reí aún más cuando le
ladró. - Y tú cállate. Ni siquiera quería sostenerte en un principio. - Tomé al
cachorrito antes de que Aaron lo revoleara para deshacerse de él.
- Tú serías un terrible padre, si alguna vez tuvieras un hijo. - Él se paró
intentando alejarse del perrito que quería subir por sus piernas. Caminó por el
lugar mientras el mismo animal lo seguía.
- Claro que no. Sería un estupendo padre y le enseñaría a mi hijo cómo seducir a
chicas completamente desquiciadas, como su madre... ¡SAL DE AQUÍ BESTIA
FEROZ! - El perrito, asustado, corrió hasta mí y lo tomé en mis brazos medio
riendo. Aaron se acercó a uno de los corrales en donde se encontraban los gatos
y los miró desde lejos, al igual que ellos hacían con él.
- ¿Cómo sabes que estaría desquiciada? - Le pregunté.
- Porque ya la conozco... Y lo está. - Mi corazón se paró por un segundo cuando
me di cuenta de a quién se refería. Miré al frente intentando que no viera mi
sonrisa.
¿En serio Aaron me veía como la madre de sus hijos?
- ¿Ves? Esto es agradable y bonito. Tenía razón, como siempre. - Con un gran
esfuerzo, metí a los cachorros dentro de la jaula y me paré para caminar a él. Me
sorprendí cuando lo vi sentado en el suelo y vi a un gatito gris, trepando por su
pecho hasta subir a su hombro.
- Oh, hola gatito. - Me senté junto a él y el gato me miró desde su hombro, ahora
sentado. - Eres tan pequeño y bonito y... ¡AY! - Tomé mi dedo y me lo llevé a la
boca. - Y endemoniado y maldito y asqueroso. Con razón Aaron te quiere. - El
estúpido gato había arañado mi dedo y ahora estaba sangrando. Aaron comenzó
a reír y tomó al gato que estaba a punto de caerse por sus sacudidas.
- ¿Quién es un buen gatito? ¿Quién lo es? ¡Tú lo eres! - hizo esa típica voz que los
padres usan cuando hablaban con sus hijos en las películas, mientras el gatito en
sus manos jugaba con su nariz y él sonreía. Lo miré sin poder creerlo y cuando él
notó mi mirada se puso serio. - No le digas a nadie de esto.
- Oh, cariño, le diré a todo el mundo de esto. - Él entrecerró los ojos y acercó el
gato a mi cara, qué tiró sus orejas hacia atrás y emitió un horrible sonido que
imaginé significaba que no estaba feliz. - Aleja esa cosa horrorosa de mí. - Me
paré mientras Aaron seguía jugando con el demonio entre sus manos.
- No, tú no eres una cosa horrorosa, eres una cosita linda y no tengo ganas de
comerte como pensé que querría hacer. - Reí otra vez por lo que dijo y su tono
estúpido de voz. Dirigí mi mirada a otro corral de gatitos y metí mi mano, lo cual
fue una terrible mala idea porque obviamente todos ellos intentaron rasguñar
mis dedos y hasta morderme.
Malditos gatos. ¿Qué les pasa a todos hoy? ¿Acaso alguien más quiere odiarme o
estar enfadado conmigo?
Me giré en mis pies maldiciendo un millón de veces, hasta que vi, en un rincón,
un hermoso cachorro. Parecía completamente aterrado. Con tranquilidad, me
acerqué a él, que miraba a los perros en una de las jaulas que le ladraban.
- Hola pequeño,.. ¿Estás asustado? - Sus ojos volaron a mí mientras se pegaba
más a la pared.
- ¿Estás hablando sola? Porque lo último que necesito es que te hayas vuelto
loca. Bueno, más loca de lo que ya estás. - Sentí la presencia de Aaron y ese
estúpido gato detrás de mí. Y lo confirmé, cuando el cachorro desvió sus ojos de
mí y miró más allá por detrás de mi espalda.
- Cierra la boca. - Me puse de rodillas en el suelo intentando no asustarlo y
caminé así un poco más cerca de él. El cachorrito, que ahora veía bien, era
completamente negro, sin una sola mancha de ningún color, y sus ojos eran
bastante claros, pero no podía distinguir de qué color exactamente. Miró hacia
todos lados intentando buscar una escapatoria. - Está bien, no tienes por qué
temer. Ven aquí... - Sentí a Aaron reírse detrás de mí y me dieron ganas de
patearlo.
Era de esas razas que se parecen a los lobos, ¿cómo se llaman...?
- Vamos pequeño, ven... - Volví a repetir mientras acercaba mi mano con cautela
hasta él. En cuanto se dio cuenta que intentaba tocarlo y de que mi mano se
acercaba a él, sus orejas se corrieron hacia atrás y mostró sus pequeños dientes
que me hicieron sonreír. - Prometo que no voy a hacerte daño.
- No puede entenderte, tiene cerebro de perro. ¿No has visto a Jake? Es el
ejemplo perfecto, o su hermano también. - Lo fulminé con la mirada porque no
tenía por qué meter a Key en esto. Él estaba en Francia con sus nuevos amigos y
siempre que tenía tiempo me llamaba para contarme qué pasaba. Amaba que
hablara en francés, le daba un je ne sais quoi.
- Vamos perrito... Sólo es estúpido al principio, después se le pasa. - Aaron pateó
mi trasero con delicadeza, si es que esa oración estaba correctamente
redactada. El cachorrito olió mi dedo sin dejar de estar alerta y luego, sin ningún
tipo de defensa, me dio el permiso para acariciarlo. Lo hice todo lo que pude y
luego lo levanté en mis brazos. Lamió toda mi cara mientras reía. - ¿No es la
cosa más linda del mundo?
- Estoy de acuerdo. - Me volteé a verlo y él estaba mirándome con esos ojos que
me inhibían. No pude evitar ponerme roja. Él me tendió el gato con una gran
sonrisa de un niño de dos años. - ¡Es la cosa más linda del universo! - Revoleé los
ojos.
¿En serio pensé que podría estar hablado de mí? Si él es un idiota.
- Quisiera llevarte a casa, pero Tris pegará un grito en el cielo si se entera. Va a
matarte y luego a mí. Lo siento amor. - Seguí acariciando al perro con mi cara.
- Oh, está bien, puedes venir a mi casa y dormimos juntos. - Revoleé los ojos
mienta veía la sonrisa soberbia de Aaron en sus labios
- Le hablaba al adorable perro que tengo en mis manos. No al demonio que estás
cuidando. - Mientras Aaron jugaba con el gato una increíble idea se me vino a la
cabeza. Pero no la pondría en práctica ahora, si no, en el futuro, uno muy
cercano.
- Kels, tenemos compañía. Hace un rato largo. - Miré hacia la puerta principal en
donde las tres mujeres de la entrada nos miraban conmovidas. - Creo que
piensan que nos escapamos porque nuestros padres no quieren que estemos
juntos y somos como Romeo y Julieta, pero paramos a ver animales en vez de a
tomar veneno. - Las tres viejitas entraron algo tímidas en donde estábamos y yo
sonreí.
- ¿Ya encontraron algún animal de su agrado? - Asentí con la cabeza.
- Sí, pero no puedo llevármelo.
- Yo menos. ¿Quién me garantiza que Chad no va a comérselo en medio de la
noche cuando se despierte con un poco de hambre? - Abrí mis ojos intentando
hacerle entender a Aaron que debía callarse. Él entendió el mensaje demasiado
tarde. - Chad es mi perro. - Sonrió de esa manera que me sonreía a mí cuando
intentaba convencerme de algo y, si yo hubiera sido alguna de esas tres, ya
estaría desmayada en el suelo y necesitaría un respirador artificial.
- Es una lástima... Se nota que los quieren. - Habló una de cabello rojizo. - Y estoy
sorprendida de que él te haya escogido a ti cariño. - Miré al pequeño que tenía
entre mis brazos. Una de sus orejas estaba caída y ahora, que veía bien sus ojos,
podía decir que eran mieles o incluso amarillos. Era perfecto. Y me hacía acordar
a Aaron. Lo abracé con fuerza. - Desde que llegó que intentamos hacer que
alguien se lo lleve, pero él no quiere a nadie. Está convencido en quedarse aquí a
morder a los pequeños que intentan llevárselo. - Sonreí. Era perfecto.
- Entonces prometo venir a visitarte, pero no puedo llevarte a casa hermoso. No
sabes cuánto lo siento. - Lo dejé en la jaula mientras mis ojos se aguaban como
una niña pequeña. Él ladró cuando cerré la puerta y comenzó a rasgarla con sus
pequeñas patitas y a llorar. No sabía por qué pero imaginaba que Aaron estaba
igual que yo. - Adiós. - Sentí los brazos de Aaron tomarme y levantarme del
suelo.
- Genial, pensé que yo sería el que lloraría. Vamos Kels. Prometo que vendremos
a visitarlos mañana. - Asentí y salimos del lugar mientras nos despedíamos de
las dos señoras y escuchábamos a ambos animales, maullar y ladrar con suma
tristeza.
Mi plan había sido un éxito y un fracaso a la vez.
(...)
- Bien, recuperaste tu alegría yendo a una tienda de música y haciéndome
escuchar cosas que jamás en mi vida escucharía, bien hecho. ¿Qué sigue en la
lista? - Subí al auto mientras lo escuchaba hablar.
- Tu casa. - Aaron me sonrió e hizo un extraño baile con sus cejas. - Eres un asco.
- Él rió mientras arrancaba el auto.
- Lo soy, pero tengo que admitir, que este día, está apuntado en mi lista de los
mejores días de mi vida. - Sonreí.
- ¿Junto a cuáles? - Él volvió a sonreír y me miró a los ojos.
- Junto al día en que te conocí. - Intenté mantenerme seria, pero fallé, al reírme
con fuerza en su cara. - Ya, tenía que intentarlo.
- Sabes que odio los clichés y ese fue un terrible cliché, Aaron. Pero ya hablando
en serio, ¿disfrutaste tu día conmigo? - Él asintió. - ¿Y estoy perdonada? - Negó
con la cabeza. - ¡Por favor! ¿Qué tengo que hacer para que me perdones...?
¿Sabes qué? Mejor ni me lo digas. - Él volvió a reír. - Bien, pero sabes que vas a
tener que perdonarme en algún momento. Y recuerda que te compré
muchísimos discos para que escuches, sin contar que te hice conocer a un
demonio al cual le terminaste gustando. Todo eso fue obra mía.
- ¿Cómo estará bola de nieve? - Intenté contener la risa.
- ¿Bola de nieve? ¿Cuántos años tienes? ¿Cinco, y te llamas Clary? - Él golpeó mi
hombro despacio.
- Bola de nieve es un nombre perfecto para un gato. A pesar de que era gris y no
blanco, pero no importa, son detalles.
- Sí importa, se le dice bola de nieve porque es blanco y esponjoso, ¿no tuviste
infancia? - Revoleé los ojos. - Tienes que ponerle un nombre potente, poderoso,
que los gatos de la cuadra tiemblen al escucharlo. Aunque seguro temblaran,
porque esa cosa tenía un carácter de mierda. - Él rió.
- Me gusta bola de nieve porque es adorable y bonito y tierno.
- Ya. ¿Eres gay? Dímelo ahora Aaron, tengo que saberlo. - Ambos reímos. - Ponle
un nombre como... No sé, Carly o Arthur... ¿Era mujer? - Él asintió. - Eso explica
su maldita actitud, era toda una gata.
- ¿Qué tal Kelsey? Puedo ponerle Kelsey a bola de nieve, me hace acordar a ti. -
Junté mis cejas.
- Si vas a ponerle a algo mi nombre, que sea a una princesa austriaca, no a ese
demonio que, obviamente, no se parece en nada a mí. - Aaron rió y dobló en el
taller. Habíamos llegado antes de lo que pensaba, a pesar que la tienda de
discos estaba a unos pocos minutos del pueblo.
- Era igualita a ti. Por eso no se llevaban bien.
- Yo extraño a Blaze. Quiero verlo ahora. - Aaron rió.
- ¿Me dices a mí que bola de nieve es un nombre estúpido pero le pones a ese
perro Blaze? ¿Quien te entiende? - Bajé del auto al igual que él y comenzamos a
caminar hacia la casa.
- Blaze es un jodido e increíble buen nombre. No tienes buen gusto, ese es tu
problema.
- Tengo un increíble buen gusto, te sorprendería.
- Y volvemos a lo mismo... Necesito que me digas si en verdad eres gay. - Abrió la
puerta mientras reía.
- ¡YA LLEGUÉ! ¡Y UNA HUMANA MAL EDUCADA ESTÁ CONMIGO! ¡SIGO ENOJADO,
SI ESO LES INCUMBE! - Reí mientras caminábamos a la cocina. - Oh, no están. Se
fueron con Alex al hospital. Y estos penes alrededor de la hoja me dejan en claro
que Chad y Connor fueron con ellos.
- ¿Y Duncan? - Él se encogió de hombros.
- Estoy hambriento. ¿Tú no tienes hambre? - me preguntó.
- Sí, pero espero que yo no sea tu cena. - Aaron revoleó los ojos.
- ¿Por qué no vas a mi habitación mientras preparo algo para comer? - Abrí mis
ojos con sorpresa.
- ¡Oh por Dios! ¡Cocinas! ¡Eres definitivamente gay! - Reí mientras corría fuera
de la cocina esquivando los trapos que Aaron intentaba lanzarme a la cara.
Qué día tan jodidamente divertido.
Extraño a Blaze.
Subí las escaleras despacio porque no quería caerme y dejar que Aaron tuviera
otra razón por la cual reírse de mí. Pasé por la puerta de la habitación de Alex,
volví a reír cuando pasé por la puerta del cuarto de Chad y Connor y bajé por las
pequeñas escaleras hacia el cuarto de Aaron. Me detuve en mi lugar cuando vi la
puerta del cuarto de Duncan entreabierta.
Es una mala idea Kelsey.
Miré por las escaleras para confirmar que Aaron no estaba y que Duncan no iba a
aparecer de repente detrás de mí asustándome jodidamente mucho. Di un
pequeño paso que me llenó un millón de veces más de curiosidad. Con un solo
dedo abrí la puerta un poco más, dándole espacio a mi ojo para ver qué había
adentro. Por supuesto que las luces estaban apagadas y yo no podía ver
absolutamente nada. Y no sabía si tomar el riesgo o no.
No. Lo. Hagas.
Mi mano se deslizó por la pequeña abertura y de a poco la puerta se abrió. Tenía
miedo, sí, porque tal vez Duncan estaba adentro y si eso llegaba a ser así,
probablemente moriría de vergüenza. Aunque siempre podía decir que estaba
buscando el cuarto de Aaron y me había equivocado de puerta. No importaba
que tan poco creíble sonara eso. Tampoco podía leer mi mente para saber si
mentía o no, porque algo fallaba en él cuando se trataba de mí.
La habitación se llenó de la tenue luz del pasillo, pero sólo me dejaba ver una
cama azul y un par de cosas que no estaba segura de que existieran. Mi mano
cayó accidentalmente sobre el interruptor de la luz, dejándome ver mejor y con
más claridad la habitación de Duncan.
Sabía que no era una buena idea y que probablemente me arrepentiría de esto
después, pero ahora, en este preciso momento, la curiosidad estaba a punto de
matar al gato, aunque ya no me importaba. Di tres pasos entrando oficialmente
a su cuarto. Era todo muy sencillo. Paredes azul oscuro, una cama de un azul
más claro, un armario, estanterías con libros y juguetes (sí, juguetes, yo estoy
más sorprendida que cualquiera), un escritorio y una increíble ventana que
estaba igual de polarizada que las demás de la casa.
Inspeccioné todo con mis ojos, intentando no tocar mucho sus cosas. Me detuve
en su escritorio. Estaba sorprendida porque todo parecía estar demasiado
ordenado. Es decir, era un adolescente y un hombre. Ellos son desordenados por
naturaleza.
Miré los papeles que tenían cosas escritas en un idioma desconocido para mí.
Seguí mirando y mis ojos se toparon con una bonita fotografía. Una fotografía de
la familia de Duncan, supuse. Pero no de los Lawrence, de su antigua familia. De
la de verdad. Todos estaban parados en la sala, como esas antiguas fotos que los
abuelos tenían en las películas. Estaba amarillenta y se podía notar a un
pequeño chico con pantalones cortos que me imaginé que no era Duncan porque
no se parecía en nada a él. Y luego, un chico más grande que estaba segura que
ese sí era él. Sus ojos, los rasgos de su cara, todo gritaba Duncan. Tomé la
fotografía para poder ver mejor. Una pequeña niña estaba tomada de la mano de
Duncan, y sonreía, algo que todos los demás en la foto no hacían. Tenía dos
pequeñas trenzas en su cabello y sus ojos brillaban de felicidad. Me hizo sonreír
de tan sólo verla. Sus padres, bueno, los que supuse que eran sus padres,
estaban parados detrás de estos tres dulces niños. Duncan se parecía a su
padre, y los otros dos tenían los rasgos de su madre. Pero esa chica... Esa niña
me había dejado hipnotizada. Sus ojos me habían dejado enganchada. Y ni
hablar del hecho de que Duncan estuviera tomando su mano. Como si fuera su
hermano mayor, como si intentara protegerla de algo.
- No puedo leer tus pensamientos, pero puedo olerte. - Estaba segura que mi
corazón se había salido de mi pecho o que había subido por mi garganta y en
cualquier momento lo escupiría. Me volteé cuando no reconocí la voz de quién
hablaba, pero me lo imaginaba.
Por supuesto que era Duncan. Y por supuesto que sus ganas de matarme se
transmitían a través de sus ojos. Definitivamente me había imaginado su voz un
poco más aguda y no tan grave como en realidad sonaba. Me hizo erizar el bello
de mi nuca y acelerar mi corazón, pero no sabía por qué. Porque por alguna
extraña razón no estaba asustada. Ni un poco. Tal vez sí nerviosa, pero no
asustada. Duncan había dejado de asustarme hacía ya un largo rato. Me causaba
intriga. Hasta interés por saber qué era lo que callaba.
- Yo... - Intenté excusarme, pero estaba demasiado absorta en haber escuchado
su voz por primera vez. En haber entendido que me estaba hablando. O mejor
dicho, regañando, porque su voz no emanaba precisamente felicidad, y su cara
mucho menos. Arrancó la fotografía de mis manos sin darme tiempo a
preguntarle sobre quienes eran o por qué esa niña era tan adorable. Si era su
hermana y si esos eran sus padres. Y si ese era su hermano o por qué no lo
tomaba de la mano al igual que hacía con esa pequeña.
- Vete de aquí. - Su voz era firme y definitivamente no iba a desobedecerlo y
menos cuando me miraba de esa manera. Caminé con rapidez fuera de la
habitación y antes de que pudiera decir que sentía haberme entrometido en sus
asuntos, él cerró su puerta en mi cara.
Me quedé completamente shockeada por al menos cinco minutos sin poder creer
que Duncan había hablado. Que había escuchado su voz.
Necesito un poco de oxígeno ahora.
Corrí a la habitación de Aaron intentando buscar un poco de tranquilidad, pero
no la encontré. Le mandé un mensaje a Jake pidiéndole que me recogiera por la
casa de los Lawrence. Cuando leí el: 'estoy allí en cinco minutos', mi alma volvió
a mi cuerpo. Y caí en la realidad.
Había entrado en la habitación de Duncan. Había tocado sus cosas privadas. Y
luego él me había hablado.
- No prometí cocina gourmet, soy un simple vampiro intentando cocinar. Así
que... ¡TARÁ! ¡Sándwiches! - agité mi cabeza sacando toda imagen de Duncan de
mi cerebro.
- Oh, genial... Yo, creo que mejor me voy. - Aaron borró su sonrisa y su cara
desanimada me hizo sonreír. Me acerqué a él y acaricié su mejilla.
- Pero hice sándwiches... - Reí un poco y besé sus labios, intentando no
derretirme por el sabor de sus besos.
- Jake va a venir por mí en cualquier momento. - Lo besé otra vez antes de que él
dijera algo al respecto. - No quiero molestarte, eso es todo. - Aaron me devolvió
el beso con fuerza mientas rodeaba mi cintura.
- Tú nunca me molestas. - Reí en sus labios y seguí besándolo. Sin pensar en
Jake. Ni en Duncan. Sólo él y yo. Y el sabor de nuestros besos. El beso comenzó a
hacerse más intenso a medida que nuestras lenguas luchaban entre ellas, rodeé
su cuello con mis manos y lo atraje a mí pegando nuestros cuerpos sin dejar un
sólo centímetro entre nosotros. Sentí la piel fría de una de sus manos acariciando
mi cintura por debajo de mi blusa. No podía estar más excitada, lo juro. No sabía
si eran estas hormonas de adolescente o si Aaron simplemente sabía cómo
generar este efecto en mí. - Sigo enojado... - Dijo alejando sus labios de los míos
por un segundo.
- Cállate. - Lo silencié con un beso mientras comenzaba a quitar su chaqueta y la
revoleaba por algún lugar de su habitación.
¿Por qué mierda estoy tan excitada? ¿Qué carajo está ocurriendo conmigo?
- Kelsey... - No dejé que Aaron hablara, porque sabía que me daría cuenta de lo
que estaba haciendo y pararía porque mi cordura siempre le gana a mi locura, y
a veces, está bien que la locura asesine a la cordura por unos minutos. Y más si
hablábamos de besar a Aaron de esta manera. Lo empujé con una fuerza que no
sabía que tenía hasta la cama, él se sentó y me miró como un pequeño
cachorrito que no sabía qué iban a hacer con él. - Esto es una muy mala idea... -
Dijo con su respiración agitada y sus manos apoyadas en la cama, dejándolo
prácticamente acostado sobre el colchón.
Se veía tan jodidamente violable.
Me quité la chaqueta sin pensar ni preguntarme el por qué de estar tan caliente
hoy. Tal vez fue el hecho de él tocándome, no tengo idea.
- Lo sé. - Me senté a horcajadas sobre él, posando mis rodillas alrededor de su
cintura. Sus manos fueron mecánicamente a mi cintura y la acariciaron mientras
seguía besándolo. En estos dieciséis años de mi vida, jamás había visto esta
etapa de mí. Ni siquiera sabía lo que era estar excitada, caliente, quenchi, como
sea, esta era la primera vez y mi corazón estaba tan jodidamente acelerado, sólo
quería besarlo con todas mis fuerzas, hasta que me cansara. Y estaba segura
que jamás me cansaría de besarlo. Mordí su labio escuchando un gemido, o lo
que fuera, salir de sus labios y de los míos se escapó otro, dejando en claro que
me había excitado aún más, aunque pensé que eso sería imposible.
Sus besos comenzaron a bajar por mi barbilla, y más abajo, mi cuello, mi
clavícula. Otro suspiro/gemido se escapó de mis labios. Mis manos se escurrieron
por debajo de su camisa, sintiendo sus duros y fuertes abdominales, mientras
Aaron se ponía más agresivo en mi cuello.
No tienen idea de hace cuánto quería hacer esto.
Sentí los labios de Aaron cerrándose y abriéndose en mi cuello, dejando pasó a
su lengua, su hermosa lengua. Sentí un pequeño dolor mientras Aaron seguía
besándome. Me tomó unos segundos darme cuenta que no estaba besándome,
ni haciéndome un chupón.
Él estaba mordiéndome.
Todo el calor que sentía en mi cuerpo se esfumó y sólo sentí frío.
Me alejé de él como pude. No quería soltarme. Pero se había dado cuenta de lo
que había hecho, sus ojos me lo decían. Sus ojos rojos y sus colmillos me lo
decían.
- Kelsey, lo siento, yo no... - Lo paré con una de mis manos, mientras la otra
sobaba mi cuello.
- Está bien, no pasa nada... Creo que mejor me voy. - Tomé mi chaqueta del suelo
y mi bolso lo más rápido que pude.
- No, Kelsey, espera... - Salí de su habitación sin dejarlo hablar y corrí hasta salir
de la casa.
Te advirtieron que esto podía pasar, pero tú nunca escuchas a nadie.
Caminé por el bosque, más bien corrí. Sentía la respiración de Aaron todavía en
mi cuello. Y el destello rojo de sus ojos me perseguía a todos lados que veía.
Seguía sintiendo sus colmillos clavándose en mí.
Llegué al taller y me apoyé en una de las paredes intentando encontrar mis
pulmones que los había perdido hace unos cuánto metros.
Ya no estaba tan segura de seguir viendo a Aaron. Había logrado asustarme
como nunca nadie lo había hecho jamás.
Sentí el motor de un auto y me alegré al ver que se trataba de la camioneta de
Jake. Corrí hasta la puerta del copiloto y me metí al auto como pude.
- ¿Estás bien? ¿Te pasó algo? ¿Te hizo algo? - Mi mano fue directamente al lugar
de mi cuello en donde Aaron me había mordido. Negué con la cabeza.
- Estoy bien. Sólo arranca. - Jake se me quedó mirando con su ceño fruncido. Me
puse mi chaqueta con rapidez y escondí mi cuello con mis hombro y mis manos.
- Arranca Jake, por favor. - Él me miró por tres segundos más mientras yo
mantenía mis ojos al frente, porque no podía verlo. Él me lo había advertido
claramente, desde el principio. Y yo no le había hecho caso.
- Como quieras... - Jake aceleró con el auto y condujo por la carretera
llevándonos a casa.
Miré por la ventana. Las imágenes de recién seguían en mi cabeza y rogaba no
tener pesadillas esta noche. Porque no quería tener pesadillas con Aaron, quería
tener sueños lindos con Aaron. Cerré los ojos con fuerza y apreté mi mandíbula.
Siempre llegaba a la misma conclusión.
Que estúpida soy.

ESTÁS LEYENDO
Aaron Lawrence
FantasíaHistoria de Lucía Aluminé Sacado de su página de Facebook: "Storytellers"