Capítulo 35:
- Cada día, esto se torna más imposible y retorcido. - Connor estaba igual de preocupado que todos nosotros. Salvo Duncan. Duncan estaba tranquilo leyendo su libro, sentado en un rincón, mientras nosotros estábamos parados formando un círculo, debatiendo la cantidad de posibilidades que podían existir con respecto a lo que sucedía con Mason. Nadie podía culpar a Duncan por no preocuparse, y nadie podía culparnos a nosotros por sobre-preocuparnos.
- Estoy perdido. - Declaró Chad y se sentó junto a Duncan. Tocó su libro molestándolo y él lo fulminó con la mirada, sacó sus manos y se rió de su hermano. - ¿Y a éste qué le pasa? ¿Acaso la presencia de mujeres te pone incómodo? Está bien, puedes hablar con Chaddy Chad Chad, cuéntamelo todo. - Duncan lo miró por unos segundos y me imaginé que estaba debatiéndose entre matarlo o simplemente golpearlo muy fuertemente. Optó por la opción de ignorarlo y volver su atención al libro.
- ¿Cómo pudo siquiera tocar la daga de plata? Otra vez. - Susurró Alex como si estuviera diciéndolo para sí mismo.
- Un humano. - Aaron dijo como por décima vez y Connor suspiró exasperado.
- Imposible. Ni un humano ni un lobo. ¿Tu cabeza no puede procesarlo? Mason no podría mantenerse cerca de un humano ni por diez segundos sin comérselo como a un sándwich, hombre. - Aaron pasó sus manos por su cara y se sentó en uno de los sillones que había en la sala. - Y jamás, ni siquiera el lobo más asqueroso y putrefacto, sería capaz de aceptar un trato con un vampiro... Y si así fuera, por principios, no podría matar a uno de los suyos. - Bien, la explicación de Connor parecía razonable.
- ¿Cómo hizo para tocar la plata? Con sus propias manos. - Alex volvió a repetir, y la verdad, ya empezaba a preocuparme.
- Tal vez usó guantes. - Dije y me encogí de hombros. Todos en la sala pararon lo que estaban haciendo, hasta pensar, para mirarme a mí. Debo decir, que me sentí un poco intimidada por unos segundos. Hasta que todos estallaron en risas y lo único que pude hacer fue apretar mi mandíbula y cruzarme de brazos para demostrar lo enojada que estaba porque ellos se burlaran de mí. Hasta me pareció que Duncan había sonreído, aunque probablemente estaba alucinando. Y no era justo, porque Chad había sugerido 'aliens' y nadie se rió de eso. Y estaba cien por ciento segura de que mi idea era menos estúpida que la suya. Chad paró de reír y me miró por unos cuantos segundos examinando mi rostro y luego sonrió.
- Podría funcionar. - Dijo haciéndome sonreír.
- Gracias. - Les sonreí a todos con mi falsa gratitud.
- ¿Ya te volviste loco? Porque pensé que la cú-cú, solamente era ella. - Connor juntó sus cejas y yo hice lo mismo. Chad se paró de su lugar mirando a todos como si no pudieran ver lo que tenían en frente.
- Piénsenlo. El material correcto, el hombre correcto, la suficiente práctica... ¿Por qué no? - Todos me miraron a mí una vez más y Aaron sonrió mientras se acercaba y me rodeaba con sus brazos, besando mi frente.
- Por esto eres mi humana favorita en todo el universo. - Intenté no sonreír.
- Aún sigo enojada. - Dije con mis brazos aún cruzados.
- Celosa. Y lo sé. - Salió lo más rápido que pudo por la puerta y detrás lo siguieron Chad, Alex y Connor. Miré a Duncan que seguía leyendo su libro. Al parecer, sintió mi mirada, porque levantó sus ojos hasta los míos.
- ¿Vienes? Va a ser divertido. - Sonreí intentando parecer amable, cuando la verdad, su seriedad y la razón de que nunca hablara, me ponían jodidamente nerviosa. Apoyó su libro con fuerza sobre la mesa, haciendo que sonara más de lo necesario, se paró, caminó hasta mí, me miró unos tres segundos de la peor manera posible y luego salió por la puerta.
Definitivamente tendré que trabajar con él luego.
Suspiré y abrí la puerta para ver qué era lo que estaba sucediendo. Me sorprendí al ver a Gina con un plato lleno de galletas y una sonrisa.
- ¿Galletas? - Sonreí y tomé una. - Los chicos están afuera. Algo sobre un proyecto de ciencias. - Asentí como si supiera de qué carajo estaba hablando. Me tendió el plato. - Probablemente tengan hambre, llévaselos, ¿si? - Volví a asentir con la galleta en mi boca y antes de que Gina se fuera, la detuve.
- Gina, sobre lo que pasó en el cuarto de Aaron... - Ella me hizo una señal para que me calle.
- No diré nada cariño, tranquila. - Negué con mi cabeza rápidamente.
- Es que nada sucedió. - Sonreí intentando convencerla. Ella rió y dio media vuelta.
- ¡Si eso quieres que piense! - Dijo mientras volvía a caminar hasta la cocina.
Definitivamente tendré que trabajar en eso también.
Suspiré y caminé hasta la puerta principal. Mientras la abría, me pregunté qué mierda podían estar haciendo estos chicos ahora, pero la respuesta fue mucho peor que cualquier cosa que me imaginara.
Chad: guantes de lana rosas. Aaron: buscando cosas en su auto. Connor: riendo. Alex; analizando todo con sus ojos. Y Duncan... Bueno, Duncan era Duncan.
- Un minuto. Sólo me fui un minuto y ya volvieron a Chad gay. - Connor se rió aún más fuerte y Alex se acercó a mí con una sonrisa, mientras tomaba el plato lleno de galletas.
- No lograrían que eso pasase ni en un millón de años nena. - Me sonrió y vi como Aaron nos miraba a ambos con sus cejas fruncidas. No entendí por qué, pero me ponía incómoda su mirada, así que me acerqué a él.
- ¿Qué estás haciendo? - Le pregunté cuando llegué a su lado. Su mandíbula estaba apretada y cuando me asomé para ver qué estaba haciendo, las benditas cadenas aparecían en mi vista, otra vez.
- Nada. - ¿Por qué de repente estaba tan seco? - Tienes que tomar esto y dárselo a Chad cuando yo te diga, ¿de acuerdo? - Asentí. Aaron ni siquiera me miró. Cuando pasó junto a mí lo tomé del brazo y él se giró, viendo mi agarre sobre él.
- ¿Estás bien? - Su asentimiento de cabeza fue casi imperceptible y hasta pensé que lo había imaginado. No pude decir nada, porque se fue mucho más rápido de lo que mi cerebro había podido procesar.
¿Y a éste que le pasaba ahora?
Revoleé los ojos mientras veía a los Lawrence hablar entre ellos. No tenía mi atención y concentración puesta en lo que estaban diciendo, nada más pensaba en lo que al idiota de Aaron podría estar pasándole y la manera en que no me decía nada porque era un maldito idiota jodidamente bipolar.
Agh, que fastidio.
- Kelsey, ¿estás lista? - Miré a Alex que me llamaba y salí de mi burbuja al instante. No quería hacer esto. No otra vez. Y menos a Chad. - Kelsey... - Volvió a llamarme. Cerré los ojos con fuerza y respiré hondo, diciéndome a mí misma que sólo duraría un rato y con suerte, mi plan funcionaría y no le sucedería absolutamente nada. Tomé las cadenas en mis manos que parecían estar más pesadas que la otra vez y caminé hasta el centro, en donde estaba Chad, sintiendo las miradas de todos sobre mí. Lo único que faltaba, era que me cayera y todos se rieran de mí.
Chad estaba jodidamente ansioso o nervioso. Una mezcla de ambos. Se notaba por la manera en que se movía. Me paré frente a él y nos miramos directamente a los ojos.
Dios, no quería hacer esto, en serio. No quería, no quería, no quería.
- No quiero... - le susurré a Chad intentando que los demás no me escuchasen, obviamente era imposible por la súper audición y esa mierda. Chad me guiñó un ojo mientras tragaba saliva y sus ojos seguían corriéndose a mi cuello.
- Vamos muñeca, no pasa nada.
No me gusta que me digan muñeca.
Chad rió porque al parecer, no lo había pensado nada más y se había escapado de mi boca sin quererlo. Puse las cadenas de plata sobre las manos de Chad y me separé tres pasos mientras él gritaba y las dejaba caer al suelo.
- Eso definitivamente no funcionó. - Chad quitó los guantes de sus manos y las agitó en el aire, intentando que el color rojo desapareciera de ellas. No sabía si era sangre o qué, él las ocultó detrás de su cuerpo. - Tal vez con guantes de cuero o de esos que usamos en el taller. - Connor asintió y desapareció de la vista de todos. Un horrible y asqueroso vacío crecía en mi interior y estoy segura que era por la culpa que sentía. Yo había hecho eso. Yo le había dado las cadenas. La idea había sido mía. Yo lo había lastimado.
Maldita sea, soy una idiota.
- ¿Puedes tranquilizarte? Estás agotándome. - Aaron me tomó del brazo y susurró. Junté mis cejas.
- ¿Cómo sabes... - Me interrumpió.
- No lo sé. Sólo para. - Asentí mientras Connor ayudaba a Chad a ponerse los nuevos guantes que había traído.
- ¿Listo? - No, no estoy lista.
- ¿Cuándo no estoy listo? - Deja de hacer malditas bromas al respecto Chad.
Tomó las cadenas del suelo y cerré los ojos con fuerza.
- Oigan, esto no es tan malo. - ¿En serio? - No, esperen... Sí lo es. ¡SI LO ES! - Chad dejó caer las cadenas lejos y se sentó en las escaleras de la entrada. Corrí hasta él al igual que todos los chicos. - Oh, maldita mierda... Mis manos. - Me senté junto a él y quité sus guantes con cuidado mientras lo escuchaba gemir y quejarse del dolor.
- Oh mi Dios, Chad...
- Sabía que era una mala idea. Lo supe desde el principio; eres un idiota. - Alex había tomado el nerviosismo de todos y lo había absorbido para sí mismo.
- Voy a llamar a Gina. - Chad me detuvo con sus manos y gimió del dolor soltándome de inmediato.
- ¿Quieres que le de un infarto? - Apreté mi mandíbula por la impotencia que tenía dentro de mí y me senté otra vez junto a él mirando sus manos. - Exacto.
- Voy por el botiquín de primeros auxilios. - Connor volvió a desaparecer de nuestra vista. Ya no sabía si se trataba de súper velocidad o él simplemente había adquirido un nuevo poder que lo hacía desaparecer.
- Duele. - Miré a Chad preocupada. ¿Y cómo no iba a hacerlo? Podía ver su carne y se suponía que eso no era normal. Sus manos estaban completamente ensangrentadas y podía ver su piel desgarrándose de a poco. ¿Qué mierda se suponía que teníamos que hacer? Alex seguía lamentándose, caminando de un lado a otro, mientras Duncan lo seguía, intentando calmarlo, supongo. Aaron estaba a un lado de nosotros, mirándonos igual que lo había estado haciendo desde que salimos de la casa. Tomé las manos de Chad sin tocar sus heridas y noté lo calientes que estaban.
- Tú, eres un idiota. - No podía evitar ver sus manos mientras él reía por lo que le decía.
- Curioso. Generalmente a las chicas les gusta eso de mí. - Sonreí.
Dios, en verdad era un idiota.
- Toma. - Connor apareció de repente junto a mí, haciéndome sobresaltar y me tendió una pequeña caja.
- ¿Por qué yo? - Él frunció las cejas.
- No pienso hacerle de enfermera a este idiota calentón. Tal vez después tenga fantasías conmigo. - Se alejó de nosotros y revoleé los ojos mientras abría el maletín.
- Hay una crema que hizo Jonathan ahí dentro. Hace que nuestras células se reproduzcan más rápido y que la quemadura tarde menos de lo normal en sanar. - Tomé un pote de lo que él me decía. - Perfecto. ¿Tienes algún corte en las manos o cualquier cosa que deje pasar tu sangre? - Examiné mis manos y negué con la cabeza. - Bien, tienes que esparcir la crema por mis manos. Y con cuidado por favor, porque arde como la mismísima mierda, ¿ya? Necesito mis manos para sobrevivir.
- Necesita sus manos para pajearse con las revistas porno que tiene bajo su cama. - Revoleé los ojos ante el comentario poco productivo de Connor.
- ¿Va a dolerte? - No quería seguir causando dolor y sabía que al preguntar parecía una estúpida niña asustada. Me ponía de los nervios parecer jodidamente débil.
- Casi nada. - Agradecía que me mintiera con tanta convicción, pero sabía que no era verdad, así que no sirvió para que mi cuerpo se relajara. Puse un poco de la crema transparente sobre mis dedos y me preparé mentalmente para lo que iba a hacer. Luego de unos segundos, estaba pasando mis manos por las de Chad mientras él tensaba su cuerpo e intentaba no gritar del dolor para no espantarme. Pero lo que él no sabía, era que ya estaba completamente espantada desde hacía ya un buen tiempo. - Bien Kelsey, lo hiciste bien.
- ¡No, claro que no! - le dije mientras veía mis manos ensangrentadas.
- Sí, lo hiciste bien. Ahora toma vendas y enróllalas alrededor de mis manos. - Tomé las vendas con la parte de mis manos que no estaba roja y logré vendar sus manos con rapidez. Chad suspiró con alivio y luego comenzó a reír. - Okay, la teoría de los guantes queda cien por ciento descartada. - Con uno de sus brazos, rodeó mis hombros y yo suspiré con cansancio mientras me apoyaba en su pecho y pasaba mis manos por mi rostro repetidamente. Vi a Aaron observándonos con su fría mirada mientras Chad me sonreía diciéndome lo buena enfermera que había sido y que probablemente me llamaría cuando sus dolores estomacales volvieran.
(...)
Cerré el juego que estaba usando en mi celular y lo bloqueé. Miré al frente y suspiré con cansancio. Por vigésima tercera vez. Estaba aburrida y fastidiada. Y era de noche. Y tendría que explicarle a Tris por qué había desaparecido en todo el día. Suspiré una vez más. Vigésima cuarta. No quería perder la cuenta. Miré a Aaron que estaba manejando con una mano y con la otra mordía uno de sus dedos con sus dientes. Está bien, podía estar fastidiada con él, pero seguía siendo jodidamente sexy y eso no iba a cambiar ni aunque quisiera. Suspiré. Vigésima quinta vez.
- Ya. Lo soporté hasta aquí. ¿Puedes decirme qué mierda te sucede? Porque estás jodidamente raro y no tengo ni una sola pista de lo que está pasando. - Ya me había cansado de golpetear mis dedos contra el vidrio para evitar el silencio incómodo. Y también me había cansado de su actitud. Él parecía la mujer histérica de una relación que ni siquiera existía.
Lo vi dudar con lo que iba a decir y me sorprendí de que Aaron Lawrence dudara al menos una vez en su vida. Quería la verdad. Y la quería ahora.
- Nada. - Definitivamente no nos estábamos entendiendo. Ni un poco.
- Y yo no tengo una vagina y tú no me gustas ni un poco. - Creí haber visto una sonrisa, pero con Aaron nunca podía saberlo. - Dímelo ahora. - Él mordió su labio inferior con fuerza y juro que me dio calor en ese instante.
- ¿Enfermera? ¿En serio? - Me costó entender lo que estaba pasando, porque, bueno, mi cerebro era jodidamente lento.
- ¿Estás celoso de Chad? - Dije sin poder creerlo. Él apretó su agarre en el volante y mordió su dedo mucho más fuerte.
- No vuelvas a repetir esas palabras, por favor...
- Pero él es tu hermano. - Junté mis cejas sin poder entender lo que este chico estaba diciendo.
- ¡YA LO SÉ! - gritó haciendo que mis oídos retumbaran. - Ya lo sé, lo sé muy bien Kelsey. - Giré mi cuerpo para poder verlo mejor.
- ¿En serio me crees capaz de hacer una cosa así? - Él apretó su mandíbula.
- No. Tú no eres lo que me preocupa... - Mi cerebro volvió a tardar en procesar lo que estaba diciendo.
- Pero él es tu hermano. - Volví a repetir como una idiota.
- Por eso lo digo. Porque es mi hermano y lo conozco demasiado bien. - No sé qué estaba sucediendo con mi cerebro, pero estaba más estúpido de lo normal.
- Aaron... - Él revoleó sus ojos ante mi tono de sermón. - Chad puede ser muy coqueto y estúpido a veces. Muy estúpido. - Asintió dándome la razón. - Pero él nunca te haría una cosa así, ¿de acuerdo? Tal vez no lo conozco como tú lo haces, pero estoy segura que ninguno de ellos jamás haría lo que piensas que Chad está haciendo. Sólo somos amigos. - Aaron jugaba con su mandíbula demostrando lo inseguro que esta situación lo ponía.
- ¿Y los mariachis? - Mi cerebro tardó otra vez. Pero al instante comencé a reír.
- ¿Cómo te enteraste? - Él me miró y me puse seria.
- No. Es. Jodidamente. Gracioso.
- Lo es para mí. - Dije mientras sonreía. Él volvió su vista al camino poniéndose tenso otra vez.
Genial.
- Él está intentando conquistarte. Le gustas. - ¿Desde cuándo yo me había vuelto irresistible para los vampiros?
- Oh por Dios, fue un chiste. Sólo me reí. No significo nada.
- No me mientas. A ti te gusta también.
- ¡CLARO QUE NO! - Junté mis cejas aún más y Aaron comenzó a acelerar el motor del auto.
Maldición.
- Sí te gusta. - Este chico es un jodido maniático.
- ¿Puedes por favor darte cuenta de la estupidez que estás diciendo y bajar la jodida velocidad, por favor? - Aaron ni siquiera me escuchó. Mordió su dedo aún más fuerte y pude ver su mano tiñéndose de un delgado hilo rojo que salía de su dedo. - Aaron, te estás lastimando. Para. - No me hizo caso. - ¡Maldición Aaron! ¡Chad no me gusta por Dios! ¡Estoy jodidamente loca por ti! ¿¡Qué mierda tengo que hacer para demostrártelo!? - Aaron paró el auto en el medio de la ruta y juro que si no hubiese tenido el maldito cinturón de seguridad, hubiera volado a través del parabrisas. Él me miró, y yo lo miré a él mientras tomaba mi pecho que subía y bajaba demasiado rápido. - MALDITA SEA AARON, ¿¡ESTÁS LOCO!? - grité completamente aterrada.
- Sí, de remate. - Ni siquiera pude contestarle cuánto odiaba su maldito cambio de humor constante, porque él ya había tomado mi cara con firmeza y había plantado un jodido beso en mis labios al cual mi cerebro tardó en responder, otra vez.
Tal vez, y sólo tal vez, yo podría vivir con sus cambios de humor si él prometía besarme así siempre. Y cuando digo siempre es siempre. Porque está bien, tal vez no había besado a muchos chicos en mi vida... Para ser sincera, sólo había besado a uno y él lo estaba haciendo jodidamente bien. Yo era un desastre, estaba segura de eso. Pero estaba dispuesta a tener un jodido profesor que besara tan bien como Aaron. Y cuando hacía esa cosa con su lengua y se enredaba con la mía... Dios, podía vivir así para siempre.
Sentí cómo mi cuerpo se relajaba cuando él me acostaba contra sus piernas y seguía besándome como él sabía que a mí me gustaba. Pasé mis manos por su cuello haciendo que se acercara más a mí, y no pude evitar jugar con el cabello de su nuca. Me encantaba hacer eso.
Comencé a sentir una opresión en mi pecho que no estaba segura de qué era. Luego de unos segundos, empecé a sospechar que era falta de oxígeno. Y después, claramente lo confirmé. Alejé a Aaron un poco para poder respirar. Nuestras frentes estaban juntas y sentía cómo mi aliento chocaba contra su cara.
- Lo siento. Lo siento. Tienes que respirar. A veces lo olvido. Lo siento. - Reí mientras mis pulmones se llenaban de oxígeno y me dije a mí misma que ya estaba lista para una segunda ronda de candentes besos de Aaron Lawrence. Acerqué mis labios a los suyos mientras sentía sus brazos tomarme por la espalda para levantarme un poco más a su altura.
Maldición. Esto era jodidamente hermoso.
(...)
- ¿Sabes qué? ¡PÚDRETE! ¡NO QUIERO VOLVER A HABLAR CONTIGO NUNCA MÁS! - Un adorno que habíamos comprado con Tris antes de mudarnos, salió disparado hacia mi dirección mientras abría la puerta de entrada. No sé cómo mierda hice para esquivarlo, simplemente lo hice. Entré al departamento y observé a Tris sentada en el sofá, devorando un tazón de palomitas con furia y sin piedad, con su teléfono celular a un lado. Procuré no decir nada, pero no podía evitar tener una sonrisa en mi cara.
Me senté junto a ella y miré la televisión. Todavía no estaba segura qué era lo que estábamos viendo. Tomé un gran puñado de palomitas y lo metí en mi boca.
- ¿Qué estamos viendo? - La protagonista ahora estaba cantando una canción en francés.
- No lo sé. - Me lo imaginé. Nos quedamos unos segundos calladas mientras veíamos a un hombre secuestrar a la protagonista. - Bill preguntó por ti.
Oh, mierda. Sabía que me olvidaba de algo.
- ¿Qué le dijiste?
- Que tenías que estudiar. - Sabía que no iba a preguntarme en dónde había estado, pero esperaba que yo misma se lo dijera.
- Estaba en la casa de Annie terminando un trabajo. - Annie probablemente se volvería en mi mejor excusa.
- Bien. - Tris comió más palomitas y yo hice lo mismo.
- ¿Y Jake? - Estaba apretando la herida con fuerza. Lo más probable era que Tris se había peleado con Jake, por eso tanto escándalo.
- No lo sé, pero espero que debajo de un camión que carga vacas. - Contuve la risa como pude.
- ¿Qué pasó? - Esto iba a ser divertido. Tris tomó prácticamente todas las palomitas y las metió en su boca con dificultad.
- Eha hehoho.
Bueno, eso es lo que yo entendí.
- Repítelo otra vez, pero traga primero. - Tris masticó y tragó lo más rápido que pudo.
- Está celoso. - Reí.
- Al parecer, hoy es el maldito día de los malditos celos. - Tris ignoró mi comentario.
- Dice que hablo con los chicos del equipo de fútbol en las prácticas de las porristas y que les coqueteo y que levanto mi falda más de lo normal. - Reí con fuerza porque eso sonaba jodidamente muy Tris.
- ¿Y lo haces? - Ella abrió sus ojos con indignación.
- ¡CLARO QUE LO HAGO! - Volví a reír. - Pero él exagera todo jodidamente mucho... El capitán del equipo se me acercó y me invitó a una fiesta, le dije que no, y que mi no-novio nos estaba mirando. Y lo de la falda pasó una sola jodida vez cuando estábamos practicando un salto de no sé qué mierda y la falda se levantó mientras estaba en el maldito aire. - Reí. - ¡Vamos hombre! No puedo controlar la jodida gravedad, ¿ya? ¿Qué se supone que tengo que hacer? Lo mandé a la mierda y le dije que ni se le ocurra volver a hablarme si no iba a pedirme perdón. - Me levanté del sofá y me paré frente a ella.
- Tú, eres una jodida histérica y él es demasiado bueno para ti. - Tris juntó las cejas.
- Eso es lo que todas las chicas en la escuela dicen, pero claro, yo no puedo estar celosa por eso. - Caminé hasta el pasillo para irme a dormir. - Y la próxima vez que me mientas, procura que tu lápiz labial no esté corrido, inepta. - Me quedé dura mientras escuchaba la puerta de su habitación cerrarse detrás de mí.
Iba a matar a Aaron cuando lo viera por no habérmelo avisado.
Por eso se había reído jodidamente mucho.

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Aaron Lawrence
FantasyHistoria de Lucía Aluminé Sacado de su página de Facebook: "Storytellers"