Aaron CAP:52

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Capítulo 52:

Mis ojos habían dejado de gotear y mi cuerpo apenas temblaba. Sentía las manos de Aaron sacudiendo mis hombros y llamando mi nombre, intentando hacer que reaccionara. No funcionaba, claramente. Los ojos de Duncan estaban completamente fijos en los míos, llenos de tristeza y confusión, y los míos no podían despegarse de los suyos. Sentí una mullida y peluda pata estacionarse en una de mis piernas, y sabía que era Kelsey. Llamando mi atención, corrí la mirada hacia ella y observé que volvía a empujar mi pierna con su pata, sus ojos de gato me miraron fijamente y luego abrió la boca, dejando escapar un maullido que me desconcertó. Era como si estuviera llamándome. Mis labios se despegaron, intentando decir algo, pero las palabras seguían enredadas en mi garganta. La mano de Aaron había dejado de sacudirme y estaba apoyada en mi hombro, mientras Kelsey dejaba de mirarme y comenzaba a refregar su pequeño rostro contra mi cuerpo. Su pelaje suave me puso la piel de gallina y me di cuenta que era la primera vez que no se notaba agresiva ni malhumorada cuando se trataba de mí.
- Kelsey. - La voz de Aaron sonaba, al fin, clara en mis oídos. Kelsey subió por mis piernas con dificultad y se acomodó de manera tal, que su cabeza caía en una de mis manos, en donde comenzó a refregarse. Su cuerpo comenzó a hacer un raro ruido que jamás había escuchado, y supuse que eso era un ronroneo.
- Entonces soy un vampiro. - Dije de repente, sorprendiendo a todos los que estaban en la habitación, excepto a Kelsey, que seguía ronroneando y descansaba con tranquilidad en mis piernas.
- No. - Respondió Duncan. Mis ojos volaron a los suyos y sentí que la piel se me ponía de gallina como nunca antes, mientras me recorrían escalofríos por todo el cuerpo. Me sentía incómoda ante su presencia. Encogí mis hombros haciéndome más pequeña al sentir que el malestar estomacal y el nudo en mi pecho se hacían más grandes.
- Entonces soy humana. - Dije otra vez, esperando que alguien pudiera aclarar al menos una de las dudas que recorrían por mi cerebro.
- No exactamente. - Ni siquiera tenía la energía para enojarme o para hacerle frente a lo que sea que estuviera en frente mío. Un demente. Un vampiro. Mi hermano.
- ¿Qué mierda soy, entonces? - No había salido cien por ciento tranquila, ni tampoco cien por ciento ofendida. Mi voz era neutral, ese tipo de neutral que tienen los locos en los manicomios cuando los drogan hasta que apenas pueden pensar.
- No lo sabemos. - Esta vez fue Aaron el que habló, y mis ojos tardaron en llegar hasta los suyos más de lo que deberían haber tardado. Su mirada me transmitía sincera preocupación, aunque no estaba muy segura a qué se debía. Aún no había reaccionado al cien por ciento como Kelsey Brooks. Romper cosas, gritar como una histérica, llorar, enojarme, salida dramática. En ese orden. Pero algo me decía que no tendría la oportunidad de reaccionar de esa manera. Que había más de lo que no quería enterarme, pero que terminaría sabiendo, a fin de cuentas. - Kels, sé que esto es muy duro, y que tardarás en digerirlo, pero hay cosas que necesitas saber.
- No quiero. - Respondí, apenas, con la voz completamente apagada. Me achiqué aún más en el sillón y me negué a mirar a Duncan a los ojos. De tan sólo pensarlo mis ganas de vomitar aumentaban. Tendría que haber salido corriendo de ese lugar. Tendría que haber corrido hasta que mis pies sangraran y mis pulmones no pudieran absorber más oxígeno. Pero a pesar de que no me había movido un centímetro, sentía a mis piernas rígidas en ese suelo como dos anclas que no querían hacerme caso.
- Tienes que saber, que a pesar de que nosotros no sabemos mucho sobre este tema... - Los ojos de Aaron volaron a los de Duncan y sentí que ambos tenían una conversación secreta de miradas de la cual yo nunca formaría parte. Duncan miró al suelo después de unos segundos de tener su ceño fruncido, y tragó saliva.
- Jaxon es el que sabe qué sucedió contigo. - Su voz había salido aún más ronca de lo que en realidad era, y agradecí que sus ojos siguieran en el suelo y no me miraran. Vomitaría si me miraban. - Es por eso que Mason te protege. Él lo contrató para que así fuera. Por eso él siempre ha aparecido en los peores momentos.
- Cuando mataron a ese chico en el bosque, la muerte del lobo en el juego de fútbol americano... Por eso él fue el que te llevó con Jaxon. Tenías que estar a salvo, y nada debía pasarte. - Mis cejas se juntaron, pero Aaron no se detuvo. - Él te salvó la noche de Halloween. No estamos muy seguros de qué ocurrió, algo debió haber salido mal. Pero Mason te sacó de allí lo suficientemente rápido, sólo te golpeaste la cabeza. Pero no fue nada. Ya debe haber cerrado. - Su mano se dirigió con cuidado a mi frente y despegó la venda que Jonathan había puesto luego de coserme. Noté que los puntos estaban pegados en la gasa y mi mano se dirigió a mi frente de repente. Notaba una pequeña irregularidad y me hubiese gustado tener un espejo en la mano, para ver mi merecida marca a lo Harry Potter. Mis ojos volaron a los de Aaron, y noté que mi boca estaba abierta, ni siquiera pude preguntar cómo era posible. Él se encogió de hombros, entendiendo todo a la perfección, casi leyéndome la mente. - No tengo ni idea. - Declaró, dejándome menos tranquila de lo que ya estaba. Esa herida debía tardar unas cuantas semanas en cerrarse, tal vez unos meses. ¿Cómo era posible? La cabeza volvió a darme vueltas y las nauseas aumentaron de tal manera, que sentí la necesidad de hacerme una bolita para que mi estómago dejara de doler.
- Hay otra cosa que necesitas saber. - Duncan fulminó con la mirada a Aaron, como si esperara a que hablara de una vez por todas. Mi cabeza, que aún seguía dando vueltas, se vio venir de antemano, que esto no sería bueno. Aaron apretó su mandíbula y me miró una vez más. Me imaginé que buscaba las palabras exactas para contarme lo que, supuestamente, necesitaba saber.
- La vez que estabas enferma... Necesitaba saber si eras lo que pensábamos que eras. - Mis manos abrazaron mis hombros de repente.
- Aaron... - Dije con tono de advertencia. No sabía si era porque no quería enterarme, o porque sabía de lo que estaba hablando y lo que menos necesitaba era escuchar la oración salir de sus labios.
- Era la oportunidad perfecta y... La sopa no era sopa, Kelsey. - Sentí que las nauseas subieron de repente por mi garganta y tragué saliva, haciendo un esfuerzo por no vomitar. Sabía que mi cara estaba blanca como un papel y que mis labios habían perdido el color completamente.
- ¿Me diste... sangre? - Logré pronunciar. Ninguno me respondió. Ambos miraron al suelo, en completo silencio. Las nauseas volvieron a subir al saber que había consumido sangre de humano. Ni siquiera podía mantener el pensamiento en mi cerebro sin antes tener dolor estomacal. Saqué a Kelsey de mis piernas y me paré de repente. - Tengo que salir de aquí. - Preanuncié lo suficientemente alto como para que ambos me oyeran. Sabía que vomitaría, y el ambiente no ayudaba para nada. Duncan y Aaron, no ayudaban para nada. Caminé todo lo despacio que pude, evitando marearme, y preguntándome cómo me iría sin tener que tener un incómodo viaje en auto.
- Jake está en la cocina. Lo llamamos hace rato. - La voz de Duncan sólo me dio más ganas de correr y eso fue lo que hice. Corrí fuera de la sala, por el pasillo, abriendo la puerta de la cocina, en donde me encontré a un Jake devorando lo que sea que Gina seguía metiendo en su plato. No se veía muy feliz, ya que cada dos segundos fulminaba con la mirada a Connor, Alex y Chad, que estaban en una esquina, metidos en su mundo, en completo silencio. Jonathan había desaparecido, y no quería enterarme de dónde estaba tampoco. No tenía tiempo. Ni siquiera tenía tiempo de sorprenderme al ver a Jake en la casa de los Lawrence.
- Jake, nos vamos. - Dije, con la voz neutral que había tenido hace unos minutos. Alex hizo ademán de querer acercarse a mí, pero lo detuve con mis ojos y negando con la cabeza. Jake tragó lo que sea que estaba masticando con rapidez, tomó su chaqueta de la silla y se paró, algo incómodo. Gina miraba al suelo, y Chad y Connor me observaban con la mayor tristeza que jamás había recorrido por sus ojos. Me sentía mal por todos, pero aún así, me sentía peor por mí. Sentí que la puerta de la sala se cerraba y me largué a correr por el pasillo. Quería evitar a Duncan a toda costa. Sus ojos y su voz aún me causaban ganas de vomitar, más de las que ya tenía. Jake corrió detrás de mí, gritando mi nombre, Aaron intentó detenerme mientras abría la puerta principal y sentía la mirada de todos en mi nuca mientras bajaba las escaleras del porche y luchaba por no caer al suelo a causa de mis mareos. Jake siguió llamándome, pero apenas oía su voz. Necesitaba huir con rapidez.
- ¡Cassandra! - Ni siquiera gritó, su voz había sonado firme y ronca, y falsa. Yo sabía que él no sabía qué era lo que estaba haciendo, que no sabía cómo sentirse y que eso lo estaba matando, porque de repente, era mi hermano, y de repente podía leerlo como si fuera parte de mi vida. Me giré despacio y observé que Jake aún intentaba alcanzarme y que Duncan me miraba fijamente, más que nunca. - Por favor. - Leí sus labios, y sus ojos. Y las nauseas volvieron a subir por mi garganta. Escuchar ese nombre salir de su boca hizo que las ganas de vomitar se volvieran más intensas. Corrí todo lo que pude, evitando que mis ojos soltaran lágrimas. Seguí el camino que llegaba hasta el taller de los Lawrence, y cuando sentí que mi cerebro no soportaba una idea más, caí al suelo junto a un árbol y mi estómago hizo lo que había querido hacer hace un largo tiempo.
Apreté mis ojos con fuerza mientras tosía y escuchaba las arcadas como si fueran de otra persona ajena a mí. Una mano se instaló en mi espalda y tomó mi cabello para que no se ensuciara. Reconocí la voz de Jake intentando tranquilizarme. Luego de unos minutos en los que mi estómago devolvía todo lo que había comido en el día, abrí los ojos y noté que Jake ponía su chaqueta sobre mis hombros. Con las pocas fuerzas que tenía, me alejé lo más que pude del árbol y limpié mi boca con mi bufanda, que ya había arruinado. La tiré lejos, completamente frustrada y limpié las lágrimas que se me habían escapado. Jake se arrodilló frente a mí y me miró a los ojos, a pesar de que yo evité los suyos como pude.
- No quieres hablar de lo que pasó. - Afirmó, a pesar de que lo dijo como si tuviera la pequeña esperanza de que fuera todo lo contrario. Negué con la cabeza apenas y sentí que sus manos me ayudaban a levantarme. A pesar de que había vomitado, aún sentía que mi cabeza daba vueltas y que el mareo empeoraba cada segdelo que pasaba. Mi cerebro reprimía todos los pensamientos que llovían en mi mente como podía, y rogué porque todo hubiese sido un sueño. Parecía tan imposible. Necesitaba más pruebas. No me bastaba con la palabra de una persona que apenas conocía. Podría estar mintiendo. Podría ser sólo un cuento. Tal vez le parecía divertido hacer sufrir a la gente y hacerla dudar sobre su identidad.
Yo era Kelsey Brooks. Era lo único que tenía, y era algo que nadie jamás podría quitarme.
Noté que Jake me conducía hasta su auto que estaba estacionado en la puerta del taller de los Lawrence que había estado cerrado temporalmente, por un largo 'temporalmente'. Subí al asiento del copiloto y esperé a que Jake pusiera en marcha el auto para irme de aquel lugar que estaba al borde de volverme una lunática.
Miré por la ventana todo el camino, implorando porque Jake no me llevara a casa, aunque sabía que lo haría. Me imaginé cómo reaccionaría Tris al enterarse de lo que acababa de saber, y casi se me escapa una risa. No estaba segura de si debía contarle a Tris. No porque quisiera ocultárselo, porque no estaba cien por ciento segura de que fuera cierto. Todo parecía tan irreal. Era como si estuviera en una nube, observando desde arriba las alocadas cosas que le sucedían a esta pobre chica, que acababa de descubrir que no sólo tenía dos hermanos, sino que también, eran vampiros. Sin contar, por supuesto, que ellos no tenían ni idea de lo que ella era en realidad. Ni cuantos años tenía. Ni siquiera sabía si su nombre era su verdadero nombre. Pero al parecer no, no lo era. No sabía cuánto tiempo pasó, y al mirar por la ventana, me di cuenta que ya no estábamos en la carretera, si no que recorríamos las calles del pueblo. Jake estaba demasiado concentrado en su forma de manejar, y ni siquiera se dio cuenta que sacaba mi teléfono del bolsillo y buscaba a Tris entre mis contactos. Luego de unos cuantos pitidos, contestó.
- Kelsey, más te vale que sea urgente. Sabes que mi siesta de belleza no puede ser interrumpida. - Su voz sonaba igual de ronca que la de un hombre, igual que todas las veces que la había despertado.
- ¿Recuerdas en el orfanato? ¿Cuándo nos conocimos? - Jake giró su rostro, dándose cuenta de que había vuelto de entre los muertos.
- Creo. Más te vale que tengas un buen punto porque voy a cortarte en este instante. - Tragué saliva.
- Cuéntame cómo pasó. - Tris y yo nos habíamos conocido en el orfanato de pequeñas, y yo había entrado allí siendo un bebé. Sería imposible que la historia de Duncan fuera cierta. Tal vez se había confundido de chica.
- ¿Es que acaso te agarró amnesia? Cuéntatelo tú misma. - Me dieron ganas de golpearla.
- Tris, cuéntamelo. - Mi voz se hizo firme y luego de unos segundos escuché que Tris suspiraba con cansancio.
- Bien. Como sea. - Dijo. - Recuerdo que estaba en una plaza, que un hombre se me acercó y me dijo que mis padres ya no me querían y que ahora debía irme con él. Recuerdo que me metieron en una camioneta enorme y me acuerdo que grité como una idiota hasta que me quedé sin voz y me acuerdo que lloré a mares y océanos cuando entré al orfanato y Polland me asignó una habitación. Y luego te recuerdo a ti, entrando por la puerta, empujando a quien sea que te estaba llevando en contra de tu voluntad. Eras una niña muy rara. Recuerdo que usabas palabras que no conocía y que solías quedarte despierta toda la noche. En fin, tus manos ágiles pasaron a ser una leyenda y luego tuvimos que trabajar las dos juntas. - Mis ojos se abrieron sorpresivamente, y sabía que mi sensibilidad estaba a flor de piel, y que de repente, quería llorar por lo que sea.
- Pero yo... No lo recuerdo de esa manera. - Dije con la voz apagada. Tris volvió a suspirar con cansancio.
- Mira, estoy dormida, pero no soy estúpida. Así sucedió. Pregúntaselo a Rick o a Polland si los ves algún día. Si no vuelvo a dormir dentro de diez segundos, me saldrán arrugas. - Corté la llamada y apreté el teléfono entre mis dedos.
¿Cómo podía ser posible que todo lo que recordaba estaba mal? ¿Tantos años equivocada?
Golpeé todo lo que estuvo cerca de mí, principalmente, el interior del auto de Jake. Lo golpeé hasta que me dolieron las manos, y solté unos cuantos gritos que me hicieron doler la garganta. Contuve las lágrimas respirando profundamente. Lo golpeé todo hasta que me aburrí de golpearlo. Jake me observaba anonadado, e intercambiaba su mirada hacia mí y al frente.
- Kelsey, sé que no es el mejor momento, pero sólo hay dos talleres de autos en el pueblo. Uno me cobrará una fortuna para arreglarlo todo, y el otro, es el de los Lawrence, y quiero que entiendas que sólo entré a esa casa porque me dijeron que me necesitabas, a pesar de que los pasteles eran una delicia. Dos veces seguidas cerca de los Lawrence en un mismo día me causaran alguna enfermedad, te lo aseguro. - Mis manos se quedaron quietas junto a los lados de mi cuerpo y volví a contener las lágrimas mientras la voz de Jake se esfumaba en el auto. - ¿Estás segura de que no quieres hablar de lo que sucedió? Te juro que una manada de lobos puede hacer mucho en contra de un vampiro malnacido que rompió el corazón de mi pequeña Kelsey. - No pude evitar soltar unas lágrimas al escucharlo llamarme de esa manera. Supuse que así debía ser un hermano, que así había sido Duncan en otra época, en otro tiempo.
- Jake, para el auto. - Dije entre lágrimas. Él me hizo caso, y estacionó en el primer lugar que vio libre. Limpié mis mejillas y me metí dentro de su chaqueta. Lo miré a los ojos, llenos de preocupación y desesperación.
- Kelsey, ¿qué está pasando? - Un sollozo salió de mis labios y lo callé, intentando hacer que no se preocupara.
- ¿Has visto que en las películas dramáticas, siempre hay un momento en que la protagonista necesita estar sola para pensar y llorar sin ningún tipo de inhibición? Bueno, este es el momento. - Sus cejas estaban fruncidas, y por lo que leía de su rostro, sabía que no me dejaría sola, así que sólo se me ocurrió rogárselo. - Necesito estar sola. De verdad lo necesito. - Mi voz se quebró a mitad de la oración y abrí la puerta del auto en el momento que Jake dejó de mirarme, sin responder absolutamente nada. - No le cuentes nada de esto a Tris. - Besé su mejilla con delicadeza y él apenas se movió. Sus manos apretaron el volante del auto hasta que salí y no pude observarlo más. No me volteé a ver si seguía estacionado en el mismo lugar, o si se había ido, caminé directamente a la plaza del pueblo, que a esta hora de la tarde debía estar desierta. Era el único lugar en el que probablemente podría estar tranquila sin que nadie me molestase. A pesar de que en todo el camino, cualquier persona que se me cruzaba se volteaba a verme. Probablemente pensarían que estaba loca. Me imaginaba aguantando las lágrimas y limpiando las que se caían por mis mejillas, con el maquillaje corrido, con la chaqueta de Jake que me quedaba gigantesca y los ojos completamente rojos, como si hubiera llorado por horas y horas.
Sentía que el frío se me colaba hasta los huesos en el momento en que pasaba por la entrada de la plaza. Sólo quedaban unos cinco niños que corrían alrededor de las hamacas y del tobogán. Me dirigí al lugar contrario, donde había unos agradables árboles que eran tan altos que parecía que llegaban hasta el cielo. También habían instalado unos banquitos y unas mesas que servían para una tarde de picnic. O en mi caso, para una tarde de pensamientos profundos que no llegarían a nada, y lágrimas que sólo servirían para regar el césped.
Nunca me había sentido sola. A pesar de que hubiera vivido como una huérfana la mayor parte de mi vida, o al menos hasta ahora así había sido, jamás me había sentido sola. Siempre había tenido a Tris, o a Tony, o incluso a Zoe. No eran mi verdadera familia, pero así lo sentía desde siempre. Luego, aparecieron los Lawrence, aunque al principio no habían sido una gran compañía, con el tiempo se habían vuelto parte de mi vida. No me imaginaba sin las bromas de Chad, o las estupideces de Connor. Sin los concejos de Alex o los abrazos sin sentido de Gina. La preocupación de Jonathan y el hecho de tratarme como si de verdad fuera parte de la familia. No me imaginaba sin las sonrisas de Aaron por mis bromas o tropezones, sin su intento de disimularlo porque, como siempre le decía, él era un tipo duro al cual nadie podía ver sonreír. Tampoco podía imaginar mi vida sin Duncan, aunque eso, ahora, en este preciso momento, me provocara ganas de vomitar. Y luego estaba Jake, que era algo así como mi hermano mayor, que siempre estaba para lo que sea que necesitara, y estaba dispuesto a confiar en mí cuando le pedía que me dejara sola porque necesitaba pensar, y así lo había hecho, a pesar de que estaba en uno de los peores momentos de mi vida él confiaba en mí en lo que sea. Tal vez lo estaba dramatizando, pero sentía que mi cuerpo no era mi cuerpo, que habitaba otra piel, y ni siquiera estaba segura si yo, era yo realmente.
El punto, era que nunca me había sentido sola. O al menos hasta ahora. Mi vida había dado un giro de ciento ochenta grados por segunda vez en el año y se sentía fatal. Me sentía fatal.
Me di cuenta que había dejado de llorar, y supuse que mis ojos se habían secado de haber goteado por tanto tiempo. Suspiré entrecortadamente porque a pesar de que mis lágrimas habían cesado, mi respiración seguía siendo irregular y de vez en cuando se me escapaba algún sollozo. No sabía qué hacer. Mi cabeza era un gran desorden y sentía que mi cuerpo se había anudado hasta el último centímetro a causa de la angustia. El pecho me dolía de llorar tan abiertamente y sin ningún tipo de inhibición y refregué mis ojos con la palma de mis manos para intentar que dejaran de picar. No había servido de nada, sin embargo. Tragué saliva y me recriminé un millón de veces no tener un plan B para este tipo de situaciones. Porque el plan A, siempre que había algo que no podía contener por mí misma, era llamar a Alex, que me abrazaría y me diría que todo estaba bien y que siempre podía contar con él, y me aconsejaría de pies a cabeza, y luego me haría reír. Jake no era buena opción, porque sabía que su reacción no sería la mejor al enterarse de lo que estaba pasando. Probablemente se largaría a llorar conmigo. Y Aaron... No quería hablar de él en ese momento.
Sentirme tan sola, hizo que las ganas de llorar aumentaran y el dolor en el pecho creciera, pero sabía que no lloraría. No podía saber por qué no lo haría, sólo sabía que no pasaría.
Solamente había una persona a la cual podía molestar en este momento con mis insignificantes problemas, y estaba a más de siete mil kilómetros, comiendo una baguette, coqueteando con alguna francesa y disfrutando de uvas, queso y vino en algún bar de alguna esquina de Paris.
Tomé mi teléfono y lo busqué entre mis contactos. Esperé a que dejara de pitar, hasta que atendió y su alegre y cantarina voz con acento francés me recibió como un abrazo en el día más frío de invierno.
- Bonjour, princesse.- Con el solo hecho de escucharlo, se me formó una sonrisa repleta de tristeza en el rostro.
- Hola, Key. - Mi voz había salido algo ronca y rota. No tenía sentido disimularlo, de cualquier forma, terminaríamos hablando de lo que me sucedía.
- Habíamos hecho un trato. Me prometiste que no permitirías que te rompiera el corazón. - Negué con la cabeza a pesar de que no podía verme.
- No se trata de Aaron. - Le confesé, y sorbí mi nariz. No sabía si se trataba de mí, o si de verdad había comenzado a congelar afuera.
- Genial. No tienes idea de lo que cuesta un boleto de avión. Tendría que volver para patearle el trasero. - Reí despacio mientras lo escuchaba suspirar del otro lado. - ¿Quieres hablarme de lo que sucede? - Dijo después de unos segundos.
- No es justo para ti que cada vez que te llame tengamos que hablar de mis estúpidos problemas. - Me encogí de hombros y jugué con el césped entre mis pies. - Cuéntame cómo van las cosas por allí.
- ¿Con que evadiendo el tema, eh? - Me lo imaginaba subiendo las cejas y sonriendo de costado. Era como si pudiera tenerlo en frente mío. - Las cosas están como la última vez que me llamaste, que fue hace mucho tiempo, hablando de eso. Notas excelentes, gente agradable, chicas bonitas... - Revoleé los ojos. - ¿Qué más podría pedir un hombre lobo en Paris? - Susurró. - Las lunas llena son lo peor, pero ya sabes, tengo ayuda. - Un silencio incómodo nos invadió hasta que volvió a hablar. - Ahora bien, ¿cuál es el problema? - Preguntó al fin.
- Es... Extremadamente loco. Y tienes que escucharlo todo antes de decir algo. - Tragué saliva.
- ¿En qué lío te has metido ahora, Kelsey?
Como si fuera fácil responder a esa pregunta. Tal vez la indicada era '¿en qué lío NO me había metido?'
Le conté todo con lujo de detalles. Bueno, el lujo de detalles que Aaron y Duncan me habían proporcionado, que no eran tan lujosos, a decir verdad. Sólo repetí las palabras como si se tratara de una grabadora, de una forma tan mecánica, que hasta parecía que lo había ensayado. Key no había dicho ni una sola palabra, y en unos cuantos momentos, pensé que se había ido, o que no me estaba escuchando. Pero luego de aguardar un pequeño silencio, podía escuchar su respiración, que no me decía nada. Pensé que al terminar de contarle todo, se volvería loco, o que tal vez pensaría que yo me había vuelto loca. Quizás pensaría que le estaba jugando una broma o tal vez simplemente él ya lo sabía. Aunque no creía que eso fuera posible, pero tampoco había pensado jamás en que Duncan terminaría siendo mi hermano, y tan sólo miren en donde estaba parada ahora. Key estaba sumido en un profundo silencio, su respiración era pausada y tranquila, y me estaba poniendo nerviosa. Luego de unos largos segundos en que ninguno de los dos habló, decidí tener la primer palabra.
- ¿Es que acaso no vas a decir nada? - Había sonado lo suficientemente frustrada y molesta como para hacer que yo misma me tuviera miedo. No estaba tan malhumorada como parecía, y créanlo o no, hablar con alguien sobre este tema, había hecho que una ligera presión en mi pecho disminuyera. Aún me dolía la cabeza y el estómago, pero el pecho era una pequeña preocupación menos.
- Es que no sé qué decir. - Negué con la cabeza.
- Bienvenido a mi mundo. - Respondí algo irónica. - Bueno, no en realidad. Para pertenecer a mi mundo debes ser una criatura extraña de la cual nadie sabe su definición, y además, como un plus, tienes que enterarte que tienes dos hermanos perdidos que son vampiros, y que vienes de otra época, por supuesto. - Me imaginaba que Key achicaba sus ojos ante cada palabra que iba diciendo.
- Mira, yo no sé si todo esto es cierto, pero la verdad, y por mucho que yo odie a los Lawrence, no veo una buena razón para mentirte sobre este tema. Y ahora que lo pienso, muchas cosas comienzan a tener sentido. - Fruncí mi cara al escuchar la última oración.
- ¿Qué cosas? - Pregunté impaciente.
- Cosas que no cambian nada. Sólo cosas. - Iba a preguntar nuevamente, pero él me interrumpió. - ¿Y tú?
- ¿Y yo qué? - Key y sus misterios comenzaban a exasperarme.
- Qué piensas hacer. - Lo dijo como si lo tuviera todo pensado. Como si estuviera preparada para este tipo de cosas o como si tuviera en mi bolsillo una hoja con el título "Plan 'dos hermanos salieron del polvo y tú no eres humana' parte uno". Para que no quepa ninguna duda, no lo tenía.
- Yo... No lo he pensado aún. - Me sentía expuesta. Una idiota, para ser más precisa. Key lo había dicho como si hasta él tuviera las respuestas de lo que sucedía. Y si las tenía, me urgía escucharlas.
- No hay mucho que pensar, Kelsey. Es matemática básica. - Ya entendía por qué no era tan buena en esa materia. - Siempre has pensado que eras huérfana y que tu familia te abandonó porque no te querían, y de repente, un chico te dice que es tu hermano mayor, y estoy seguro que eso significa que está dispuesto a hacerse responsable de ti, porque de otra manera, jamás te lo hubiera dicho. - Key sonaba tan seguro, deseaba tener esa seguridad cada vez que alguna palabra salía de mi boca.
- Pero yo no quiero una familia. No la necesito. - La piel se me puso de gallina y los ojos comenzaron a picarme otra vez. Key suspiró.
- Sé que no quieres una familia. O al menos es lo que tú piensas, y está bien, nunca has experimentado lo que se siente tener un apoyo incondicional, y sé que siempre has tenido a tus amigos, como a Tris, pero una verdadera familia, es completamente diferente. A veces puedes pelear con ellos y discutir a muerte, pero no importa el orgullo cuando se trata de tu familia, ellos siempre estarán si los necesitas. - Odiaba cuando la gente tenía un buen punto. Yo nunca había podido experimentar cómo se sentía tener una verdadera familia. Pero sabía muy bien lo unidos que Key y Jake estaban con la suya. No podía ser tan malo. - Además, si Duncan es tu hermano realmente... ¿No deberías pensar en lo que él siente, tal vez? Dijiste que te ha estado buscando desde que desapareciste, ¿cómo crees que debe sentirse buscar a una persona por casi una eternidad y luego enterarte de que ella no te quiere en tu vida? Aunque no creo que no lo quieras dentro, para ser sincero. Creo que te sientes insegura de cómo será dejar entrar a una persona en tu vida, que aunque tú no lo quieras, forma parte de ella de todas formas.
- De verdad te odio en este momento. - Le respondí y escuché que se le escapaba una risa entre dientes. - Nunca se me había ocurrido. - Le confesé.
- Por supuesto que no. Estabas muy ocupada llorando y armando un gigantesco drama, y está bien, no todos los días descubres lo que has descubierto hoy. Y todo de golpe. - Sonreí un poco. - Si yo estuviera en tu lugar, intentaría descubrir qué fue lo que pasó. Para poder comprenderlos a ambos. Jaxon y Duncan están muy distanciados, yo diría que algo importante pasó entre ellos dos, tal vez tú puedas arreglarlo. Yo sé de lo que habló Kelsey, es imposible que no extrañes a tu hermano, y más aún si has vivido todo lo que me contaste que Duncan y Jaxon han vivido. Mis hermanos están a más de siete mil kilómetros y no hay un día en que no quiera escuchar sus insoportables voces, sin lugar a dudas. - Suspiré al escuchar las sabias palabras de Key. No sabía si todo lo que había dicho era lo correcto, pero sabía que la mayoría de todas sus palabras, eran todo lo que quería oír. - Voy a preguntártelo una vez más Kelsey, y espero que te haya ayudado a encontrar la respuesta... ¿Qué es lo que piensas hacer? - Respiré profundamente, intentando que la respuesta que estaba dentro de mí, destellara en mi cerebro. Key había ayudado, y creo que hasta había encontrado mi plan B.
- Creo... Creo que ya lo sé. - Mordí el interior de mi boca, y jugué con mis pies antes de levantarme del banco en donde estaba sentada.
- Me alegra muchísimo oír eso. Y ahora, si me disculpas, creo que voy a volver a dormir. - Abrí los ojos con sorpresa.
- Por favor no me digas que volví a olvidarme de la diferencia horaria. - Su risa llegó a mis oídos y me hizo sentir más torpe que nunca.
- Son ocho horribles horas que te has olvidado, nuevamente. Pero no dudes en llamarme mañana para contarme qué sucedió, en lo posible, al mediodía, de esa manera mi compañero de habitación dejará de quejarse... ¡TAIS-TOI, PHILLIP! - Escuché unas cuantas palabras en francés que supuse no eran para nada bonitas, y luego Key volvió a hablar. - Adiós Kels.
- Adiós, y lo siento, de verdad. - Lo último que escuché fue su risa alegre que lo caracterizaba y luego la llamada se cortó. Había extrañado como nunca hablar con Key, no sabía por qué no había hablado con él antes.
Pensé unos cuantos minutos en lo que iba a hacer, intentando asegurarme de que, a pesar de que fuera una locura, era lo que creía correcto, y lo que mi cuerpo necesitaba hacer para poder liberarme de las nauseas finales que toda esta situación me estaba causando.
- ¿Estás segura? - No quise mostrar mi sorpresa al escuchar su voz, pero después de lo que Duncan había dicho, imaginé que aparecería tarde o temprano. Después de todo, ¿no se suponía que él debía cuidarme?
- Sí. - Dije seca. Mason me rodeó y se paró en frente de mí. Mis ojos estaban en el suelo, y podía ver sus zapatos perfectamente lustrados que brillaban como si estuvieran hechos de diamantes oscuros. No me sentía muy segura con él tan cerca de mí y limpié mis mejillas intentando llevarme el rastro de maquillaje corrido que mis lágrimas habían dejado. Aún me sentía fatal, aunque la conversación con Key me había liberado de un millón de sentimientos y me había ayudado a acomodar las ideas que estaban revueltas dentro de mi cabeza.
- Como tú digas... - Ni siquiera él sonaba cien por ciento seguro de lo que estaba haciendo, y el hecho de que su voz detonara tanta desconfianza me molestaba. Levanté mi rostro y observé sus ojos fijamente. No se molestó en ocultar su color rojizo, ni siquiera aunque estuviéramos en un lugar público. No le importaba, y a este punto de mi vida, a mí tampoco. Subí mi mentón y respiré profundamente, intentando parecer lo más segura de mí misma que pudiera. Mason se cruzó de brazos y achicó los ojos, no tragándose ni un poco mi actuación. No podía culparlo, yo tampoco lo había hecho.
- Quiero ver a mi hermano. - Le dije, y él asintió con la cabeza.
- Si es lo que tú quieres. - Dejó la oración en el aire y dio media vuelta para largarse a caminar sin esperarme. Confundida, intenté decir algo, pero sólo un sonido de frustración salió de mis labios. Se volteó una vez más y mirándome con el ceño fruncido preguntó: - ¿Y ahora qué?
- ¿No vas a llevarme... Ya sabes... Así? - Hice un gesto con mis manos indicando el hombro, como si estuviera cargando una bolsa de papas. Él miró al suelo mientras sonreía, y me hizo recordar a Aaron por un milisegundo. Sus ojos volvieron a mirarme, y metió la mano en su bolsillo para sacar un par de llaves que colgaban de un llavero.
- Tengo un auto, sabes. - Me dijo, aún conteniendo la sonrisa. No tuve tiempo para ponerme roja, ni para avergonzarme. Si otra hubiese sido la situación, no lo podría haber evitado, pero en este caso, no me importaba hacer el ridículo en frente de Mason, ¿qué tan malo podía ser lo que opinara de mí? Después de todo, me había estado haciendo de niñera desde hacía más tiempo del que en realidad sabía. Ya debía tener alguna que otra idea de lo torpe que era. Me abracé a la campera de Jake y caminé hasta él. Se quedó quieto en su lugar, observándome, y aún conteniendo su sonrisa estúpida que me estaba molestando desde el primer momento en que me había hecho recordar a Aaron.
- ¿Qué? - Dije de mala gana, con el malhumor que me caracterizaba. Seguí caminando, y él no se retrasó para seguirme el paso. No tenía ni idea de cuál era su auto ni de dónde podía llegar a estar, así que era bastante estúpido tomar la delantera en un camino del cual desconocía su destino. Mason me estaba guiando bastante bien, sin embargo.
- Hueles a perro. - Apreté la mandíbula y lo odié un poco más. No porque me hubiera ofendido, ni porque sabía que lo decía porque Jake era un hombre lobo. Lo odié un poco más porque en ese preciso instante me hizo recordar a los Lawrence, y no me había dado cuenta de cuánto los echaba de menos hasta que esa estúpida oración había salido de sus labios.

Aaron Lawrence Donde viven las historias. Descúbrelo ahora