¿Quién manda?

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ASTRID

 Saco mi celular para ver la hora, pero lo único que consigo es ver la fotografía de Patrick y estremecerme al recordar la sonrisa macabra de Mika McFly. Con solo pensar en él, una inquietud nace en mi pecho. ¿Hasta dónde puede llegar con su orgullo como para querer hacerme la vida imposible a mí también? No logro entenderlo... o tal vez, me resulta difícil penetrar en la mente de un ser como él.

 Dando un suspiro desganado guardo mi celular de vuelta a mi bolsillo. Tomo con fuerza el canasto con mercadería para reponer los estantes. Mika debería estar haciendo el trabajo pesado, o mejor dicho, el de novatos. No sé como lo ha hecho, pero supongo que unos cuantos dólares han logrado que el gerente lo contrate y me han dejado su trabajo a mí.

 Bueno, prefiero reponer cosas que tener que fingir una sonrisa al atender a un cliente. Hoy ha sido un día de esos y aún no puedo descifrar qué es lo que pretende hacerme Mika. Después de salir con esa sonrisa retorcida de la oficina del gerente, no me ha dirigido palabra alguna.

 Espero que continúe así...

 —¡Vaya! —exclama en un tono satírico. Se ha colocado frente a mí causando que me sienta una hormiga insignificante. No puedo controlarlo, Mika hace sentir de mi vida una miseria— Veo que has terminado de reponer las cosas. —Bajo mi cabeza, al un poco alzar mi vista solo logro ver sus labios curvarse de una forma extraña—. ¿Por qué me miras? —pregunta agachándose unos centímetros para mirarme a los ojos—. Alguien de tu calaña no tiene el derecho a mirarme ni siquiera la suela de mi zapato, ¿entendiste, Pajarito?

 Pajarito. Bien, me ha puesto otro apodo.

 Sin más remedio, asiento lentamente, cerrando mis ojos ante la conexión con los de él.

 —Bien, aprendes rápido —dice e instantáneamente una punzada en mi corazón provoca una nueva sensación. Ojalá fuese como Patrick, sin pelos en la lengua. Sin temor a decir lo que pienso. Mika es un maldito bastardo déspota y arribista—. Lástima que aún no sepas hacer bien tu trabajo.

 Al oír sus palabras, una interrogante surge en mí, sin embargo, obtengo la respuesta enseguida. Las cosas de la estantería que acabo de reponer han sido tiradas al suelo por él. Abro mis ojos con sorpresa al ver todo mi trabajo tirado, literalmente, en el piso.

 —Suerte para la próxima, Pajarito.

 Aprieto mi mandíbula hasta el punto de dolerme las encías, cierro mis ojos respirando hondo. Esto se veía venir... el desastre, Mika... TODO. Podría haberles dicho a mis padres que me cambiasen de colegio, pero estaban demasiados ocupados con Patrick y nuestra pequeña hermanita de dos meses. Tenía el presentimiento de ser descubierta, pero preferí dejarlo guardado.

 Éstas son las consecuencias.

 Vuelvo a poner las cosas en su lugar. Mika me mira desde el otro lado de la estantería, disfrutando de mi doble trabajo, con los brazos cruzados y mi estúpido lazo en su muñeca. Seguramente se preocupó de tener a todos lejos para hacer su "travesura" o los ha comprado con su desbordante y cochino dinero.


MIKA

  Pajarito.

 Es la descripción perfecta para alguien como ella. Astrid Fissher; su apellido ha quedado grabado en mi cabeza desde que ese altanero e insignificante insecto apareció ante mi vista. Agallas; es lo que los demás dijeron de él, pero para mí fue el acto de rebelión de un perro.

 Bueno, ahora no tengo un perro a mi plena disposición, pero tengo un pájaro al que podría enseñarle a cantar si lo deseara. Su sola figura huidiza me divierte. Sus expresiones de horror me desasosiega de una forma que jamás creí que ocurriría ¿qué tiene esa pequeña ratita de biblioteca? Creo que sumisión. Eso es lo que la hace más interesante.

 Podría moldearla a mi manera sin objeciones ni reparos. Pero he tenido que rebajarme a su nivel. Si quiero hacer esto, será mejor que lo haga de la forma correcta.

 A unos minutos de terminar con éste infierno para dejar de fingir una sonrisa cordial con los demás, encuentro a mi nuevo pajarito recogiendo su mochila para irse de vuelta a su casa. Después de colgar su bolso en la espalda, se gira encontrándome de pie en el umbral de la puerta, obstruyendo su paso. Una cara horrorizada se presenta a mis ojos, lo que provoca que sonría. Ella se detiene en seco frente a mí, agachando su cabeza, mirando sus pies avergonzada.

 —Pe-permiso —dice en tono bajo.

 —¿Por qué?

 —Qui-quiero salir, debo irme a casa —balbucea. La he oído a la perfección, pero no me basta.

 —¿Disculpa? Habla como las personas normales, Pajarito. ¡Canta para mí!

 Ella se encoge de hombros.

 —Quiero ir a casa... por favor —suplica casi en un suspiro.

 —Primero, átame las zapatillas —le ordeno con cortesía. Ella alza su cabeza desorientada. Ninguno de mis cordones está desabrochado—. Desátalas y vuélvelas a abrochar —le sugiero en un tono pasivo. Parece perdida, confundida—. Rápido, si quieres ir a casa.

 La pequeña Fissher hace lo que le ordeno. Tarda al menos un minuto en hacerlo.

 Al ponerse de pie, logro percibir el aroma de su cabello, como lo hice cuando aquella pelota llegó a mis pies mientras me saltaba la clase. Es una niña con buenas cualidades físicas, si logras apreciarla bien. Pero demasiado silenciosa para ser notada, y demasiado insignificante para que alguien como yo logre tratarla como su igual.





ASTRID

—¿Puedo irme ya? —Pregunto mirando hasta un punto fijo. No me atrevo siquiera a volver a mirar una parte de su rostro. Aunque antes lo he tenido más que cerca, hasta el punto de que su respiración cause cosquillas en mi cuello, tenerlo así de cerca y de frente, me causa cierta precaución.

Más aún cuando es alguien tan impredecible como Mika.

—Eres despreciable... —Él niega con la cabeza, logro percibirlo por el rabillo de mi ojo. Su insulto repentino no me cae en gracia, pero estoy demasiado tensa como para hacer algo al respecto—. Tú y tu hermano lo son. Seres que involucionan la tierra con su sola presencia. ¿Crees que llegarás a algún lado?

Lo ha mencionado... Ha mencionado a Patrick.

Aprieto mis puños. Dentro de mi cabeza un mar de pensamientos impide seguir escuchando sus insultos. Mi respiración se entrecorta y, cuando menos lo espero, pareciera que mi brazo tuviese vida propia y le ordenase a mi mano plantarle una bofetada en el perfecto rostro a Mika.

—No vuelvas a hablar de mi hermano, ¡jamás! —le advierto, sintiendo mi pecho inflado y las mejillas arder.

Un nudo en mi garganta aumenta y creo que estoy a punto de llorar, pero contengo las lágrimas sin pensarlo dos veces. Él no me hará llorar nunca.

NUNCA.

Lo empujo a un lado caminando hacia la salida del minimarket, sin despedirme de ningún compañero de trabajo. Sólo quiero huir del lugar. Apresuro el paso antes de que Mika reaccione a mi cachetada, pero al sentir su mano retenerme, sé que tal vez he cometido el peor error de mi vida.

La he jodido en grande, Patrick.

Me tironea causando que deba verlo a la cara, sí o sí. Y aunque no estoy dispuesta a hacerlo, él me toma de la barbilla obligándome a verlo a los ojos.

—No olvides —masculla— que en esta historia mando yo, Pajarito. —Y terminando su frase, se acerca a mi cara y me besa la mejilla—. Que descanses.

Al soltarme, no hago más que ver cómo me da la espalda de vuelta al minimarket, mientras con una mano cubro la mejilla que besó.

Obedeciendo tus Reglas TR#2 ✔️ | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora