Plática en la biblioteca.

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MIKA

—¿Qué pasará ahora?

Meto la carta —más bien, los trozos de ella— dentro de mi bolsillo. No hay mucho que decir después de todo. Astrid ni siquiera ha dicho algo concreto más que su estupefacta expresión y su comentario que parece haber dicho sin intención. Lo cierto es que me alegra que no esté molesta, porque de alguna forma, me sentiría como un maldito demonio. Ya es demasiada la carga que tengo sobre los hombros al contar todo esto como para poder soportar más. Es bueno que no esté juzgándome por lo que le hice a Sebastian. Además, me siento de alguna manera, libre contando todo. Ciertamente hacerlo me libera un poco de la carga y de la culpa, como si hubiese ido a confesarme a la iglesia. Una vez, ese pensamiento vago, se cruzó por mi cabeza, pero lo descarté al instante.

No soy alguien muy religioso, pues prefiero guiarme por mis reglas.

—No lo sé. Ya di por hundido este asunto, la verdad —se inclina hacia mí, agarrando mi brazo. Es un gesto osado para que provenga de ella; sin embargo, juzgando su expresión, creo que mi carta la ha preocupado de sobre manera—. La culpa está, no hay nada que hacer.

—Pero... —lanza un gruñido—. Mika, fuiste manipulado vilmente por Patrick y Mathew, no tienes la culpa de nada. No quiero justificar a nadie, pero lo hiciste porque pasaban por un mal momento. No deberías sentir culpa alguna.

Sonrío a medio labio y volteo a verla.

—Es lindo oír eso de ti, Pajarito.

Su expresión cambia drásticamente al oírme, mira en otra dirección y aparta su mano de mi brazo con disimulo, como si no me hubiese dado cuenta de ello. Observándola así, se siente tan vulnerable. Nunca me pregunté hasta ahora qué fue lo que me atrae de ella; es diferente, en muchos ámbitos, a la Ardilla. Incluso, nunca me acosté con alguien que luciera su aspecto, ni su personalidad. Las chicas con las que hasta ahora he estado siempre fueron de una personalidad chocante... con personalidad que no se pasa a llevar fácilmente y que buscan diversión por una noche. La pequeña Fissher parece todo lo contrario; callada, sin sobresalir, sin atreverse a decir lo que piensa... Tal vez, es su ingenuidad. Su inocencia. La forma en que junta sus labios cuando quiere decir algo pero no se arma de valor, cómo desvía sus ojos para esquivar un tema que no es de su agrado, la tolerancia que tiene —incluso ahora— para hablar con quienes le han fallado. Es difícil deducir que tiene Pajarito que logró hacer que piense día y noche en ella.

—Ya... deja de mirarme así —manifiesta—. Es realmente incómodo.

—¿Y si no quiero? —la detengo cuando noto que se dispone a levantarse— Es una broma, Pajarito.

—Me alegra que puedas hacer bromas después de lo que contaste —ironiza, volteando a verme—. ¿Sabes...? Patrick llegará este sábado.

—Así escuché. No me sorprendería verlo afuera de la academia esperando golpearme. Es un hijo de puta vengativo.

—¡Hey! Es MI hermano —alega, marcando la voz—, tenemos la misma madre... Mamá no es una... eso que dijiste.

Se cruza de brazos, molesta.

—Lo siento. Y te compadezco por tenerlo como hermano —jugueteo con mis dedos—. Mis más sinceras condolencias.

—No te preocupes, también compadezco a tu hermana por tenerte como hermano, McFly.

Debería compadecerse de mí por tener una hermana tan revoltosa y malcriada como Ashley, quien me exige día y noche cosas que no son fáciles de alcanzar, que tiene el serio problema de enamorarse rápidamente para terminar con el corazón roto y ni siquiera puede cocinar arroz sin que estalle la cocina. A veces creo que soy demasiado benevolente con mi hermana menor como para no decirle nada.

Obedeciendo tus Reglas TR#2 ✔️ | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora