Combustión espontánea.

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ASTRID

No hay remedio.

Me asomo por la cortina y busco con los ojos a mis padres. Cuando doy con ellos, descubro que James no miente; Patrick está aquí. Lo veo sentado hablando de forma confidente con papá, mientras sostiene entre sus brazos a Boo, quien parece algo desorientada con toda las personas que yacen sentadas a su alrededor. Ya no hay dudas de que es Patrick. ¿Qué hace aquí? Mamá había dicho que llegaría el sábado, no el viernes. Eso quiere decir que tendré que poner buena cara y recibirlo como si no supiese nada, aunque ambos sabemos que no es así.

Ya lo sé todo.

Salgo del teatro y entro al baño esperando algún milagro que lo haga desaparecer. O mejor aún, que me dé dotes de actuación para no poner mala cara con nuestro reencuentro. O que me detenga de estrellar mi puño contra su cara —aunque sé que ese ligero pensamiento es imposible—.

Vuelvo al "detrás de escena", donde James me intercepta.

—¿Estás bien? —pregunta, apartándome del resto de compañeros.

—Sí, ¿y tú?

—Yo estoy bien... mi hermano no es el que está ahí afuera —comenta con pasmo. Tal vez me ve demasiado tranquila; pero él no sabe que dejé un caos gigante en el baño pensando en cómo actuar al tener a Patrick frente a mis narices.

—Lo sé, lo sé. Fingiré que nada pasó. Cuando llegue el momento, haré que Patrick hable todo.

Al finalizar la obra escolar, el momento decisivo aparece cuando salimos todos al escenario para hacer esa reverencia tan particular que todos los actores hacen. La Profesora Scott insistió en que, quienes colaboramos tanto con el vestuario y la escenografía, también participáramos en la reverencia. Así que, no nos queda de otra; me tomo de la mano con Liz y con uno de los amigos de James y hacemos a reverencia. Mis ojos se clavan en el lugar donde Patrick debería estar sentado, pero no está allí. Ni en ningún lado del teatro.

¿Acaso fue una ilusión? Lo dudo, James no lo habría visto.

Después de unas reconfortantes palabras de la profesora ante nuestra ayuda con la obra y las actuaciones, James se gana los aplausos de todos con su actuación. Algunos dan su discursillo de despedida del semestre y todos, con vasos en mano, bebemos bebida para refrescar nuestra jornada de trabajo escolar. Entonces, llega la despedida y el típico "Nos vemos después de vacaciones".

—Vamos, Cuatro Ojos, ven con nosotros —insiste James con picardía. Él y sus amigos celebrarán el fin de semestre en algún club de la ciudad—. Piensa: tendrás tiempo de reflexionar cuando te encuentres con Patrick.

Sonrío de mala gana. No quiero ni lo uno, ni lo otro.

—Iré a la casa de Megan ­—miento—. Me invitó un rato, como para matar el tiempo.

—Oh, bueno —James hace una mueca—. Cualquier cosa, ya sabes con qué hallarme —me enseña su celular.

Sale por la puerta trasera y se pierde entre la oscuridad de la noche. Una corriente helada entra cuando la puerta se cierra de golpe dejándonos a algunos cuantos detrás del escenario. Me asomo por la cortina roja del escenario en busca de mis padres, pero ya no están.

Algo anda realmente mal.

Salgo por la puerta trasera congelándome hasta los huesos. Un escalofrío me recorre hasta la médula, sin exageraciones, y me estremezco por completo, usando mis brazos para cubrirme. Sin embargo, sobre mis hombros un abrigo negro me cubre la espalda, y antes de que resbale por mi espalda, lo agarro. Volteo mirando al ejecutor de aquel amable gesto; dentro de mí cabeza todo se arma un caos, pensando encontrar a McFly a mi lado, con su estúpida sonrisa arrogante, esperando a que lo vea para decir algún comentario de los suyos. Pero no. A quien tengo al lado es a Patrick.

—Hola —saluda, esbozando una sonrisa.

Me saco el abrigo de los hombros y se lo entrego, obligándolo a que lo reciba.

—¿Dónde están papá y mamá? —inquiero con frialdad, comenzando a caminar. Él insiste en colocar el abrigo sobre mis hombros, pero me hago a un lado, negándome a recibir su amabilidad de hermano o como quiera llamarle.

—Les dije que se fueran, así podemos hablar... —me sigue el paso—. Tenemos mucho de qué hablar.

—Sí y más vale que me des un buen argumento para perdonar lo que hiciste, Patrick... o quizás lo que sigues haciendo. Ya no lo sé.

Salimos de Jackson y él me guía hasta su auto, pero no tengo la menor intención de subirme a él. No basta con demostrar que estoy molesta, y más que eso, furiosa. La sangre me hierve y los deseos de golpear su sínica y mentirosa cara no me faltan.

—¡Vamos, Enana! —manifiesta al ver que paso de largo—. No te pongas así.

—¿"Ponerme así"? —golpeo una de las llantas del auto. Él se asombra de mi reacción— Por tu culpa viví un infierno. Por tu culpa McFly también... ¡y quizás cuantos más! Dios, Patrick ¿en qué pensabas?

Cierra la puerta de su auto; la había abierto antes de que yo pasara del largo. Camina hasta quedar frente a mí, observándome con una expresión ofuscada. Él no debe entender cómo cambie tanto en todo este tiempo, pero así están las cosas. Esa tonta e ingenua Astrid quedó muy atrás y Patrick deberá acostumbrarse.

—¿Cómo puedes creerle a ese pedante y no a mí? —posa sus manos sobre mis hombros, como una forma para que recapacite— Soy tu hermano.

—Y yo tu hermana —aparto sus manos con rudeza, provocando que dé un paso hacia atrás—. Soy Astrid Fissher, la hermana de un mentiroso y... —trago saliva sintiendo un nudo en la garganta. Mis ojos se han humedecido de repente— un abusador —paso mis manos por mis ojos haciendo que mis lentes suban ligeramente hasta chocar contra mi frente—. Mierda... —muerdo mis labios cuando las lágrimas invaden mis ojos.

—Astrid... —alarga sus manos y tomas las mías.

—No me toques, maldición. McFly tiene razón, eres un cerdo... ¡Ni siquiera me das alguna explicación!

—¿Sigues con McFly? —niega con la cabeza— ¿Es que olvidaste lo que hizo?

McFly lo mandó a golpear y nos separó ante la amenaza de hacernos la vida imposible. Y así fue, por mucho tiempo, pero ese precio lo pagué yo, no él.

—No lo olvidé. Pero él tenía sus motivos, tú no tenías ningún derecho sobre él y aunque él se dejó llevar por motivos incorrectos, por venganza, no se comparan con lo que tú hiciste, no sólo a él... sino a todos los vídeos que Mathew grabó. No quiero ni imaginar cuantos.

Patrick guarda silencio. Camina de lado a lado con las manos en su boca, desconcertado por mis palabras. No tengo idea de qué estará pensando en este preciso momento, pero luce extremadamente nervioso.

—McFly, McFly... ¿Te das cuenta que todo este rato lo has estado defendiendo, Astrid? —Da un paso adelante hasta quedar frente a mí— ¿Qué pretendes? Mathew los vio en el parque junto, dijo que parecían una pareja... que él está loco por ti. Usa un poco la razón, ¿acaso te estás vengando de mí saliendo con él?

Niego con la cabeza y empiezo a caminar por la desolada calle, omitiendo los llamados de Patrick. ¿Es que en ningún momento piensa explicar sus actos? ¿Es que de verdad lo hizo "por diversión"? Patrick está demente.

—Tal vez empiece a salir con Mika, él parece más honesto —aprieto mis puños—. Y quizás, si tu amiguito y tú no le hubieran hecho todo lo de antes, sería mejor persona. Te aprovechaste de él, de su condición e hiciste que jugara ese horrible juego.

—¿A dónde vas? —interroga— Ya es tarde...

—No te importa —detengo el paso y volteo a verlo por última vez—. Espero que cuando regrese les hayas contado todo a nuestros padres o yo misma se lo diré, con lujos y detalles. Tengo el maldito DVD que le dejaste a McFly el día en que te golpeó.

Obedeciendo tus Reglas TR#2 ✔️ | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora