Mathew Stanphord

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ASTRID

Mika y yo guardamos silencio un momento dentro del auto. Los dos nos observamos como nunca lo hemos hecho, de una forma que jamás creí que lo haría. Ciertamente, aquellas palabras no salieron de su boca sin pensar; todo lo contrario, parece haberlas dicho con el fin de reconfortarme. ¿Qué ha pasado por su cabeza? Creo que no habrá respuesta para mi pregunta... ni muchas otras. Intentar sacar conclusiones precipitadas sobre Mika McFly es involucrarse en algo extremadamente extraño y sorpresivo.

Tal vez sus palabras no han sido lo que más me ha impactado, sino su trato "amable" y el llamarme por mi apellido y no por uno de sus apodos.

Después de unos segundos aparto mi vista en otra dirección. Él parece reaccionar también, quita sus dedos de mi rostro como si tocara algo inesperadamente caliente o prohibido. Corre su vista y mira hacia delante, solo entonces, puedo percatarme del lugar que nos rodea; es un mirador desde donde podemos ver toda la ciudad.

Quiero preguntar qué hacemos aquí, pero no me atrevo. O mejor dicho no tengo tiempo de hacerlo, pues otro auto de lujo se estaciona junto a nosotros. Mika parece reconocer el auto, pues su expresión cambia drásticamente. Sólo una vez me tocó ver aquella expresión, y fue cuando Patrick le plantó cara.

—Mierda... —murmura McFly, golpeando el manubrio.

Miro hacia el auto estacionado; una chica rubia y esbelta baja de él, luego le sigue un chico de cabello castaño y vestido de etiqueta. Madre mía, por un instante he quedado embobada viendo al par que parecen estrellas de cine, hasta que el chico camina hacia nosotros.

Se inclina hacia la ventanilla del auto de Mika y sonríe.

—Sabía que eras tú, McFly —dice en un tono cargado de mofa. Mika baja la ventanilla lentamente con evidente desagrado. ¿Quién es este chico?—. ¡Vaya! Y veo que no estás acompañado de tus novias, sino por alguien peor —una risa socarrona se escucha por todo el auto, la rubia de antes se acerca al sujeto y nos examina— ¿Quién es ella, Mika? No sabía que te gustaran... —hace una mueca extraña buscando la palabra para describirme— así.

Mika da un suspiro largo y se prepara para hablar:

—¿Qué quieres, Mathew?

—Nada —Una sonrisa a medio labio surca en los labios del castaño. Es una sonrisa casi igual de retorcida que la de Mika—. Sólo veía a pasar un momento con mi chica —agrega, acariciando el hombro de la rubia—, pero veo que tú ya me has ganado. Qué lástima, no pensé que caerías tan bajo, Pequeño Mika.

Mika aprieta sus puños con fuerza. Sube la ventanilla de repente causando que el chico y la rubia den un paso hacia atrás para alejarse. McFly maldice, enciende el auto, le da al acelerador y nos marchamos del mirador a una velocidad casi desconcertante.

Es obvio que aquel chico no le agrada.

Después de unos minutos sin decir nada, ni preguntar a dónde vamos, reconozco la calle principal del centro, donde pronto, Mika se estaciona. Me quito el cinturón de seguridad, temiendo que diga algo más, pero no lo hace.

—Am... —Muerdo mi labio inferior y frunzo las cejas— gracias por lo de antes y... —Junto un poco de valor para decir lo que planeo— sobre lo que dijiste antes, espero seas consciente de tus palabras. Eso no cambia en nada nuestra relación, yo aún te odio.

Algo en mí suena como un «crack». No espero una respuesta por su parte, sino que abro la puerta y me largo lo más rápido posible del auto temiendo algún gesto alocado de su parte.

MIKA

¿En qué pensaba? Llevando a la mojigata al mirador sabiendo que en cualquier momento podría encontrarme con Mathew Stanphord, ese pelmazo sin escrúpulos jodido de la cabeza. Debí haberlo previsto antes de manejar hasta su nido de víboras, porque eso es lo que es, una serpiente venenosa con una lengua audaz.

Obedeciendo tus Reglas TR#2 ✔️ | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora