Hicimos un acuerdo.

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¿Hoy es miércoles de...?

ASTRID

Miro por última vez a través de la ventana para cerciorarme que no baje en la parada equivocada. No es que me haya sucedido antes, simplemente me siento demasiado perezosa como para caminar demás. Y apartando el hecho de estar muerta de hambre, debo soportar el frío invierno sin unos guantes que le vengan  acorde a la bufanda roja que Mika me regaló. Al salir de casa hice un comentario sarcástico sobre pedirle unos guantes, pero rechacé la idea cuando me di cuenta que no estoy en posición para hacerlo. Ni de pedirle nada. El que me haya regalado la bufanda ha sido un gesto poco usual proveniente de él; a decir verdad, no creí que lo recordase. Es demuestra que nuestras conversaciones y todo lo dicho allí tiene, al menos, una pizca de veracidad.

Al bajar de bus emprendo mi camino hacia la biblioteca municipal de la ciudad. Ya lo he dicho antes, yo no soy de leer, mucho menos estudiar; mis preferencias conllevan fotografiar lo que sea. Aunque por un tiempo me planeé la idea de ir con mi cámara fotografía para todos lados, mi infortunada vida de adolescente de dieciséis años me lo impidió. Dado a todos los constante problemas que acarreaba con un tétrico chico haciéndome la vida imposible, dejé de lado mi fugaz idea, la cual se perdió entre conmociones y maldiciones hacia, para entonces, solía ser mi peor enemigo. Un detestable enemigo. Ahora, sin embargo, las cosas son diferentes. Me impresiona mirar atrás y descubrir que las cosas han tomado un giro el cual no esperaba.

¿Quién creería que Patrick resultaría un idiota y Mika no? Los papeles, señores, se invirtieron. Y a pesar de que nada justifica nada de lo que los dos han hecho, aun espero obtener respuestas de mi hermano.

Mierda, debí obligarlo a que me contara todo...

Entro a la biblioteca y me detengo a unos pasos después de cruzar el mesón donde la bibliotecaria y su asistente, atienden a las personas. Camino entre los estantes, en una búsqueda casi desesperada que comienza a despertar la curiosidad del asistente de la bibliotecaria, entre otras personas. No es que me sienta una perseguida y quiere comenzar una persecución, sino que me estresa ver tantos libros sin dar con mi real objetivo.

Mika propuso juntarnos en una biblioteca, lugar donde irónicamente lo que menos debes hacer es hablar.

—¿Se te perdió algo?

Una voz ronca despierta mi lado asustadizo, provocando que salte y lance un grito ahogado en mi puesto. Al girarme para comprobar de quién se trata, me es inevitable no sonreír cuando veo que es "alguien" que cubre su rostro con un libro.

—La verdad es que estoy buscando a ser arrogante que suele apodar a las personas como animales. ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?

—Tal vez en la sección de exclusividades.

Mika baja el libro, enseñándome una sonrisa amplia que causa revuelo dentro de mi sistema nervioso y motor. Y es que no puedo excusarme, pero hace días que no lo veía... Específicamente, desde "ese" día.

Todavía me avergüenzo de mi osada acción. No hay de donde pude sacar alguna excusa para argumentar aquellos hechos. Tampoco intento hacerlo, sólo los dejo estar. Quizás fue porque ese momento iba a llegar tarde o temprano y sólo lo estábamos dilatando. Lo admito: Besé a Mika. Fue una decisión repentina de la que intenté arrepentirme luego, pero no pude.

Tuve que pedirle que se colocara mis lentes, como si eso ayudara a ocultar los nervios iracundos que sentí en ese momento. Casi temblaba, y no precisamente del frío. Lo vi con los lentes puestos, frunciendo el ceño casi malhumorado o tal vez confuso, no sé. Entonces, supe que debía hacerlo; podría llamarlo impulso, pero fue algo premeditado. Besarlo salió por mi cuenta, y Mika ni siquiera había mostrado algún ápice de cambiar lo que parecía una simple noche para ver el amanecer.

Obedeciendo tus Reglas TR#2 ✔️ | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora