Esgrima.

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Ejem, ejem. Como bien sabrán algunos, quien le escribe es una personita chilena, lugar donde el 16 de septiembre hubo un terremoto, motivo por el cual no pude escribir y publicar un capítulo. Estaba sin luz y tuvimos que usar el notebook para cargar uno de los celulares. Así que sorry por la demora D':

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MIKA

Con mi padre en casa, murmurando y maldiciéndonos entre dientes, mi interés por pasar un momento más en casa se consumió ante la idea de distraerme. Y ahora, mi único foco de distracción, además de los viejos libros que me ha dado por leer, lleva el apellido de una persona que detesto. Así que manejé hasta el minimarket donde esperé encontrarla.

Pero jamás imaginé encontrar a la Ardilla aquí también.

—¿Mika? —la curiosa voz de Gruonie es acorde a su expresión. Cuando giro la cabeza en su dirección para verla, ella reafirma su rostro interrogante— ¿Qué haces con una empleada?

—La pongo en su lugar —respondo con tono firme. Bajo mis brazos lentamente, liberando a la mojigata de mi encierro. Ella no lo piensa dos veces y emprende su huida hacia el minimarket.

—¿Por qué la molestas? —insiste, más curiosa que antes. Camina hasta mi encuentro vistiendo el uniforme de su colegio— ¿La conoces? —no respondo. Creo que es gastar saliva responder a una pregunta tan obvia. Y aunque intente ocultar la verdad del asunto, la perspicacia de la Ardilla es mejor de lo que creí— Es la chica del lazo.

Afirmo moviendo la cabeza.

—¿Y tú qué haces aquí? —pregunto acomodando los pliegues de la ropa.

—Vine con papá —responde, señalando con su pulgar su espalda—. Es el dueño del minimarket y ahora que está en la ciudad ha comenzado a ver de cerca como está su cadena de supermercados —chasquea la lengua—. Me obliga a acompañarlo, aunque yo no tenga interés en estas cosas. ¿Te lo presento?

Me encojo de hombros.

No estoy interesado en conocer a padres que sean igual al mío. No obstante, con solo echarle un vistazo de lejos al padre de la Ardilla, noto que el semblante en él —si bien es severo— posee algo que marca la diferencia; no sé si son sus ojos, la forma de su sonrisa o algo más, pero hay una larga línea que separa al padre de Gruonie del mío.  Puede ser, ese evidente hecho: el padre de la Ardilla sonríe, mi padre no.

A solas, mirando fuera del minimarket, Gruonie me pide que la acompañe unos minutos mientras su padre tiene una charla con el gerente de la tienda. Acepto su súplica de mala gana, porque sé perfectamente lo que quiere saber. A la astuta Ardilla no se le escapa nada.

—Entonces... ¿qué tramas con ella? ¿Por qué la molestas?

Es evidente que con "ella" se refiere a la hermana de Fissher.

—Tengo mis motivos.

—Es extraño —dice de pronto, mirando hacia un punto imaginario—. Aquel día cuando te invité al parque y tú refunfuñabas por el mal olor a cigarrillo sentado en la banca, en un momento te quedaste petrificado observando a una pareja besándose. Estoy segura que era ella —aprieto mis puños al recordar aquella bochornosa escena en el parque—. Estoy cien por ciento segura que fue por ella que me agarraste y me arrastraste a la salida...

—Ve directo al grano, Ardilla —interrumpo.

Gruonie guarda silencio unos segundos, posicionándose frente a mí, mirándome con franqueza. Directamente a los ojos. Por algún motivo extraño, verla de esa forma me inquieta. Parece como si lo que quiere decir es algo demasiado, tanto para ella, como para mí. Y aunque un pensamiento fugaz se cruza en mi cabeza sobre lo que puede decir, intento negarlo.

Obedeciendo tus Reglas TR#2 ✔️ | DISPONIBLE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora