Capítulo 18

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Primero de agosto

Los primeros rayos de sol alumbraban Grünwald, una zona de lujo en Múnich - Alemania. Solo gente de gran adquisición económica podría pagar vivienda allí. Pero eso no problema para el gran señor Arschloch, que, con casi cuarenta años, despertaba esa mañana para cumplir con su agenda de ese día.

Su casa era una mansión enorme, muchas habitaciones, una gran sala, piscina, cocina y demás solo era la más mínima muestra de lo que su fortuna podía comprar.

Tan pronto como la luz iluminó el cuarto más grande, Arschloch abrió los ojos, mientras su consciencia despertaba. Tomó asiento en la cama, alzando el pequeño celular que tenía encima de la mesa de noche.

La forma más sencilla de describir a Arschloch se resumía en una palabra "perfección". Sí, durante toda su vida, Arschloch se dedicó a ser perfecto en todas las áreas, claro que solo se enfocaba en la perfección lo que él creía perfecto.

Dejando el celular en la mesa de vuelta, se levantó dirigiéndose hacia el baño. Ese día tenía una misión bastante particular, y lo primero que hizo fue tomar una larga ducha. Al salir se adentró al gran closet bien equipado, que era el segundo cuarto más grande de la casa, una tienda de ropa se quedaba pequeña en comparación de todo lo que ese closet contenía.

La casa por fuera ya era bastante imponente, con un diseño clásico muy marcado, y el gran césped a sus alrededores, era el toque ideal para llamar a ese lugar mágico. De pronto las puertas de la mansión se abrieron, dejando ver a un hombre de delgada figura, con un estilo bastante formal, llevando en sus manos una maleta de viaje.

Una camioneta lo esperaba a unos cuantos metros de la puerta principal, el chofer dándose cuenta de la presencia de su jefe, salió a su encuentro.

―Buen día señor. ―saludó, tomando la maleta.

―Buen día. ―dijo seco, caminando hacia la camioneta.

El joven se apresuró en colocar la pequeña maleta en la cajuela del auto, para abrir la puerta del copiloto al señor, y dirigirse hacia el asiento del conductor.

―¿A qué hora es el vuelo? ―cuestionó el señor.

―Hice la reservación para el primer vuelo, saldrá para las nueve de la mañana, con dirección a Ámsterdam, cuando llegué habrá una unidad esperándolo para llevarlo a Houten.

―Perfecto, ¿algo más?

―Sí, reservé una habitación en un hotel, por si no puede volver para final del día, igualmente el chofer de la unidad está informado para que lo lleve a donde quiera.

―Muy eficiente, como siempre querido Robert. ―el joven solo asintió.

El caminó hasta el aeropuerto de Múnich demoró alrededor de cincuenta minutos. A penas el carro llegó, Arschloch realizó todo el proceso de registro, y siguió su camino hasta la puerta de embarque. Odiaba viajar con gente, pero si llegaba en su avión privado, quizá se vería muy prepotente o eso era lo que pasaba por su mente.

Pronto se posicionó en la zona ejecutiva, donde el ambiente era más privado, ya acomodado tomó su billetera y sacó una pequeña foto vieja, miró sin expresión la imagen, que a simple vista solo mostraba a tres hombres sonriendo, de pronto las comisuras de sus labios se extendieron formando una sonrisa de lado.

―Esperemos que no sea una perdida de tiempo. ―exclamó hacía la foto.

El vuelo demoró unas tres horas hasta llegar a su destino. Y tal como su chofer le había indicado, a su ingreso al aeropuerto otro chofer lo esperaba para escoltarlo hasta la camioneta. Este apenas divisó a su jefe, se acercó tomando su equipaje.

LA LIBERTAD DEL ALMA - KookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora