Capítulo 24

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El concierto no solo era excitante para el coro del convento, porque, aunque trataba de evitar su entusiasmo, Arschloch también esperaba el día siguiente. 

Regresaba en su camioneta hacia su mansión, asegurándose de que todo estuviera perfecto para el recibimiento del muchacho. 

―Te explicaré de nuevo, el avión debe estar listo para las diez de la mañana. Una camioneta debe estar esperándome para mi traslado, y no te olvides de confirmar la reservación de hotel. 

Robert solo asentía. 

―No se preocupe señor, todo estará listo. Por cierto, la cocinera que solicitó está esperando en la casa, al igual que el tutor académico. 

―Bien. 

Cuando la camioneta llegó a la mansión, bajaron de ella y dirigieron sus pasos hacia la amplia sala. Al entrar una señora de unos cuarenta años, estaba sentada en el extremo del enorme sofá y al otro extremo un chico bastante joven también esperaba.  

Robert se acercó a ellos, indicándoles que su entrevista empezaría pronto. Para sorpresa de Robert, su jefe se acercó a la señora, que al verlo se levantó.

―Señor, ya tengo preparado el estudio. ―exclamó Robert. 

―No te preocupes, no será necesario. ―respondió. Después dedicó su entera atención a la señora. ―Esto solo es de rutina, en realidad no se mucho sobre el arte culinario, pero espero que usted sí.

La señora se sentía intimidada por los oscuros ojos que la miraban fijamente. 

―Sí... tengo bastante experiencia en la cocina, en especial la comida casera, solo necesita decirme que desea comer y lo haré. ―dijo rápidamente. 

―Eso es exactamente lo que buscó. ―dijo, volteándose a ver a Robert. ―Explícale sus obligaciones. ―agregó. 

Mientras Robert hablaba con la señora, Arschloch se acercó al chico, haciendo que este se levantara también.

―Buenas noches. ―saludó el chico.

―Buenas noches, si Robert te escogió debes ser bueno. ―exclamó hacia el muchacho. 

―Espero cumplir con sus expectativas señor. ―respondió. 

Arschloch volvió a dirigir una mirada hacia Robert. ―Indícale sus obligaciones también. ―exclamó, empezando a caminar fuera de la sala. 

Robert estaba bastante sorprendido, su jefe nunca había hecho una entrevista tan corta y poco profesional. Sabía que la llegada de ese muchacho era la causa, aunque se repetía a si mismo que no debería preocuparse por eso, solo necesitaba concentrarse en su trabajo. 

Arschloch subía las escaleras hacia el segundo piso, su corazón palpitaba rápido, y una sonrisa cómplice se asomaba en su rostro. Como un dato curioso solo una vez en su vida había sentido esa clase de emoción. Al llegar al gran cuarto, las luces modernas se prendieron con solo el aplaudir de unas manos, mientras caros zapatos marcaban camino hacia la mesita de noche, donde el pequeño cajón fue abierto, descubriendo una pequeña foto enmarcada dentro de el. 

Con foto en manos se sentó en la gran cama. Suspiró mirando hacia la vieja imagen que se conservaba gracias al cristal, la sonriente cara de su padre, abrazando a sus dos hijos uno en cada lado. Se preguntaba qué hubiera pasado si no se hubiera marchado, ¿sería feliz? ¿tendría una familia? 

Pero eran de esas dudas que siempre se mantendrían siendo eso, solo el resultado curioso de un hubiera que siempre fue inexistente.

Enfocado en la foto, dedicó una mirada triste en su hermano, se veía sonriente y confiado. Dejó su mirada clavada en él, mientras por su mente vagas memorias de él siendo solo un chiquillo jugando con su pequeño hermano menor aparecían. 

LA LIBERTAD DEL ALMA - KookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora