Capítulo 41

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Jimin después de esas sesiones intensas de baile manejaba de regreso a su casa, cuando llegó dejó estacionado su carro y con su pequeña maleta de ejercicio se adentró en su casa. Llevaba los auriculares puestos, y esa fue la única razón por la que adentrarse a su casa fue un error. 

Adolf padre de Jimin era dueño de uno de los bancos más poderosos de Alemania entre otras empresas, íntimo amigo de Arschloch y en general una excepcional persona. Pero no se podría decir lo mismo de la señora Margot, madre de Jimin, harta del matrimonio que compartía desde hace veinte años. 

Jimin caminó a la cocina, abrió el gran refrigerador y tomó una bowl con ensalada, después miró hacia el área de la vajilla y tomó un tenedor, usualmente después de las sesiones de baile quedaba hambriento. Con bowl en manos caminó hacia su cuarto, estaba subiendo hacia el segundo piso cuando los gritos dentro de esa gran mansión se hicieron presentes a pesar de la música en sus oídos. 

Jimin se quitó los audífonos y pudo escuchar la voz de su madre, sus padres otra vez estaban discutiendo, dando un gran suspiro continuó su camino hasta su cuarto, la habitación de sus padres estaba en el mismo piso y era inevitable no pasar por ahí. 

Trató de no darle importancia a los gritos de su madre, pero de pronto esos adjetivos saltaron hacía sus oídos. 

—¡Estoy harta Adolf, estoy hasta de ti, estoy harta de tu hijo! —gritó la señora Margot, enfatizando la palabra hijo. —Ya acabó el colegio, ya no hay razón para que yo siga aquí. 

Jimin se quedó perplejo en el pasillo, sabía que si se quedaba lo que escucharía rompería su corazón, pero fue más la curiosidad que continuó escuchando. 

—Pero Margot, nuestro hijo no sabe nada acerca del trato, cálmate por favor. —dijo el padre de Jimin, buscando calmar a la mujer. —Mira, te puedo dar más dinero, puedo duplicar tu pensión, solo te pido que me des unos meses más, solo necesito tiempo. 

—Así me des toda tu fortuna no me quedaré ni un segundo más. —sentenció la mujer. —He esperado por tanto tiempo para ser feliz, que ahora que está en mis manos no puedo darte de mi tiempo Adolf. —agregó en un tono más calmado. 

Jimin sintió un nudo en la garganta, sabía de qué estaban hablando. Pronto retomó su camino hacia su cuarto, en cuanto entró dejó sus cosas y el bowl de ensalada de lado, ya no tenía hambre. 

Se sentía terrible, y completamente inútil, con su cuerpo sintiéndose pesado se acostó en su cama, se colocó de nuevo los audífonos y pronto sus oídos se llenaron de esas melodías tranquilas que le gustaban, mientras que al mismo tiempo sus ojos se llenaban de lágrimas. 

Estaba asustado, intranquilo y totalmente confundido. Todos sus amigos tenían una mamá muy comprometida con su rol, pero ¿por qué su mamá no? ¿por qué su mamá parecía no querer pasar tiempo con él? ¿por qué su mamá parecía no cuidarlo? ¿por qué su mamá parecía no quererlo? Esas y muchas otras preguntas rondaron la cabecita de un pequeño Jimin, que, aunque fuera niño sentía a su madre muy lejana. 

En su pobre intento por responder las grandes interrogantes que asechaban su mente, la respuesta que encontró fue errónea y quizá la que más lo destruyó. Al final concluyó que el problema era él, porque no era lo que mamá quería y desde sus nueve años comenzó a buscar esa aprobación de su madre. 

La melodía en los oídos del rubio seguía su curso, y dos lágrimas escaparon de sus ojos color miel, dos gotas saladas en honor al recuerdo de esos años, donde intentó de todo para satisfacer a su madre, clases de música, clases de canto, clases de danza, etc. Solo era un niño buscando el calor maternal de su madre ¿acaso era su culpa? 

LA LIBERTAD DEL ALMA - KookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora