“Cuando encuentras a tu alma gemela también encuentras tu libertad. No hay nada más emocionante, salvaje y liberador que el amor absoluto del alma”.
Melody Lee
Narra Alessandro.
La alarma comienza a sonar a las cinco de la mañana, apago casi de inmediato la alarma para no provocar tanto escándalo y toco el hombro de Amelia, ya que me pidió que la despertara a esta hora.
Da un pequeño brinco despertándose de inmediato y con un poco de pánico. He notado este comportamiento de Amelia muchas veces, prácticamente en cada despertar y no me gusta en lo absoluto. Tiene pánico en quedarse dormida por su trabajo, cuestión que se debe controlar lo antes posible ya que también he notado problemas con su sueño. Pero le diré poco a poco ya que sé que no lo aceptará.—Tranquila, soy yo —susurro y acaricio su hombro—. Buenos días.
—¿Qué hora es?, ¿por qué no escuché la alarma? —pregunta. Allí está la muestra de su pánico.
—Son las cinco —respondo y tomo asiento sobre la cama para estirarme.
*Suspira* —Bien. Me daré una ducha caliente, prepararé unos waffles y, aproximadamente, debo estar allá a las seis. Sí, así es.
Ella se levanta muy activa, se coloca sus pantuflas y recoge su rubio cabello en una coleta mientras la observo.
—¿No se te olvida algo? —pregunto.
Ella voltea lentamente con confusión, pero luego de unos breves segundos, recuerda y se acerca a mí.
—Buenos días, Les —dice y besa mi mejilla—. Lo siento... otra vez.
—Descuida, pero permítele a tu cerebro comenzar su día poco a poco —respondo y acaricio su cabello.
—Okey, doctor —dice sonriente y se marcha al baño.
Suspiro un poco y no puedo evitar sonreír al recordar que ambos somos una pareja oficial.
Tanto tiempo amándola en silencio, deseándole a distancia, admirando cada faceta de ella tratando de no demostrar mi amor hacia ella. Ahora, puedo gritar a los cuatro vientos que la amo y expresarlo sin que se moleste.
Mientras yo me tomo mi tiempo en arreglarme para ir a trabajar, Amelia va, prácticamente, corriendo de un lado a otro, sosteniendo su teléfono con su hombro para contestar las llamadas, secando su cabello, maquillandose, sacando de la cama a Nath y anotando algunas cosas raras en un idioma que no entiendo en su agenda. Notando que está tan atareada, le preparo el café y preparo el desayuno para todos.
—Buenos días, cuñado —saluda Nath y toma asiento en la isla comedor—. ¿Estás preparando el desayuno?
—Así es —contesto—. Amelia está ocupada con algunas cosas.
—Y eso que la veo más tranquila.
—¿Puede estar peor? —pregunto con sorpresa y le paso una taza de café con leche.
—Sí. Tiene un grave problema, aunque traté de ayudarla antes, pero a veces soy un estorbo entre tantas cosas que hace.
En eso, aparece Amelia, totalmente hermosa y radiante, lista para irse a trabajar.
—¿Por qué estás haciendo el desayuno? —pregunta apartando su celular de la oreja—. Yo lo iba a hacer.
—Estás un poco ocupada —respondo—. Pero descuida, disfruto hacerlo.
—Gracias —responde y mira su reloj de mano—. Debo irme ahora mismo. Nos vemos.
—Apenas son las cinco y media. Dijiste que te ibas a las seis. Además, no has desayunado.

ESTÁS LEYENDO
Entre líneas
Любовные романыUn día era una famosísima escritora y modista, muy perseguida y admirada por todos a pesar de su arrogancia y orgullo. Luego, el destino le cobra factura arrebatándole sus memorias y despierta de un accidente sin siquiera saber su propio nombre. P...