“Con la cara llena de ojeras, con la mente llena de ideas y luchando para no rendirme”.
XXX
La mañana está un poco nublada, la brisa fría, las hojas de los árboles aún tienen un poco de escarcha de la noche; lo único que contrasta el frío es el caliente del café recién hecho.
El ambiente es perfecto: asiento en el porche, un café bien caliente, una libreta, bolígrafo a la mano y mi inspiración a flor de piel.
Pasaron algunos días rápidamente, todos y cada uno con una sorpresa diferente. Este viaje me sirvió de mucho en lo laboral, ya que me he inspirado en cada momento para realizar bocetos de nuevos vestuarios, además, me he dado cuenta que mi inspiración para escribir la consigo al aire libre y ya he terminado la mitad de mi autobiografía en solo unos días. Y si se lo preguntan, sí, he aprovechado cada mínimo minuto para escribir, lo que me ha permitido este logro.
—Buenos días, señorita —saluda Alessandro y toma asiento junto a mí —. ¿Cómo es...
—¡Shhh!!!. —Coloco mi dedo sobre sus labios callándolo y con la otra mano sigo escribiendo hasta que veo que lo que escribo tiene coherencia, sentido y hermosura—. ¡Listo!. Buenos días —contesto al fin y beso sus labios—. ¿Cómo estás?
—Muy bien al verte tan inspirada y en saber que ya no tienes ningún problema para escribir —comenta y pasa su brazo detrás de mis hombros.
—Este viaje me ha ayudado mucho —confieso—. He escuchado mejor mi voz interior.
—¿Quieres volver? —pregunta de repente—. Podemos quedarnos un tiempo más. Sólo si quieres.
Me pareció muy tentadora la propuesta, pero ya extraño mi hogar. Quiero ver cómo van las cosas en la boutique y ver si Nathalie no ha quemado la mansión.
—Sí. Quiero volver —respondo.
—Entonces, hagamos las maletas y nos iremos de inmediato.
—Gracias —digo y lo abrazo. Él me corresponde y besa mi frente.
—De nada, Lía —responde.
Rey llega, y al vernos juntos, se situa en medio separándonos y coloca su cabeza sobre mi regazo.
—Se le pegó tu toxicidad —comenta y ríe.
—Exagerado. Cómo castigo, tu lavarás los platos del desayuno. ¡Vamos, Rey! —digo. Me levanto rápidamente y corro hacia dentro dejando a Alessandro sólo.
—¡Ey!. ¡Yo lavé los de la cena. Te toca! —exige y yo entro en nuestra habitación.
Al quedarme sola con Rey empiezo a reírme a carcajadas. Luego, al parar, noto que sobre la cama están nuestras maletas listas y tomo asiento a su lado. Alessandro me conoce demasiado bien.
En eso, Alessandro llega y acaricia a su perro, quien tiene demasiada energía el día de hoy.
—¿Ya sabías que quería irme? —le pregunto y paso mi mano sobre una de las maletas.
—Sé que te gustó tu estancia aquí, pero amas trabajar en lo que un día fué solo un sueño —responde. Se coloca en cuclillas frente a mí y toma mis manos—. Y yo amo verte haciendo algo que amas y verte cumpliendo todo lo que te propones.
—Ya basta —lo detengo y apretujo sus mejillas—. Me harás llorar.
Iba a decir otra cosa, pero lo impido besando nuevamente sus labios y le acaricio su mejilla.
ESTÁS LEYENDO
Entre líneas
RomansaUn día era una famosísima escritora y modista, muy perseguida y admirada por todos a pesar de su arrogancia y orgullo. Luego, el destino le cobra factura arrebatándole sus memorias y despierta de un accidente sin siquiera saber su propio nombre. P...