XXXIV

16 5 1
                                    

  Una semana después.

  Narra Alessandro.

  —Buenos días, oficial. ¿Encontró algo? —pregunto por teléfono.

  —No hemos encontrado nada, pero descuide, la encontraremos —responde.

  —Gracias —digo y cuelgo.

  Cubro mi rostro con ambas manos y suspiro pesadamente esperando alguna respuesta, algún indicio o una señal que me diga dónde está Amelia.

  Ya pasó más de una semana de su desaparición, la gente empieza a comentar que está muerta al igual que algunos oficiales. Diego tuvo que irse a su hogar y el oficial Steven no encuentra nada.

  Estiro mi brazo a la cómoda de noche y tomo la carta que me iba a regalar Amelia, para leerla nuevamente:

  “Querido Alessandro.

Por causas de la casualidad o por el destino, tuve que comenzar nuevamente mi vida. Aunque yo no creía en mí, y pensaba que no lograría seguir, tú estuviste a mi lado hasta que pude hacer lo que tanto me gusta.

Sé que en el pasado te causé desgracias, pero aún así estuviste allí apoyándome y soportando mis berrinches sin importar qué.

Te pido mis más sinceras disculpas si últimamente he hecho más berrinches o he sido más terca que nunca; nunca pensé tener un hijo y la idea me aterra. Pero ahora me doy cuenta que estoy contigo, y nada más fuera de eso me importa.

Tengo la dicha de anunciarte que serás padre de un frijol parásito muy lindo y que, a partir del momento en que lleguemos a casa, yo me dedicaré más a nosotros.

No supe apreciar tu persona en el pasado, pero ahora todo cambió, y estoy decidida de terminar de escribir mi historia a tú lado.

Te amo, Les.

De: Lia.

 

  Yo soy quién te pido perdón, mi amor. Sabía que ese lunático estaba detrás de tí y sólo lo oculté por demostrar que era más fuerte que él, pero me equivoqué, sólo soy fuerte a tu lado. Sin tí, no soy nada.

  —Te vas a morir si sigues así —comenta Nath, y toma asiento a mí lado—. ¿No crees que ya murió?

  —¿Qué? —pregunto totalmente en shock por su comentario.

  Nathalie cubre su rostro con sus manos y comienza a llorar desconsoladamente.

  —No hay indicio de ella, nadie dice nada —solloza y aparta sus lágrimas—. Quiero creer que sigue viva y que Steven la encontrará, pero ya no sé si seguir con esto.

  —No digas eso, la vamos a encontrar —respondo.


  —Amelia se asustó mucho con lo del bebé y luego me envió un mensaje contenta —continua—, creí que ya había aceptado a su hijo e iba volver feliz.

  » Ya pasó mucho tiempo, Alessandro. ¿Tu crees de verdad que volverá?

  No pude responder, no estoy seguro ahora sí ella volverá. Tenía esperanza, y odio admitirlo, pero ahora dudo en seguir esperándola.

Entre líneas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora