VI

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  “La humildad es la base y fundamento de todas las virtudes, y sin ella no hay alguna que lo sea.”

  Miguel de Cervantes.

  Estoy en el cuarto de moda, ya que debía terminar unos conjuntos que me habían encargado. Nath está en la universidad, así que no vendrá cada cinco minutos preguntando si he recordado algo.

  Terminé siete vestidos de encargó, diez conjuntos para las modelos por la apertura del verano en una semana, y como me habían sobrado algunos materiales, empecé a hacer unos accesorios. Dije que vendrían gratis, pero me van a pagar quinientos dólares por un par de los accesorios.

  El día se fué volando rápidamente tratando de revisar y ajustar los últimos toques de los atuendos, ni siquiera había comido de lo entretenida que estaba, si no fuera por Nathalie que me dió un sándwich para cenar no hubiera comido en todo el día.

  En realidad, me agradaba estar así, estaba trabajando tal y como quería... Pero quería escribir.

  Esta semana estuve haciendo lo que Alessandro me había recomendado para volver a escribir, pero me frustro cuando se acaba la inspiración y mi mente queda en blanco.

  Luego, termino con lo último que me falta, tomo asiento y empiezo a sacar la cuenta de lo que debía invertir a mis boutiques, los materiales que necesito para las nuevas prendas, el pago de mis empleados y otras cosas más. Me doy cuenta que aún me sobraba mucho dinero y era demasiado para Nath y para mí.

  Me acuesto un rato sobre mi cama y me pongo a pensar que haría con el dinero que me sobraba.

  Por ahora, tengo una boutique en Canadá, Nueva York, Atlanta y aquí en California. Claro que pienso extender mi negocio, pero por ahora necesito más publicidad, así que no abriré otra boutique aún.

  En eso, me llega una grandiosa idea, pero me quedo dormida al ver que eran las tres de la mañana y me levanto a las ocho del mismo día.

  —¡Nathalie despierta! —grito llegando a su habitación y sacarla entre sus sábanas—. ¡Nath!

  —Amelia, son las ocho de la mañana... Y es sábado, ve a dormir.

  —¿Dónde está la calle más pobre de aquí?.

  —¿Por qué lo preguntas? —pregunta observandome confundida.

  —Por favor, solo dime.

  —Bueno... Está a varios kilómetros de aquí, ¿pero para que?

  —Mándame la dirección por mensaje, voy a salir.

  Y, dicho esto, salgo de su habitación y voy en mi auto hacia donde me indicaba la dirección.

  Me dió una gran pena y dolor al llegar al lugar.  Habían personas que no solo vivían en la pobreza, sino que luchaban por seguir viviendo a pesar de no tener como seguir respirando.

  Llego en cada casa de esa calle y pregunto cuántos miembros hay en cada casa, si hay niños y si hay enfermos o no.

  Muchos no me querían responder y otros pensaban que quería robarles, hasta que los convencí de decirme los datos que necesitaba. Luego, voy hacia un orfanato haciendo lo mismo.

  De verdad lloré unas cuantas veces en el auto al ver cómo vivía esa gente.

  Ya teniendo todos los datos que necesitaba, me dirijo a un parque que se encontraba por allí, tomo asiento en una banca y empiezo a sacar cuentas.

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