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  “Siempre resulta sorprendente que parte tan pequeña de la vida es ocupada por momentos significativos. Con frecuencia pasan una vez antes de empezar, aunque dejan una luz para el futuro. Y hacen de la persona que los origina inolvidables”

  Keith Chin

  —¡Amelia, cálmate!  —grita Nath fuera de la habitación—. ¡Todo va a salir bien!

  —¡No!, ¡nada va a salir bien! —grito—. ¡No estoy lista!

  Estoy desesperada, ya que debía ir a una una pequeña Biblioteca dónde van a ver fotógrafos, preguntas, fans que quieren firmas en los libros que había escrito ... ¡Y tengo los nervios de punta!, ¡no quiero meter la pata!

  Dedo calmarme, esto puede ser duro, tal vez solo haya leído algunos de mis libros, y tal vez me hagan preguntas sobre mi vida personal, pero debo hacerlo todo “naturalmente”, ya que de ésto, vale mi vida completa.

  Luego, de tener una guerra interna conmigo, me arreglo y me maquillo para salir de la habitación.

  —Estoy lista —le digo a Nath, quién está en la sala de estar—, nos vemos después.

  Ella se acerca a mí y toma a mis manos.

  —Todo saldrá bien, ya lo verás —me consuela.

  —Gracias, eso espero.

  Salgo de la casa, me monto en mi auto nuevo y me dirijo al lugar, pero en eso, me llega una llamada de un número desconocido.

  —¿Hola? Habla Amelia Otero —digo.

  —Hola nena, ¿Cómo has estado? —responde una voz masculina.

  —¿Quien habla?

Ah, cierto, tuviste amnesia, soy tu novio, Anthony.

—Tuve amnesia pero, si mal no recuerdo, nuestra relación terminó hace más de un mes.

  —No se te escapa nada, iré al grano, te vi con un hombre el viernes, ¿quien era?

  —Disculpa, pero no creo que sea de tu incumbencia con quién salgo y con quién no, tú no eres nada mío y yo no soy nada tuyo, ¿quedó claro?

  Digo y cuelgo la llamada.

  ¿Quien se cree que es?. Yo salgo con quién quiero cuando quiero, punto, y además, tengo cosas más importantes que prestarle atención.

  Luego, llego a mi destino. Habían varios fotógrafos, algunos periodistas, que apenas baje del carro empezaron a hacerme preguntas, las cuales de alguna manera sabía que preguntarían.

  Tomo asiento en un pequeño escritorio dentro de la biblioteca en la parte donde estaban la mayoría de mis libros.

  Me alegro ver qué tantas niñas, adolescentes y hasta adultas se iban con una gran sonrisa después de haber firmado sus libros. Algunas se quedaron y me hacían una o dos preguntas y se iban y otras hacían videos.

  En medio de mi alegría, porque todo iba como lo planeado, mis ojos visualizan a mi amor platónico, junto a una... niña.

  ¿Una niña?, ¿tiene hija?.  Eso significa que ... ¡No es soltero!!! Que injusticia, esto no puede ser!!!

  Pacientemente espero poco a poco como se acercaban, hasta que por fin los tengo enfrente.

  —Hola, mucho gusto, soy Camill —dice emocionada la niña que parece tener unos trece o doce—. De verdad te admiro mucho, y me gustaría saber si te puedo hacer un millón de preguntas sobre tus libros.

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