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      “Siempre es grato elevar nuestro pensamiento a los días de la infancia, esa edad de ilusiones color de rosa, en que libres de toda zozobra sobre el mañana, creemos que el mundo no se extiende más allá de nuestros juguetes y del espacio que abarcan nuestros ojos.”

  Ricardo Palma.

  Pasaron dos semanas desde que Alessandro despertó. Esas dos semanas estuvieron llenas de exámenes, estudios, tratamientos y de más, fué un poco agobiante y más para Alessandro, quien le gusta ser el doctor, mas no el paciente.

  Las enfermeras que pasaban por allí empezaban a murmurar cada vez que me veían cerca de Alessandro. Él me contó que era algo normal en ellas, estaba acostumbrado a verlas reunidas en un rincón a hablar y criticar a todo el mundo, pero aún así me resultó incómodo.

  Me conmoví cuando pacientes de Alessandro llegaban y le regalaban cosas, se quedaban con él a hablar y siempre le agradecían por cualquier cosa, todos le debían su salud a este doctor; y sin mencionar cuando ví a un niño llamado Diego, empezó a llorar cuando vió a Alessandro así.

  A parte de eso, no fué más de lo mismo hasta que lo dieron de alta, aunque con una silla de ruedas que tendrá temporalmente y, no sin antes de que los doctores nos dijeran que él debía tener extremo reposo y una dieta balanceada.

  —Bueno, bienvenido a tu habitación temporal —digo abriendo la puerta para dejar que entre.

  —¡¿Esta es la habitación de huéspedes?! —exclama atónito.

  —¿Por qué preguntas?, ¿no te gusta?

  —No, solo es que... Es más grande que la mía.

  —¿Enserio?

  —Sí, estoy acostumbrado a lo simple —dice y entra para observar mejor la habitación—. Que vergüenza.

  —¿Por qué lo dice?

  —Me siento avergonzado, no quisiera que esté cuidando de un enfermero.

  —¡¿No quieres que yo te cuide?! —exclamo ofendida.

  —¡No!, ¡no!, no quise decir eso. Usted se ofreció a estar al tanto de mí hasta que me mejore, cuando usted tiene tantas cosas que hacer.

  *Río* —Alessandro... —digo y me acerco a él para besar su mejilla—. Esta es una manera en la que yo puedo devolverle tantos favores que me ha hecho.

  —No debe hacerlo.

  —Claro que sí, y además, tendré la oportunidad de conocerlo más.

  Cuando hubo la discusión entre Mateo y Alessandro y  después de que él me contara brevemente su vida, me ha dado intriga de conocerlo más. Solo hablamos de mí y de lo que hago, pero también quisiera darle protagonismo en mi vida.

  —¿Que quisiera saber? —pregunta.

  —Cualquier cosa, desde el más mínimo detalle de usted —respondo.

  —Bueno... No sé por dónde empezar.

  —Dígame qué lo llevó a querer estudiar medicina.

  Ayudo a Alessandro a tomar asiento sobre la cama, para que esté más cómodo y así contarme sobre él.

  Alessandro poco a poco me explica, con lujos de detalles. Su madre fué la razón por la cuál quiso estudiar neurología, ella empezó a sufrir de Alzheimer desde que él tenía los trece años y murió de ello, Alessandro soñó con encontrar métodos para prevenir esta enfermedad y salvar a más personas. Aunque él sabe que así no va a revivirla, pero se siente bien al ayudar a los demás.

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