Armando quería volver a ser el todo de Beatriz... O ese fue su objetivo antes de que perdiese todas sus memorias sobre ella. Tras ese giro su vida retorna a lo que era y va por algo muy ambicioso: expandir a V&M a nivel mundial.
¿Cuál es el plan? C...
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୧ *·˚
—Marce, ¿Podemos hablar? —preguntó Margarita al verla llegar al hospital. En manos aquella llevaba una bolsa blanca de papel.
Ella aceptó y ambas fueron al área de la cafetería.
—Seré directa. Aquel día ¿Por qué no quisiste casarte con Armando?
—Él —comenzó titubeando—... él no me amaba.
—Pero, ¿tú todavía lo amas? —Marcela solo desvió la mirada, quiso responderle de inmediato, pero las palabras se habían negado a salir, así que en silencio asintió—. Lo presentía, lo de ustedes es algo inquebrantable. Mi niña, lo que pasa es que ayer... Armando me dijo que no recuerda haberte pedido matrimonio.
Marcela se sintió extraña, como si un vacío se le hubiese formado en el corazón.
—Se iniciará el proceso de terapia, me imagino.
—No. Lo mejor será que nosotras comencemos a movernos.
—¿Qué quieres decir?
—Mira, es preferible que así se mantengan las cosas. Si él no recuerda algo de la empresa no importa, basta con mostrarle los reportes y los análisis, no necesitaría más. ¿No es así?
Marcela solo calló y Margarita la tomó de las manos.
—Ayer no me quiso decir más, pero estoy segura que sus recuerdos contigo siguen intactos, no por nada supo reconocerte. Quizá solo dijo eso para que lo dejara tranquilo. Veo que le trajiste un regalo. Ve con él, te necesita. En un momento te alcanzo.
Ella asintió y emprendió su camino y en todo ese lapso se quedó pensado en las palabras de Margarita e inevitablemente sintió cómo la esperanza y el egoísmo se apoderaban de su corazón. Cuando llegó a la habitación con cuidado abrió la puerta y al hacerlo se percató que él observaba el blanco techo. Los violines sonaban de fondo
—Hola. —Armando de inmediato cerró los ojos— Te vi, no tienes por qué hacerte el dormido ¿Te sientes bien? —Él asintió. —Mira, Hugo está trabajando en la próxima colección, está quedando divina.
—Después la veo. Ahorita quiero dormir.
—Te la pasas durmiendo todo el día, podrías hacer otra cosa.
—Ah, sí, deja me levanto a correr un maratón— respondió con ironía mientras le veía.
—Armando... esto solo es un mal capítulo y pronto todo va a pasar.
—Lo sé. —Cerró los ojos.
— Solo es cuestión de tiempo y paciencia, verás que pronto todo va a mejorar. Mira lo que te traje—Levantó con alegría la bolsa—. Tu pasta favorita, la doctora me dio permiso.
Armando agradeció aún sin verle. Ella resopló y al dejar la bolsa en el carrito se percató de que en el buró de enfrente había un arreglo floral diferente. Eran flores blancas, grandes y no tan delicadas como las margaritas. Con cuidado se acercó a aquel y se dio cuenta que tenía una pequeña tarjeta blanca, así que con cuidado la abrió.
«Por tu pronta recuperación. —Ricardo C.»
De inmediato la arrugó ¿Cómo sabía Ricardo del accidente? ¿Acaso Malú se lo había contado? De pronto la puerta abriéndose hizo que se sobresaltara y que arrugara con más fuerza lo que tenía en mano.
—Hijo, debes comer, la enfermera ya me dijo.
—Esa comida me quita todo el apetito —espetó viéndole.
—Bueno, si ese es el problema, puedo pedir que te preparen un menú distinto. Además, mira, Marcela te trajo la pasta que tanto te gusta.
—Ya no quiero estar aquí —quejándose trató de incorporarse.
—Mi amor, hablé con la enfermera. En un mes y medio te quitarán el yeso de las piernas y podremos comenzar con esa rehabilitación, pero si quieres que esto resulte bien y sea rápido, entonces, colabora y come. Todos estamos muy preocupados por ti... ¿Y esto? —continuó la mujer mientras se acercaba al arreglo de flores— ¿Quién te lo trajo?
Esas flores a juicio de Margarita eran nefastas, solo las había visto en los funerales, por lo que se le hizo de mal gusto que alguien las hubiese llevado.
—Son de Ricardo —soltó Armando y ambas mujeres lo miraron con sorpresa. Marcela solo se limitó a esconder con discreción la bola de cartoncillo que tenía en mano.
—¿Él vino? —preguntó a prisa su madre y él negó—. Entonces ¿Cómo sabes que esas flores las trajo él?
—Son crisantemos, son las favoritas de su mamá. ¿No las trajo él?
Marcela sintió que las manos le temblaban, así que las escondió en los bolsos de su abrigo. Margarita revisó en busca de algo que pudiese responder la pregunta.
—No, aquí no hay ni una nota. A lo mejor se equivocaron de habitación y eran para alguien más.
—¿Por qué Ricardo no ha venido a visitarme?
Marcela y Margarita le miraron con atención. ¿Acaso era una laguna de memoria o una pérdida total?
》Se supone que es mi mejor amigo y en todo este tiempo ni siquiera ha venido a verme. Marcela, ¿Tú lo has visto? —inquirió mientras la miraba con atención, cómo si esperara algo, como si buscara algo en su mirada dubitativa.
—No. —dijo cruzando los brazos en el pecho. —La verdad no —trató de sonar lo más tranquila que pudo.
Pero, Armando no le creyó, ¿Cómo no sabía dónde estaba su amante?
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