Armando quería volver a ser el todo de Beatriz... O ese fue su objetivo antes de que perdiese todas sus memorias sobre ella. Tras ese giro su vida retorna a lo que era y va por algo muy ambicioso: expandir a V&M a nivel mundial.
¿Cuál es el plan? C...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
De pronto, a Beatriz también se le escapó una ligera risa provocando que tuviera aún más la atención de él, porque un suceso como aquel, era digno de enmarcar. Después de iluminar el sitio, con mesura se limpió los rosados labios que contrastaban con el abrigo azul marino que portaba.
—Esto es... Gracias por todo —dijo Beatriz tras darle una bolsa larga y amplia de color blanco.
Él la aceptó con curiosidad, dentro se encontró con la manta amarilla y debajo de aquella estaba un tóper transparente de tapa morada. Beatriz le miró con demasiada atención, a decir verdad, tenía mucha curiosidad de ver la reacción que tendría. Armando no tardó nada en abrir aquel recipiente y de inmediato el olor dulzón y a chocolate inundó su olfato.
«Yo las hice, las preparé para ti... Pues, como dijiste que nunca te habían preparado galletas...», resonó una voz en la mente de Armando e inesperadamente se llevó la mano a la cabeza.
¿Qué había sido aquello?
—¿Estás bien? —preguntó ella de inmediato.
—Sí, sí, no es nada solo... Gracias.
Ella le miró con atención, él parecía presionarse la cabeza con sutileza.
—¿Te duele? —preguntó de repente y él negó.—Bueno —dijo con insatisfacción —...Te mandaré los detalles de las entrevistas a tu correo. Si me disculpas, tengo otras cosas que atender —finalizó tomando sus cosas.
—Si quieres te puedo llevar.
—No, no quiero meterte en problemas —tras levantarse le observó con atención y con pasos dubitativos salió de ahí.
Cuando ella se fue, Armando dejó caer la cabeza en el respaldo del asiento, el dolor seguía punzando. El aroma del café comenzó a marearle así que prefirió irse a V&M.
Pese a que el horario laboral ya había concluido, Armando seguía en la oficina tratando de terminar todos los pendientes que tenía. Toda su ardua jornada provocó que su estómago le reclamara por lo que se detuvo un momento para sacar una galleta de aquel recipiente. Su teléfono sonó así que, atendió, era su madre, quién tras una conversación de trivialidades añadió:
—La próxima semana quiero que Marce y tú nos acompañen a un crucero espectacular.
—Pregúntale si podrá, yo no estaré, saldré del país por unas entrevistas —añadió tras darle un mordisco a la galleta.
—¿Tú? ¿Si estoy hablando con mi hijo? —dijo Margarita como una sutil broma.