CAPÍTULO 4

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Neizher


— ¿Necesitas ayuda, noona?.

Alcé el rostro al oír la voz de Hoseok y me encontré con siete pares de ojos clavados en mí. Me incorporé de inmediato, pues estaba en una pose un tanto comprometida mientras metía la enorme caja dentro del ascensor. Había estado haciendo unas cuantas compras para mejorar el estudio y esa misma mañana mientras me duchaba me habían avisado los de la empresa de reparto porque necesitaban que les firmase antes de hacerme la entrega. De nada sirvió que me duchase. Volvería a necesitar otra en cuanto terminase de cargarlo todo, pero había creído que podría hacerlo antes de que nadie más llegase al edificio. Me equivoqué de cabo a rabo.

— ¿Ehh?— mascullé mientras me esforzaba por disimular mi respiración agitada —. Ah, no, no. ¿No deberíais estar descansando?. Es muy pronto.

— Tenemos ensayo con tu hermano, Evenizher-ssi — dijo el líder.

Hice una mueca al escuchar el dichoso sufijo.

— No quiere que le llamemos así — intervino Hoseok. Le sonreí agradecida y él me respondió de igual modo. Me caía bien —. Prefiere que le digamos noona.

— ¿De qué año eres?.

Esta vez el que habló fue Jin, el mayor del grupo. El recuerdo de la despedida de mi amiga me hizo sonreír inconscientemente.

— Del 93, diciembre. Tú eres del 92, ¿no? — recordé. Me sonaba que Mara me lo había contado en algún momento. Todos eran menores que yo a excepción de él y Yoongi, que era de mí mismo año —. Bueno, pues llamame solo Neizher, o Nei, si lo prefieres. En realidad preferiría que todos lo hicierais, pero algo me dice que me ignorareis completamente.

Los más pequeños sonrieron dándome la razón y a mí no me quedó más que resignarme. Adoraba Corea, pero el tema de los dichosos honoríficos... Uff, se me hacían cuesta arriba siempre y a medida que cumplía años el sentimiento solo aumentaba.

— Venga, deja que te ayudemos — dijo Namjoon a la vez que daba una palmada para que todos se movieran.

No tuve tiempo de abrir la boca antes de que se adelantaran para coger las cuatro cajas que aún quedaban por cargar.

— ¿Hay alguien muerto aquí dentro, noona? — se quejó Jimin cuando pasó por mi lado.

Le dí un toquecito con la punta de los dedos en el hombro y me crucé de brazos cuando este se volvió para mirarme claramente sorprendido.

— No, pero estoy valorando el trocearos a vosotros y meteros como no os vayáis ya a ensayar — solté arrugando el ceño exageradamente.

Jimin entrecerró los ojos y fingió asustarse como toda una reina del drama.

— No podrías descuartizarnos a todos — dijo después de dejar la caja dentro del ascensor —. Eres muy pequeñita.

— Y fué a hablar el tapón de botella.

Todos, incluido él —aunque intentó ocultarlo— rompieron a reír.

— Me caes mal — mintió frunciendo los labios para ocultar su sonrisa.

— Necesitas clases de actuación urgentemente — le dije con una sonrisilla — y como tu futura mejor amiga te aconsejo que vayas empezando si pretendes engañar a alguien.

Los chicos insistieron en ayudarme a llevar las cosas hasta mi estudio, pero me negué en rotundo. Incluso tuve que recurrir a la excusa de que era mayor que ellos y por lo tanto debían hacerme caso. Me despedí de ellos en el pasillo y subí al ascensor con los ojos clavados en los paquetes a mis pies y una mueca de fastidio en la cara. Tal vez debería haberles dejado ayudarme, pero era demasiado orgullosa para hacerlo. Mi hermano siempre me decía que a veces llevaba el discurso de "¿qué pasa, que por ser mujer no puedo?" demasiado lejos. No le faltaba razón, pero no iba a reconocerlo nunca frente a él.

Me pasé casi toda la mañana remodelando el estudio, pero ahora al mirarlo una sonrisilla tiraba de mis labios. Lo único que había conservado era el sofá de cuero, que además de bonito era sorprendéntemente cómodo, el resto lo había llevado a otra sala vacía que —con el permiso del jefe— había adecentado como un nuevo estudio para que los chicos pudieran reunirse ahí si querían hacer algo entre varios. A la hora de comer me reuní con mi hermano, Doyun y un par más de compañeros para comer en la sala de juntas y con ellos estuve hasta que Si-hyuk vino a buscarme para nuestra reunión. Cerca de las cuatro de la tarde regresé al estudio y no hubiera salido de allí de no haber sido por unos nudillos que a mitad de tarde golpearon mi puerta. Al volverme me encontré con la cabeza de Hoseok asomada.

— ¿Te pillo muy ocupada, noona? — preguntó poniendo cara de corderito —. Hay algo que querríamos enseñarte si tienes tiempo.

A través de la puerta traslucida pude ver lo que parecían dos siluetas más. Me hice a un lado y le indiqué con un movimiento de cabeza que podían pasar. Tras él aparecieron Yoongi y el más joven —y crush de mi mejor amiga— Jungkook. Este no dejaba de morderse el labio de forma casi compulsiva y había hundido hasta las muñecas en los bolsillos de su pantalón.

— ¿Estás bien? — le pregunté incapaz de contenerme.

El chico apenas alzó la mirada, lo justo para saber que le estaba hablando a él y me asintió, pero era más que evidente que no lo estaba. Miré a sus hyungs en busca de una respuesta y todo cuanto tuve fue una mueca y un encogimiento de hombros de parte de Hoseok y el brazo extendido de Yoongi. Lo entendí en cuanto vi el pendrive entre los finos dedos del rapero. Lo cogí, teniendo cuidado de no rozar su piel en el proceso, y me dispuse a abrir el único archivo del dispositivo.

Clavé mi mirada en la moqueta mientras el primer acorde de piano y la melodiosa y dulce voz de Jungkook comenzaba a llenar el estudio. A medida que los minutos fueron pasando, se me fue cerrando la garganta y un conocido escozor se me empezó a encender mientras las tristes palabras iban calando en mí. El rostro de mi madre se me formó tras los párpados y tuve que cerrarlos con fuerza para deshacerme de él y del recuerdo de su sonrisa.

Tan pronto terminó le dí a reproducir de nuevo sin decir ni una palabra. Era consciente de que los raperos me estaban mirando a la espera de una reacción por mi parte, también de que Jungkook había empezado a morderse las uñas, pero necesité oírla tres veces seguidas antes de ser capaz de hablar. Sentía un nudo en la garganta y sabía que en cuanto separarse los labios no podría retener la emoción por más tiempo. El único motivo por el que me decidí a hacerlo de todas formas fue por el bienestar del maknae y de sus cutículas. Me arrodillé a escasos centímetros de sus piernas.

— Mírame, Jungkook — le pedí.

Sus ojos se clavaron en los míos y se abrieron ligeramente cuando vio como un par de lágrimas escapaban de los míos. Estiré mi mano y con suavidad retiré la suya de sus dientes.

— Es lo más hermoso que he escuchado en años — confesé con la voz quebrada — y si tu quieres saldrá junto al resto en el próximo EP.

Por el rabillo del ojo vi como sus dos hyungs soltaban el aire que habían estado reteniendo a saber durante cuánto tiempo, pero mi atención estaba puesta única y exclusivamente en el más joven. Había estado donde él estaba ahora, recordaba como si fuera hoy lo que se sentía mientras alguien escuchaba por primera vez lo que habías creado. La inseguridad y el miedo era atroz, y no ayudaba que la vergüenza se sumase a esas detestables emociones.

— Y si algún día regreso a los escenarios, quiero que sea contigo al lado.

Bajo el foco [Yoongi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora