CAPÍTULO 45

132 10 16
                                    


Dejé la copa sobre una de las mesas y me escabullí entre la gente. Había perdido uno de mis zapatos en la pista de baile, el cinturón de mis pantalones estaba roto —motivo por el que terminé sujetándolos con la mano—, tenía el cabello de la nuca y el flequillo empapado en sudor y estaba segura de que tenía todo el maquillaje de los ojos corrido, pero había valido la pena. Beber hasta que todo dejara de importar era lo único que me había ayudado a dejar de pensar en él. Eso y bailar más allá del agotamiento. Pero por desgracia el efecto no duraba eternamente.

— Sigue bebiendo — me había dicho alguien —, así no se pasa.

No lo había ni considerado. Había sobrepasado por mucho mi límite de alcohol y sabía, en una pequeña parte de mi cerebro que aún estaba lúcida, que si bebía una sola copa más terminaría en el hospital. Por eso terminé alejándome de la fiesta. No sé cómo lo hice, no sabía cómo podía seguir moviendo las piernas, tampoco hacia dónde iba, pero seguí avanzando. No sé por cuánto tiempo estuve caminando y sin duda alguna no tenía ni la más remota idea de donde estaba. Lo único que sabía es que seguía en el interior del recinto, pero no tenía ni idea de hacia dónde iba aquel oscuro pasillo en el que decidí dejarme caer.

Apoyé mi espalda y cabeza en la pared y estiré mis adormiladas piernas. Si midiera cinco centímetros más llegaría a la otra pared, pensé sintiendo lástima de mí misma. Estiré mis pies desnudos y sonreí cuando pude rozar la superficie con los dedos gordos. Aplaudí plenamente satisfecha por mi logro. Estaba a punto de comenzar a dibujar círculos contra el yeso de la pared con mis pies cuando escuché un sonido. Me detuve en seco y paré la oreja a la espera de oír cualquier cosa más. Ahí estaba, un golpeteo rítmico y constante. Sin dudar, me puse en pie tambaleante y seguí el sonido mientras repasaba mentalmente cuáles podrían ser las causas. Esperaba que no fuera un asesino serial descuartizando a alguien. No quería una muerte tan trágica y sanguinaria. Siempre había sido de las que prefería morir mientras dormía, o follando. Así, de un infarto provocado por el placer. Sonaba bien.

Al girar por tercera o octava vez, había perdido la cuenta, me encontré con el causante de aquel ruido. No era un asesino. Era un coreano rubio lanzando una pelota y haciéndola rebotar contra la pared del pasillo. Iba vestido con uno de sus habituales tejanos rotos y una camiseta básica negra de manga corta. Siempre me había encantado el modo en el que su pálida piel se contrarrestaba con el color oscuro que tanto le gustaba usar. No se había percatado de mi presencia, o eso creía, porque no miró en mi dirección en ningún momento. Siguió lanzando y capturando la pelota en el aire mientras yo cruzaba la distancia que nos separaba a trompicones y me sentaba a su lado. Siguió a lo suyo, ignorándome completamente, por lo que pensé en hacer lo mismo. Estaba medio tumbada en el suelo, trazando figuras en la pared con mis pies descalzos cuando lo escuché hablar.

— ¿Que se supone que haces?.

Giré el rostro y me lo encontré mirando mis pies con las cejas arqueadas. Había dejado de lanzar la pelota en el algún momento y esta ahora descansaba en el hueco entre sus piernas dobladas.

— Dibujando — dije encogiéndome de hombros —. He hecho una marmota, una jirafa y ahora le toca a la zarigüeya, pero no recuerdo bien como son.

— ¿Cuánto has bebido?.

Detuve mis pies en el aire, a mitad de dibujo, e intenté contar con mis dedos los distintos cubatas y copas de vino y champán que había tomado. Me quedé sin dedos en las manos, por lo que empecé a usar los de los pies.

— Tres de champán, dos de vino aunque no recuerdo si era tinto o blanco. ¿Eso importa?. Da igual. Dos margaritas, un whisky doble, dos caipiriñas, un manhattan y dos cervezas — dije dejando caer mis pies —. Tenía una copa de cava, pero apenas le dí dos sorbos. Sabía fatal, como a madera quemada. Supongo que alguien se la habrá tomado ya.

Bajo el foco [Yoongi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora