CAPÍTULO 8

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Dejé el móvil sobre la mesa de café, cogí el pañuelo y tras sonarme por quincuagésima vez en lo que llevaba de película, lo lancé a la pequeña papelera antes de darle al play. Duna emitió un gruñido bajo cuando Saja le saltó por encima para llegar hasta mi regazo. La pequeña bola de pelo blanca se tumbó sobre mí y empezó a clavar las uñas en la manta con la que me cubría las piernas.

A mitad de madrugada me había despertado con la nariz tan tapada que creí que me estaba asfixiando. Me tomé los antihistamínicos y mejoré un poco —mi cara ya no estaba hinchada cual papaya y los ojos ya no me lloraban—, aunque seguía sin poder respirar si no era por la boca. Intenté volver a dormirme, pero fue imposible, así que crucé el apartamento y me senté en mi enorme sofá, con un bol de palomitas y puse Harry Potter y la piedra filosofal. Para cuando Jungkook me había escrito, ya iba por la quinta película de la saga.

Pasaron un par de horas cuando, en mitad de la escena en la que Harry y sus amigos irrumpen en el ministerio, Duna comenzó a ladrar en dirección a la puerta. Dirás, bueno, es un perro, es normal que ladre si escucha un ruido. Si, por supuesto pero, ¿que piensas cuando te digo que vivo en el edificio más seguro de Seúl —una de las ciudades más seguras del mundo—, que además de mi apartamento compré el otro que hay en mí misma planta y los dos de la planta de abajo para asegurarme de no tener vecinos indeseados y que además de eso tengo un hombre del tamaño de un equipo de rugby apostado en la puerta del ascensor?. ¿Que soy una exagerada y estoy loca?. Si, pero cuando has llegado a tu casa y te has encontrado a extraños durmiendo en tu cama, cuando has salido de la ducha y te has encontrado paparazzis apostados en tu jardín para hacerte fotos desnuda, creéme que aprendes a tomar medidas.

Duna lleva desde que vinimos a Seúl sin ladrar ni una sola vez, por ese mismo motivo lo primero que hago es marcar el número de la policía. Luego, cojo un macetero que vale más que el sueldo de muchos, y me acerco a la pequeña pantalla para ver las cámaras. Pego un brinco cuando al cambiar de cámara, me encuentro el enorme careto de mi hermano pegado al dispositivo. Cuelgo la llamada y pulso el botón del interfono para escuchar lo que sea que esté diciendo.

— ... viva? — está diciendo en coreano —. Espero que sí porque no quiero ser yo quien le cuente a papá que su hija favorita a muerto entre mocos...

— ¿Quieres callarte pedazo de energúmeno? — le respondo en español —. Casi haces que me dé un puto infarto. Duna, calla.

La perra deja de hacerlo al segundo pero continúa gruñendo por lo bajo mientras me vuelvo de nuevo a la pantalla. Es raro que Duna le ladre a mi hermano, nunca lo ha hecho, de hecho es el único hombre al que tolera —ni siquiera mi padre es capaz de acercarse a ella—. Me estoy preguntando a mi misma cómo es que Björn no ha usado el código de acceso para entrar y lo ha hecho de la forma común, cuando este se mueve un poco y veo que hay alguien con él.

— Más te vale que no hayas traído a un ligue a mi casa — dije a posta en coreano para que me entendiera quien fuera que viniera con él —. ¿Recuerdas lo que pasó la última vez que lo hiciste?. ¿Quieres que vuelva a hacerlo?. Tú mismo, no será mi culo el que...

— ¡Cállate! — gritó con la cara roja como un tomate mientras se echaba hacia atrás para mostrarme quién estaba con él —. ¿Contenta?.

Bangtan al completo miraba a mi hermano con los ojos abiertos de par en par. Fui hacia la puerta para abrirla con una enorme sonrisa.

— Siempre.

Björn gruñó con el mismo tono de mi perra. Me estampó una bolsa de plástico en el pecho y tras descalzarse entró en el apartamento quejándose por lo bajo. Sacudí la cabeza y me volví hacia los siete chicos que, cortésmente, seguían esperando que los invitase a entrar. De pronto fui consciente de las pintas tan horribles que debía tener. Iba en pijama —pantalón largo a cuadros negros y blancos y un crop de manga corta que dejaba al descubierto una delgada linea de mi abdomen—, con el pelo recogido en un moño bastante deshecho, sin una pizca de maquillaje, con las gafas y la nariz roja por culpa de los mocos. Debo reconocer que la idea de cerrarles la puerta en las narices y fingir no haberlos visto pasó por mi mente, pero también me alegraba de verlos, por lo que abrí de par en par la puerta.

— Traemos la cena — dijo Jungkook alzando las manos para mostrarme las bolsas —. Björn-hyung dijo que seguramente llevabas todo el día sin comer y no podíamos permitir eso.

Abrí la bolsa que tenía entre mis brazos para ver que habían traído.

— ¿Esto es solo para cenar? — pregunté asustada —. Con la mitad de esto podemos alimentar a todo el staff. Durante varios días.

Yoongi estiró el brazo y me arrebató la bolsa.

— Bueno, puede que no nos hayamos animado más de la cuenta — soltó Namjoon.

— ¿Tú crees?.

Taeyoung y Jungkook repararon en la presencia de Duna y se acercaron con la intención de acariciarla, pero esta se agazapó y les mostró los dientes. Los chicos retrocedieron automáticamente y la miraron con miedo.

— No le gustan los hombres — les expliqué —. Su anterior dueño la maltrataba. La tenía amarrada en la intemperie, con un collar de púas clavado en la piel, sin agua ni comida. Cuando la conocí no era más que huesos y pellejo. Ha superado muchos traumas, pero no su aversión por los hombres. No os hará nada mientras le deis su espacio.

— Pobrecita.

Miré sobre mi hombro y le dediqué una sonrisa a Yoongi. Después de aquello, Yoongi, Jin, Jungkook y yo nos dirigimos a la cocina mientras el resto se unía a mi hermano en la sala de estar. El apartamento era grande y lo parecía más gracias a la ausencia de paredes, pero con nueve personas pululando por él no lo parecía tanto. Los cinco estaban apiñados en el extremo alargado del sofá, dejando el chaise longue para Duna. Björn había conectado la consola y estaba repartiendo mandos a diestro y siniestro mientras discutía con los chicos sobre por qué juego empezar.

— ¿Puedo?.

Me volví y me encontré con Jin parado en mitad de la cocina, señalando los enganches de los que colgaban los delantales. Los otros dos también estaban ahí mirándome como si temieran tocar algo. Crucé la espaciosa cocina y empecé a repartirles los delantales.

— Sentiros como en casa.

Bajo el foco [Yoongi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora