CAPÍTULO 46 - FINAL

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Yoongi



Cogí la pastilla y me la tragué junto a un generoso sorbo de agua.

— ¿Cómo vas?.

Dejé el pequeño cisne que había formado con la servilleta sobre el plato vacío antes de alzar la vista para mirar a Jin. Habíamos estado los siete en la mesa del comedor de nuestro apartamento, cada uno a lo suyo: Jimin sonriéndole al móvil mientras chateaba con su amiga virtual, Tae y Kook diciéndose guarradas en el oído, Nam y Hobi charlando sobre el tema que estaban componiendo y Jin mirando la tele, pero ahora los seis estaban con los ojos clavados en mí.

— Con la medicación bien — respondí.

No me gustaba que estuvieran tan encima de mí, tan pendientes a cada uno de mis movimientos, pero sabía que lo hacían porque estaban preocupados. No podía culparlos por estarlo, no cuando esta vez fué la peor de todas. Sacudí la cabeza para librarme de los recuerdos. Ahora estaba mejor. Todo había mejorado con el cambio de medicación y las visitas al psicólogo. Los pensamientos intrusivos habían dejado de atormentarme, había vuelto a descansar con cierta regularidad y retomado mi trabajo sin contratiempos. Ellos lo sabían, podían verlo, pero aún así no se permitían el lujo de bajar la guardia. Yo tampoco, no aún.

Después de comer y de una charla de lo más trivial, cada uno se fue a hacer sus cosas. La parejita se encerró en su habitación, Nam se fue al estudio a seguir trabajando, Jin a sus clases de inglés y Jimin y Hobi se pusieron a jugar a la consola. Estuve un rato sentado viéndolos jugar, pero al final decidí salir un rato a la terraza para escribir. Llevaba unos días componiendo un nuevo tema y me traía de cabeza porque nada me parecía lo suficientemente bueno. Me senté en una de las sillas de madera, con los pies cruzados sobre la mesa y la suave brisa lanzando sobre mis ojos los mechones de mi cabello. Debía cortarlo en algún momento.

No sé cuánto tiempo estuve ahí sentado, pero cuando quise darme cuenta el sol ya había desaparecido del cielo para dejarle el lugar a la luna llena. Cerré la libreta y apoyé el codo en la pequeña mesa sin dejar de ver el satélite. Siempre que lo veía me acordaba de ella y de aquella vez en la terraza de su apartamento, justo encima de mi cabeza. Había sido la última noche antes de que se marchara para dar comienzo a su gira. Tras una deliciosa cena, se sentó sobre mi regazo, con la espalda apoyada en mi pecho y mis brazos rodeándola. Habíamos estado contemplando aquella misma luna y recuerdo que nos imaginé en aquella misma situación año tras año, disfrutando el uno del otro, siendo siempre igual de felices. Me reí sin humor ante mi ingenuidad. Estaba a punto de ponerme en pie para regresar al interior del apartamento cuando escuché un sonido que llevaba años sin oír, pero que recordaría hasta el último de mis días.

— ¿Duna?.

Las pisadas se detuvieron para regresar con mayor fuerza. Sonreí como hacía mucho que no hacía al notar que la pequeñaja reconoció mi voz después de tantos años sin vernos.

— Duna, ¿qué haces?.

Me detuve en seco, con la mano sobre la barandilla del balcón y la cabeza a medio alzar al oír su voz. ¿Qué hace aquí?, pensé. Yo mismo me golpeé la frente mentalmente por preguntarme eso. Si estaba Duna ahí era más que evidente que estaría acompañada de su dueña, pero aún así... No sé qué esperaba, no lo pensé siquiera, pero sin duda no esperaba volver a oírla.

— Oh, hola.

Mi vista se alzó de golpe y ahí estaba. Tenía la cabeza asomada hacia abajo, con el cabello castaño cayéndole a ambos lados del rostro y su siempre perfecto flequillo cubriendo la frente. Desde mi posición podía verla a la perfección, igual que sus arqueadas cejas, pero todo cuanto era capaz de mirar eran sus preciosos ojos y la dulce sonrisa que tiraba de sus labios.

Bajo el foco [Yoongi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora