CAPÍTULO 16

209 34 37
                                    


Neizher


Aparté de un manotazo los dedos que mantenían mi párpado abierto. ¿A quién coño se le ocurre abrirle el párpado a alguien que está tratando de dormir para apuntarle con la luz de una linterna directamente en el ojo?. La respuesta llegó apenas un segundo después cuando escuché la molesta voz que llevaba torturándome veintidós años.

Como vuelvas a hacerlo te juro que te asfixio con la almohada — le amenacé.

Su risa sonó algo ahogada, pero igual de molesta que siempre. Hice el intentó de volver a dormirme, pero ya estaba despierta y si había algo que era incapaz de hacer era volver a dormirme después de haberme despertado. Así que, con un resoplido, abrí los ojos. No me apetecía en absoluto trabajar hoy. Me dolía todo el cuerpo y sentía la cabeza pesada. La idea de quedarse tumbada en el sofá todo el día viendo tal vez Harry Potter cada vez parecía más atrayente.

Arrugué el ceño mientras trataba de acostumbrarme a la intensa luz que entraba por la ventana. Seguí haciéndolo al no reconocer el lugar en el que estaba. Había demasiado gris en aquella habitación y yo odiaba ese color. Era grande y espaciosa, pero tan triste que daban ganas de hacerse una bola sobre el duro colchón en el que estaba tumbada y volver a dormir. Pestañeé mientras trataba de entender mi entorno, especialmente cuando reparé en un molesto pitido que provenía de algún lado de mi izquierda. Sobre el hombro de mi padre pude ver un aparato que tan solo había visto en películas.

— ¿Estoy en un hospital, abbá?.

Me aclaré la garganta al notarla algo ronca mientras clavaba mis ojos en el rostro sorprendido de mi padre. Una sonrisa tironeó de sus labios y, como siempre, retiró el flequillo de mi frente en una caricia que me recordaba mucho a cuando era una niña. Y, como siempre, yo hice una mueca y volví a colocarme el flequillo bien. Lo noté ligeramente graso al tacto, pero lo que llamó mi atención no fué eso, sinó los tubos que sobresalían de la piel de mi antebrazo. Agg, odiaba las vías.

— Deja que te examine el doctor, ¿vale? — me pidió.

Asentí y miré al hombre de bata blanca en el que no había reparado antes. Tampoco había reparado en que, aparte de mi padre y mi hermano — que me estrujaba la mano entre las suyas hasta cortarme la circulación — había dos chicos más que no había visto antes. Eran muy guapos, especialmente el bajito, que llevaba el cabello teñido de un rubio platino. Junto a su piel paĺida parecía la imagen de un ángel sacada de un libro antiguo.

El doctor movió la linterna frente a mí mientras decía algo en un idioma que me resultaba familiar pero no terminaba de ubicar. Apuntaba cosas en una libreta, examinaba las máquinas y seguía hablando mientras yo me ponía cada vez más nerviosa al no entender qué diantres estaba diciendo. En un momento clavó sus ojos rasgados en mí, claramente esperando una respuesta por mi parte, pero yo no sabía que me había preguntado o si siquiera lo había hecho. Incómoda, giré mi rostro para mirar al de mi hermano.

— ¿Qué coño está diciendo? — le pregunté en un susurro.

Björn arrugó las cejas, abrió la boca y volvió a cerrarla como si fuera un pez fuera del agua. Miró sobre mi hombro supuse que al doctor o a nuestro padre, pero cuando le dí un toquecito en la mano volvió a prestarme atención solo a mí.

— Es-está preguntándote si... te acuerdas de lo que ha pasado — balbuceó.

No me gustó notarlo nervioso, pero no fui capaz de empezar a preocuparme por ello. No cuando, al tratar de recordar, no lograba dar con una explicación por la que habría terminado ingresada en un hospital. Negué con la cabeza, incapaz de hablar por culpa del ardor que comenzaba a ascender por mi garganta. Björn, que me conocía mejor que nadie, identificó en cuestión de milésimas que es lo que estaba pasando.

— Ey, ey, mírame — me pidió sentándose en el borde del colchón y ahuecando mi rostro entre sus manos —. No te preocupes por nada, ¿vale?. Estoy aquí y sabes lo que eso significa, ¿no?.

Asentí y tragué antes de forzarme a responder, pero mi voz sonó tan débil que dudé que fuera capaz de oírme.

— Que todo saldrá bien.

Björn no se separó de mí ni un solo segundo mientras el doctor y varias enfermeras terminaban de examinarme. Fué traduciéndome cada una de sus preguntas o peticiones que iban desde quién era, qué edad tenía, donde estaba y si era capaz de hacer tal y cual cosa. En general fui capaz de responder a todo sin muchas dudas, pero no me pasó por alto el detalle de que sabía que estábamos en Corea pero no era capaz de entender el idioma pese a que recordaba haberlo hecho antes. Björn me tradujo lo que el doctor explicó cuando pregunté por ello y, básicamente, no tenían ni idea de por qué me pasaba.

Al parecer había estado en coma durante casi cinco días después de sufrir un accidente de coche y, según el doctor, cada paciente era distinto en lo respectivo a despertar de un coma. Algunos no recordaban años anteriores al trauma, otros lo recordaban todo pero perdían alguna facultad. Yo estaba en un punto extraño. Podía hablar sin problemas, mi visión estaba bien —la miopía no se me había arreglado por desgracia—, mi movilidad parecía correcta y mis recuerdos también. Tenía alguna que otra laguna, pero el doctor me tranquilizó diciendo que había altas posibilidades de que los recuerdos fueran llegando en las próximas horas.

— ¿Y esos quiénes son? — le pregunté en voz baja a Björn después de que el doctor se marchase —. El bajito es muy mono.

Durante la exploración ninguno de los chicos me había quitado la vista de encima. Habían permanecido alejados, con la espalda pegada en la pared frente a mi, callados o murmurando en voz baja pero sin llegar a interferir en lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Algo en mi cabeza me decía que los conocía, pero cuando traté de recordar lo único que obtuve fue un intenso dolor de cabeza.

— Son amigos — respondió Björn tras echarles una mirada cargada de una emoción que no entendí —. Han venido a verte cada día y a veces se han quedado a cuidarte cuando yo necesitaba ir a casa para sacar a Duna o darme una ducha. Han estado muy preocupados por tí.

Pese a no recordar ningún momento con ellos, les sonreí. Conocía a mi hermano y sabía lo sobreprotector que podía ser conmigo, por lo que, que se hubiera marchado a casa aunque fuera durante un par de horas y me hubiera dejado con ellos, decía más de ellos de lo que podrían imaginar. Björn no confiaba fácilmente, yo menos, y que lo hubiera hecho en ellos hasta el punto de dejarles el cuidado de su hermanita, me decía que no eran meros amigos. Eran importantes para nosotros, para mi. ¿Por qué no podía recordarlos?. Quería hacerlo.

El más alto y joven me devolvió la sonrisa sin dudar. Era una sonrisa muy bonita, cargada de cariño y una inocencia entrañable. El más bajito no respondió a mi sonrisa, no descaradamente. Su rostro parecía impertérrito, como una máscara de esas sin expresión que venden en halloween, pero incluso así pude notar el ligero temblor en la comisura derecha de sus labios.

Bajo el foco [Yoongi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora