CAPÍTULO 37

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Me apoyé en la columna y sonreí. Los chicos iban de un lado a otro del apartamento nuevo, investigando hasta el último rincón, discutiendo sobre quienes compartían habitación y quien disfrutaba de la que quedaba libre. No hacía ni seis días que me habían entregado las llaves del apartamento ya reformado y ni cuatro que habíamos llegado a Corea.

Yoongi apareció por el pasillo cargando sobre su espalda a Jimin, que no dejaba de balancearse hacia los lados mientras gritaba cosas sin sentido. Recorrió la estancia con la vista y una sonrisa hermosa se instauró en su rostro. Solo por su sonrisa había valido la pena el retraso en las obras y las discusiones con el capataz encargado.

— ¡Noona!.

Me volví justo a tiempo para atrapar a Kookie, que se había lanzado a mis brazos sin miramiento alguno. Ambos perdimos el equilibrio por el impacto y nos caímos sobre el sofá en un revoltijo de brazos, piernas y risas.

— Eres consciente de que pesas veinte kilos más que yo, ¿verdad? — dije justo antes de estampar uno de los rayados cojines contra su cara.

Kookie alzó el cojín con intención de devolverme el golpe, pero una mano lo atrapó antes de que lo lograse, solo para repetir mi misma acción. No tuve que alzar la vista para saber que era Yoongi.

— ¿Ya habéis decidido quién duerme con quién? — pregunté.

Unos brazos me rodearon los hombros y yo no dudé en recostarme contra el duro pecho de su propietario.

— Jin se quedará con la habitación individual — dijo Yoongi inclinándose sobre el hueco entre mi cuello y mi hombro —. Hobi irá con Nam, la parejita en otra habitación y Jimin y yo en la que queda.

— Vamos, que Jimin tiene una habitación para él solo — bufó Kook.

Mientras yo le respondía con una sonrisa, mi novio le lanzaba otro cojín.

— Es tan mía como suya.

— Eso dices ahora — intervino Jin, que apareció como siempre de la nada —. Ya veremos cuantas noches duermes realmente aquí en lugar de en el piso de arriba.

Yoongi, Jin y Kook empezaron una discusión sin sentido en la que Yoongi defendía que seguía viviendo con ellos, cuando la realidad era que —a excepción del tiempo que estuvo fuera por la gira— había pasado cada noche en mi apartamento. No vivíamos juntos, pero había varias mudas suyas guardadas en un lateral de mi vestidor, un cepillo de dientes de más y productos de higiene masculinas en un piso en el que, técnicamente, vivía sola. Era mucho más cómodo así que tener que salir cada mañana más temprano para poder ducharse y cambiarse de ropa antes de ir a la compañía. Yoongi no dejaba de repetirles que, ahora que seríamos vecinos, pasaría más tiempo en casa, pero yo pensaba igual que los chicos.

Para inaugurar su nuevo apartamento los chicos insistieron en celebrar una pequeña fiesta, o así se empeñaron en llamarla, pero no eran más que ellos, mi hermano y yo. Cenamos hasta reventar, jugamos en la nueva consola de su salón —así no invadirían tanto el mío— y, con un par de copas de más, terminamos por todo lo alto con un karaoke. Me reí de lo lindo cuando Nam y Yoongi empezaron a cantar. Parecían auténticos gallos de pelea.

Eran pasadas las cinco de la mañana cuando medio tambaleándonos, Yoongi y yo subimos a mi apartamento. Duna nos recibió dando saltos, tanto a mi como a él, que había conseguido lo impensable con mi pequeña. Me senté en el brazo del sofá mientras veía como mi novio y mi perra corrían por todo el salón. Bueno, Duna corría, Yoongi daba tumbos y se chocaba con todo aquello que estuviera por medio. Mirándolos una idea cruzó por mi mente.

— Amor — lo llamé. Yoongi alzó la cabeza sin dejar de correr, como para indicarme que me escuchaba —. ¿Y si lo hacemos público?.


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Bajo el foco [Yoongi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora