CAPÍTULO 21

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Yoongi


No sé qué esperaba encontrar cuando bajamos del coche, pero sin duda no era aquello.

Después de pararnos frente a una caseta para que un hombre con uniforme se nos quedase mirando durante largos minutos, el vehículo siguió avanzando hasta detenerse frente a una enorme puerta de madera oscura. Bajé del coche cuando Björn lo hizo y lo seguí hasta que se detuvo frente a una columna para marcar una contraseña demasiado larga en el panel táctil. La puerta se abrió sin emitir sonido alguno, mostrando una moderna casa rodeada del mayor jardín que había visto en mi vida. Era de dos plantas, con paredes blancas, de un gris muy oscuro casi negro y de la misma madera que la puerta de la verja. Era una de esas construcciones que parecían imposibles ante el ojo humano, llena de enormes ventanales que iban desde el suelo hasta el techo, dejando a la vista el interior de la vivienda.

Siempre había sabido que Nei tenía mucho dinero, pero una cosa era saberlo y otro tenerlo frente a tus narices. Al lado de esto el apartamento de Seúl parecía un zulo, ni que decir del en el que yo vivía. Dudaba que su cuarto de baño fuera más pequeño que todo el apartamento en el que vivía con los chicos. Estar delante de algo así hacía que todas mis inseguridades salieran a flote. ¿Qué narices pretendía?. ¿En qué narices estaba pensando al venir aquí?. ¿Qué mierda podía ofrecerle yo a Nei?.

— Vamos — dijo Björn dándome un golpecito en el brazo.

Valoré seriamente el girar sobre mis talones y regresar a Corea, pero mis piernas empezaron a moverse por voluntad propia. En cuanto entré por la puerta me sorprendió el modo en el que me golpeó el inconfundible perfume de Nei, una extraña mezcla de menta y lavanda que, desde hacía meses, se había vuelto en mi aroma predilecto.

— Aún no ha llegado — avisó Björn mientras se quitaba las deportivas y dejaba las llaves dentro de un enorme cuenco sobre el zapatero —, pero Mara me ha enviado un mensaje diciendo que no tardarían mucho en hacerlo.

Björn había estado en contacto con la mejor amiga de Nei desde que esta le escribió para preguntar si él también venía a España. Si no hubiera sido por ella no hubiéramos sabido que Nei se había largado de Corea. Quince minutos después de esa conversación teníamos ya nuestros billetes para el vuelo de esa misma madrugada. A mi manager y a Si-hyuk-ssi no les hizo ni pizca de gracia cuando se enteraron de mis intenciones, pero por primera vez en cuatro años no los escuché. Los chicos, por supuesto, no hicieron otra cosa que apoyarme —además de pedirme, más bien, exigir, que trajera a Nei de vuelta—. Pensaba hacerlo, costase lo que costase.

La casa me recordó mucho al apartamento de Nei, tanto en la decoración como en las sensaciones que despertaba en mí, aunque en este había muchas más cosas. Björn me había explicado mientras estábamos en el avión que Mara vivía aquí también. Al parecer se mudó después de la muerte de la madre de Nei y Björn para que la primera no estuviera sola. Seguí a Björn hasta la segunda planta, donde encontré la mayor biblioteca que había visto jamás en una casa particular. Toda la pared junto a la escalera estaba repleta de libros que, por el dorso doblados de estos, era evidente que habían sido leídos más de una vez.

— Puedes quedarte en esta habitación — dijo mientras abría la primera puerta de la izquierda —. Justo enfrente está el cuarto de baño y la puerta del fondo es la habitación de Nei. Siéntete libre de moverte por la casa a tu antojo, yo estaré abajo preparando la cena.

Después de esto se marchó, dejándome a solas en mitad del pasillo de la segunda planta. La habitación era muy bonita, con paredes blancas y suelo de madera clara. En el centro de la estancia había una enorme cama doble vestida con una colcha de rayas azules y grises. Una cajonera ocupaba la pared frente a esta y sobre ella descansaba un televisor y varias figuritas decorativas. El enorme ventanal ocupaba al completo la pared izquierda de la estancia y esta daba a la parte delantera de la casa.

Tras darme una ducha para deshacerme del cansancio y sudor del largo viaje, me coloqué unos tejanos limpios y una camiseta blanca de manga corta. Cuando bajé las escaleras me encontré a Björn trasteando en la gran cocina. Estaba sentándome en uno de los taburetes de la isla que estaban frente a él cuando la puerta de la entrada golpeó con dureza la pared. Las agudas risas que le siguieron hicieron que ambos intercambiáramos una mirada.

Me quedé a cuadros cuando una Nei, claramente borracha, entró tambaleándose mientras rodeaba los hombros de su amiga. Iba vestida con un top corto de color negro que y un mono tejano de color blanco. Era la primera vez que veía a Nei con ropa tan corta, pero verla luchando por mantener el equilibrio me impidió pensar en la cantidad de piel que estaba expuesta. Su cabello estaba despeinado y sus mejillas estaban manchadas con pintura roja y azul que había pasado a mejor vida. Estaba hecha un desastre, pero aún así seguía siendo la persona más hermosa que había visto en mi miserable vida, especialmente cuando sus ojos se abrieron de par en par al encontrarse con los míos.

La chica a su lado, Mara, dejó de reírse de golpe cuando soltó un grito que ni la más potentes de las bocinas podría imitar. Su boca se abrió de par en par cuando reparó en mi presencia y empezó a darle codazos en el estómago de su amiga mientras repetía mi nombre una y otra vez. Sabía, porque Nei me lo había contado, que Mara era muy fan nuestra, hasta el punto de tener nuestras caras estampadas en su habitación cual adolescente. No entendía la mayor parte de lo que estaba balbuceando porque lo hacía en español, pero si mi apodo y el "¿que hace aquí?". Era una de las tantas cosas que Björn me había enseñado a decir.

— Yoongi...

La sonrisa que empezó tironear de sus comisuras provocó que la bola que se había instaurado en mi estómago aquella mañana en la sala de reuniones y que no había hecho otra cosa que crecer con el paso de las horas, comenzara a deshacerse. ¿Como algo tan simple como una sonrisa podía tambalear mi mundo con la facilidad con la que lo hacía la suya?.

— Vale, sin duda he bebido demasiado, Mara — le dijo a su amiga sin darse cuenta que lo estaba haciendo en coreano —. Tener alucinaciones ya es otro nivel pero...¡jodida alucinación! — gritó esta vez mirándome y caminando en mi dirección con una ebria sonrisa —. Hola, guapo. Te he echado de menos, ¿sabes?.

Salté del taburete y me lancé hacia adelante justo en el momento en el que Nei perdía el equilibrio. En un parpadeo estaba sentado y al siguiente tumbado de espaldas en el suelo de madera con el rostro de Nei a escasos centímetros del mío. 

Bajo el foco [Yoongi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora