La agente especial Sallow se despertó en una habitación blanca, con una iluminación tenue y olor a desinfectante. Tardó unos minutos en orientarse y darse cuenta de que se trataba de una enfermería. Al menos estaba segura de que lo era, aunque la única persona que se encontrase a su lado fuera Olivia.
La mujer suspiró aliviada y murmuró «gracias a Dios» antes de saltar sobre ella y empezar a examinarla mientras maldecía a Stefano. La agente especial Sallow tenía vagos recuerdos de haber ido a la celda del hombre y aceptado su proposición, también de haberle practicado sexo oral y... Su mente se quedó en blanco después de eso. Tal vez aún quedaran vestigios de algo más, pero no estaba segura de lo que pudiera ser.
—¿Qué... qué pasó?
Su propia voz ronca la hizo estremecerse, aunque no tanto como el ardor que sentía en la garganta. La mirada empática de Olivia hizo que una bola de miedo se formara en su estómago y comenzara a subir. Temiendo recibir una respuesta, por mucho que su intuición ya se la hubiera dado, intentó corregir sus palabras; ella se le adelantó:
—¡Que ese hombre es una bestia, eso pasó! Le dije que no eras así y que tuviera cuidado, pero noooooo; ¡siempre que piensa con el pene es lo mismo!
—¿Lo mismo? ¿Manda muchos a la enfermería?
—No como piensas. El señor supermacho es hetero: no coge con hombres ni «vestidos». Serías la excepción. —Una sonrisa se le formó en los labios—. ¿Eres una excepción, cariño?
La agente especial Sallow se tensó debido a lo directa que fue su pregunta. Incapaz de resistir la mirada curiosa de Olivia, desvió la suya hacia la pared y exhaló pesadamente. Si bien imaginó que esto sucedería, también tuvo la esperanza de que Stefano D'Alessandro decidiera ser un poco compasivo. Debió reírse entre dientes de sí misma, ¿cómo se le ocurrió siquiera considerarlo una probabilidad? Desde que el Don de La 'Ndrangheta la vio tuvo un solo objetivo, y este había quedado claro la primera vez.
Ella sería su juguete y Diavolo no parecía de los que los cuidaban. Estaba segura de que si la rompía de forma irremediable, se desharía de ella y pasaría al próximo. Viendo a Olivia nuevamente se cuestionó si sería ella incluso aunque la considerara «un vestido».
—Entonces..., ¿me estás diciendo que me cogió hasta casi matarme? —preguntó de vuelta, cambiando la conversación—. Lindo.
—El Don es un animal; no un monstruo. —Se rio—. Te cogió hasta que te desmayaste, así que te trajo. De hecho..., se fue hace como media hora. Reunión con su abogado y no sé qué más.
—Ah...
Incluso si hubiera querido decir otra palabra, ninguna salió de su boca. ¿Eso que sentía era alivio o decepción? Y si se trataba de lo segundo, ¿por qué? ¿Acaso realmente esperaba que se hubiera quedado junto a ella, viéndola dormir, esperando a que reaccionara y se le lanzara encima para llenarla de besos? Por estúpido que fuera, la respuesta en su mente fue un rotundo «sí». Hasta lo imaginó por un instante, y no supo las razones.
Intentó convencerse a sí misma de que se debía a que no estaba acostumbrada al sexo sin compromiso, mucho menos por favores, ni tampoco a ser ella quien recibía. Por supuesto, todo eso tuvo que afectarla, ¿no?
—¿Cómo te sientes? —preguntó Olivia con preocupación.
—Como si me hubiera cogido un animal. —Se rio de su broma—. Creo que no me sentaré en un mes.
—Y no deberías. Te rompió el culo, el muy... ¡Ahg! ¿Por qué nadie nunca me hace caso?
La agente especial Sallow entendió, entonces, el horrible dolor que la atravesaba. De hecho, estaba segura de que no le haría bien continuar acostada sobre su espalda; sin embargo, al tratar de moverse este empeoró hasta hacerla sollozar. Olivia se apresuró para asistirla; la tomó con gentileza y la colocó en una posición menos incómoda; la agente especial Sallow le agradeció con una sonrisa.
La puerta se abrió de un golpe. Olivia se apartó en el instante en que Stefano y Romeo ingresaron siendo seguidos por un par de presos. El Consigliere se dirigió de inmediato hacia ella y la rodeó con sus brazos; la agente especial Sallow los miró por un segundo, enternecida debido el afecto que se demostraban sin importar que hubiera personas viéndolos, antes de que su rostro fuera levantado por la barbilla. Los ojos de Diavolo se fijaron en los suyos, haciéndola sentir aún más débil y tan expuesta como nunca lo estuvo. Pudo jurar ver un destello escarlata en su interior.
—Hice los arreglos, todos saben que estás bajo mi protección. Si te tocan, están muertos. —Entrecerró los ojos—. Eres débil para ser federal.
—Pero Don, no sea duro; no fue su culpa que usted... —empezó Olivia; él la detuvo con una mirada.
—Tú, enséñale cómo ser una mujer adecuada para mí. —Se fijó de nuevo en agente la especial Sallow—. Espero un mejor desempeño la próxima vez; no quiero tener que traerte todos los días.
Si bien su instinto de supervivencia le dijo que lo mejor era mantener la boca cerrada, la agente especial Sallow no logró detenerse una vez habló:
—Te dije que necesitaba tiempo; si hubieras esperado...
—Estarás lista cuando yo diga que lo estás, así funciona, abejita. ¿Quiero coger? Me lo chupas o me abres las piernas; mejor las dos cosas. Sin excusas. —Le apretó las mejillas e hizo que mirase a Olivia—. Otra cosa: te quiero limpia y bien vestida; Liv puede ayudarte. Y quiero que te dejes el cabello largo.
—¿¡Estás loco!? No soy...
—Contrólate. Aceptaste serlo cuando viniste a buscarme; a menos que te hayas arrepentido, me obedecerás. ¿Está claro, dolcezza?
La agente especial Sallow pasó su mirada llena de desesperación de Stefano hacia Olivia, quien negó suavemente indicándole que dejara de discutir. Incluso si esta nueva realidad resultaba liberadora para sí misma, no estaba lista para mostrarse al mundo; menos en una prisión donde hacerlo podría costarle la vida.
«¿Pero no lo hará de cualquier forma?», le susurró su mente. La agente especial Sallow tuvo que estar de acuerdo. No había nada que garantizara su supervivencia en este infierno; quizás solamente Diavolo y si aceptaba sus condiciones.
—Te hice una pregunta —insistió.
—Sí... —Tragó con aspereza—. Sí, señor, está claro.
—Maravilloso. —Sus ojos se dirigieron hacia el Consigliere y añadió—: Romeo, di' addio alla tua puttana adesso. Ce ne andiamo [Romeo, despídete de tu puta ahora. Nos vamos].
Sin esperar una respuesta, Stefano les dio la espalda y caminó hacia la puerta. Al verlo partir, la agente especial Sallow reconoció la horrible sensación de la angustia apoderándose de su alma.
∘◦❁◦∘
Si te gustó, por favor: vota [dejando tu estrellita] y comenta tus impresiones sobre el capítulo, añádela a tu biblioteca y, por último, compártela o recomiéndala a tus amigos.
Dicho esto, gracias por leer.
No se olviden de votar y comentar ♪(゚▽^*)ノ⌒☆.
ESTÁS LEYENDO
La mujer del Diablo ┃ Las mujeres de la mafia #2
RomanceDespués de ser condenada a prisión debido a un crimen que no cometió, la agente especial Sallow sabe que sus días están contados. No solo porque es encerrada junto a los criminales más peligrosos del mundo, sino porque se trata de hombres violentos...