Capítulo 56

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En cuanto cruzó la puerta principal del salón, la visión de Stefano se tiñó de rojo. Literalmente. Tanto el piso como las paredes se encontraban llenos de sangre y esta comenzaba a correr como un riachuelo que le llegó hasta los zapatos. Ni siquiera necesitó recorrer el lugar con la vista para comprender que se trataba de los suyos, aun así, lo hizo. Enseguida, sintió que su estómago se apretaba hasta doler.

Incluso si reconoció a varios integrantes del clan Greco, la mayoría de los cadáveres pertenecían sus hombres más fieles. Todos ellos esparcidos por el lugar como si no importaran en absoluto. Aquello logró que la sangre en sus venas se sintiese igual que la lava.

Se encargaría de que el maldito Salvatore implorase misericordia. ¡La muerte sería su único anhelo! Lo juró sobre la sangre de los caídos, a quienes se ocuparía de dar un sepelio apropiado en cuanto esto acabase.

Corrió por el lugar, disparando una y otra vez, sabiendo que debería recurrir a su verdadera naturaleza para terminar con aquel infierno. Sin embargo, aún no podía. No hasta saber quiénes se encontraban de su lado y los nombres de aquellos que lo traicionaron. Estaba seguro de que debió de haber intervención interna, ya que el clan Greco carecía del poder para dar un golpe como este. Un nombre le vino a la cabeza: Andrea De Luca.

Dado su comportamiento, le pareció la única probabilidad. El hombre no solo apareció ante Melissa una vez, sino que se atrevió a visitar a Rose y hasta lo amenazó. Sus palabras continuaban repitiéndose en su memoria. «Te sirvo más como aliado que como enemigo». ¡Por su puesto que lo hacía! Fue la razón por la que Stefano pactó con la Sacra Corona Unita, en primer lugar. Ahora, sin embargo...

El llanto de Liam, seguido por desesperado grito de Rose, lo hizo apresurarse. Al correr por el lugar, buscándolos, varios de sus hombres se interpusieron en el camino. Traidores. Stefano escupió hacia el piso y esquivó la primera bala, que le rozó la mejilla. La profundidad del corte y el modo en el que lo hizo sangrar, le advirtieron de qué estaba hecha. Jamás podría olvidar la horrible sensación de la plata quemándole la piel.

Mientras fue prisionero, ella había sido el método de tortura favorito de sus verdugos. La plata no lo había lacerado su piel, sino que lo debilitó hasta convertirlo en el juguete de simples humanos a los que —en otras condiciones— hubiera matado con facilidad.

Revisando su arma, se dio cuenta de que no le quedaban municiones. Se deshizo de ella y se desvistió en un instante. Los rostros de los traidores se llenaron de horror al verlo iniciar la muda de piel. Cuando sus huesos empezaron a crujir, algunos se echaron a correr. Stefano saltó cambiando en el aire y atrapó a uno de ellos, le destrozó el cuello con un mordida y pasó al siguiente.

Si había sido impresionante como un lobo rojo, así teñido de sangre evocaba a un demonio salido de las más espantosas profundidades del infierno. Él lo era, claro, Diavolo. ¡El error de aquellos hombres fue olvidarlo! Ahora se los recordaría.

Con brutal crudeza, desgarró, mordió y eliminó a cada miembro del clan Greco hasta que no quedó ninguno con vida. No fue diferente con cualquier individuo desleal de La 'Ndrangheta, que halló en su camino.

Al llegar a la cocina, encontró a Rose apoyada contra la salida de emergencia. La herida en su hombro sangraba profusamente y parecía estar a punto de perder el conocimiento. Se lanzó junto a ella y la apretó contra su pecho; Rose gimoteó por el dolor.

—Estarás bien —murmuró con los labios sobre su cabeza—. Te sacaré de aquí, tranquila. Todo estará...

Tendría que estarlo, ¿cierto? Por mucho que lo amara y hubiera dejado atrás el horror al que la sometió, Melissa nunca perdonaría que Stefano no lograse poner a salvo a su familia.

La mujer del Diablo ┃ Las mujeres de la mafia #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora