Capítulo 1

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La agente especial Sallow vio la muda de ropa de presidiario y dejó salir un largo suspiro antes de ir a cambiarse. Decir cómo había llegado a esta situación continuaba siendo un misterio aún para ella, por mucho que repasaba los hechos en su mente, uno por uno, no lograba descubrir... Lo último que recordaba era haber aceptado la invitación para cenar de su colega, un poco de vino que los puso felices —quizás demasiado— y algunos besos mientras se dirigían a la habitación.

También recordaba vagamente los labios sobre su cuello y las ágiles manos explorando cada rincón, como si no quisieran perderse de ninguna cosa. Nada más. Aún ahora no estaba segura de cuán lejos llegaron ni si del dolor con el que despertó horas después se debía al sexo o a la feroz lucha que pareció haberse desatado durante su inconsciencia.

No obstante, estaba segura de una cosa: todos pensaban que asesinó a su mejor amigo y colega de años, por quien además tenía un fuerte enamoramiento. A la agente especial Sallow no le avergonzaba admitirlo a estas alturas. Se sintió atraída por Mark desde el primer momento, así que cuando dio el primer paso, ella fue incapaz de negase incluso si sabía sobre su matrimonio.

Porque él había sido el único en ver más allá del disfraz que la sofocaba. Y cuando le ofreció su mano, sonriéndole; cuando le dijo que podía ser ella misma junto a él, fue todo lo que necesitó para que su corazón cayera rendido a los pies de un hombre que jamás le pertenecería.

Pero esa noche, durante un efímero instante, él lo hizo. Y la agente especial Sallow creyó que podría ser eterno.

No recordaba tampoco haberse quedado dormida, aunque estaba segura de que Mark lo hizo primero y ella intentó despertarlo hasta que sus propios ojos se cerraran debido al sueño insoportable. Luego los abrió desnuda en una habitación teñida de sangre hasta las paredes, con un cuchillo de cazador en la mano, y una esposa que veía horrorizada la escena del crimen. Sin embargo, lo que más le afectó fueron los rostros de los chicos, quienes —abrazados— la miraban igual que a un monstruo.

Tenía que serlo, claro, no solo para seducir a un hombre como Mark, sino para asesinarlo a sangre fría en medio de aquello «sin nombre» que ocurrió entre ambos.

¿El resto? Era historia. La agente especial Sallow hubiera podido jurar que fue el juicio más corto de la humanidad, y el más injusto también. No solo se le otorgó un abogado cuyo título pudo haber salido de una caja de cereal, sino que la investigación duró apenas dos semanas y la evidencia exculpatoria fue desestimada. Eso por no hablar de las notorias irregularidades y de cómo la presunción de inocencia jamás se le otorgó. Fue declarada culpable desde el primer momento, cuando la hicieron salir desnuda y esposada de la vivienda de Mark ante las miradas curiosas, teléfonos celulares de sus vecinos y las cámaras de la prensa.

De modo que aquí se encontraba ahora: encerrada en un lugar en el que estaba segura de que no sobreviviría. Porque conocía demasiado bien el sistema como para dejarse engañar. No habría aislamiento ni protección para ella; la echarían a los lobos para que se la comieran viva en cuanto tuvieran ocasión. De hecho, no sabía por qué no la mataron en comisaría; antes, durante o después del juicio; o cuando la trasladaron a este horrible lugar. Pero de una forma u otra, sus días habían llegado a un final.

Tal y como esperaba, el guardia encargado la empujó a la planta comunitaria, donde vivían los delincuentes más peligrosos. Muchos de ellos estaban encerrados gracias a la agente especial Sallow y al difunto Mark. Ni siquiera se giró para enfrentarse a la risa burlona del carcelero, pero aunque intentó mantenerse fuerte, le temblaron las piernas al oír las palabras que le susurró al oído:

—No protegemos a los traidores. —Luego habló más alto, con toda la intención de exponerla—: Los maricones reciben un trato preferencial; no tanto como los federales.

La mujer del Diablo ┃ Las mujeres de la mafia #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora