Capítulo 33

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La primera vez que Melissa creyó ver de nuevo a Stefano D'Alessandro, se encontraba en medio de una pequeño local en el que se estaba llevando a cabo una convención de ilustradores independientes, exponiendo su colección, que constaba de tres obras. Infernum: Spem omnem demitte, qui huc intratis [Abandonen toda esperanza, ustedes que entran aquí], Mortem: Acta est fabula [El espectáculo ha terminado] y Renaissance: Ex favillis resurgere [Resurgir de las cenizas]. Ellas contaban la historia de su vida, iniciando con su doloroso descenso al abismo y finalizando con su reciente florecimiento.

Para ser honesta, no creía merecer un lugar entre personas llenas de talento como las que la rodeaban, sobre todo cuando era una principiante todavía; pero un grupo de fanáticos insistió con que formara parte del evento, por lo que ahí se encontraba, luchando para no ahogarse debido a la ansiedad.

Para ella, una cosa era desnudar su alma en Internet, donde nadie podía verla a los ojos para descubrir su debilidad; y otra mostrarse tal cual era, sin anonimato, y hablar abiertamente sobre el doloroso camino cubierto de espinas que debió atravesar descalza para llegar hasta aquí. Por fortuna, no estaba sola: Rose y Andy se mantuvieron a su lado en todo momento, asegurándose de que se sintiera lo bastante segura para no salir corriendo y también ayudándole a lidiar tanto con fanáticos llenos de emoción como curiosos demasiado molestos a los que deseaba golpear con frecuencia.

No supo el momento exacto en el que el lugar se inundó con el aroma; sin embargo, ya era tarde cuando se dio cuenta: se sorprendió respirando profundo para embriagarse el alma con él, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Menta melisa y geranios, ¿cómo podría olvidar...?

Aquello no fue todo, por desgracia. Un estremecimiento familiar la sobrecogió mientras atendía a una pareja de hombres, que no paraban de hablar sobre cuánto se identificaban con la mayoría de sus obras: la profunda ira, el sufrimiento y el amor... Fue similar a un escalofrío, aunque ella lo describiría más bien como una corriente de excitación, que le erizó la piel por completo y la hizo temblar. Incluso el bolígrafo con el que autografiaba se le resbaló de las manos.

Disculpándose, Melissa abandonó su mesa para correr hacia los baños. Necesitaba mojarse la cara y respirar sin esas personas aglomerándose a su alrededor, sobre todo respirar. Sentía que moriría ahogada en cualquier momento. Mientras corría, creyó verlo por el rabillo del ojo y sus piernas se detuvieron por cuenta propia casi haciéndola caer.

Se encontraba de espaldas, echándole un vistazo a las ilustraciones eróticas de algún amante de los animales antropomórficos. Le pareció que sonreía divertido, también que la miraba pese a no volverse en su dirección. Melissa creyó que se desplomaría ahí mismo como un castillo de naipes ante su poderosa presencia.

Tuvo que cerrar los ojos con fuerza a la vez que respiraba hasta que los pulmones le dolieron, para poder calmarse. Al abrirlos nuevamente, sin embargo, no había nadie en el lugar. Como si se hubiera desvanecido o jamás estuvo ahí, él simplemente... desapareció.

«Me estoy volviendo loca», pensó riéndose entre dientes con amargura. La única explicación lógica era que lo imaginó; pero si era el caso, ¿por qué pudo olerlo? Y sentirlo tan tan profundo que fue hasta doloroso...

—¿Te sientes bien? —La voz de Andy la sobresaltó—. Estás pálida.

Tragando con aspereza, Melissa se volvió hacia su amigo y mentor para sonreírle fingiendo que no pasaba nada.

—Sí sí, solo... necesitaba un poco de aire. Son muchas personas.

Los ojos grises de Andy se entrecerraron con sospecha mientras la analizaba como tratando de descubrir la verdad. Estuvo segura de que si no lo distraía pronto, él lo haría. Ese hombre tenía una clase de sexto sentido, que jamás fallaba y utilizaba con frecuencia en las personas a su alrededor.

La mujer del Diablo ┃ Las mujeres de la mafia #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora