Incluso antes de que la incómoda cena llegara a su fin, Stefano tomó una decisión. Le hubiera encantado continuar con aquel juego de seducción que inició con Melissa; no obstante, conocía a los líderes de las 'ndrine. Lo de aquella noche no fue un simple deseo inocente de conocerla; lo presionaban. Ahora que sabían que su Don tenía una mujer, querrían apurarlo para que tuviera un heredero; pero como no era posible intentarían hacerlo desistir. O al menos influir en él para que la relegase al nivel de amante, mientras que alguna de las hijas de los clanes se quedaba con el título de esposa. Ni hablar. Moriría antes de separarse de Melissa nuevamente.
O los mataría a todos, cualquiera que resultara el camino más rápido.
En lugar de dirigirse hacia la casa de su mujer, le ordenó al conductor llevarlos hacia la mansión antes de enviar hombres de confianza a empacar y trasladar sus pertenencias. Ella no objetó ninguna de sus decisiones, de hecho se mantuvo callada y pensativa, viendo por la ventana con interés fingido. Una vez que se detuvieron, bajó del vehículo y lo siguió escaleras arriba hacia el dormitorio. Sin embargo, cuando Stefano pasó el seguro de la puerta, exhaló pesadamente sentándose sobre la cama y lo miró confundida.
Él se acercó para acomodarse junto a ella. Le tomó la mano y le besó cada uno de los dedos.
—¿Qué hay en esa cabecita tuya, dolcezza? Cuéntame.
—Sigo tratando de procesar... —Reprimió un quejido—. Me llamaste «Lady 'Ndrangheta».
—¿Estás molesta por eso?
Su nuez de Adán subió y bajó mientras tragaba. La duda en el interior de sus ojos bailó con el temor al tiempo que ella le apretaba la mano con tanta fuerza que hubiera podido herir a un humano. Después de lo que pareció una eternidad, sacudió la cabeza negando. Como llevaba el cabello suelto, este se meció desprendiendo su aroma. Stefano cerró los ojos por un instante, respirándolo.
—Es lo que es. —Le dio una sonrisa amable—. Soy lo que soy.
—¿Y qué eres?
Melissa se movió hasta acomodarse sobre su regazo, con una pierna en cada lado y se inclinó hasta unir sus frentes. Llevaba una ligera capa de maquillaje que le acentuaba los rasgos, en especial aquellos ojos de ensueño que lo miraban con amor. Su mano le acarició la mejilla, lento, tan lento... Se humedeció los labios con la lengua —Stefano siguió el movimiento con atención— antes de lamer el de él y besarlo. Incluso si fue breve, logró percibir el cambio: cómo el aire se volvió difícil de respirar debido al deseo de ambos y algunas partes de sus cuerpos cobrando vida.
—Tuya —murmuró apenas alejándose—. Si hay alguna posibilidad de que me marques de nuevo...
—La hay.
—Adelante.
Movió la cabeza, exponiendo el cuello ante él. Stefano tragó con dificultad, queriendo saber qué pasaba realmente por su cabeza. ¿Hacía esto porque lo anhelaba o por obligación? En este momento, estaba seguro solo de una cosa y era no haberse redimido ante ella como debería, de hecho dudaba hacerlo alguna vez, por lo que este comportamiento le causó tantas dudas como el enorme deseo que comenzaba a dolerle.
Por supuesto que lo quería. Fantaseó con ello todas las noches mientras estuvieron separados: con él mordiéndola y tomándola en cualquier sentido. Convertidos en uno y sintiendo el pulso de su vida otra vez. Ahora que conocía mejor la otra parte de su naturaleza, también lo hacía con las bondades del apareamiento y las quería para ambos. Ese nivel de intimidad y... Mierda, todo. Quería todo. Pero ¿estaba bien tomarlo ahora?
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La mujer del Diablo ┃ Las mujeres de la mafia #2
RomanceDespués de ser condenada a prisión debido a un crimen que no cometió, la agente especial Sallow sabe que sus días están contados. No solo porque es encerrada junto a los criminales más peligrosos del mundo, sino porque se trata de hombres violentos...