Mientras se miraba al espejo, Melissa deslizó los dedos sobre el tatuaje en su piel. La nueva marca de apareamiento era preciosa: una luna creciente en cuyo interior se encontraba sentada una figura femenina con un lobo descansando en su regazo. No lograba comprender los motivos del cambio, tampoco lo que podía significar; pero sonrió feliz de encontrarse unida a Stefano otra vez.
Podía sentirlo de alguna forma, como una corriente alterna a su pulso, que le recorría suavemente las venas hasta llegarle al corazón; también sus emociones y algunos pensamientos junto con la voz del lobo. Melissa lo había conocido como correspondía durante las noches previas, justo antes de que Stefano cayera rendido al fin después de..., bueno, perder la razón como se lo prometió.
Las marcas en su cuerpo eran la evidencia irrefutable de que el apareamiento podía ser una locura.
Cerró los ojos por un instante, respirando profundo a la vez que se mordía el labio inferior. No iba a quejarse, de hecho, amó hasta la más pequeña de las cosas. Estaba segura de que lo pasó entre ellos, la forma en la que Stefano la tomó y se entregó él mismo, se convertiría en uno de sus recuerdos preciados. No hubo acuerdos ni temores, tan solo una pareja amándose por fin, después de haberse separado por los motivos que fueran.
Los abrió al sentir el mentón de Stefano sobre su hombro y las manos cubriéndole los pechos. Frotó la mejilla contra la suya, acariciándola con la barba mientras emitía sonidos similares a gruñidos, aunque bajos y hasta amables.
Los dedos se cerraron alrededor de sus pezones y los labios se presionaron contra su piel. Melissa gimió entre dientes, cuando los torció a la vez que la mordía; no lo bastante para hacerla sangrar, aunque sí para provocarle dolor. Cuando encontró la mirada de su pareja por medio del cristal empañado por sus respiraciones, entendió que aún era dominado en gran medida por los instintos.
La dobló sobre el lavabo. Melissa apretó los dientes cuando entró en ella de una vez. Incluso si había rastros de lubricante y estaba lo suficiente dilatada para recibirlo, continuó siendo molesto debido a su tamaño. No lo recordaba con exactitud, tampoco le dio gran importancia en el pasado, pero él parecía un poco más... grande en la actualidad. Tal vez por esa locura de la que le habló. Aunque no lo era tanto como cuando se anudaba con ella.
Le jadeó al oído durante todo el trayecto, moviéndose con fuerza. Las uñas se le hundían en las caderas, rasgándole la piel. A pesar de todo, Melissa logró pensar que en cuanto volviera en sí tendría que compensarla. Mucho, carajo, tanto que...
—Mierda —se quejó cuando golpeó en el ángulo correcto. Aunque estaba segura de no poder hacerlo otra vez, terminó eyaculando—. Mierda.
Stefano se quedó en a su espalda, inmóvil y sosteniéndola, apenas respirando. Después de lo que pudieron haber sido cinco minutos tanto como una hora, la besó desde el hombro hasta la mejilla, disculpándose.
—¿Bien? —murmuró con la voz ronca, inhumana, quizás un poco espeluznante.
—Sí, ¿y tú?
—Ya... ya pasa.
—¿Quieres comer ahora? Ya son dos días.
—Sueño... Dormir... —Bostezó antes de volver a besarla.
—Tienes que alimentarte, Stefano.
—Tú comes —sentenció conduciéndola de regreso al dormitorio.
Resoplando, Melissa lo dejó hacer lo que quisiera. De forma natural, era tan terco como autoritario; en estas condiciones lo comparaba frecuentemente con ese dictador latinoamericano... Tuvo que reírse de sus estúpidos pensamientos, diciéndose que él era mil veces peor.
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La mujer del Diablo ┃ Las mujeres de la mafia #2
RomanceDespués de ser condenada a prisión debido a un crimen que no cometió, la agente especial Sallow sabe que sus días están contados. No solo porque es encerrada junto a los criminales más peligrosos del mundo, sino porque se trata de hombres violentos...